Seleccionar entre los prototipos sin alcanzar el compuesto deseado, alunizar en un planeta sin satélites, ser alérgicos a las columnas de Durruti, Tensura respiran bajo tierra y vuelcan, como rítmica sosa cáustica, su música sobre el territorio quemado. Con exabruptos a la altura del Poch más disfuncional en Cuello pantalón, rematan jugadas sin balón y, por tanto, el golpe se lo lleva la parte del cuerpo que controle el instrumento, guitarras que eligen su camino, secciones rítmicas que nos devuelve el mito del Cuarteto de Cuerda del Doctor Liborio (avisen cuando salgan del Asilo Elizabeth Arkham), guiños a la imaginería de Sergio Algora en Meteorito, cuando se cumplen catorce años de espera, resurrectos en las grabaciones doradas de Bill Callahan, No lo divulgue es la confesión final de la necesidad del marcapasos que reeduque a la sociedad.
Dos píldoras punk, katovit de vieja escuela como Ambulancia pues y Grandes destellos para abrir la cara B, pienso en Tom Tom Club y en Ciudad Jardín grabando «Poo-len» e imagino que la banda pensará que no he entendido nada. Pero, a veces, encerrado en este motel, es difícil sintonizar el futuro y acabas en un loop infinito entre 1976 y 1998. Algunas estructuras del edificio me recuerdan a Crippled Black Phoenix, con letras que fusionan lo críptico con el convencionalismo, como leche azul rebajada con agua. El color no es baladí, como elegir un número para un tema. Hipnosis en Siempre dentro, ¿Sustancias o esporas extraterrestres? Dentro de la raya, o bien tirada sobre el cristal. El cierre es un sincopada y nutritiva melodía disfuncional… Es un misil, con esa mirada heterodoxa, de uñas bien cortadas raspando sobre el plástico mientras acercamos un cangrejus hasta la piel para buscar la mejor vena. Joan Vollmer se sentiría orgullosa si no tuviera una bala en la cabeza.