Camino del hospital, la usuaria (enfermera, supuse) recibió un mensaje en su móvil. Lo leyó en voz alta:
– «URGENTE: Necesitamos sangre del grupo A+».
– ¡Vaya! – exclamé.
– ¿Es usted donante? – me preguntó.
– Sí – dije.
– ¿Del grupo A+?
– ¿Tanto se me nota? – dije sonriendo.
– ¿Le importaría donar cuando lleguemos al hospital? Parece un caso urgente.
– De acuerdo – dije sin pensarlo.
Cinco minutos después aparcamos mi taxi junto al acceso de Urgencias y la usuaria me condujo rápido por los pasillos hasta la sala de transfusiones.
– Túmbese y despeje un brazo cualquiera. El que más rabia le dé.
Como siempre me ha jodido más la zurda, opté por desnudar mi brazo izquierdo. La enfermera me ató el biceps con una goma, me desinfectó el envés del codo (nunca he sabido cómo se llama esa parte del brazo o de la pierna), sacó del cajón una vía y, sin avisar siquiera, me la inyectó. Noté y vi la aguja penetrando mi piel.
Al instante, la sangre comenzó a recorrer las curvas de un tubito que moría en una bolsa arrugada. «Mi sangre, de un rojo carbón, saliendo fuera de mí», pensé. «Mis glóbulos, mis plaquetas, mi ADN. Mi esencia se mezclará con otra sangre, recorrerá la intimidad de otro cuerpo…».
«Y ese otro cuerpo que no conozco ni conoceré se moverá para siempre con fragmentos de mi misma sangre y llevará otra vida que también será mi vida sin yo verlo. Y tal vez, algún día, ese otro hombre (o mujer; la sangre no tiene sexo) se cortará sin querer con el filo de un folio o un cuchillo doméstico y saldrá, de su dedo, esa sangre que es la mía. Y abrirá el grifo de la cocina y pondrá el dedo debajo y el agua arrastrará mi sangre que es la suya a través del sumidero y de ahí a las cañerías y de las cañerías al mar. Y su esencia que es la mía rondará la estela de una sirena y esa sirena cantará por y para él, aunque él sea yo. Y yo quiero que la sirena sólo cante para mí, pero ya es tarde. Mi sangre ya está en la bolsa. La enfermera retira la vía. Se marcha con mi sangre».
Completamente solo en la habitación, sin parte de mi sangre, pensé en esa bella sirena suspirando por el mamón de mi donado y en esto comencé a palidecer: me mareé y casi pierdo el conocimiento. Fueron los celos, no hay duda.
A 200 pesetas pagaba el vampiro la donación. Fui con mis compañeros estudiantes a donar para pagar la multa y sacar a los otros compañeros de la cárcel. Pero me vieron muy pálido, se conoce, y no me aceptaron.
Estudiante… pálidez… ¿Para qué más? Ahí va otro poema de Neruda.
Cómo surges de antaño, llegando,
encandilada, pálida estudiante,
a cuya voz aún piden consuelo
los meses dilatados y fijos.
Sus ojos luchaban como remeros
en el infinito muerto
con esperanza de sueño y materia
de seres saliendo del mar.
De la lejanía en donde
el olor de la tierra es otro
y lo vespertino llega llorando
en forma de oscuras amapolas.
En la altura de los días inmóviles
el insensible joven diurno
en tu rayo de luz se dormía
afirmado como en una espada.
Mientras tanto crece a la sombra
del largo transcurso en olvido
la flor de la soledad, húmeda, extensa,
como la tierra en un largo invierno.
01 marzo 2011 | 22:29
No sé mi grupo sanguineo y soy donante, pero sólo dono de paso cuando veo un autobús. Ley del mínimo esfuerzo. alguna vez he donado cuando he ido al hospital por algo. No me cuesta nada.
01 marzo 2011 | 22:45
…ma non molto
https://www.youtube.com/watch?v=OHwbf-aAbUU
01 marzo 2011 | 22:49
Perdido en ensoñaciones sanguineas… no sólo tu sangre, tus átomos son parte del universo, nacidos de las propias estrellas combinados y recombinados a lo largo del tiempo
02 marzo 2011 | 08:39
Algo parecido aunque menos romántico lo rezaban los Toreros Muertos en Mi agüita amarilla…
02 marzo 2011 | 16:02
Petonets…Te la dedido has estado sublime con tu comment ( sic ) y, sobretodo, OBJETIVO…
https://www.youtube.com/watch?v=v_M6C-OZWMw
…»Una mentira y un credo
por cada espina del tallo,
que injertándose en los dedos
una rosa es un rosario»…
02 marzo 2011 | 20:17