Archivo de mayo, 2022

Algunas palabras sobre Los muertos que llevan los vivos de Ramón Acín (Los libros del gato negro, 2022)

Ramón Acín es un narrador de personajes, hermético y cariñoso, un escritor que practica el extrañamiento, cocinero de densidad variable que entrega su corazón laminado en cada uno de sus libros. El 16 de noviembre de 2012 -o un día antes o un día más tarde, no lo sé-, escribí: «Me crucé con el señor Ramón Acín y le conté cómo la distancia del amor en esta región va de Monreal del Campo a Tamarite de Litera y él se ríe, como se ríe Ismael Grasa hablándome de un Andy Warhol caspolino mientras el rockero Rodolfo Notivol apuraba una cerveza». Entre Zaragoza y Huesca, entre Las Fuentes y Montemolín, entre la vida y la muerte, ahí convive el relato interior del esquivo protagonista de su última novela, un hombre que plantea su vivencia como una doble dimensión: persigue Zaragoza por el mundo mientras detesta ZgZ, la aséptica, la temporalmente indispuesta, la que solo existe en el recuerdo. ZgZ que inexorablemente degrada a sus habitantes, que los consume para sobrevivir como en una especie de maternidad vampírica, que deja a sus vástagos resecos.

Las fotos son de Pedro Popker

Unas palabras sobre Abrir la puerta, su anterior libro Lee el resto de la entrada »

Flute de Tensura (Repetidor, 2022)

Seleccionar entre los prototipos sin alcanzar el compuesto deseado, alunizar en un planeta sin satélites, ser alérgicos a las columnas de Durruti, Tensura respiran bajo tierra y vuelcan, como rítmica sosa cáustica, su música sobre el territorio quemado. Con exabruptos a la altura del Poch más disfuncional en Cuello pantalón, rematan jugadas sin balón y, por tanto, el golpe se lo lleva la parte del cuerpo que controle el instrumento, guitarras que eligen su camino, secciones rítmicas que nos devuelve el mito del Cuarteto de Cuerda del Doctor Liborio (avisen cuando salgan del Asilo Elizabeth Arkham), guiños a la imaginería de Sergio Algora en Meteorito, cuando se cumplen catorce años de espera, resurrectos en las grabaciones doradas de Bill Callahan, No lo divulgue es la confesión final de la necesidad del marcapasos que reeduque a la sociedad.

Dos píldoras punk, katovit de vieja escuela como Ambulancia pues y Grandes destellos para abrir la cara B, pienso en Tom Tom Club y en Ciudad Jardín grabando «Poo-len» e imagino que la banda pensará que no he entendido nada. Pero, a veces, encerrado en este motel, es difícil sintonizar el futuro y acabas en un loop infinito entre 1976 y 1998. Algunas estructuras del edificio me recuerdan a Crippled Black Phoenix, con letras que fusionan lo críptico con el convencionalismo, como leche azul rebajada con agua. El color no es baladí, como elegir un número para un tema. Hipnosis en Siempre dentro, ¿Sustancias o esporas extraterrestres? Dentro de la raya, o bien tirada sobre el cristal. El cierre es un sincopada y nutritiva melodía disfuncional… Es un misil, con esa mirada heterodoxa, de uñas bien cortadas raspando sobre el plástico mientras acercamos un cangrejus hasta la piel para buscar la mejor vena. Joan Vollmer se sentiría orgullosa si no tuviera una bala en la cabeza.

Una vez más Repetidor vuelve a acertar incluyendo este tipo de referencias en su catálogo, de letras inteligentes, melodías exigentes, una suerte de degustación más introspectiva que popular a la música de consumo.

Cronovisor : La matanza de Texas 2 (segunda parte)

Aquí se puede leer la primera parte

Seguimos con la segunda y última parte del cronovisor dedicado a la segunda parte de La Matanza de Texas. Habíamos dejado la historia en su primer acto, con la música sonado a todo tren en la emisora de FM y el comienzo del flirteo entre la locutora y el incomprendido de la motosierra, Leatherface. Pero no podemos olvidar de uno de los personajes imprescindibles para entender toda la idiosincrasia familiar y carnívora de la saga, el único de los personajes que aparece en las dos primeras entregas: el actor Jim Siedow como el carismático Drayton Sawyer. El cabeza de familia, más bien el primo mayor, el cocinero de la familia, capaz de ganar durante varios años seguidos el Campeonato de Chile del estado de Texas utilizando como ingrediente fundamental la carne humana. Las personas que desaparecen, de manera aparentemente aleatoria, en las poco transitadas carreteras y autopistas del estado de Texas, son asesinadas y su cuerpo utilizado como elemento diferencial en una receta macabra. Drayton Sawyer —y el director, claro—, utiliza la deriva social de la década de los ochenta, el despego familiar heredado tras la decepción del “Verano del amor” que convierte a los que huyen de su propia entorno fáciles víctimas por las que nadie va a preguntar. No existen porque nadie los busca.

