Superlópez, sus primeras aventuras (Parte II)

Aquí se puede leer la primera parte

Los cabecicubos (primera edición de 1982): El álbum está ambientado en plena Transición española y es una de las grandes obras de Jan. Una incipiente crítica a la contaminación atmosférica de las grandes ciudades y los peligros de la manipulación genética en la industria alimentaria: el origen de la transformación de las personas en cabecicubos es producida por gases emitidos por una fábrica de huevos que mediante el denominado “Gas Energisipoliédrico” que buscan, de ese modo, optimizar el espacio necesario para el almacenaje y transporte. Una vez más Jan es un adelantado, la utilización de gases mutagénicos de nombres extraños será uno de los elementos más repetidos en las películas de serie B de los años ochenta —es inevitable recordar el «Trioxin» responsable de la conversión de humanos en muertos vivientes en Return of the Living Dead Part de Dan O’Bannon de 1985 y sus múltiples secuelas, incluyendo la exitosa La Divertida Noche de los Zombies—.

«Desliza elementos matemáticos euclídeos frente a la anarquía de la línea curva y entronca directamente con la manera despectiva de referirse a todos los fascios de comienzos del siglo XX, con esa manera cuadriculada de entender la sociedad: recordemos que la palabra “boche” con la que los franceses se referían de manera despectiva a los alemanes durante la I Guerra Mundial tiene como traducción “asno” y que la expresión se extendió hasta “cabeza de asno”, aunque también existen teoría que hablan de “Caboche” que se traduce como “cabezón” y que acortada lleva a “Boche”, también como reducción de “tête carrée d’Allemand” que es “Alemán de cabeza cuadrada”.

Aquí ya está claro el paralelismo entre las formas que adquiere la sociedad imaginada por JAN en este álbum y el nazismo. Otros elementos que remiten de nuevo a la capacidad y pulso narrativo de JAN es la aparición de una ladrona de bancos, en un tiempo en el que en España se cometían casi 20 asaltos a sucursales bancarias cada día (6239 en 1984), muchas veces producido por la necesidad de dinero para mantener la adicción a la heroína, una droga que caía como una losa sobre la juventud española —la joven que atraca, que termina siendo la hija del inspector de policía, puede recordarnos a las películas de Eloy de la Iglesia, El pico y El pico II, donde era el hijo de un Guardia Civil el que caía en las garras del caballo en un País Vasco de plomo y reconversión—.

La obsesión por tener un coche nuevo —y las delirantes ofertas y obsequios que ofrecían los concesionarios— es otro de los elementos que amenizan el desarrollo del álbum, que tiene un salto cualitativo cuando se “homenajea” el secuestro de Quini —en este caso, como es habitual en Jan, bajo el heterónimo de «Tini»—, que Superlópez lee en un periódico dirigido por Pipita Ridruejo, otro guiño a la sociedad de la época. El secuestro de Quini se produjo el 1 de marzo de 1981, España todavía estaba temblando tras el intento de Golpe de Estado del 23 de febrero y la noticia no hizo más que añadir incertidumbre a una democracia de pies de barro. Quini, ovetense de nacimiento, había sido traspasado al FC Barcelona en el verano de 1980 desde el Sporting de Gijón por la abrumadora cifra— para entonces—de 82 millones de pesetas. Era una estrella del Barcelona que iba líder de la liga en aquella temporada 80-81 Los secuestradores pidieron 70 millones de pesetas y tras 25 días de incertidumbre Quini apareció en Zaragoza —Aragón, tierra de secuestros, como el del padre de Julio Iglesias—, en un bajo de la calle Jeronimo Vivens de la capital aragonesa. Los tres secuestradores habían alimentado a base de bocadillos al goleador español y lo trataron con tanto cariño que el propio Quini no quiso denunciarlos una vez liberado.

