La editorial Alpha Decay presenta una obra gráfica excelsa, una delicadeza monocromática que mezcla sensibilidad e historia.
El heredero tiene sangre azul. Demasiado azul. Como una tinta de desprestigio. Un microscosmos dibujado que avanza en el tiempo y la decadencia. La narración se ancla y se desancla, es lustrosa en los juegos del azul. Azul de frío, de nobleza, azul de alejamiento. Solo espacio para el blanco, aséptico y breve, nieve de grano duro, alejamiento de guardianes, setas y más guardias, que miran al interior como un circo, como un zoo en el que pronto sacrificarán los animales. Una prisión con las puertas abiertas. ¿Qué le puedes regalar a alguien que es dueño de todo? Un zar y cuatro hijas. Un sello. Una estampa.
Solo quince años. Toda la vida. Vida de sangre azul, vida de soledad, de sangre que se derrama. Un regalo, una caja, un envoltorio. Unas manos anónimas. El silencio de la separación, de nuevo blanco, blanquísimo, aséptico. Ella tiene que saber que nadie removerá sus cabellos con la pasión de la adolescencia en el fin de semana de la vida, ni con la calma con la que lo hacemos los padres cuando llega una mañana de sábado. Todo son mañanas de domingo, en realidad. Aquella caja es una cámara de fotos primitiva. Un juguete que captura con los elementos más básicos de la física el misterio del movimiento. Un cámara que tiene más de ámbar y de memoria, de cartón y atrapasueños, que de tecnología.
Un banquete, unas piezas sin terminar, fuera de la prisión sin cerradura el pan es un monstruo que trae más hambre que el que es capaz de dar, se impondrá lo prohibido, lo imposible. El pan es el arma de la revuelta y la niña no lo sabe. Animales, silencio, ¿qué puede capturar una cámara en la monotonía de los días? ¿Y en un invierno eterno? ¿en un juego infantil que siempre acaba en el punto de partida? Dolor de la herida, sangre azul que marca el camino, huellas de una familia que sangra más de lo normal. ¿Cuánto se puede llegar a sangrar?
«En el uso minimalista del color crece la habilidad, se muestra completa. Es el tacto diferente en un campo de espinas. La libertad se está terminando para la muchacha de quince años. La muchacha no sabe que mañana el deshielo arrebatará su risa al mundo. El dolor de las ortigas arrasando sus dedos, los restos de los campos de trigo, la semilla del hambre es la muerte de mañana».
El heredero conduce en cartón. Todo es falso conforme se acerca el final. Un empedrado infinito, una fotografía que se imprime, la prensa, los colores son distintos por el rabillo del ojo. La belleza monocromo no se termina nunca. Solo se supera con la intensidad. Hay luz de vida escondida en los rincones, en la zona que no se ve. Los abrigos de piel de su madre, el uso de los sentidos para la vida, sentirse vida, sentirse débil, sentir algo… por eso en sus sueños ella ve versiones diferentes de sí misma, el mal, lo distinto, lo hará oscuro, cualquier cosa es mejor que la monotonía.
Joyas en un corpiño. Nuevos guardias, antiguos miedos. La cárcel de oro. Sus sombras son repetitivas, los gustos de las maderas, se rompen los lujos al otro lado de las paredes, como si el más terrible de los monstruos estuviera a punto de hacerse presente. Una casa en el campo y ella misma que la ve por el rabillo del ojo. En aquella casa sí que las tapias están controladas. Sí que la cárcel tiene cerradura. Y las armas cargan plomo de locura y miedo.
«La autora busca entre sus pinturas la de color rojo. Sabe que en algún momento tendrá que usarla. Los carretes no se revelan. Las imágenes quedarán como días no vividos, recuerdos que ahora son sueños de aquel que ya no duerme nunca. ¿Qué espera? Tienes diez minutos para recogerlos todo. Puedes meterte las joyas en la boca. Puedes ser dueño de todo, los muertos lo tienen todo, los muertos no tienen nada. Las noches traen el ruido de cristales desde que la Historia tiene mayúscula. ¿elegiste ya el tono de rojo que usarás para su sangre? ¿y el gris de la pólvora? ¿te has manchado los dedos? ¿la mezclarás con el color que te ofrece la luna?»
Un millón de pájaros lo cubrían todo. Había hambre y luego llegó más hambre. Había muerte y llegó más muerte. Solo dejaron atrás los huesos. Todavía hay gente que lo celebra.
El regalo de Zoe Maeve. Una pequeña obra maestra.