Ni libre ni ocupado Ni libre ni ocupado

Elegido Mejor Blog 2006.Ya lo dijo Descartes: ¡Taxi!, luego existo...

Archivo de junio, 2011

No sin mi estatus

No entendí por qué aquel hombre me pidió que le llevara en mi taxi a una de esas tiendas de compra-venta, tan deprisa como pudiera, antes de que el comercio cerrara (faltaban 15 minutos). Según me dijo, su intención era «malvender» unos viejos altavoces y un Mp3 cutre y gastado que sacó de una bolsa y me enseñó como buscando mi aprobación. De hecho, me dijo que no pensaba sacar más de 20€ por ambas cosas.

Con esa venta apenas ganaría 20€, tenía prisa por conseguir apenas 20€, y sólo el taxi que le llevó hasta allí ya le costó 9,50€ (incluso me dio propina para «redondear» hasta los 10€). Así pues, aquellos supuestos 20€ de ganancia le habían costado 10€ en transporte (de ida; sería absurdo que también se gastara otros 10€ en otro taxi de vuelta a casa). También llamó mi atención con qué ligereza me tendió esos 50 céntimos de propina (cualquier cantidad es mucha para quien no tiene nada o casi nada, o le urge una pequeña cantidad de dinero).

¿Podríais explicarme el porqué de su actitud?

Yo tengo mi teoría. Luego os la cuento.

La camisa

Eran tres mujeres: dos hermanas (veinteañera y treintañera) y su madre de edad prejubulada. La mayor de las hermanas llevaba, en su mano derecha, una percha con una camisa blanca de hombre perfectamente planchada y abotonada. Abrió la puerta delantera del taxi, tomó asiento a mi lado, y posó con sumo cuidado la camisa sobre sus piernas. La hermana menor y la madre se sentaron detrás. Esta última me dijo con voz neutra, tal vez estoica:

– Al Tanatorio Norte, por favor.

Accioné el taxímetro y marchamos en silencio. Dada la situación supuse que el difunto a visitar era marido de la reciente viuda y padre de las otras dos. Supuse que aquella camisa recién planchada que yacía sobre las piernas de la reciente huérfana era y sería para vestir al difunto. Escogieron, sin duda, su  mejor camisa en vida. Tal vez la misma hija mayor, buscando tomar las riendas del drama reinante, hubiera abierto el armario de su padre con la intención de escoger, de entre otras tantas, su mejor camisa. Habría planchado la camisa con sumo cuidado, despacio, para luego colgarla en una pecha y abrochar, uno a uno, sus botones con igual cadencia, apretando los dientes, recordando mil imágenes o puede que tratando de evitar todo recuerdo por no manchar de lágrimas su tela.

La camisa que ahora tenía a mi lado, sobre las piernas de la reciente huérfana, sería en breve usada por un cadáver que no conozco pero ellas sí: el habitáculo del taxi en mayoría, sí.

¿Sería al fin la viuda quien le vista? ¿Cuál será la sensación de esa viuda en el preciso momento de ponerle la camisa y abrocharle por última vez los botones al cuerpo inerte y frío de su Juan de siempre? ¿Qué harán después con la percha? ¿Tirarán la percha en cualquier papelera o tomarán otro taxi de vuelta a casa con la percha ya sin camisa en la mano, acariciando sus formas, o apretando el gancho hasta alcanzar el sosiego de un dolor afortunadamente físico?

Sin embargo no llevaban consigo el traje al completo. Ni la chaqueta, ni el pantalón, ni una corbata. Sólo la camisa. Puede que anoche, durante el velatorio, advirtieran que la camisa que llevaba puesta no le favorecía o no pegaba con su corbata de la suerte y decidieran cambiarla para el último adiós de hoy; para que ese último recuerdo fuera impecable. Sin arrugas.

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Nota: Llegando al Tanatorio no pude evitar tocar con mi dedo meñique el puño de esa camisa. Era de seda. La misma seda que surgió de los gusanos.

Freud no nos quiere

– El médico no sólo te recomienda no fumar durante el embarazo, sino también, y sobre todo, durante la lactancia. Según parece, la calidad de tu leche empeora si fumas. Sería como inyectarle nicotina al pobre bebé… – continuó la usuaria mientras circulábamos por el útero de Bailén.

Escuchándola, comencé a pensar en esas boquillas de plástico que algunos fumadores insertan en el filtro de los cigarros para reducir su nivel de nicotina. De hecho, mientras me explicaba cómo el tabaco influía en la leche materna, comencé a imaginarme a la usuaria enroscándose una de esas boquillas en su propio pezón y al bebé succionando a través de ella.

Y esa imagen me excitó.

