Entrevista a César Prieto: fanzines y papeles subterráneos (Libros Walden,2021)

César Prieto, uno de los críticos musicales y literarios más importantes de nuestro país, ha publicado “Papeles subterráneos”, una obra enciclopédica que, editada por Libros Walden, que revisa la historia de los fanzines musicales en España de las últimas décadas, en especial los años noventa. Su lectura provocó una sensación extraña y conocida entre algunos veteranos de la grapa y la fotocopia en blanco y negro zaragozanos. Quizá sea un buen momento para la vuelta a lo analógico. Mientras tanto abrimos a César una habitación en el Motel Margot y que, además, tendrá siempre reservada a su nombre.

¿Son necesarios los fanzines? ¿Alguna vez fueron necesarios? ¿Piensas que tiene sentido para cuarentones -público al que va dirigido- o crees que puede haber un público más joven que pueda sentir una extraña necesidad de volver a las fotocopias y al mano a mano? ¿Es una reliquia emocional para cuarentones o existe una generación necesitada del mano a mano, la vuelta a lo analógico?

No entiendo que un fanzine sea necesario en nuestros días, ni creo que lo fueran alguna vez. Son necesarias las personas que hacen los fanzines, como las personas que hacen música o que pintan. Es decir, es necesario tener inquietudes y mostrarlas a través del medio en que te sientas más cómodo. Son necesarias las inquietudes porque es necesario avivar llamas de sentimientos, y esto se consigue volcándolas en algún formato. En este sentido, los fanzines son el canal para transmitir lo importante, lo que sí que es necesario: exponer aquello en lo que crees. El público de mayor edad puede tomarlo como ejercicio de nostalgia, pero no dejan de ser minoritarios, y el más joven ya será minoritario per se, pero a alguno le puede llegar. Piensa que hay un sector de jóvenes, siempre muy pocos, siempre muy aparte, para los cuales es esencial indagar en la expresión de sus mayores. Tengo un alumno al que dirigí un trabajo sobre los inicios del punk en España y, para ello, tenía que ir escuchando grupos del 77-80. Un día me escribió emocionadísimo por la bofetada emocional que había sentido al escuchar a Kaka de Luxe.

¿Eras coleccionista de fanzines, tenías amigos que te ayudaron con la labor de investigación y recopilación? ¿llegaste a participar de manera activa en alguna publicación en los años noventa?

Bueno, más que coleccionista, si como tal se entiende a quien clasifica, cataloga, intenta conseguir más, yo era comprador, y como soy de los que no tira nada, pues los fanzines estaban en cajas. Todo lo que aparece en el libro viene de fanzines que teníamos en casa, cientos te diría. Es por ello que el libro no es erudito, no hace una clasificación, ni una cronología estricta –lo cual, además, sería aburridísimo- sino que es más una impresión personal. Algún amigo sí que ha ayudado, por ejemplo Pejo, que en el año 75 ya estaba dibujando y llevando adelante proyectos y sigue más fresco que una rosa. Los de los primeros tiempos aparecen gracias a él y a amigos coleccionistas de nueva ola con los que nos los íbamos intercambiando. Yo colaboraba en varios porque todos escribíamos para todos y pedíamos colaboraciones. Parecen los fanzines ser cosas muy individuales, pero era un hábitat llenísimo de interacciones, en ebullición. Aparte, tenía el mío Le Touriste, en el que sobre todo hablaba de estilos antiguos que habían sido arrasados –como el bubblegum o el glam- y de grupos que apenas tenían una maqueta.

Dentro de esta selección y categorización de fanzines que has realizado, al revisarlos y analizarlos, ¿Qué es lo más raro que te has encontrado? Hablamos de secciones delirantes, entrevistas imposibles o formatos que escapen al clásico folio doblado y grapado…

A mí me solían llamar la atención más los textos y los temas que los diseños, así que con poco margen de florituras artísticas me encontraba. Había los que tenían el tamaño de un cd o un lp, los apaisados, los mini, que te cabían en una mano, pero dentro de los que yo compraba no había troquelados ni formatos extraños. Sí que había secciones estrafalarias, Mondo Brutto arrasó con la actualidad y la información y se centró en sacar oropel de la basura. Todo en él era estrafalario, desde los contenidos hasta las fotos. Y a su estela surgieron maravillas como el Jo, tía!, que se autodenominaban de teenage exploitation y tanto podían hablar de los Webelos como de la menstruación.

