¿El cuarto poder?

Aquel hombre de Claudio Coello presentaba un aspecto impecable: chaqueta de punto con solapas, abrigo verde acolchado, corbata, camisa blanca de correcto planchado, y todo ello envuelto en la vida plácida de una reciente jubilación anticipada.

Sin embargo, sus modales no hicieron gala de tan impecable porte:

Pongamos como precedente que, en aquel momento, en mi taxi (y a disposición del usuario) ofrecía tras mi asiento y bien a la vista el diario 20minutos, El País y el Público:

– No me negará que se le ve el plumero – soltó el hombre.

– No le entiendo… – dije, sorprendido.

– Joder… El País, el Público… más claro: ¡agua!. Vamos, que le tira la extrema izquierda, ¿verdad?

– ¿Extrema?. ¿A qué se refiere con eso de «extrema»?

– Todo el mundo sabe que Público es un panfleto de ZP, antiespañol, ateo… y detrás está el hijoputa ese de Jaume Roures, ¡menudo cabrón, catalán de mierda!. Y El País, y la SER, que van de Hermanitas de la Caridad pero que odian España, porque no son españoles, coño, y encima no hacen más que chuparle el culo a los de la ETA. ¡Deberían acabar todos en la misma tumba que el abuelo del Zapatero de los cojones…!

– ¿Le importaría calmarse un poco? – dije.

– ¿Que me calme?. Me calmaré cuando todos esos hijos de la gran puta se vayan a tomar por culo. Pero claro, siempre habrá algún gilipollas que siga comprando panfletos de estos… y alimentando a todos esos putos cuervos parásitos, que bien que chupan del Estado sin sentirse españoles…

– ¿Me está llamando gilipollas?

– Piense lo que quiera…

Entonces, y aprovechando el siguiente semáforo en rojo, hice una seña al taxi libre de mi derecha, el cual bajó su ventanilla:

– ¿Te importaría llevar al caballero a Príncipe de Vergara?

– Claro… ¿algún problema? – me preguntó el otro taxista.

– No, nada… que me encuentro… indispuesto. Eso es todo.

El prejubilado salió de mi taxi mientras musitaba algo así como ‘putos rojos de mierda… ya no puede uno ni coger un taxi’.

No es la primera vez que me sucede algo así. En estos últimos cuatro años, la tensión mediática está causando auténticos estragos bílicos en ciertos sectores de la sociedad. Nunca antes había vivido una lucha ideológica tan brutal y, por extensión, nunca antes me había planteado esconder (para evitar este tipo de incidentes) los periódicos que compro y leo a diario, o las emisoras de radio que escucho.

Al parecer, la derecha más rancia de este país no se conforma con enfrentarse a la izquierda desde las urnas, o en el café de cualquier tertulia improvisada. Sus altavoces mediáticos de las ondas, los diarios (o los púlpitos) les están enseñando a odiar a la izquierda por encima de todas las cosas. Y es precisamente ese odio enfermizo lo que les lleva a perder los papeles, como en este caso, o a llamarle maricón al concejal Zerolo, o a darle con el palo de la bandera de España en la cabeza a José Bono (curiosa metáfora). Y no estoy hablando de jóvenes skins en pleno arranque hormonal; hablo de hombres y mujeres que pintan canas y acuden con puntualidad meridiana a su misa del domingo (y fiestas de guardar).

Me gustaría volver a poder discutir de política con mis amigos de derechas. Me gustaría, incluso, poder darles la razón y unirme a ellos en sus críticas al Canon Digital, a los famosos 400€ de marras y demás golferías del gobierno Zapatero. Echo de menos la discrepancia calmada y ahogada en cervezas, tapas y muchas horas de discusión por delante, sin que por ello tengan que existir vencedores ni vencidos.

Nota adjunta: Soy también lector asiduo del diario ABC (católico y de derechas), de El Mundo (por su Cultural de los jueves y su Metrópoli de los viernes) y de La Razón (lo ojeo cada vez que me lo regalan al pedir un menú Gigante en el Mc Donalds)

Tags: bilis | Almacenado en: Anecdotaxi