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Elegido Mejor Blog 2006.Ya lo dijo Descartes: ¡Taxi!, luego existo...

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Experimental Taxi Club – 07 –

Carteles (II): «Prohibido hablar del tiempo, de política o de Sanchez Dragó»

Método: Pegar tras el reposa-cabezas delantero derecho un cartel con la frase «Prohibido hablar del tiempo, de política o de Sanchez Dragó».

Intención sociológica: Comprobar la reacción del usuario al leer el cartel.

Ejemplo 1.- Mujer de treinta. Al reparar en el cartel alza sus cejas y decide permanecer en silencio mientras se dedica a observar a través de su ventanilla.

Ejemplo 2.- Mujer de cuarenta. Tras leer el cartel me dice:

– No me extraña que no quiera hablar del tiempo. Seguro que al cabo del día acabará harto de nuestros comentarios porque, claro, lo más fácil es hablar del tiempo, ¿verdad?

Ejemplo 3.- Hombre de jubilación anticipada, pelo cano y carpeta de piel.

– No me extraña que no quiera hablar de política con el presidente ese que tenemos. El Zapatero de los cojones amigo de los terroristas que está rompiendo España para vendérsela a los catalanes…

Ejemplo 4.- Mujer de cincuenta:

– ¿Quién es el «Dragón» ese?. Algún personaje del corazón, seguro. Yo es que no veo la tele. Desde que aprendí a hacer Sudokus, no veo la tele…

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Conclusión final: Los carteles no influyen cuando creemos con devoción en nuestro punto de vista.

Pregunta simpulso: ¿Cual habría sido tu reacción al leer el cartel?

Experimental Taxi Club -05-

En busca del famoso ego

Método: Al subir cualquier «famoso» a mi taxi, actuar como si no le reconociera.

Intención sociológica: Comprobar la reacción del «famoso» ante alguien que no repara en su «fama».

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Ejemplo: En Gran Vía esquina Montera, me hace señas el actor Carmelo Gómez con camisa roja bien planchada, gafas de sol y, sobre ellas, otras gafas graduadas (esto último no lo había visto en mi vida).

Me indica una calle cercana a mi propia casa.

– ¿La conoces? – me pregunta.

– Sí… vivo muy cerca.

– Entonces… somos vecinos, ¿no?.

– Eso parece – contesto muy serio.

El trayecto es largo, con muchas calles y muchos giros (Alcalá, Velázquez, túnel de María de Molina, M-30, López de Hoyos, Arturo Soria…).

Tras cientos de giros, al cruzar José Silva, el coche que me precede frena de súbito. A golpe de muñeca le adelanto, sin inmutarme (pese al susto de mi insigne usuario):

– Vaya… has estado muy atento ahí… – me dice con su mano en el pecho, sobresaltado.

El actor parece un tipo atento, con ganas de hablar. De hecho, en todo momento y a partir de cualquier detalle, trata de iniciar una nueva conversación tras otra:

– Precisamente este es el camino que yo hago siempre. Creo que es el mejor, el más rápido…

– ¿Entramos por Arturo Soria? – pregunto entonces.

– No… la calle es de bajada. Mejor entramos por detrás…

Luego hablamos de un pub cercano a su casa.

– Es mi bar de copas de cabecera – le digo.

– Sí, lo conozco…

Y entonces aproveché para reafirmar el sentido de este experimento, ninguneando su cualidad de «famoso»:

– Todas las semanas me encuentro con Wyoming, Antonio Vega o Pepe Navarro por ahí…. les encanta la música que ponen. También son vecinos…

– ¿Ah, sí?. Yo hace tiempo que no voy…

Al llegar a su casa me paga con una suculenta propina.

– Me has traído muy bien. A ver… como esto me lo pagan… haz una nota por… 13 €.

Entonces, tras no hacer referencia alguna a su persona en todo el trayecto, le digo:

– Claro, hombre… el cine español maneja mucha pasta…

Se queda pensativo, como si no se esperara mi comentario.

– No te creas… se quejan mucho – me dice.

– Bueno… ¡esto es España!. La queja se ha convertido en el deporte nacional por antonomasia…

– Tienes razón – me dice. – Nos vemos, vecino…

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Conclusión final: La conducta humilde de Carmelo Gómez me impide crear un juicio aparte que distinga al «famoso» del resto. En lo sucesivo, ampliaré el experimento con nuevos «famosos» para así poder sacar conclusiones más exactas.

