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Elegido Mejor Blog 2006.Ya lo dijo Descartes: ¡Taxi!, luego existo...

Imitar al del espejo

Uno puede amar en silencio o ser por dentro un puto lío y no entenderse y disfrutar, sin embargo, buscando la metáfora perfecta que resuma sus contradicciones. Uno puede intentar ser John Fante, Burroughs, Bukowski, Miller y destruirse con la única intención de construir arte, o de usar el arte como excusa para guardar el equilibrio. Uno puede hacerle un simpa a la puta más sórdida en una pensión con olor a lejía, o mear en la tumba de su propio padre, o conducir borracho un taxi y estamparlo adrede en la puerta de la SGAE y metastatizar el arte que desprenda todo esto. Pero no serás más que un imitador de Bukowski o de Fante o de Burroughs o de Miller, y esa sombra nublará tus escritos, y al final comprenderás que nunca fuiste valedor de una esencia innata, que pasaste por la vida de puntillas. Como un turista.

No hay nada más jodido que imitar al desolado. Imita a un mediocre, si quieres, pero no al que sufre. El artista que sufre no quiere ser artista, sólo busca no sufrir mediante el arte. O al menos anestesiar el sufrimiento, o engañarlo. Un artista atormentado hubiera preferido ser bombero, o embalsamador. Hubiera preferido ser la puta que sólo folla por dinero y mantiene su alma intacta en la mesilla, bien planchada entre los salmos de una biblia.

FOTO: Wikipedia

FOTO: Wikipedia

«Te imitas la mar de bien». Así empieza Lunar Park, de Bret Easton Ellis. Suena pretencioso, pero al menos es honesto. Intento hablar de eso: de imitarse a uno mismo. De encontrar tu propia voz aunque tengas que buscarla en un espejo, o en el eco de otra boca que se preste a la causa. Acércate a esa chica y búscate a través de ella, por ejemplo. Yo lo hice, y al menos perdí el miedo. Sufro lo justo, quiero decir. Me acerqué a la chica apropiada y ahora es ella la que sostiene mi espejo y lo acerca o lo aleja por el bien de los dos. Como quien conecta un ladrón para obtener más enchufes con el mismo voltaje. Y sigo conduciendo mi taxi por las calles que me da la gana, y si no me choco adrede sólo es por no perder la oportunidad de seguir avanzando.

¿Acaso no es el amor, precisamente, el fin último del arte?

7 comentarios

  1. El valor se demuestra imitando al del espejo. Supongo.

    17 marzo 2014 | 22:19

  2. Dice ser 2311

    Me confunde ser hoy la primera en escribir.

    Particularmente a mi, jamás me ha gustado imitar a nadie, ni verme en el espejo de otro.

    Soy quien soy, mal o bien, pero soy yo quien dirige mi vida, y el retrovisor de la vida, ni para mirar hacía tras.

    Me gusta leerte, en el espejo del presente, de mi ordenador.

    18 marzo 2014 | 08:46

  3. Dice ser AreaEstudiantis

    Verse realmente reflajado en un espejo no es fácil. A veces vemos cosas que no querríamos ver en nosotros mismos.

    http://areaestudiantis.com

    18 marzo 2014 | 08:52

  4. Dice ser Al Sur de Gomaranto

    La imagen que se refleja
    en el espejo estando a solas
    es una copia tan exacta
    que en realidad eres… tú mismo.
    A solas antes el espejo
    no actuamos, no fingimos
    y a veces para ocultar
    imperfecciones cutáneas
    nos maquillamos un poquito
    pero, no nos engañamos,
    sabemos lo que tenemos,
    lo que somos y hasta diría
    que también, lo que seremos.
    Engañarnos? Es imposible
    cada cual sabe muy bien
    lo que en el saco llevamos,
    y los jirones y botanas
    del pellejo que nos cubre.
    ¿Imitarnos? ¿Para qué?
    Si somos ya nosotros mismos.

    18 marzo 2014 | 09:17

  5. Dice ser Antonio

    Para mi el arte y la belleza en el amor es esto: http://xurl.es/q63hc

    18 marzo 2014 | 10:19

  6. Dice ser Noa

    Mirarse sin miedos en el espejo es un acto de valentía.
    Ser yo misma es mi reto diario ¬¬

    18 marzo 2014 | 10:53

  7. Dice ser manu

    Yo, con el tipo del espejo, hasta la fecha, tengo una relación de amor-odio. Hasta los 25 años, nunca dejó de sorprenderme. De los 25 a los 35 esa relación fue fluida, cómplice: una sola mirada y los dos entendíamos lo que queríamos. De los 35 a los 45, empezó a tocarme un poco las pelotas. En la actualidad intento tener la mínima relación con él. Y de aquí a 10 años, imagino, volveremos a empezar de cero; él no me reconocerá a mí, ni yo a él.

    18 marzo 2014 | 20:23

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