– … porque, claro, si tenemos en cuenta que la leche de la madre se forma en las mamas a partir de los nutrientes que ella misma consume…

En esto subí el aire acondicionado del taxi a tope y bajé con disimulo mi espejo retrovisor. Sus pezones no tardaron en emerger tras la fina tela del vestido. Filtros de boquilla estrecha, pensé.

– …hace tiempo vi un documental en La2 que explicaba el proceso perfectamen… ¿Podría quitar el aire acondicionado? Hace frío.

– Mmm… sí. Claro.

Apagué el climatizador y casi al instante sus pezones volvieron a desaparecer como succionados por sus propios pechos. Fascinante mecanismo, pensé.

En esto, el insoportable calor de la calle invadió el habitáculo y ambos comenzamos a sudar. Una pequeña gota de sudor recorrió despacio el cuello de mi usuaria hasta desaparecer por entre sus pechos.

El sudor surge a través de los poros, pensé. Y los pezones también son poros, aunque algo más gruesos. ¿Por qué no segregarán leche todos los poros de su cuerpo? En tal caso, los lactantes se alimentarían lamiendo la piel de sus madres, y ese contacto entre la lengua del bebé y el cuerpo de su madre crearía un vínculo mucho más estrecho entre ambos.

¿Y los hombres? Si tanto afecta el tabaco al esperma, ¿por qué no enroscarnos nosotros también un filtro de nicotina en el pene? ¿y por qué no sudamos sémen? ¿por qué no fecundar sólo cuando haga calor, abrazando a las mujeres que sudan leche? ¿por qué no alimentarnos sólo de su leche, y ellas de nuestro esperma, en eterno bucle?

¿Y por qué, nada más bajarse la usuaria del taxi, llamé a mi madre?

La nube

En mi taxi, dos usuarios hablan de subir sus archivos informáticos a “la nube”.

Miro al cielo. Está despejado.

No veo ceros ni unos formando precipitación alguna.

Según cuentan, “la nube” es un espacio virtual que sirve de almacén para todo tipo de información: desde una tesis doctoral hasta esas fotos secretas tuyas en ropa interior de mujer.

Vuelvo a mirar al cielo. A lo lejos ahora veo una pequeña nube acercándose despacio, demasiado blanca para contener tantos secretos. Detrás de ella, otra nube algo más gris se mueve a más lenta que la primera, pero a distinto nivel. Esa sí pudiera ser la nube de la que hablan.

A simple vista da miedo saber que nuestra información pesa menos que el aire. Da miedo pensar que las fotos de tu boda, o de la Primera Comunión del niño, acaben transformándose en agua y que ese agua caiga después sobre nuestras cabezas. Da pánico asimilar que luego nos bebamos tu viaje a Egipto, o tu diario íntimo o nos bañemos en tu selección musical.

Pensándolo mejor, ya no quiero que llueva nunca.

No quiero saber más de ti.

Los usuarios me pagan la carrera en efectivo. Con monedas físicas.

Acaricio las monedas. Son suaves al tacto. Y frías.

Tu verdad es mentira

Resulta inquietante la capacidad que muchos usuarios de mi taxi tienen para justificar lo suyo, su estilo de vida o su opción ideológica, criticando lo opuesto a ellos. A menudo son críticas simplonas tirando a burdas: «Lo que les pasa a los parados es que no quieren trabajar. Mi vecino, sin ir más lejos. Se quedó sin trabajo y ahí le tienes: estirando el paro hasta el último día. ¡Menudo vago, el tío!» dice uno. En este caso, el usuario generaliza («los parados no quieren trabajar») basándose en un ejemplo cercano. Un ejemplo de entre 5 millones. Lo mismo sucede con los «indignados» del 15M. «Se ven por la tele con unas ropas y unas pintas…». Ahí el aspecto físico de algunos se toma como muestra para deslegitimar al movimiento en su conjunto. La estética de unos pocos, a los ojos de esta usuaria, anula todo el mensaje que hay detrás.

Hay otro ejemplo, no tanto ideológico, aunque sí igual de gráfico: El fumador que trata de quitarle importancia a los problemas de salud que el tabaco genera con frases del tipo: «Mi abuelo fumaba dos paquetes y murió a los 95 años». El fumador, en este caso, se aferra a ese único ejemplo para autoengañarse y continuar fumando sin remordimientos. No habla, en cambio, de las millones de vidas que el tabaco se lleva, cada año, por delante.

Cabrían muchos más ejemplos: «Todo el mundo defrauda a Hacienda» (para justificar su propio fraude), o «Zapatero nos ha llevado a la ruina» (sin tener en cuenta los motivos que iniciaron esta crisis en España, o la situación mundial), o «Todas las mujeres son iguales» (para apaciguar el dolor de una ruptura reciente), o «Los musulmanes son unos fanáticos terroristas» (para engrandecer su opción católica).