Foto: Carmelo Gómez a través del espejo tras salir de mi taxi.

Pregunta simpulso: ¿Por qué nos decepcionan los «famosos» que se comportan de un modo normal?. ¿Por qué esperamos que los «famosos» sean tipos excéntricos, egocéntricos y «especiales»?

Experimental Taxi Club – 04 –

El calor y el espejo del alma

Método: Bloquear los elevalunas eléctricos traseros (para que el usuario no pueda bajar su ventanilla) y mantener el Aire Acondicionado apagado alegando encontrarse averiado. Conseguir con ello una temperatura superior a los 30º C.

Intención sociológica: Comprobar si el usuario es introvertido o extrovertido (y su grado) al quejarse (o no) de no poder bajar su ventanilla. Así mismo, comprobar la posible relación entre su aspecto físico y su supuesta sociabilidad.

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Ejemplo 1.- Mujer joven de aspecto angelical, piel pálida (no bronceada) grandes pechos (no escotados) y gafas graduadas de pasta verde. La temperatura interior asciende a 33,5º C. Permanecemos en silencio (ella mira a la calle con la barbilla apoyada en su puño). En el primer semáforo trata de accionar con disimulo su ventanilla, sin éxito. Vuelve a intentarlo y, lejos de decir nada, sopla y frunce el ceño.

Diagnóstico: Muy introvertida. Su aspecto físico corresponde.

Ejemplo 2.- Hombre grueso, camisa abierta, gafas de sol, frente ancha. La temperatura interior asciende a 31º C. Nada más montar, antes incluso de indicarme su destino, dice:

– Menudo calor hace aquí… ¿no tienes el Aire Acondicionado encendido?

– Lo siento, pero se acaba de estropear – miento.

Cierra su puerta y trata de baja su ventanilla.

– ¿Esto tampoco funciona?

– Disculpe… – digo mientras desbloqueo las ventanillas traseras.

Diagnóstico: Muy extrovertido. Su aspecto físico corresponde.

Ejemplo 3.- Mujer de 30, bronceada, muy escotada, minifalda vaquera, gafas de sol en la cabeza, cejas depiladas. La temperatura interior asciende a 32.5º C. Me indica la calle Barquillo con decisión. Sin embargo, en un principio no comenta la elevada temperatura. De hecho, trata de bajar su ventanilla sin disimulo, pero al reparar en la anomalía del mecanismo me mira esperando una reacción por mi parte. No digo nada y ella tampoco.

Diagnóstico: Moderadamente introvertida. Su aspecto físico no corresponde.

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Conclusión final: Como norma general, el aspecto físico corresponde al nivel de sociabilidad de la persona. Sin embargo, según el Ejemplo 3, en ciertos casos el aspecto físico provocador actúa de parapeto, de defensa, ante la introspección del sujeto.

Pregunta simpulso: ¿El escote, el top less de playa, la minifalda o la camisa abierta de pelo en pecho es el espejo del alma?

Experimental Taxi Club – 03 –

El olor y otros detalles

Método: Según el ambientador de mi taxi con olor a vainilla (aunque en realidad te lo vendan como «esencia de mango»), cada vez que suba una mujer diré lo siguiente:

– Huele usted muy bien. ¿Vainilla?

Intención sociológica: Al ser el ambientador de mi taxi (y no la usuaria) el que huele a vainilla, comprobar si el halago lleva a las mujeres a mentir acerca de su propio olor. Si, por el contrario, me corrigen y alegan oler a otra esencia bien distinta, comprobar la confusión les hace sentir molesta.

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Ejemplo 1.- Mujer de unos treinta, elegante (traje de chaqueta y pantalón color pistacho; enjoyada en oro), rostro fino, cabello largo, liso, castaño, bien cuidado:

– Huele usted muy bien. ¿Vainilla?

– No… es esencia de Loewe. Más bien huele a madera… ¿no cree?

– ¿De veras?. Pues nada más entrar me ha llegado un olor muy dulce como a… vainilla.

– Hombre, ahora que lo dice… sí que huele a vainilla. ¿No será su ambientador?

