Ni libre ni ocupado Ni libre ni ocupado

Elegido Mejor Blog 2006.Ya lo dijo Descartes: ¡Taxi!, luego existo...

31 días conmigo mismo (Día 30)

– LA FAMILIA INGALLS –

Ahora me ha dado por observar no tanto a los campistas con los que he mantenido algún tipo de relación a lo largo de estos 30 días, sino a los que han sido sin estar, o han estado sin ser: los «to be or not to be». Me refiero a esa familia de vascos (padre, madre y dos niñas de unos diez y doce años) del bungalow contiguo al mío que en todo este tiempo no se han relacionado con nadie externo a su núcleo familiar más allá de lo imprescindible. Nunca les he visto charlar con ningún otro campista, ni siquiera he visto a esas niñas jugar con otros niños en la piscina o en la playa, sino sólo entre ellas o con sus mismos padres.

A simple vista parece una familia normal. No se aburren. No paran de hacer cosas: montar en bici (tienen cuatro bicis de distintos tamaños), jugar al parchís o a las cartas o con la pelota, bucear con sus cuatro pares de aletas, construir castillos en la arena, leer (cada cual su libro pero siempre juntos, en sillas contiguas). No se les podría tachar de «antisociales» porque se relacionan entre ellos, saben compartir y comportarse. Sin embargo pareciera como si, para ellos, el resto del camping (y, por extensión, del mundo entero) no existiera.

Layna los llama «familia Ingalls» (en homenaje a La casa de la pradera). Dice que llevan años viniendo a este camping, siempre durante todo el mes de agosto, pero que apenas sabe nada de ellos. Sólo que son de San Sebastián (lo vio en el DNI del padre) y muy estrictos con su dieta y sus horarios: Acuden todas las mañanas al Market con una lista, compran lo que vayan a consumir ese día (mucha fruta y verdura; pescado los lunes, carne los martes… nada de conservas ni productos congelados), pagan con una sonrisa, siempre en efectivo, y se marchan. Luego se van a la piscina, nadan diez largos cada uno (ni uno más, ni uno menos), dan un paseo en bici y a las dos y media en punto vuelven a su bungalow. A las cinco se van a la playa hasta las siete, después leen sentados en el porche durante una hora, luego juegan al parchís o a las cartas y a las nueve y media se encierran de nuevo en su bungalow hasta la mañana siguiente. Así todos los días, con una minuciosidad que asusta.

Puede que esa actitud se deba a un exagerado instinto de protección de los padres hacia ellos mismos y también hacia sus hijas (ambas féminas; dato tal vez importante). No relacionarse con el exterior supone no sufrir decepciones ni ataques. Tener, por otra parte, unos horarios tan marcados y unas costumbres tan estrictas supone no pensar (la improvisación implica incertidumbre y la incertidumbre se escapa siempre al control de quien necesita tenerlo todo controlado, a salvo, virgen, aséptico).

Aquella familia es, sin lugar a dudas, mi completa antítesis. Pero parecen tan felices…

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102 comentarios

  1. Dice ser Puntillitas S.L.

    He de decir que no me ha entusiasmado la historia. Quiz´as haya pensado, con suerte, 6 de los 31 d´ias. Como reflexi´on general por tu encuentro con Beatriz he de opinar que el amor no existe y que basta con pensar un rato para darse cuenta de ellos. La felicidad se puede encontrar de diversas maneras, como la familia vasca o como cada uno quiera.

    05 septiembre 2010 | 17:01

  2. Dice ser Hitano

    Pues a mí esa familia me parece cojonuda.

    06 septiembre 2010 | 07:54

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