Un hijo que se descubre siendo padre, un padre que no quiere dejar de ser hijo, Eduardo Halfón penetra en el espacio que es el limbo de la paternidad, demiurgos todos sin formación. Un dedo, una alergia, la sensación de ser un superviviente y la responsabilidad que ello conlleva. Un amigo que se ha quitado la vida, el dolor que se compensa con el sueño narcótico de un hijo de seis meses. Aquel amigo que coleccionaba gusanos de seda: <<Soy, somos, un suicido en ciernes. Estamos todos a una, dos o quizás tres desgracias de sentirnos tentados por esa puerta abierta>>. Pero aunque uno necesite, según Albert Camus, más coraje para vivir que para quitarse la vida, un café recién hecho y levantar a tu hijo porque es hora de llevarlo al colegio es la verdadera resistencia. Edita Libros del Asteroide y se puede adquirir aquí.
Leo el Montevideo de Enrique Vila-Matas mientras hago lo propio con el libro de Halfón. No seré el único. Yo, en una dimensión tan abajo que no se ve ni con lupa, encuentro repetidas las ideas en los grandes: París como lugar de peregrinaje para el escritor.
«¿Qué hacer en un pueblo de menos de dos mil habitantes? ¿Qué hacer si tienes que preparar clases antes de acabar la novela? ¿tenemos derecho a preguntar a un editor que nos llenará de excusas como nuestro hijo de besos? Dice mi mujer que mi hijo disfruta cuando me ve reír. Que soy un padre serio, nunca lo había pensado».
¿Por qué no hablas del libro de Eduardo, Octavio? Lo estoy haciendo. Estoy casi seguro que Eduardo tampoco será un papá de risa fácil, quizá me lleve la contraria. El hijo que lee el mismo libro. Los escritores suelen hacerlo, así que no hay un porqué para sus vástagos. Los que juegan a ser escritores y, en realidad, son lectores, fagocitan sin entender cientos y cientos de libros.
Nieto y abuelo, el compromiso del autor. Fragmenta el amor para que la perspectiva del lector se convierta en perspectiva. ¿Qué reserva queda en occidente? Un hijo pequeño que vuela, limpia la suciedad como en un juego, prefiere la guitarra progre de la misa que la voz monocorde del cura. Al descubrir las conexiones con la Teoría de la Liberación todo encaja. Hablé -escribí más bien-, de los fragmentos un poco antes. La guitarra en la Iglesia es parte de la parafernalia. Qué sencillez cuando un niño imita a quienes cuidan. Lo que pasa en la escuela se queda en la escuela, lo que sucede con los que están con él mientras sus padres trabajan, se queda entre ellos. Intelectuales de Latinoamérica, la imitación como base de la literatura. Vuelvo a Vila-Matas porque me persigue la idea de la literatura como inspiración para la literatura.
Hijo en Iowa, ahí el peligro de la contaminación es menor. Hice bautizar a mi hijo por llevarle la contraria a mi mujer. Luego, con el tiempo, descubrí que soy más perezoso que católico y no sé cómo escapar del cura del pueblo. ¿Qué debemos hacer, al final, con las bellas palabras escritas por una mano inmunda? Hitler siempre ganará la partida, pero aquellas canciones grabadas en una cinta de casete de Kortatu, las que aplaudían las bombas y glorificaban a los asesinos. ¿Explicaremos a nuestro hijo que hay gente mala y buena o asesinos que llevan un poquito de razón…?
«Por eso leo a los padres que, como yo, llegan a esto mayores y sin libro de instrucciones. Vivir en países donde se puede decir que su democracia no es una democracia… no vivir en lugares donde no se puede decir nada, solo soñar con ellos».
El agua, el agua envenenada, la industria que nos da agua caliente también devasta la vida. Volvemos al párrafo anterior. Cómo elevamos los malabares, cómo los mantenemos en el aire sin que se caigan. Por eso este libro de Eduardo Halfon te sirve de ayuda. Da pinceladas con pulso firme pero no las convierte en instrucciones inscritas en tablas de piedra. El tabaco y el patriotismo, la mordida y las fuerzas especiales. La contradicción entre lo que se pide y a quién se pide. El Destazamiento de la mascota que aparecía en la serie “Mil colmillos”. Un jaguar. Y es que «No había nada detrás de él. O al menos yo no lograba distinguir nada. Ni una persona. Ni un ruido o gemido. Ni un calabozo». Es un libro donde planteamos las contradicciones como semillas que al crecer habrá que ver cómo se las cocinamos a nuestro hijo.
Llegará el COVID, llegó el COVID. El aislamiento, los días. El COVID será ya, para siempre, un potencial protagonista de novelas, un personaje, un momento incorporado, como la causa de las novelas de ciencia-ficción que modifica brevemente el relato para acabar llevando la narrativa a los modos de siempre. Durante el COVID mi padre enfermo del corazón esperaba una operación y aquellas noches alejado de él las pasaba a base de química y dormir con mi hijo. Me acostaba con él pronto, muy pronto. Quería que la noche y el día fueran más cortos, ver el final… los veranos se han llenado de historias y de páginas manuscritas que nunca serán libros porque ese tiempo ya se ha pasado. Mientras tanto leeremos maravillas como Un hijo cualquiera.
«La mano del padre, la mano del hijo, la mano del abuelo. El miedo, el agua encharcada, la rebeldía… ¿quién será el que decrete luto por la muerte de la muerte?»