Era una urbanización cerrada, apartada de todo. Un auténtico infierno teniendo en cuenta que el bar más próximo se encontraba a no menos de 3 kilómetros. Yo trataba de buscar la salida con mi taxi libre, girando a izquierda y derecha según las indicaciones del GPS.
Ya en el acceso principal de aquel laberinto, un hombre apostado en una parada de autobús me mandó parar. Me detuve a su altura, se acercó a mi taxi y en lugar de abrir su puerta me hizo un gesto para que bajara la ventanilla.
– ¿Tiene un cargador de iPhone? – me preguntó.
– ¿Cómo?
– Que si tiene un cargador de iPhone. Me acabo de quedar sin batería.
– Mmm… Sí. ¿Pero le llevo a algún sitio?
– No, no. Estoy esperando al autobús. Si no le importa esperar aquí conmigo mientras yo cargo mi iPhone… Ponga el taxímetro en marcha y cuando venga el autobús yo le pago lo que marque, ¿vale?
– De acuerdo – dije.
El hombre me tendió su teléfono y yo lo conecté a la toma del taxi. Luego accioné el taxímetro.
– ¿No prefiere entrar en el taxi hasta que llegue su autobús? Ahí fuera hace frío.
– Bien. De acuerdo – me dijo y tomó asiento a mi lado.
El hombre era parco en palabras. Para romper el hielo le pregunté que cuánto tardaría en llegar su autobús; me contestó que unos diez minutos. Luego se hizo el silencio. Un silencio incómodo, raro. El hombre miraba su iPhone como quien espera en la cola de la narcosala. Era una mezcla de decoro y urgencia, de deseo y síndrome de abstinencia.
– ¿Si acelera usted el motor cargará más deprisa? – me preguntó de repente.
– Me temo que no – le dije.
Minutos después advertí por el espejo retrovisor la llegada de su autobús. Paré el taxímetro, el hombre me pagó los 6,85€ de la no carrera, y bajó del taxi.
Aquel fue, sin duda, el trayecto más corto de mi vida. Pero le añadió un nuevo argumento a mi teoría del caos: Nos estamos volviendo irreversiblemente locos.
¿Pagar por cargar el móvil 10 minutos?, ya podía ser una cuestión de vida o muerte por que si no, hay que ser gilipollas.
Aunque más bien parece el típico yonki tecnológico que necesitaba su dosis diaria de caralibro, tuiter y demás…
Cada cual que haga con su vida y su dinero lo que le salga del nabo, pero no hagamos noticias de estas subnormalidades que hay cosas más importantes de las que informar, y parece como que no existan.
06 diciembre 2011 | 19:11
… o irreversiblemente tontos. Ese hombre necesitaba un par de lecciones de sentido común.
06 diciembre 2011 | 19:31
¿Por que tantas opiniones negativas?
Acaso no es posible que el individuo en cuestión necesitara el «contenido» del iphone para una actividad imprescindible como su negocio, tal vez el correo electrónico o una comunicación verbal constante.
Yo guardo información importante en mi celular y sin ella en alguna ocasión podría serme difícil tomar decisiones o completar algunas tareas, no por eso soy un exagerado de la tecnología.
06 diciembre 2011 | 20:02
Pues a mi me parece genial y super NORMAL
ESTAMOS DEMASIADOS ENCORSETADOS Y AGILIPOLLADOS y cuando algo o alguein se sale de la norma flipamos…
ASI NOS VA…. SEÑORES…..
06 diciembre 2011 | 21:32
Somos demasiado dependientes de los apartillos estos….
06 diciembre 2011 | 23:40
Ahi, ahí, dando buena fama a los taxistas. Serás chorizo cobrar por cargar un movil.
Enviado desde mi iPhone
06 diciembre 2011 | 23:52
@Natalia … Comentarios recién salidos de la nueva temporada de Sexo en Nueva York¿?
Vamos a ver, lo que hay que hacer es racionalizar las cosas, lo normal no es parar a un taxi y decirle.. «cárgame el Iphone» (Y si, es importante que se diga Iphone, porque los cabroncetes de Apple hacen los aparatos sólo compatibles para si mismos, así que no serviría cualquier otro que ahora usan USB 2.0).
Pero vamos, lo más probable es que realmente necesitase el teléfono…
07 diciembre 2011 | 03:20
Yo no lo veo en absoluto exagerado, para muchos quedarnos sin teléfono puede amargarnos el día y desde luego yo sí pagaría muchas veces 6€ por revivir el móvil.
07 diciembre 2011 | 10:11