A la orilla del Ebro se erigen pequeños altares a la Virgen del Pantano, nadie sabe muy bien quién lo hace, pero algunos jóvenes amantes han visto a señores robustos con petos vaqueros enseñando pelambrera acompañados de otros devotos ataviados con máscaras de luchadores mexicanos. En el cercanías que lleva hasta Casetas, se entremezclan tribus que no quieren ser urbanas, armados de banjos y piezas para alambiques caseros. Gran Bob al frente, Allué Céster, Julio López, Javier Martín y Gaby Morgan son gente que lleva fuera de la ley desde que las calaveras copulaban con los diablitos en las esquinas prohibidas del oeste. Hablan de lugares al otro lado del océano que han encontrado en un atlas de la vieja escuela. Ahora los pupitres están cubiertos de polvo y los muchachos no saben qué es una birra fría ni dónde se pueden comer unas buenas migas cuando todo está cerrado. En esta segunda entrega The Bluegrass Lions, una de esas bandas que saben masticar tabaco y lanzarlo como si fuera un peligroso hueso de aceituna, recuerdan que entre Kiko Veneno y Bob Dylan no hay más que distancia que la que da unos pocos galones de sangre de ferroviario mezclado con coñac Soberano.
Bebíamos güisqui DYC y teníamos galones, Steve Earle en El viajero de Arkansas, el fantasma de Mauricio Aznar en Flor Salvaje, los Despierta McFly defendiendo a tiros su territorio en la Carretera del Moncayo y un parece esperar la armónica de Gabriel Sopeña y el violín de Jaime Lapeña en ¡Corre, corre, viejo tren!, la conversión de Javier Aquilué en Odetta al salir la luna llena en Remolinos… todo eso y la hermosa letra de Señor nos recuerdan que Roberto, Gran Bob, es un hombre polivalente, generoso, con tantas influencias que parece elegir disfraz cada vez que despierta y todos le quedan bien. Su sapiencia y generosidad le hace estar siempre acompañado de los mejores. Instrumento y mente, Gran Bob, sirve otra ronda, aunque esté lejos de ti, cuando la niebla se levanta, entre el Jiloca y el Manubles, puede ver a lo lejos las farolas de aceite de Vinos Chueca. Prometo que algún día volveré.
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Maravillosa reseña. Amo los músicosv que se nombran en ella. Octavio Gómez es lo más en cultura musical aragonesa.
06 abril 2022 | 8:09 pm