Este comportamiento no es casual. Los aludidos son, en cierto modo, gente burbuja. Tienden a encontrar su propia fortaleza en la falsa debilidad del contrario. Buscan «sacos de hostias» para reforzar y blindar su postura.

Pero esa postura, su verdad, es mentira.

Eléctrico alma

Cuando aquel usuario me dijo que vivía gracias a un corazón artificial, me vino a la mente un sinfín de preguntas que el pudor me impidió formularle: ¿cómo funciona exactamente? ¿qué autonomía tiene? ¿dónde lleva la pila? ¿la pila es extraíble e intercambiable, o recargable? En tal caso, ¿te enchufas a la red?

¿Tu corazón mantiene siempre el mismo ritmo cardiaco o lleva un regulador de impulsos externo:

Un mando en el pecho con una rueda, o acoplada la rueda al ombligo…

…o un mando con dos botones:+ y –

…o un mando con memorias: Modo SPORT, Modo RELAX, Modo EFECTO FLECHAZO…

…o una aplicación para tu iPhone (descargando el «Heart Remote» en el Apple Store) y controlas vía Bluetooth y desde la pantalla táctil, el ritmo de tu corazón. (Inciso: Qué precioso gesto de amor sería entregarle a tu futura esposa, en lugar de un anillo, el control del iPhone) 

…o tal vez lleves un sensor en el cerebro que acelera o decelera el pulso según tus emociones? 

Y en el caso de mantener siempre el mismo ritmo cardiaco, ¿ya nada te produce ansiedad? ¿ya nada te pone nervioso? ¿dejaste de tener pesadillas cuando duermes? ¿has de caminar siempre a un mismo ritmo? ¿perdiste la capacidad de amar intensamente o de volver a enamorarte? ¿es ahora el sexo aburrido?

Pero el hombre, como digo, se marchó del taxi antes de atreverme a formularle éstas y más preguntas. Se marchó caminando, dejando una estela de poesía eléctrica. Con el alma a media carga de electrones y protones.

1.000 posts. ¡GRACIAS 1.000!

Este post que tienen ustedes ante sus ojos cumple el número 1.000 de mi etapa en 20minutos. Desde aquel primer post publicado el 30 de mayo de 2007 (hace más de 4 años, madre mía), mis ganas de contar los entresijos de mi taxi (y las gallinejas de mí) no han decaído ni un sólo día. Más bien podría decir que han ido en aumento (hasta el punto de no concebir mi profesión de taxista sin mi vocación de escritor, o viceversa). Me apasionan las dos cosas. Amo su perfecta simbiosis. La piedra filosofal es la calle, el azar, los usuarios anónimos e inagotables; ese diván dinámico que es el asiento trasero de mi taxi, ese bisturí aséptico que es mi espejo retrovisor, esas ganas de comer con los ojos que son las mías, y de contarlo todo, y de soltar mi lastre…

Por mucho que tal vez lo creas, no hay mérito alguno en lo que hago. 1.000 posts son mil días en los que sucedieron cosas. Todos los días pasan cosas. Y si no pasan, se buscan. Y si aun buscándolas no se encuentran, te las inventas. El caso es escribir. El caso es respirar para no ahogarte. Todos llevamos muchos más de 1.000 días respirados y vividos. Y la vida son palabras en el orden que tú quieras. Y el amor por las palabras es una enfermedad similar al insomnio.

Pero no olvido que el auténtico motivo de estos mil posts no soy yo: sois vosotros. Sin vuestra curiosidad lectora yo no sería éste yo que conocéis, sino otro. Sin vosotros yo no estaría aquí. Tampoco estaría aquí, después de 4 años, sin la generosidad y la confianza de papá Arsenio y de mamá Virginia. Mil gracias a ellos dos también y al resto de la familia, mi familia, que conforma 20minutos.

Y ahora… ¿qué toca? Otros 1.000 más. No me será difícil encontrar nuevas historias, anécdotas y reflexiones. Recuerda que tengo un taxi.

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Nota: La tarta que adjunto arriba fotografiada, minutos antes de ser engullida entre amigos, es obra de la (primero) lectora y (después) amiga Mariam. Mil gracias por el detallazo. La guardaré siempre en la memoria de mi estómago.

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El estilo de vida americano

El otro día viajó en mi taxi una mexicana afincada en Florida (EE.UU.) con quien mantuve una interesantísima conversación acerca del injustamente idolatrado «estilo de vida americano». Su testimonio fue, sin duda, revelador:

Por una parte, me habló del altísimo índice de norteamericanos con sobrepeso. Esto era debido, en gran medida, a lo sumamente caros que son allí los alimentos de huerta (para hacernos una idea, un solo tomate cuesta en torno a 2 dólares y medio; una ensalada hecha en casa, con lechuga y tomate, no menos de 5 dólares). Las carnes más asequibles contienen un altísimo contenido en grasas (ceban a las vacas con maíz) y el resto de los productos «económicos» son sintéticos (el sucedaneo de puré de patata es de consumo diario en muchas familias).

