Con-su-mismo espíritu navideño

Regreso de Burgos como nuevo, pero me voy volviendo viejo a medida que adentro mi taxi por las calles de Madrid, bajo un manto de luces que no son estrellas, sino franquicias de Iberdrola anunciando la muerte y resurrección del protagonista de un libro (¿?). Son luces de colores diseñadas bajo los efectos de alguna sustancia que me gustaría probar, con formas psicotrópicas y mensajes de paz para todos los que pasen por debajo. Su efecto parece funcionar: El resto de los miles de coches que pasan por debajo observan las luces con ojos de pez (que son como los ojos de paz, pero con errata).

Yo, por mi parte, prefiero fijarme en las farolas, que parecen tratar de ahorcarse con los cables de sus propias hijas bastardas.

Y mientras, a mi altura pero fuera de mi burbuja taxial, en pleno centro de Madrid, millones de personas envasadas al vacío secundan una especie de manifestación improvisada con bolsas de El Corte Inglés en lugar de pancartas. Caminan como zombis, escupiendo números y bandas magnéticas, o tratando de distinguirse del resto con pelucas de colores o cuernos luminiscentes sobre sus cabezas, disfrazados de diablos en un infierno tan real que acomplejaría al mismísimo Dante.

Los que no caminan hacen colas. La más larga muere en una administración de Lotería. Doña Manolita, se llama. Esperan horas y horas bajo el frío en busca del mismo azar que podría venderles cualquier otra, y sin esperas. Pareciera como si la penitencia sumara puntos a favor de su suerte. Y mientras esperan, soñarán con ser no millonarios, sino multimillonarios para poder comprarse un montón de cosas que no sirven para nada.

En fin. Felices Fiestas.

Tags: alma, materia gris, sangre | Almacenado en: Anecdotaxi