Ni libre ni ocupado Ni libre ni ocupado

Elegido Mejor Blog 2006.Ya lo dijo Descartes: ¡Taxi!, luego existo...

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Divas del olvido

Reconocí su rostro al primer portazo. Rinoplastia, botox, tres capas de maquillaje: la misma que en las pelis de la infancia (de mis padres) cuarenta años después y en mi taxi (¿qué edad tendrá ahora? ¿80 años?). Sin embargo aún mantenía el mismo rictus solemne, de diva, que en aquellos tiempos de flashes y alfombras. Abrigo de visón, perlas, joyas, generoso perfume… Me miraba a través del espejo como sabiendo que yo sabía quién era, esperando tal vez un arranque emocionado por mi parte, un «¿Es usted…?» o directamente «Es un placer para mí….». Pero no dije nada. En mi taxi no viajan famosos sino usuarios.

Observando su pose especial, distinta (aun sin conocerla, llamaría la atención de cualquiera), pensé en lo duro que habría de ser para ella mantener esa condición de diva del cine aun llevando muchos años sin serlo, para acabar dedicándose a los platós del corazón partío, a vender su vida privada o a inventarse romances que ayudaran, en fin, a mantener el mito. Del glamour al miserable cotilleo sólo por seguir siendo reconocible, famosa. La fama es ingrata, pero engancha. No querer caer en el olvido. Resistirse a morir en la memoria.

En aquel trayecto no sucedió nada, muy a su pesar. Salió del taxi como enfadada tal vez por no abrir yo la boca para adularla. Más bien sentí cierta lástima por ella.

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Nota: Como viene siendo habitual en este blog, no diré el nombre de la actriz. Tampoco es la actriz de la foto (Gina Lollobrigida).

Muebles de carne y hueso

Giro por la calle Ibiza y me topo con un anciano que desde la acera está moviendo su bastón de arriba abajo, nervioso por llamar mi atención. Freno a su lado, abre la puerta, pasa primero su anciana esposa, despacito, luego se acopla él y me dice:

– Buenas noches, hijo. ¿Nos lleva a Valdebernardo?

– Ok.

– Si no le importa, cuando lleguemos a casa me espera un momentito a que suba a por dinero. Es que me he dejado la cartera en casa… – vuelve el anciano.

– No se preocupe – contesto.

Durante el trayecto el hombre no para de hablar. Pese a su avanzada edad muestra una energía envidiable. Ella, sin embargo, se mantiene en silencio, inmóvil. Como un mueble.

Al llegar a su portal el anciano me suelta:

– Subo un momento a coger dinero, ¿vale? Le dejo aquí a mi mujer ‘en prenda’.

Mientras camina el hombre hacia el portal, pienso: ¿ha dicho ‘en prenda’? ¿me ha dejado a su mujer como garantía de que me va a pagar?

Me giro hacia ella. La anciana ni se inmuta. Continúa en silencio con sus manos entrecruzadas sobre las piernas.

– Su marido le ha dejado ‘en prenda’. Ahora mismo usted está valorada en 11,70€, y subiendo… – digo señalando el taxímetro.

– Menos vale él. Pero yo no tendré que subir y bajar dos veces tres pisos por las escaleras. El ascensor se estropeó esta mañana. Y no se lo he dicho, claro…

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Perfil de la pareja: Bodas de platino, casados hasta que la muerte los separe. No se soportan desde hace muchos, muchos años; pero la inercia, la tradición, el qué dirán o como quieras llamarlo les mantiene inevitable e irreparablemente juntos. Ambos creen que es la vida que les ha tocado vivir.