Poderes sobrenaturales

– Tengo poderes.

– ¿Cómo dice? – pregunté clavando la vista en el espejo.

– Puedo hacer que deje de llover cuando yo quiera.

– ¿De veras? ¿Sería capaz de detener la lluvia en estos momentos? – ahora llovía con rabia.

– Claro. Incorpórese al carril de la izquierda.

– Pero… por ahí nos desviaremos demasia…

– Hágame caso.

Me metí como pude en el carril de la izquierda cuya bifurcación nos condujo a un túnel.

– ¿Lo ve? Ya no llueve.

– Nos ha jodido…

– Le dije que podía hacer que dejara de llover y ha dejado de llover, ¿no?

– Hombre, visto así…

En esto, el curioso usuario (barba rojiza, cabello rizado, abrigo naranja) me tendió su tarjeta: «Jandro: Poderes sobrenaturales. Sólo noches», con fondo estrellado y debajo del texto un número de teléfono en color púrpura.

– ¿Es usted profesional de esto?

– Psí.

– ¿Y qué más sabe hacer aparte de parar la lluvia?

– Unas mamadas que no son de este mundo.

Aquella inesperada respuesta lobotomizóme hasta el final del trayecto.

Al bajarse y pagarme un importe de taxímetro también sobrenatural (el túnel al que me obligó a entrar por hacer la gracia nos desvió unos 5€ de su destino) quise borrar de mi mente aquel insólito trayecto (y si me descuido, pringoso y velludo también) tirando su tarjeta por la ventanilla.

Pero ahí no quedó todo. Nada más reanudar la marcha pude comprobar a través del espejo cómo se acercaba un Agente de Movilidad al mismo punto donde había tirado la tarjeta. En estas el Agente se agachó, leyó su contenido y en disimulada pose se guardó la tarjeta en el bolsillo de su uniforme.

Tras semejante cúmulo de sensaciones decidí detenerme en la primera parada de taxis que encontré a mi paso y ahí me dispuse a resolver, por primera vez en mi vida, el Sudoku del periódico.

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