Durante los años de la explosión digital el formato clásico del fanzine desapareció para dejar paso a otras propuestas de las que hablaremos más adelante. Se mantuvieron como referentes, como irreductibles la segunda época de Vinalia Trippers y, sobre todo, el mítico Monográfico, del que encontré hace unos meses en un local de Madrid su último número, ¿Hay alguno más que quieras destacar en la travesía por el desierto?

El libro trata sobre fanzines que tienen contenido musical, y desde esa perspectiva ya no ha habido regeneración. Los blogs lo han copado todo porque pueden añadir sonido y videos. Ante la tesitura de potenciar los textos, o sea el papel, o añadir música se ha escogido, lógicamente, lo segundo. Los que quedan –aparte de los de cómic que son un mundo aparte- llevan adelante experiencias literarias o de diseño, y en este sentido me gusta especialmente todo lo que hace Andrea Galaxina, porque sabe darle importancia a la belleza de cada número y escribe con una pulcritud estética a la que no se le puede reprochar nada.

Siguiendo con lo anterior, excepto Monográfico, muchos de los fanzines crecieron tanto en calidad que dejaron de ser fanzines y se convirtieron, por ejemplo Zona de Obras en una revista musical al uso o el mismo Vinalia en una especie de libro-antología temática… el que editaba Subterfuge o Mondo Brutto…¿todos quizá acabaron o dando el salto cualitativo a revista o desapareciendo?

Es que no hay otra opción. Llegan los últimos cursos de carrera, o la oposición, o el primer hijo, y la vida se va estrechando, así que has de soltar lastre porque no cabes en ella. Y el lastre es el fanzine. O eso, o reconvertirte y tomártelo de manera profesional, que es lo que hizo Zona de Obras. Pero lo que pase con el fanzine es, al fin y al cabo, indiferente, lo importante es qué pasa con el creador del fanzine. Y ahí sí que hay una diferencia grande entre los que abandonan cualquiera iniciativa que tenga que ver con esa pulsión juvenil –a su pesar, muchas veces- o los que siguen con iniciativas, hagan de ellos su medio de vida o no. Y estos últimos se van a ser periodistas musicales –lógico-, o gestionan festivales de música, o sellos discográficos, o se reconvierten en novelistas; pero me parece que, actúen en el campo que actúen, siguen con los mismos propósitos que cuando hacían el fanzine.

Hubo un tiempo que, por ejemplo en Aragón, que existían fanzines editados por bares ( el Fantasma de los Ojos Azules, El Mar de Dios, el Desafinado o El estado estacionario que editaba La Estación del Silencio), por club de fans de bandas (Las Novias o Los Niños del Brasil), discográficas (Buceadora publicada por Grabaciones en el Mar), tiendas de discos (Linacero Express), algunos que, como he comentado antes, se convirtieron en revistas musicales como Zona de Obras o, incluso, el festival Periferias tenía algunos formatos para su guía de prensa que más parecía una fanzine…aparte, por supuesto, de los grandes y más clásicos, So Young o Georgy Girl -que es uno de los que aparece en tu libro- o nuestro Confesiones de Margot. Al final casi cualquier estamento de la cultura tenía una publicación…¿era solo en Aragón o en tu estudio has visto que esto sucedía en más sitios?

