Algunas palabras sobre Otro tipo de música de Colombina Parra

«Ella vio a los gendarmes cargando esposas brillantes. No sabía si querían atraparte o besarlas, cubiertas de oscuridad. Esposas que atrapan, esposas que aman. Fragmentos de tragedias cotidianas, canciones que ya no volverán a tocarse, besos amarrados en playas llenas de congrios muertos y merca de mala calidad. En cuarentena la definición de aplauso es algo que te ahoga. Aplaudíamos para agitar el aire, para refrescar el corral de las lágrimas y el miedo a la bacteria».

Colombina Parra fue punk en los noventa. Tan punk como si podía ser en los noventa. Prisioneros y Ley. Y muy cerca estaba Gustavo y Zeta y Charly. Los hijos de Gustavo nacieron en Santiago. Pero en los vinilos de su banda se han quedado atrapadas las canciones de las que hablábamos arriba, en discos piratas, en bootlegs, en casetes que se vendían en los tianguis de Aguascalientes con la otra cara llena de demos de bandas que nunca insistieron. ¿Tu música de quién es? ¿De los cables? El silencio es lo opuesto del arte, pero lo puedes escuchar a través de un teléfono. Hoy publica Otro tipo de música con Random House en la estupenda colección Mapa de Lenguas.

En la playa, volvemos a la playa, las muertas se acumulan como si pudieran recoger restos de almas que los vivos lanzaron en un momento de euforia, todos tenemos la misma edad cuando estamos muertos. Todos empezamos a contar al revés. Mujer que saca migas de pan, migas de pan infinitas, como los muertos y los días que pasan desde que alguien muerte. Esos días nunca se detienen. Migas de pan infinitas. Aunque no acabe así el cuento. Tu cuento, él te dice: “Si todas tus canciones son de amor” Pero la gente siente distinto. Busco tus canciones. Voy a buscar el amor en tus canciones. Los monos no usan teléfonos móviles, ¿Murieron los poetas en la cuarentena? ¿y las postales? ¿Se salvaron los monos? Nadie hacía zoom con ellos. ¿Los cuidadores eran parte de los servicios mínimos, servicios básicos? Primates en cuarentena.

Me dijiste que estabas muerta, como la madera de un árbol abandonado. Los tragos y las preguntas se sucedían y, con las cosas, al ponerse tibios, se perdía su explosión. “Alcancé a morir”, pero me detuvieron. El calor era un aviso del infierno o era el estómago de Dios, Dios indigesto, Dios indigestado. Puedes comer o ser comido. Tú eliges. Los árboles en los lados son ramos que nos despistan, sus ramas son manos fijas, manos fijas y manos democráticas que dicen adiós a todos por igual.

“El virus de la mentira/el virus no existe” Por eso la verdadera muerte solo llega cuando soñamos. MUERTE en mayúscula. Soñamos que corremos contra las estaciones, que hacemos que las empujamos, les pedimos que nos devuelvan el tiempo y se ríen. Es correr con un rival que hace trampas. Pero ya eres mayorcito para saber que el juego tiene unas reglas y esas no tienen por qué ser justas. A veces sopla otras hierbas y otras hace que el mundo se queje: “Varias flores abiertas hacen que me acerque a la ventana, casi puedo decir que me acercan a la ventana”.

En Chile hubo un tiempo en el que siempre fue invierno y todas las hojas caían de los árboles de noche y nadie las encontraba en el sueño por la mañana y, claro todos los árboles, en aquellos años que en Chile fue invierno, eran de hoja caduca. Mira cómo muerde las galletas de harina de pescado y bebe la leche amarilla como queso artificial, queso americano, como balas en un país donde se podía encontrar más muertos que hambrientos. Escribo PACIENTES Y ESCRIBO CASAS Y ARQUITECTOS. ¿SOLO PORQUE ESPERO MUCHO TIEMPO? ¡QUÉ BURRO ERES, OCTAVIO!

El próximo Papa o este mismo Papa, todos los Papas hasta el final de la Iglesia utilizarán canciones de Vox Dei para predicar. Escuchas Presente y escuchas Angie. No es la mejor de sus baladas pero tuvo un cierto éxito extraño, retardado, en los noventa. Cisnes de cuello negro, son beatniks o existencialistas o poetas con sus dedos manchados de tinta. Ya no me puedo poner un jersey de cuello alto porque me hace tetas.