– Imposible: mi ambientador huele a Mango – digo señalando la palabra «Mango» escrita en el ambientador (con forma de pino, situado bajo mi espejo retrovisor).

– Qué raro…

Entiendo que esta mujer es escéptica a todo. Parece desconfiar tanto de mi olfato como del suyo. De todos modos, no parece darle demasiada importancia a la conversación.

Ejemplo 2.- Mujer de sesenta, de vestido cómodo, funcional, sencillo. Gafas grandes de pasta. Pelo corto. Labios finos, pintados.

– Huele usted muy bien. ¿Vainilla?

– Uy, hijo… qué va… llevo usando la misma agua de colonia desde hace… lo menos veinte años, fíjese… me la trae mi hermana, que vive en Mallorca, porque allí es mucho más barata, ¿sabe?. Bueno, en realidad no me la trae por mensajero ni nada de eso: Nos vemos un par de veces al año. En Julio voy yo para allá, porque se está muy bien, tiene un piso muy majo cerca del puerto… y luego para las navidades viene ella y se queda en mi casa, ya sabe… por eso de pasar todos juntos las fiestas… nos llevamos muy bien… aunque ya la pobre está muy mayor… fíjese; sólo tiene ocho años más que yo… pero yo me conservo mucho mejor que ella cuando tenía mi edad… tiene los huesos fatal, la pobre… y hace un par de meses le operaron de la cadera… supongo que será por toda la humedad que tiene ahí… que la humedad es muy mala para los huesos…

Mujer con las ideas bien claras. De hecho no me dejó continuar con el experimento (no paró de hablar en todo el trayecto).

Ejemplo 3.- Chica joven de unos 25 años, muy pintada, pelo corto y encerado hacia atrás color caoba, piel blanca, ojos azules.

– Huele muy bien. ¿Vainilla?

– Eh… ¡sí!.

– ¿Podrías decirme el nombre del perfume?: La semana que viene es el cumpleaños de mi novia y… – mentí.

– Bueno… en realidad es un regalo. No me acuerdo muy bien… es un nombre en francés…

Aquella joven no desprendía ningún olor a perfume. Más bien olía a desodorante, a talco, y a champú o a gel de baño. Su interés por la conversación demostraba sentirse halagada por el comentario. De todos modos, cuando dije lo del regalo para mi novia, decreció su interés.

Conclusión final: A ciertas edades, medimos la fortaleza de nuestra personalidad a través del perfume escogido. Ante una esencia penetrante y característica nos mostramos fuertes en nuestras decisiones al respecto, y escépticos ante todo aquello que se escape de la lógica olfativa. Por el contrario, ante un olor neutral nos mostramos más vulnerables, llegando incluso a mentir con tal de reforzar nuestra imagen, o bien disfrutar del halago.

Preguntas simpulso: ¿Por qué llaman más nuestra atención los malos olores por encima de los buenos olores?. ¿Qué mecanismo interno nos hace distinguir un mal olor de un olor agradable?. ¿Hasta qué punto afecta el sentido del olfato a nuestra vida ordinaria?. ¿A qué huelen los taxis que no huelen?

Experimental Taxi Club – 02 –

La propina ideológica

Método: Colocando dos diarios de ideología opuesta (El Mundo y El País) tras los asientos delanteros, a la vista, y según la elección de cada usuario, sintonizaré una emisora de radio de tendencia contraria (si ojea El País, sintonizaré la COPE, y viceversa).

Intención sociológica: Comprobar si mi supuesta discrepancia ideológica guarda alguna relación con el importe de la propina.

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Ejemplo 1.- A primera hora de la mañana, en María de Molina esquina Príncipe de Vergara se monta un hombre de traje y bigote. Tras indicarme su destino y percatarse de ambos diarios, se decanta por El Mundo. De inmediato sintonizo la Cadena SER y subo el volumen. El usuario trata de concentrarse en su lectura hasta que uno de los contertulios comienza a hablar de Alcaraz (presidente de la AVT), y del Foro de Ermua con tono despectivo. A través del espejo compruebo cómo levanta las cejas y mira al techo, pensativo y tenso a la vez. Aprovecho la coyuntura para soltar al aire:

– Ese Alcaraz no tiene vergüenza. ¡Cómo se puede jugar así con las víctimas…!

