Ni libre ni ocupado Ni libre ni ocupado

Elegido Mejor Blog 2006.Ya lo dijo Descartes: ¡Taxi!, luego existo...

Archivo de julio, 2014

Yo no quiero ni libre ni ocupado

FOTO: See-ming Lee

FOTO: See-ming Lee

Escribo esto en la terraza del bar de abajo porque en casa no puedo fumar (mi mujer no fuma, y en mi mundo prima la voluntad del no fumador) y además la cerveza y las olivas tienen un sabor distinto aunque sean las mismas. El caso es que antes de bajar decidí poner una lavadora y escribir aprovechando el programa de lavado (prendas delicadas, hora y media), pero justo al darle al botón y llenarse el tambor de agua me acordé de las llaves de mi taxi, ¿dónde coño las había puesto?, y al buscarlas sin éxito concluí que estarían danzando en el bolsillo del pantalón que había metido a lavar. Me asomé a la ventana de la lavadora y, en efecto, ahí estaban percutiendo el metal de la llave contra el tambor a un ritmo y un sonido que me recordó al Headhunter de Front 242. Y como ya no había nada que hacer, bajé al bar, como digo, y me puse a escribir. Y a beber. Y a fumar. Y a observar otras vidas.

Pero ahora que estoy delante del teclado no puedo evitar pensar en las llaves de mi taxi (con su mando del garaje y un llavero-linterna que compré en los chinos) dando vueltas y más vueltas, con las tripas empapadas en suavizante Mimosín. Y ahora que lo pienso, tampoco llevo puesto mi anillo de casado (lo guardé en el mismo bolsillo del pantalón para no mancharme cuando metí la mano en el motor del taxi), así que el anillo también estaría dando vueltas junto a las llaves del coche y el mando del garaje.

Y no se me ocurre mejor metáfora de lo que es mi vida en estos instantes: mi taxi y mi matrimonio bailando juntos, purificándose o buscando limpiar las manchas del pasado, y tal vez por culpa de esto se jodan los circuitos, el chip de la llave que arranca mi taxi. Lo cual quiere decir que si busco la pureza, habré de sacrificar mi taxi, o al menos el concepto de taxi que tenía hasta ahora. Tendré que dejar de buscar otros ojos a través del espejo, al menos del modo en que lo hacía antes, desnudando miradas del modo en que lo hacía antes, y habré de ceñirme al taxímetro cada vez que monte alguien igual que hacen los taxistas palilleros. Y yo no quiero eso. Yo no quiero vecinas con pucheros, yo no quiero que elijas mi champú. Yo no quiero ni libre ni ocupado, ni carne ni pecado, pero la quiero, de eso no hay duda. La quiero. Y también quiero a mi taxi de antes. El azar sin límites de antes. Maldita lavadora.

¿Qué es tenerlo TODO en la vida?

Y surcando en mi taxi los túneles de El Pardo el hombre prosiguió:

-Podría decir que lo he conseguido todo en la vida.

-Me alegro mucho por usted-dije.

-No fue fácil.

-Por cierto, ¿qué significa TODO?

-Ya sabes, éxito profesional, una buena casa, un buen coche, dos hijos estupendos…

-¿Por ese orden?

-Salud. Es importante la salud. Me machaco en el gimnasio e intento comer sano. Disciplina, ya sabes.

-¿Está casado? -pregunté.

-Divorciado. Pero me llevo muy bien con mi ex. Y vive cerca, eso es un lujo. Nos arreglamos sin problema con los niños.

-¿Sin problema?

-Quince días ella, y quince días no.

-Pero ya no viven todos juntos…

-Bah, mejor eso que tener dos padres o dos madres, ¿no crees? Imagina unos niños criados por dos maricones. Yo no sé qué clase de niños podrían salirte de ahí. Degenerados, sin duda. Qué ascazo. Deberían prohibirlo.

-¿De veras?

-Por cierto, este fin de semana es la fiesta esa de los maricones, ¿verdad? Esa que salen medio en pelotas con carrozas… como monos de feria. Tenía previsto salir el sábado al centro, pero mira, mejor me quedo en casa. No vaya a ser que me contagien algo raro.

-¿Y dice usted que lo tiene todo?

-¿Perdón?

-¿También incluye el «odio» en su arsenal de virtudes?

-No me digas que estás a favor de los maricones.

-¿A favor? ¿Acaso uno puede estar en contra del azar?

-Qué azar ni qué hostias. Vicio. Son viciosos. Le dan atodo. Y por suerte, gracias a dios, que tiene cura. ¿Conoces a Richard Cohen? Ahí está el ejemplo. El otro día en Intereconomía el mismo Cohen explicó cómo consiguió curarse. Te recomiendo que leas sus libros Coming out Straight,Understanding and Healing Homosexuality, donde explica que la homosexualidad viene dada por una infancia problemática, y cómo se curó gracias a la Iglesia de la Unificación que, por cierto, tiene sede en Madrid, en la calle Gómez Ulla. Así que SÍ SE PUEDE.

(Silencio)

Perdido en Ibiza

FOTO: Wikipedia

FOTO: Wikipedia

Aquel verano en Ibiza sólo pretendía emborracharme y destruirme lento y buscar algún bar donde pincharan Ashes to Ashes de Bowie. Buscaba encontrarlo y quedarme en ese bar hasta el solsticio de invierno (o quedarme sin blanca; lo que antes llegara). Monté mi taxi en el ferry, vía Denia, y dormía en el taxi y me colaba en las duchas de los hoteles. A veces los turistas confundían mi taxi con los taxis de Ibiza e intentaban pararme en el parking del Space, o en Pachá, o en Es Paradis, o en el puerto deportivo, o en el tanatorio de San Rafael. Una noche en Cala Conta follé con una danesa de pechos dorados que no sabía pronunciar mi nombre. Recuerdo eso. Y también haber llorado entre unas rocas de Cala Gracio. Y canté More Than This en un karaoke imitando los gestos de Scarlett Johansson. Y compartí un porro con una vieja actriz porno retirada y reconvertida al budismo. Y recibí un botellazo de un taxista en el West de San Antonio (cinco puntos en la frente). Y me enamoré vagamente de una hippie de ojos verdes que vendía pulseras en Santa Eulalia. Y nadé desnudo en la piscina de un chalet inmenso y vacío hasta que vino la policía. Y le di un abrazo a un cura castrense durante diez segundos. Y apenas escribí nada más que frases inconexas en servilletas con la única intención de llamar la atención de las camareras. Servilletas que luego lanzaba al mar, o enterraba en las dunas, o simplemente perdía. También perdí el DNI en el baño de un antro gay, o en un cuarto oscuro, no recuerdo. Y nunca me he sentido más solo que en aquel verano. Y nunca me he visto más cercano al abismo o la locura incómoda.

Por eso ahora, cuando algunos critican mi actual estilo de vida, ahora que tengo mujer y voy a ser padre, ahora que bebo con límite y follo con amor y anoto los plazos de Hacienda, no es por haber madurado ni por culpa de la edad. Sino que simplemente no echo nada de menos aquello. No fui más feliz que ahora o tal vez, de haber seguido, conociendo mis tendencias al exceso y lo prohibido, ahora estaría muerto. Y apenas nadie me habría echado en falta.