Cuando te leo escucho: ser un poeta contestario (no puedes, con esos labios tan delicados) o ser lucha y muerte o funcionario rural o robar minutos del sueño de tu hijo para escribir. Robar cuatro versos de los que escribo en las largas reseñas, reseñas largas como estas, reseñas de un libro de alguien, tu libro, señora o señorita Parra. ¿Alguna vez leerás esta reseña? El Tractatus es un libro sobre pezones. Es una idea de nocilla. No lo corrobaré. Hay rumores en la ciudad esqueleto que Cabal vuelve a montar vuelo directo, se han abierto las alcantarillas. Tengo muchos libros por leer antes que cualquiera que me propongas. Ahora paro. Ahora es la página 58 y por regla de tres (o proporcionalidad), queda mucho por escribir, así que pienso en mi Berlín.

He vuelto. Ir a Berlín. Seguir los pasos de los fantasmas y de sus canciones y de cómo retumbaban con belleza yonqui contra el muro cada uno de sus acordes. En Cabaret, en American Horror Story, en la República de Weimar, república del opio y la morfina, pan en bolsas, migajas con láudano: “me quise quedar aquí para siempre/quizá debí haberme quedado”. Quizá te quedaste, una noche más puede ser toda una vida, según como sea esa noche. Quizá yo también me quedé, quizá nos veamos alguna parte, cuando las malas semillas te inviten a cantar la canción de los barcos y yo trate de cerrar una gabardina que me va demasiado pequeña.

Qué encuentras disuelto entre los restos del pasto seco, qué eres más que la frase que lo recoge todo: “Me pareció insólito esto de la venta de la cerveza mientras al frente había una guerra”. Pasto Seco vs Pasto Verde (Papel Floreado y Papel Anaranjado). Caminas como Lou Reed, caminas como imaginas que camina la fotografía del libro de Lou Reed. Pasaste del punk a la arquitectura. Usaste unos kilos de más como excusa. Ahora en la cueva de tu vida crece musgo y te lo llevas a la boca y al apretar el jugo que se desprende tiene un sabor de felicidad a medias.

Tu padre tenía una corbata de Jorge Luis Borges. Un intercambio. “¿Dónde estará hoy esa corbata” Solo mi padre sabe dónde la dejó escondida”. Imagina que te hubiera cambiado a ti por la corbata de Borges. Ahora estarías escondida como el libro de las arenas en algún indómito estante en la Biblioteca de Buenos Aires.

Cuándo terminaron los Ex. Cuándo con tilde porque quiero preguntar pero me da pereza poner los signos de interrogación. No quiero poner sólo el último. No quiero saber quién tuvo la culpa. El baterista, al parecer. Hoy, ayer, estas semanas descubrí a Los Ex. Los descubrí y ya están separados. ¿Puede que pasen a ser mi grupo chileno favorito? ¿Podrían desplazar a Pánico? ¿Te sirvió de algo en la vida saber tanto de rock latinoamericano? Tanto como las integrales triples y el ácido perclórico.

No creo en tu teoría de los poetas. Soy presumido. Tanto como para creer que vas a leer mi opinión sobre esa teoría y más por considerarme un poeta en ejercicio. En la página 116 aparece Jodorowsky. Yo le hubiera preguntado a Fernando Arrabal por el nombre más adecuado para mi hijo. Ahora el hijo de Jodorowsky graba con Bunbury. Él es guitarrista pero Bunbury le ha pedido que toque el bajo. Tarotistas de las cartas de Brian Eno, tarot místico de las estrategias oblicuas.

Mientras escribo esta reseña, hoy, ayer, da igual, los días que han sido, las canciones de New Order (Leave me alone, mi preferida, sin hacerme el mártir). Estos días, ayer, hoy, mañana, habrá muerto el Príncipe de los Venenos. Enrique Symms está muerto y al Indio Solari lo alimentan a base de químicas extrañas. Escribes: “Tengo puesta tu bala en mi cabeza. Ahora respiro y no escucho más disparos”. Ella usó mi cabeza como un revólver. ¿Por qué no pones una de los Redondos? Cerdo y pez, da igual, lo importante es que ya no queda tinta en el tóner de la vida.

Pensé que había doblado la parte de abajo de las páginas marcando mis trozos favoritos. No encuentro dobleces, me gustó todo, no me gustó nada, no quise estropear un libro bello. Y de pronto encuentro un fragmento. Abrimos para Patti Smith, le llevaste al baterista, otra vez la percusión es tu corazón o el mío o del de todos, un libro. Confundiste “El viejo y el mar” con Siddharta. Pero él escuchaba una banda dark de nueva ola que hacían música en la onda Siouxsie and The Banshees. Un amigo mío rezó a dioses paganos para que viniera Siouxie a Europa. Cuando anunció una fecha en Grecia compró los boletos. A las semanas Siouxie marcó un día de verano (tu invierno) en el calendario de Madrid. Mi amigo no sabía si llorar de alegría o de desesperación. Irá a los dos conciertos.

En esta vida uno no puede descuidarse. Lo dices muy bien en el libro: “Sigue de moda morir”

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