Al alcanzar su destino el taxímetro marca 4.90 €. Me tiende un billete arrugado de 5 € y espera con la mano tendida a que le devuelva sus 10 céntimos. Se despide con la mano, sin decir nada.

Ejemplo 2.- Un par de carreras después del Ejemplo 1, me detengo ante una mujer cuarentona, gafas rectangulares, de montura verde; ancha de caderas. En este caso nos dirigimos a la calle Clara del Rey.

En el trayecto, coge El País, ocasión que aprovecho para sintonizar la COPE: Un tal Losantos habla del Juicio del 11-M; de Vera, Rubalcaba y unos cuantos policías «corruptos». La mujer comienza a mirar lo la ventanilla; sin duda, no puede concentrarse en la lectura. Entonces suelto:

– Un Golpe de Estado. ¡Pero si está clarísimo!. ZetaPe y los de la ETA: tanto monta, monta tanto…

La mujer resopla, deja El País tras el asiento y comienza a juguetear con su teléfono móvil.

Al bajarse el taxímetro marca 6,20 €.

– Hágame una nota, por favor…

La mujer me tiende el importe exacto (en monedas pequeñas).

Ejemplo 3.- Un joven de 25 me indica la calle Guzmán el Bueno mientras toma El Mundo. Sintonizo la Cadena SER. Tras pasar un par de páginas, sin demasiado interés, deja el diario en su sitio y coge El País. Su actitud desconcierta, pero no por esto me amilano: Sintonizo la COPE. Parece ojear la última página, donde aparece la programación televisiva. Luego lo cierra, lo deja en su sitio y entonces repara en la Revista Interviú entre cuyas páginas centrales se queda inmerso hasta el final del trayecto. Sintonizo Radio Clásica, donde suena un concierto de oboe (mi particular venganza por destrozarme el experimento).

De todos modos, su propina asciende a 85 céntimos.

Conclusión final: Sólo nos afecta la ideología de un desconocido cuando es contraria a la nuestra.

Pregunta simpulso: ¿Por qué sólo nos afecta la ideología de un desconocido cuando es contraria a la nuestra?

Experimental Taxi Club – 01 –

El lenguaje gestual

Método: Al salir de cada túnel (y pese a un sol radiante) mantengo las luces encendidas hasta que algún conductor me avise del descuido.

Intención sociológica: Comprobar qué conductor me avisa del descuido y cómo lo hace.

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Ejemplo 1.- Salgo del túnel (Avenida de América, dirección Zaragoza) y espero. 2,100 kms después un taxista al que adelanto me hace un gesto (abre y cierra sus dedos extendidos, cual pico de pato) con el brazo fuera de la ventanilla. Al reparar en su advertencia, apago las luces y decelero con disimulo hasta comprobar que, al volver a rebasarme el taxista me mira, como esperando otro gesto de agradecimiento por mi parteo.

Ejemplo 2.- Repito la misma operación tras otro túnel (Costa Rica, dirección Cuzco). En este caso me advierte un hombre desde su Opel Vectra aprovechando un semáforo. Al mirarle, extiende su brazo y comienza a mover la mano (también abre y cierra sus dedos extendidos, cual pico de pato).

Ejemplo 3.- Esta vez enciendo las luces sin pasar por ningún túnel mientras desciendo por el Paseo de Extremadura. La primera advertencia llega en Tirso de Molina: un repartidor, desde su furgoneta, imita el mismo gesto con la mano (abre y cierra sus dedos extendidos, cual pico de pato). En este caso simulo no entender su gesto. Abro la ventanilla e inclino la cabeza hacia él:

– ¿Qué pasa?

– Las luces…

– ¿Qué luces?

– Llevas las luces encendidas… – me dice con resignación.

– Ah, gracias… – digo. El tipo me sonríe y reanuda su marcha.

Conclusión final: Los patos no tienen luces.

Preguntas simpulso: ¿Cómo hemos llegado a coordinarnos todos los conductores para indicar con el mismo gesto (abrir y cerrar los dedos extendidos, cual pico de pato) que alguien lleva las luces encendidas? ¿Quién nos enseñó ese gesto? ¿Quién se inventó ese gesto? ¿Qué relación puede tener el pico de un pato con dicha advertencia?