La tercera grabación de Elem es la cristalización de un proyecto donde el cambio y la mutación son una constante. La voz de Elem, la solista del futuro, es lo único que permanece inamovible. Desde sus comienzos como cantautora, pasando por su anterior entrega como una Deborah Harry al frente de una banda de rock, en Planeta de Cristal atrapa lo mejor de todas las dimensiones del pop y les da un barniz de electrónica que prepara el material para el baile. ¿Siguen existiendo neones suficientes para artista como ella? En los directos lo veremos, por ahora nos quedamos con las canciones, con el plástico, con la noche y el día que es también noche, porque el recuerdo es más fuerte que la realidad: sorprende la valentía de abrir con Llévame lejos, con una balada de potencia narrativa, sostenida por guitarra y pianos mínimos, que abre el camino hacia la explosión de Catarsis, que recuerda a La Bien Querida de Ceremonia, onda fría llevada con elegancia, algo de ochentas bien entendidos, con sintetizadores que burbujean en el camino hacia distintas promesas, incluyendo mordiscos de electricidad para dejar paso a Planeta de Cristal, con la fase más lírica de Fangoria, sin miedo a la subida de la marea. Hay miles de opciones donde el bajo programado engarza con batería real en una producción sobresaliente a cargo de Manuel Cabezalí.
«Repasamos la lista de afines, entre los Dorian recién llegados de una disco de Buenos Aires pasando por Lana del Rey cantando «El chico que gritaba acid» con un korg recién sacado del fondo de un trastero. Un single imbatible, para la pista y para tu habitación, un rato antes de salir de juerga (los que todavía lo hagan, claro)».
Con Última superviviente Elem saca lo más psicodélico que le ofrecen las máquinas, desde percusión básica hecha con los dedos, hasta un corazón sacado de una caja de ritmos, hasta que los sintetizadores piden un minuto de tregua, para ella o para el oyente, habría que preguntar si todavía queda un habitante que la espere en la ciudad de la furia. Dame un piano y una voz como la de Elem y construiré un nuevo mito para esta civilización que cada día está más sumergida. El cierre llega con El fin del mundo. Es silencio cuando es arreglo, en el terreno de Elizabeth Fraser cuando acudía a la llamada de This Mortal Coin. Una letra que devuelve al romanticismo su valor en la canción pop. Sin cursilería, ante el hongo nuclear solo queda grabar una casete con la voz de Julee Cruise despidiéndose de Angelo Badalamenti. Un trabajo donde se mezcla la calidez de una compositora superlativa y unos arreglos y una producción que, como diría Morrissey, «Hand in globe». Ojalá te viera Sandie Shaw, querida Elem, sobre el alambre.