Si tú supieras de ELEM (Erizo Music, 2021)

Después de su primera entrega, Lapso, autoproducida en el año 2019, se esperaba mucho del nuevo material de ELEM. Laura Cebrián, voz y composición, tenía todas las papeletas en sus manos para oxigenar las movedizas arenas que aprisionan a la escena pop española. Si tú supieras, un trabajo donde, a lo largo de sus nueve temas, el eclecticismo bien entendido produce una variedad de sonoridades donde la voz de Laura se sitúa en una primera línea, defendiendo los temas con la valentía de las grandes voces de la historia.

Abre con Un domingo más que recuerda en su narrativa cotidiana los mejores momentos de Pastora, aquel maravilloso combo que entregó alguna de las mejores canciones de comienzo de siglo. Una instrumentación eficaz que acompaña con la contundencia necesaria, electricidad gruesa, dobles juegos de voces y pinceladas de pianos brillantes cuando menos te lo esperas.

«Esos pianos setenteros, como sacados de una producción de Mick Ronson, son una seña de identidad de ELEM casi a la altura de su inmensa capacidad vocal, que se reitera en la trepidante píldora pop, Voces, un tema que se elevará en directo como un ave al que la vieja hechicera Patti Smith hubiera susurrado algún antiguo consejo».

Como esas cantautoras que funcionaban a base de nylon amasado bajo las cicatrices, ELEM interpreta Si tú como una de esas grandes damas de la canción. Con una banda que cumple de manera notable y un muro de sonido que eleva las capacidades vocales de la artista, cubriendo cada esquina y lugar falto de luz. Como si Cecilia hubiera tenido una banda que hubiera escuchado a Vetusta Morla. En Un beso kilométrico, la sintonía de la radio, la cuerda brillante, la voz tratada es una especie de atrevimiento que hace saltar el charco para llevamos a propuestas como Daniela Herrero o los distintos proyectos solistas de las coristas de Charly García, con ese deje de wah-wah, utilizado con gusto y ojos de vídeo tape. Una canción lúdica, bailable y que permite una exhibición para los músicos que han acompañado en la grabación a Laura, sintetizadores arcaicos, Parliament y reverendos del funk dándole la bienvenida al Olimpo con las castizas Mayka Edjole o la Luz Casal más desmelenada con las letras de Gloria Varona.

Llegamos a la mitad del disco con Un nuevo lugar, un tono confesional donde la herencia de una generación que comenzó con La Bien Querida o Miren Iza, donde la parte de la historia que une a Joni Mitchell con Linda Ronstadt se ve engrandecida por la enorme capacidad vocal de Laura que la lleva hacia derroteros que frisan la épica, acompañada de barridos de guitarra eléctrica. La producción de Rafa Domínguez, que se involucra en la parte instrumental con sus guitarras y teclados adicionales, más los aportes de Andrés Macmalo son fundamentales para cuando las canciones viran hacia el power pop.

Que una compositora como ELEM incluya en su segundo trabajo una versión de un oscuro clásico de la escena zaragozana de finales de los noventa demuestra varias cosas: buen gusto, respeto a los orígenes y una cercanía a su tierra que deja claro que sus raíces son sólidas, algo indispensable para poder seguir una carrera que la lleve hasta lo más alto. Órbita, compuesto e interpretado por Nubosidad Variable en su disco Futuro Perfecto de 2003. El tema original adolece de la producción de la época, pero en directo adquiría una fuerza sin igual hasta convertirse en un pequeño himno que se vio revitalizado por una regrabación más electrónica en el año 2009 a cargo de Nacho Serrano (teclista y productor de Niños del Brasil).

Pero Órbita es algo más en manos de ELEM, es una manera de abrir la paleta con pinturas de rock sin resultar forzado, porque en el ADN de cualquier intérprete la estructura intensa, la perfección del estribillo, todos esos elementos, son el alimento básico para un artista que empieza. Es como si alguien la hubiera escrito para ella y al ser cantada la amalgama fuera perfecta: las notas de piano que sacudían los dedos de Martin L. Gore, las capas sonoras que sostienen la voz como globos de helio ardiente y la fuerza del bajo de Raúl Baquedano, fundamental en la melodía original, junto con la batería de Joss Mayoral. Raúl Baquedano es una de esas rocas sólidas, que aúnan técnica, creatividad y oficio y que uno siempre querría tener a su lado, sobre todo en proyectos que buscan un despegue con una base consolida.

«Órbita es una canción que funciona a varios niveles y en cada uno puede uno habitar un tiempo sin miedo a perderse: violines y teclados, salmodias de décadas pasadas, besos en cartas que se perdieron porque las lágrimas se llevaron por delante la dirección… ELEM hace suya la voz del Edén, recorre el camino que otros desbrozaron antes (Luis, Juan, Dani y Javi) y nos hace recordar los brebajes mentales con los que Sergio Algora convertía la ciudad de Zaragoza en una fiesta».

En realidad la manera de estructurar la melodía de Desencantador, con un breve mantra rítmico inicial, de nuevo la melodía sonriendo al mundo y esa voz que, sin florituras, tiene un fraseo que, estoy seguro, muy pronto será canon reconocible para muchos aficionados a la música. De un medio tiempo se eleva hacia una explosión donde se puede apreciar el juego de espejos que identifica lo lírico con lo musical, con una interpretación de la banda que, sin abusar del virtuosismo, demuestran que no son solo unos músicos en tránsito. Nada de menú del día, hay que saber elegir qué línea sostiene el juego en cada momento y este tema demuestra el compromiso forma de los que están involucrados en la grabación. ELEM no es una voz con unos músicos detrás, es un proyecto compacto que arremete los temas con una buena forma insultante. Y es que Va a ser que no tiene un aire italiano que recuerda a una tarantella pop, como cuando Anita Lane se trajo desde el infierno Bella Ciao mientras que los besos se reparten al modo de las Vainica Doble, con una especie de media sonrisa pícara.

Volviendo a Algora, no puedo olvidar uno de esos temas oscuros de su discografía con Muy Poca Gente, Il Maltrato. En Aragón, en mitad de todo, tenemos poca lluvia pero muchas corrientes subterráneas que nos alimentan.

El cierre es para Nada es lo que era, con un melancólico arrebato a los Suzanne Vega, aprovechando el virtuosismo del piano. Una letra que juega con imágenes y polaroids para definir con lucidez el momento en el que, a través de un cristal, vemos el cielo y no podemos acercarnos a ellos. ELEM es agua fresca, de sus cuerdas vocales exhala la calidad que une a Natalie Merchant con Cristina Lliso.

Hay un punto en el arte que lo transitivo convierte las obras en repetición, otras, cuando los referentes están bien digeridos, las canciones nos aportan familiaridad y compañía. No podemos olvidar de la labor estética de Jaime Oriz en las fotografías, que dotan de una atmósfera emocional y incisiva a la propuesta musical y lo confirman como el referente definitivo de la fotografía artística en Aragón. Dirán ustedes que todo está inventado, pero yo les contesto que el recuerdo puede ser el mejor combustible para combatir la tristeza, sobre todo si te hacer volver al momento en el que fuiste feliz o superaste el dolor. Los mejores payasos son los que lloran cuando nadie los ve y las canciones que parecen haberse escrito en el cuarto de al lado, las que terminarán encontrando un hueco en eternidad. Quizá no en la del mundo, pero sí en la mía. Y en estos tiempos, eso es lo importante.

Puede escuchar el disco completo en la siguiente dirección
El disco se presenta el 30 de septiembre en el Teatro de las Esquinas de Zaragoza

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