La fe como única opción

Intento con todas mis fuerzas creer en la clase política. Intento creer que todo lo que hacen lo hacen en beneficio del interés general y nunca en beneficio de intereses particulares. Intento creer que el sistema democrático que nos ha tocado vivir es un sistema abierto, consensuado y garantista. Intento creer que el Estado estará ahí cuando lo necesite, que me amparará y me protegerá ante cualquier injusticia. Me horripilan las dictaduras, la ausencia de voz y de voto o el ataque a nuestras libertades. En las dictaduras, ya sean de un signo o de otro, no creo. En esta Democracia, intento creer. Aunque no gane mi partido, aunque el voto de la mayoría no sea el mío: son las reglas del juego, intento creer. Aunque ciertas medidas aprobadas en un Parlamento que nos representa a todos me perjudiquen directamente, necesito creer que están pensadas en beneficio de muchos otros. Que lo que a mí me quiten se lo darán a otros más necesitados que yo. Necesito creer porque, de no hacerlo, ya sólo me quedaría marcharme del país en busca de taxis más cálidos.

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Nota: El Ministerio de Fomento asegura que, según las últimas modificaciones de la Ley Ómnibus el taxi no se verá afectado. Los vehículos de alquiler con conductor y los taxis seguirán siendo competencia de las Comunidades Autónomas, es decir, igual que siempre.

Los medios de comunicación, por su parte, se han encargado durante todo el fin de semana de poner a parir a este gremio. No entiendo por qué suscitamos tanto odio (quien no quiera taxis, que no los use ¿no?), pero aun entiendo menos que los medios se hayan dedicado a amplificar ese absurdo e irracional sentimiento.

Señora María Isabel Serrano, de ABC (entre otros): Eso, más que «periodismo» es «amarillismo» barato.

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