Sí, evidentemente, un fanzine editado por el club de fans –quizás sean los primeros, ya se hacían en los sesenta- lo es plenamente y tanto como cualquier otro. Salto Mortal, del Club de fans de Alaska, entraba en la misma rueda que todos los demás. Y sucedía en más sitios. Siesta Records editó un par de fanzines, la tienda Discos Castelló, la más activa de Barcelona tenía un fanzine. Y lo que te digo te sorprenderá ¡Hasta se puede decir que El Corte Inglés tenía un fanzine! Recuerdo que repartían un A3 doblado, de color azul, que si no me equivoco se llamaba Club del Disco, en el que metían reseñas de novedades y noticias. Aunque su espíritu era totalmente comercial, claro.

Hubo un momento intermedio entre el fanzine casero y el mundo del e-zine (del que has hablado antes, con la posibilidad de introducir en un blog firmas variadas, vídeo o música) que fueron los periódicos gratuitos con contenidos culturales -que incluso aparecían como separatas en los periódicos generalistas – o guías culturales y de conciertos en cada ciudad. Hablo de Ciclo, Radar, Insomnio, El Pez que todo lo ve -por nombrar los aragoneses-, que tenían secciones de creación y opinión dentro de la programación mensual. Era una mezcla de información con autogestión, a base de publicidad de bares, discográficas o institucional…¿Es uno de los últimos fenómenos de difusión subterránea de la cultura antes de universalización y masificación de este tipo de información?

Hombre, la última no, porque ya hemos visto que, más minoritarios que nunca, aún sigue habiendo fanzines, Hubo un tiempo en que estos convivían con periódicos gratuitos como AB o Mondo Sonoro, en Barcelona, Pistas, en Madrid –que estaba hecho por un colectivo de fanzineros, en Valencia estaba Combustión o agendas culturales. Esto para mí tiene más que ver son las Guías del Ocio, aunque sean Guías del Ocio alternativas. Aquí, la diferencia es que los contenidos no estaban tan filtrados y, por lo menos en parte, debían atender a las actividades que se realizaran en la ciudad en cuestión. Desde luego, vivían de la publicidad y, al fin y al cabo, eran necesarios, pero nada qué ver con un fanzine porque les faltaba ese plus de personalidad propia.


Enganchando con lo anterior…hubo un tiempo que uno con un Rockdelux, EFE EME o Zona de Obras o el Ruta y una buena conexión a internet se podía hacer experto musical. Eso podría ser un punto de democratización cultural, de acceso generalizado, ¿pero luego? ¿No extrañas un poco esa labor de selección que hacía ya no solo el crítico especializado o el periodista musical, el fan que hacía -y perdón la redundancia-, el fanzine, en el que volcaba su pasión por algo en concreto y de alguna manera ejercía de filtro? ¿Qué es mejor, lo de antes, lo de ahora? ¿lo que vendrá mañana?

¿Qué es ser un experto musical? Los profesores de OT son expertos musicales, y de los buenos, pero a mí no me interesa nada lo que me quieran enseñar. Más que de expertos musicales, yo hablaría de críticos que establecen una relación de afinidad estética con determinado público y se toman como referente. Todos lo hemos hecho, leíamos las crónicas de seis o siete periodistas, y sobre lo que ellos decían íbamos construyendo nuestro gusto estético, porque sabíamos que nos iba a gustar. Si un fanzine de un amigo hablaba de tal grupo, corríamos a por él. Quizás lo ideal sea una combinación; es perfecto tener absolutamente todo a tu disposición, pero es fundamental –ahora más que nunca- que alguien haga la labor de desbrozar, desde su perspectiva, sin que se le tome como un pope. Simplemente que exponga su opinión para que no todo parezca al mismo nivel

Si nos vamos un poco más atrás, a los setenta y ochenta, sobre todo finales de los setenta, nos damos cuenta que en las publicaciones alternativas o contraculturales todo estaba más o menos marcado por el ansia de “malditismo”, me explico, todo lo que sonara a yonqui, droga, extremo era lo que marcaba los contenidos (incluso en música uno se cansaba de los mismo Burning, Banda Trapera, Lou Reed, Bowie o The Doors, los beatniks…), en los ochenta se abre a algo más naif y tú en los noventa encuentras que se diversifican los gustos, también en los fanzines…en lo musical podrías encontrar rockabilly, música siniestra, primeros acercamientos a la músicas del mundo, en nuestro caso incluso recuperar la tradición europea (Francia, Portugal, Italia) o Argentina, pop independiente (que parece que es lo que más ha quedado)…¿Es la heterogeneidad lo que define a estos fanzines de los noventa?