«La única familia, como unidad y por muy disfuncional que resulte, es la que forman los primos caníbales y los abuelos momificados. Y solo uno es Drayton, el menos estrambótico de todos, el que se integra en la sociedad y expone su locura y su depravación a la vista de todos.»

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Cronovisor : La matanza de Texas 2 (primera parte)

Estamos en 1986 y nos preguntamos ¿son mejores las segundas partes? La duda ofende, piensa en El imperio contrataca o en los marines de Aliens y tendrás todos los botones que necesitan tu muestra. Luego tenemos sagas donde la tercera parte es la mejor de todas, como Pesadilla en Elm Street 3 a.k.a “Los guerreros del sueño”, pero para ella ya tenemos preparada una habitación del motel, no te preocupes. ¿y una cuarta? ¿te atreverías, Octavio? ¿Qué dices de La tierra de los muertos vivientes? No, eso no sería justo para El día de los muertos pero quizá, como no sé si la jefa nos lo va a dejar pasar mejor preparamos un monográfico sobre George A. Romero y lo discutimos todo allí. En realidad, acercarse en esta entrada a la segunda parte de la Matanza de Texas es un homenaje a un buen número de los elementos de la cultura popular de los ochenta que cristalizan en una cinta demencial y un poco olvidada. Y es que La matanza de Texas 2 ─o, como se conoció en Hispanoamérica, aunque mi dvd diga lo contrario, La masacre de Texas 2─, es un crisol donde cabe de todo y todo bueno: agujeros de guion, falta de continuidad con las entregas previas y posteriores, Dennis Hopper, canciones de los Cramps, veganismo, guiños a los relatos más oscuros de Cortázar, muñecos de colección que llevan cerrados tres lustros, indicios de los procesos de mecanizado que llevaron a la depresión de las manufacturas en la industria americana en este siglo, cartuchos de ocho pistas, represión sexual y paranoia heredada de la Guerra del Vietnam. Así que engrasad vuestras motosierras porque he rebobinado la cinta solo para vosotros y perdonad si no se ve muy bien, los cabezales del reproductor de VHS están un poco gastados. Lee el resto de la entrada »

Diario de una tregua de Loquillo (DRO, 2022)

Un árbol que se resiste a caer, un hombre que sigue evitando los grises, un superviviente rodeado de aliados salidos de un alambique de varias décadas. El nuevo disco de Loquillo es como montar un barco de locos en mitad de una tempestad e ir eligiendo puertos donde guarecerse. Con el temple serio de la portada sorprende la apertura del disco con “El rey” de Igor Paskual, un ejercicio de glam macarra de los autos de choque, de las máquinas de singles sangradas por los palos de los quinquis, un tema que nos recuerda a los tiempos en los que Antonio era el primer rey de la dinastía, flanqueado por Pepe y Johny, mientras en La Elipa estaba la mesa de Camelot. Arañas de Marte con el maquillaje justo, Stukas desde Gijón dando de beber champán directamente en la boca a Igor, ¿se hacen ustedes una idea de lo que hablo?

El siguiente corte es una recuperación de un clásico, “La mafia del baile”, que en vez de tener un sonido actual lo que se hace es forzar el aroma retro en poco menos de tres minutos, guitarras y timbales. El mejor tema del disco llega con “Sonríe”.

«Valientes percusiones, Robert Mitchum agitando el martini, ese tono latino de mediados de los ochenta neoyorquinos entre la amante aguja de Mink DeVille y la colección de tebeos de Rubén Blades. La dicción del Loco mantiene el tempo en su lugar perfecto, arranca un suspiro y la aparición, como el fantasma de Héctor Lavoe, de una guitarra criolla y unas castañuelas».

