Imagina que estás en un país extranjero, a miles de kilómetros de casa y que, justo antes de tomar un taxi en dirección al aeropuerto, mientras haces tiempo en la cafetería del hotel, te enamoras perdidamente de la camarera. Imagina que ese flechazo no admite traducción alguna, que no hablas su idioma ni ella el tuyo y sin embargo sabes y ella sabe también (lo has notado en sus ojos color flecha, en el no casual roce de su mano contra la tuya al devolverte el cambio del billete con el que pagaste el café), que hay algo fuerte, algo así como una palpitación física de esas que duelen por encima de cualquier otro dolor conocido. Imagina que, en el último momento, cuando ya tomaste el taxi y estás a punto de embarcar, te planteas dar media vuelta y renunciar a tu vida de siempre, a tu ciudad de siempre, a tus amigos, a tu familia, a tu trabajo y a tu hipoteca por alguien de quien no sabes nada más allá de ese primer impacto brutal, cósmico, por alguien con quien sólo podrías comunicarte mediante caricias, miradas hambrientas, abrazos y besos. Imagina que sólo tienes dos minutos para tomar la decisión más importante de tu vida.
Corazón, tío. Déjate llevar, porque si mañana te pilla un tren, irás a los infiernos con la hipoteca pagada, pero con un complejo de oveja estándar urbanita sobre raíles, que te quemará más que las llamas.Total, estando de viaje, días más, días menos… En el peor de los casos una buena anécdota, en el mejor, un «quién lo hubiera dicho, saludos desde Israel».NO SE PUEDE VIVIR CON MIEDO.Un abrazo
26 abril 2010 | 23:57
En el último momento..
27 abril 2010 | 12:37
Corazón
27 abril 2010 | 12:39
Lo del corazón es tremendamente literario y bonito , pero da un vertigo que te cagas… Mejor tomar elementos de puntería desde la cabeza.
28 abril 2010 | 08:45
Esos momentos son los que verdaderamente le hacen sentir a uno vivo. Por qué será? 😉
28 abril 2010 | 10:36
Me debato, yo también. Como si dependiera de mi, pero no, no depende de mi – uno no hace lo que quiere, si no lo que es capaz de hacer. A mi, sinceramente, me gustaría seguir mi cabeza, pero el corazón me duele, casi me mata de palpitar tan fuerte, y tengo miedo de que – para hacerse escuchar- decida romperme el pecho, quizá escapar, dejarnos solas para siempre a mi cabeza y a mi. Veremos.
28 abril 2010 | 12:13
Yo habría cogido el avión de vuelta a casa. Por cobarde.
28 abril 2010 | 23:07
Corazón y cabeza. Los dos me dicen lo mismo, te quedas y a disfrutar del momento que el dinero no pagaría ni de coña.Aunque tengas que renunciar a todo, uno hace lo que tiene que hacer. Si no ¿Qué eres, una máquina de generar activos? ¡No! Eres un ser humano, goza de los sentidos ¡VIVE!
30 abril 2010 | 10:57
Yo aposté por el corazón… pero él por la razón.Lo conocí por motivos de trabajo, yo estaba desplazada a otra ciudad.Nada más mirarnos, ya teníamos conexión. Al más mínimo roce casual, saltaban chispas. Cruzabamos miradas curiosas y ensimismadas.Los dos teníamos parejas,decirnoslo nos costó un trozo del alma.Aún así, fuimos a cenar. Yo nada más sentarme ya quería declararme, no me dejó. Se declaró él.Mientras en mi cabeza pasaba todo lo que le quería decir: dejaré mi ciudad, dejaré mi vida… él de fondo me decía que no podíamos empezar nada porque por motivos de trabajo, no tendría tiempo para mí.Todavía no había empezado a hablar y nunca lo hice. Me levanté y nos fuimos.Ya no volvimos a hablar, ni a vernos.Yo sufi el mayor desengaño y mal de amores, de algo que nunca había empezado.Estaba hundida y deprimida, mi pareja lo notó.No me atrevía preguntarle si sabía lo que pasaba, se limito a estar a mi lado, con cariño, ternura y toda el amor del mundo.
03 mayo 2010 | 08:34