Totalmente, un fanzine en los noventa podía asumir cualquier estética o varias a la vez. Supongo que –como tantas cosas- tuvo que ver con la aparición de internet. Los creadores de fanzines en los ochenta, se movían en determinado ambiente que, por otra parte era el que se debía defender, porque era afín a los jóvenes y daba patadas a lo establecido social y estéticamente. La información había de ser de primera mano, y uno no podía relacionarse en ambientes de pop, de flamenco, de salsa y de electrónica a la vez. O ibas a unos conciertos o a otros, o te relacionabas y charlabas de música con gente de unos gustos o de otros. Con internet, no había problema en conocer a gente, ver que coincidíais en algún gusto musical diferente, y hablar de ello, porque ya existían páginas web que eran el maná para los que éramos curiosos. A principios de los 80 era imposible conocer de primera mano las tradiciones francesas o alemanas, excepto lo que te ponían en televisión como objeto de promoción.

Otra cosa de los noventa es quizá la falta de información que hay en la red de la época. Igual que de esa contracultura de finales de los setenta hay muy poco material digitalizado, los ochenta están revisados del derecho y del revés y a partir del 2006 más o menos todo y digo todo está en internet, entre 1990 y el año 2002 o 2003…esos diez o doce años no es tan fácil encontrar…poco a poco aparecen libros (monográficos sobre grabación de discos, alguna biografía, etc…) pero todo lo que sucedía entonces no tenía el interés de “La movida” ni tenía la cercanía digital…¿crees que poco a poco y a través de libros como el tuyo aquella época, la de los sellos independientes, los primeros festivales multitudinarios, el final de los grupos de música de dinosaurios y la aparición de los primeros grandes discos solistas se podrán recoger y archivar como merecen?

Yo diría que el vacío empezó a partir de 1988. Los grupos de la nueva ola, que se habían convertido en grupos de estadio, empezaban a tener problemas y separarse, y los alternativos eran realmente subterráneos, tenían copada a la posible audiencia, o esta no surgía Grupos como Terry IV o Los Vegetales seguían siendo pasto de fanzines, pero había menos ebullición y menos conexiones, a ello se añade que Madrid no era el centro que concentraba todo. El otro día me comentaba la persona que fichó a un extraordinario grupo mallorquín, La Búsqueda, en el 89 que sudaban tinta para vender cada disco. Las revistas estaban totalmente desubicadas, quizás solo Booguie recuperaba ese espíritu de estar atento a lo nuevo. Tampoco hay, como dices, material para documentar esos años. Otros de los grupos que destacaron fue la saga Aventuras de Kirlian-La Buena Vida, pero estos ya a principios de los 90 eran contratados, salían ya en las revistas y triunfaron como Donosti Sound.

A un fanzine musical no le puede faltar:

a) Un flexidisc (eso es de lujo), una cassette o un cedé con temas inéditos o un tributo -no vale un mixtape con temas grabados por los tipos que lo llevan)
b) Una entrevista a Manta Ray o algún grupo indie
c) Una crónica de un festival al que alguno del grupo ha entrado gratis después de dar mucho la paliza para que te acrediten como medio
d) Un texto de creación literaria a pesar de ser específicamente un fanzine musical
e) Unos cuantos listados de favoritas
f) Un monográfico sobre (elegir): The Smiths, Velvet Underground, The Cramps, Parálisis Permanente, Sonic Youth o David Bowie

Yo diría que el a) –por lo menos, cuando no se podían escuchar las canciones al segundo de haber leído sobre ellas-, y si son inéditas, mejor, porque apoyan el carácter del fanzine como filtro descubridor. Todo lo demás –quizás menos textos de carácter literario- lo puede tener una revista al uso.

Muchas gracias a César, el Motel siempre estará abierto para ti.

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