Los cabecicubos van tomando el control de la sociedad, cada vez hay más de ellos, incluso deciden constituirse en partido político el PA.CU con una gallina como logo y pidiendo al pueblo que se “Cuadre con ellos”. El populismo se impone, las camisas rojas a cuadros uniformizan al mundo y Juan López en su oficina reconvertida en sede del partido, es expulsado al negarse a formar parte de aquello. Aparecen los colaboracionistas —la pareja habitual de Juan, Luisa— o compañeros de oficina que, sin haberse convertido, miran a otro lado porque “ellos siguen realizando el mismo trabajo”. Nadie hubiera dicho que esa soterrada crítica a los nacionalismos excluyentes iba a mutar con el tiempo en una servidumbre por parte de JAN al independentismo catalán, pero esa es otra historia… aparecen “Farrillo”, “Tuárez” y “Traga” como otros candidatos a las elecciones generales.

«Es la primera vez que en un tebeo español se narra visualmente el proceso electoral, la gente haciendo fila para ir a los colegios electorales —en esos tiempos entre semana con lo que tenían permiso en el trabajo para ausentarse— y resulta, de nuevo, visionario, el momento en el que Juan López llega a su mesa y, al comprobar por el aspecto de su cabeza, que no va votar a la opción monolítica, le invitan a depositar su voto en una papelera y recogen su DNI para la ficha policial. ¿De qué les suena eso?»

Cuando Superlópez se niega a seguir semejante desmadre le acusan de provocador, la comisaría de policía está controlada por los cabecicubos, en los bares no le sirven, y se persigue al que vende fruta con formas esféricas y redondeadas. Aparece una resistencia que se esconde en las alcantarillas y que planea atentados contra los líderes cabecicubos, estrategias de quinta columna… pero en una de las últimas viñetas el representante del país, en su discurso en la ONU, alejado de la fábrica que emanaba los gases, vuelve a su estado normal de humano de cabeza redonda haciendo sospechar al lector que el desenlace está cerca. Entre una máquina que deshace el proceso y la aparición de una tormenta que limpia de polución la ciudad de Barcelona, los cabecicubos van desapareciendo poco a poco: el ejército enviado a terminar con la resistencia termina rodeando la sede y solo resiste el jefe o “primer hexaedro” en la oficina, convertida en búnker miliciano, con esas escenas terribles de palacios presidenciales sitiados pasado por el tamiz humorístico de JAN. Al final la situación se revierte y, como otras veces, la oficina necesita una reconstrucción completa. ¿Es una crítica contra el nazismo y el comunismo y otras formas de dictadura? Sin duda. Quizá JAN, todavía cosmopolita, sabía que lo que estaba sucediendo en su tierra, en Cataluña, podía evolucionar de la manera orwelliana que ahora estamos viendo… hay muchos detalles: comercios clausurados, urnas de broma, personas que se esfuerzan por integrarse en la corriente mayoritaria y que son utilizadas como coartada o como burla directa… ¿Qué es el nacionalismo al final? ¿Una forma más de populismo excluyente con traje regional a juego?

La caja de Pandora (primera edición de 1983): En estos tiempos en los que Disney intenta volver a la actualidad a una de las grandes creaciones de Jack Kirby en su época más “Erich von Däniken” con el estreno de la película dedica a Los Eternos, volver a leer La caja de Pandora es un gusto por lo visionario, original y atrevido de su planteamiento. Jan utiliza el mito de Pandora, aquella mujer que dejó escapar todos los males del mundo y que solo guardó dentro de una caja la esperanza. La presencia de los dioses griegos entregados a sus caprichos mundanos, guiños a los procesos de absorción de la cultura clásica por los romanos —incluyendo el cambio de nombre de Dionisio por Baco—, la idea de un Hefestos cornudo y el enfrentamiento eterno entre los Gea y Zeus, entre dioses y titanes para abrir boca nos ofrece una aventura que tiene regusto a biblioteca de barrio, a libros de mitología, a series como Ulises XXI donde las culturas y sus mitos eran alimento e inspiración de aventuras.

Aquellos efectos especiales artesanales de Ray Harryhausen en Furia de titanes, que se había estrenado en 1981, sobrevuelan la narrativa del tebeo. Superlópez se encuentra con el último descendiente de Pandora, “Nemesio Pando”, un antiguo ferroviario que durante la Guerra Civil se vio perseguido por los seguidores de Gea —tataranietos monstruosos, minotauros, cíclopes y sátiros—, hasta verse obligado a esconder su herencia, la caja de Pandora, en una locomotora abandonada en el subsuelo de Barcelona —sí, de nuevo en Motel Margot volvemos al mito de “Ciudad sumergida”, justo bajo el bloque de apartamentos donde vive Juan López, y que ya nos ha hecho sospechar algo las distintas mudanzas de los vecinos, asustados por las apariciones fantasmales que se producen.

