Detienes mi taxi porque justo acabas de salir del trabajo y yo también pasaba justo por ahí, como podría haber pasado cualquier otro taxi y detenerse al aviso de cualquier otra usuaria. Hay miles de taxis; millones de usuarios.
Subes, me indicas tu destino y en esto, noto que mi olor te desconcierta. Casualmente uso el mismo perfume que Pedro, tu Pedro. Perdón, ya no es nada tuyo. Ya no es TU Pedro. Dejó de serlo. No te acostumbras. No ha pasado el suficiente tiempo.
De hecho, tú le regalaste aquel perfume, sí, por vuestro aniversario. Desde entonces él sólo lo usaba en ocasiones especiales. Como aquella vez que te llevó a un restaurante caro, para celebrar su primer sueldo. O cuando le presentaste a tus padres. Ahí Pedro le regaló unas flores a tu madre sin saber que era alérgica. Menuda vergüenza pasó, el pobre… Sonríes. Estaba TAN guapo con esa camisa beige y aquella americana…
Con el paso del tiempo se erosionó lo vuestro, o tal vez fueras tú. Sí, fuiste tú. Tú te agobiaste. Tú quisiste probar otras cosas. Otros chicos, otros mundos. Y probaste, claro. Y ahora sabes que tampoco fue para tanto. Acabas de darte cuenta. Justo ahora. Nadie como Pedro.
Llegamos a tu destino. Pagas la carrera y antes de salir de mi taxi respiras a fondo, una vez más, mi perfume.
Al salir te veo sacar el teléfono móvil del bolso. Pareces nerviosa. Manipulas las teclas y te llevas el teléfono a la oreja. Leo en tus labios: ¿Pedro? Soy yo. Carmen.
tenia ganas de escribir, oyes
08 febrero 2011 | 01:07
dios no quepo en mi de gozo, voy a seguir leyendo
08 febrero 2011 | 01:08
Quizás no es azar sino destino.
08 febrero 2011 | 13:02