 También me habló de un preocupante índice de paro (tras ser despedida, mi usuaria tardó más de 2 años en encontrar un trabajo estable), del volumen de población que vive por debajo del umbral de la pobreza (en torno al 20%) y del nefasto sistema sanitario (para las clases bajas, se entiende). En el caso de mi usuaria, como no se podía permitir pagar los 750 dólares mensuales que cuesta de media un seguro médico, optó por el “método celestial”: rezar cada día para no caer enferma.

Atento a su testimonio le pregunté por qué los americanos vendían al mundo una imagen completamente contraria. La usuaria me contestó sin dudarlo:

– Los norteamericanos son, ante todo, patriotas. Por encima de cualquier cosa está Dios, la bandera y su ejército.

Cromosumas

Tu coraza se engancha al cerrar la puerta. Tiras de ti. Ya estás conmigo: desnuda de costillas para dentro. Te miro a través del espejo y pienso en cromosomas (tú y yo somos cromosomos; sumas cromáticas, cromos somáticos). Tú eres X. Yo soy Y.  Mi taxi, célula viva en sangre de asfalto.

– A la Cuesta del Sagrado Corazón – me indicas. O suplicas.

Y con eso lo dices todo. Ya sé que Cuesta alcanzar tan Sagrado Corazón. No es fácil sucumbir al encanto de la sangre que brota por otras venas que no son tus venas. Todos somos frágiles en las distancias cortas, todos necesitamos ser alguien en la mente de alguien, ocupar el espacio y el tiempo de otros, sentirnos arropados en tiempos bajos. No soportamos el olvido absoluto, creer que nadie piensa en tu existencia, que nadie piense en ti cuando tú piensas en los que piensan. Sólo haría falta un solo gesto, dejarte pisar por alguien ante la simple necesidad de escuchar un perdón. Llamar a quien sea para sentir una voz en exclusiva. O tomar mi taxi y que yo sucumba a tu destino aun siendo cerca y no tener prisa y poder ir caminando.

Ni te imaginas lo solos que nos creemos a veces. Ni te imaginas lo que somos capaces de hacer para seguirnos creyendo existentes ante los ojos de quien sea. Ni te imaginas lo poco que nos queremos en las grandes ciudades. Ni te imaginas lo vacías que están las grandes ciudades.

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¿Soy yo el violento?

¿Ahora soy yo el violento? ¿Me robas mis derechos para dárselos a las grandes fortunas y ahora soy yo el violento? ¿Qué es violencia para ti?

Violentos son los Paraísos Fiscales, las SICAV y las Agencias de Calificación. Violentos son los bancos. Es violento nacionalizar las pérdidas y privatizar los beneficios. Violentos son los causantes de 5 millones de parados y de la fuga de jóvenes talentos a países más prósperos. Violenta es la politización del Poder Judicial, los partidos que incluyen imputados por corrupción en sus listas, el salario mínimo interprofesional (641,40€), los contratos basura, los recortes en sanidad y en educación. Violentos son los europarlamentarios que votaron seguir viajando en First Class. Violentos son los sueldos cada vez más altos de los altos directivos del IBEX, violentos son los bonus millonarios a ejecutivos de entidades rescatadas a mi costa, violento es prometerme para camelarme cada cuatro años y luego darme la espalda. Violento es quitarme las ganas. Violenta es la situación de mi amigo Juanma, padre con dos hijos que trabaja su taxi 18 horas diarias para no llegar a fin de mes.

Hoy TODOS los medios de masas (prensa, radio y televisión) se han mostrado indignados con los indignados. TODOS han dirigido sus focos hacia esos cuatro imbéciles aislados que ayer lanzaron piedras, mancharon la chaqueta de una parlamentaria y obligaron al President de la Generalitat a desplazarse en helicóptero (¿?). TODOS (excepto 20minutos) han usado a esos cuatro imbéciles para deslegitimizar el movimiento del 15-M. TODOS, en fin, han cerrado filas en torno a esa otra democracia.

En apenas unas horas los indignados ya hemos dejado de ser demócratas. Ahora, según el cuarto poder en bloque, la verdadera democracia vuelve a estar en el Parlament (y en el Congreso, por extensión); y los auténticos demócratas vuelven a ser esos tipos de sordera selectiva que siguen gobernando y decidiendo de espaldas al pueblo.

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