Hit absoluto que podría entrar en una casete de la Fania o en un disco de rock que escarba en el recuerdo. Volvemos a Mick Ronson, cuando volvía agotado de ver el maquillaje blanco de Bob Dylan y su sombrero de vendedor de crecepelo y llegamos a “Velas a San Antón”. La iconografía cristinana juega con la parte de santería y superstición, aullidos en la noche, mientras el fuego de la casa se mueve hacia lugares imposibles. Las segundas voces de Igor Paskual son como un diablillo en el hombro que cubre de follaje el alma del Loco para que no olvide que la verdadera divinidad es colombiana. Ahora sonríe y pasa al siguiente tema.

Guitarras asesinas y voz con cadencia del rock eléctrico europeo, volvemos a los tiempos donde los las cuerdas nos recuerdan el camino hacia el Francis Cabrel más eléctrico en “Somos la furia”, con la pluma de Igor Paskual y los coros listos para derrumbar catedrales con la guitarra de Jorge Ilegal como ariete. Ruidos de tormenta y el camino masticado que nos llevas hasta dos temas del maestro Sabino, una entrega pop donde lo cotidiano es la mejor poesía, “La lluvia”: épicos susurros, la muchacha, Melody, Nelson, esperando que sus ojos puedan contemplar las gotas a través del humo de los gitanes. ¿Qué quedará después de la petite mort? Pues un poco de “La libertad”, con unos zumbidos de sintetizador, rítmica política que adolece de cierta inocencia a estas alturas de la batalla, como si la revolución no hubiera pasado y ahora los derrotados mandaran.

Volvemos al desfile de trajes a medida de Igor Paskual para Loquillo con “Todo tiene su sabor”, esta vez volviendo a Dino´s, con los metales capitaneados por el jefe del Zoco, Dani Nel·lo que sabe dar pinceladas cuando toca o sustento cuando el tema lo pide. Esquirlas de duduá para que se te quede la boca con una sensación que hacía tiempo no recordabas.

«Llegamos a la única aportación del catedrático, del poeta, de Gabriel Sopeña, que, como siempre, deja una muesca más en el libro de estilo de aquellos que saben poner melodía a cada palabra. “Historia de dos ciudades” demuestra que Sopeña es capaz de encontrar la canción que se esconde entre los espacios que separan las palabras de cualquier sentencia».

Sus segundas voces nos llevan al maravilloso “Mientras respiremos” y sus partes de “Tiempos asesinos”. Mezclar a Charles Dickens y dejarte con la sensación de ser parte de la banda de hombres sin piedad que siguen buscando las respuestas en la poesía y el rock. El LP termina con “Voluntad de bien”, otro tema de Sabino Méndez, un piano al estilo de Paris 1919 de John Cale, en esa pausa dramática donde encuentras el hielo, el final del camino, el cubito que se deshace, el fernet, el pastis, el coñacla gula del ciego que no puede llorar porque sus ojos se han secado.

Un cierre monumental, con un Loquillo transmutado en sudoroso Jacques Brel, mientras las guitarras se elevan hacia el cielo. “Diario de una tregua” nos recuerda que Loquillo y sus aliados saben que la narrativa de los discos es algo que no debe perderse en estos tiempos de inmediatez infantil.

Algunas palabras sobre «Aquellos maravillosos años» de Nacho Escuín (Frontera, 2022)

En la resaca de los ochenta, en no querer abandonar del todo la luz del neón y la cocaína, en las series de inocencia temática y oscuridad tras las cámaras está el origen de muchos de los males y, también, de las virtudes de los noventa. Porque hay continuidad y hay destrucción. No se entiende Netflix sin Aquellos maravillosos años ni Nocilla Experience sin la novela fragmentaria de Ray Loriga. La realidad en la televisión aparece sin edulcorar y eso terminará desapareciendo, hará que hoy todo sea de cristal frágil. ¿Pero podemos entender que Alfonso Arús hiciera bromas con las hermanas de Puerto Hurraco en máxima audiencia? Usted verá, siempre puede cambiar la cadena o apagar la televisión. Más ahora donde no hay horarios ni limitación de propuestas. Los noventa se cierran con Las Afueras de Pablo García Casado, el urbanismo que se encuentra con el desierto y avisa de la burbuja y el colapso. Antes habíamos coqueteado, como en todas las décadas de la historia, con la fascinación del narcótico, vía Roger Wolfe e Irvine Welsh, vía Najwa Ninriy Ewan McGregor con problema de alimentación.

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