Ni libre ni ocupado Ni libre ni ocupado

Elegido Mejor Blog 2006.Ya lo dijo Descartes: ¡Taxi!, luego existo...

Las rosas o el dinero

Ahogado por el paro, Edwin decidió sacar adelante a su familia vendiendo rosas y llaveros con luces por los bares de copas del centro. Cada noche, antes de salir a trabajar, su esposa Ana Lucía le ayudaba a colocarse en la cabeza una ridícula diadema con dos enormes estrellas luminosas unidas por sendos muelles. Luego le daba un beso mitad amor, mitad suerte, y se asomaba orgullosa a la ventana hasta verle partir con las rosas y la ristra de llaveros calle abajo.

Edwin sabía que tenía que vender, al menos, siete rosas y cinco llaveros por noche para cubrir gastos. Para ello era importante sonreír a todo el mundo (en especial a los borrachos bromistas), ser amable con los porteros de los bares que le dejaban pasar, no insistir ni incomodar a nadie y, sobre todo, esquivar a la policía.

Tenía por costumbre ofrecer las rosas a las parejas y los llaveros a los borrachos. La respuesta más común era ignorarle, o decirle que no con la cabeza, o tomar los llaveros para reírse (de los llaveros y de Edwin también) y luego devolverlos, o incluso a veces intentar robárselos sin que él se diera cuenta. Pero algunos, los menos, le daban un par de euros por una rosa (para quedar bien con su chica) o por un llavero (sólo por continuar la broma). Las ventas de Edwin (y el portal que limpiaba Ana Lucía) apenas les daba para sobrevivir. Y el futuro tampoco pintaba nada bien: cada vez había más competencia y los bares, con la crisis, estaban más vacíos que nunca.

Lo excepcional de esta historia es que las rosas que no conseguía vender cada noche, las dejaba en la cama para Ana Lucía. Cuando llegaba a casa, Edwin rodeaba de rosas su cuerpo dormido antes de acostarse a su lado. Ella, al despertar cada mañana, sabía lo bien o mal que había trabajado su marido en función del número de rosas que encontrara alrededor. Si al despertar no había ni una sola rosa en la cama, se alegraba por la buena noche de Edwin. Sin embargo, cuando amanecía con la cama llena de rosas, se sentía feliz.

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Nota: Ahora llevo en el salpicadero de mi taxi una de sus rosas. Son dos euros más para Edwin, pero una rosa menos para Ana Lucía.

52 comentarios

  1. Dice ser Rafael Spagnuolo

    Hoy he caído en este Blog, y agradecido, solo escribo para felicitarte por el arte con que escribes, simplemente magnífico.
    Rafael Spagnuolo

    02 febrero 2012 | 16:32

  2. Dice ser Iderina

    Tocada.

    06 febrero 2012 | 20:14

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