La escena en la que aparece Esquidna, una lamia sin ojos, con su cuerpo de serpiente y su torso de mujer es uno de los más impactantes del álbum. Hay un momento en el que JAN busca situar en “su presente” la historia y mientras Superlópez escucha la historia del anciano se despista viendo un partido de fútbol en el que marca “El pelusa”, así que si en el anterior álbum teníamos el secuestro de Quini la escritura de esta obra se tiene que enmarcar en las temporadas 82-83 y 83-84 en las que Diego Armando Maradona juega en el FC Barcelona.

Superlópez encuentra la locomotora y acompañado de un sátiro, acaba despegando hacia el espacio, llevándose por delante la carabela de Colón del puerto de Barcelona. Es el momento de más referencias a la época: fúlbol con “Chideli” (Migueli) o “Toscher” (Schuster) y también el “Xallenguer” que se cruza con la locomotora en órbita. Después del primer panteón es el momento de los siguientes, en un asteroide aislado y con una cúpula con forma de pirámide viven las encarnaciones de los dioses egipcios, Amon-Ra, Anubis u Horus, con sus cabezas de animales y sus jeroglíficos. Su nave exploradora tiene un Anhk como enseña. Hay un choque intergaláctico y escarabajos inteligentes se quedan con una caja vacía mientras Superlópez se lleva otra, más pequeña, que había en el interior. Al parecer los distintos herederos de Pandora iban guardando en recipientes mayores la caja original para protegerla.

 

«Pero es que cuidar el detalle de utilizar escarabajos humanoides como zánganos guerreros para los mitos egipcios demuestra una capacidad de investigación y un deseo de generar una epopeya por parte de JAN que demuestra que aquellos tebeos no eran una sucesión de anécdotas adolescentes y buscaban una complicidad y un especial amor por la historia y la cultura pop».

 

Huyendo de los egipcios acaba cayendo en la compañía de las divinidades de la India. Una bailarín Shiva, Ganesa adicto a los bombones de coco, Krisna como un bromista de corte más. Si es escalofriante el encuentro con Esquidna tambien lo es con Nagina, la reina serpiente de la mitología hindú y también con el monstruoso Bali. Las aventuras de Superlópez en la Caja de Pandora tienen una profundidad y un cierto componente de paganismo que resultaría sorprendente en un tebeo de carácter juvenil en la actualidad. Resulta más transgresor que un videojuego de shooting sangriento en primera persona, puesto que su manera de atravesar los miedos del hombre quedarían impregnados en una generación.

 

«Es con Visnú con el que por fin tiene una primera conversación tranquila sobre la historia de los panteones antiguos. Allí JAN toma elementos de las corrientes conspiranoicas de la época, aquellas que alimentaban los programas de Jiménez del Oso en la televisión, “Quinta dimensión” con guiones de Juan José Plans o las revistas como “Año Cero” o “Mundo desconocido” que eran de las más demandadas en los kioskos».

 

Aprovecho también para recordar una de esas colecciones que todos nuestros padres tuvieron en casa, la colección Otros mundos en el que cada volumen se abría con la misma cita: “Existen otros mundos, pero están en este”. Los distintos panteones terrestres no son más que tribus originarias de un planeta remoto que voló en pedazos después de una guerra nuclear, sus restos, situados en en cinturón de asteroides que orbitan entre Marte y Júpiter. En la Tierra, después de ser tomados por dioses, volvieron los enfrentamientos y acabaron cada uno en una especie de entorno vital situado en los restos más grandes de su planeta a la espera de que los seres humanos se acaben destruyendo entre sí.

Después del enésimo engaño, Superlópez provoca la ira de Gea, que convoca a todos sus hijos: la lamia, la gorgona, la quimera, incluso el grifo. El siguiente encuentro es con los hermanos Tezcatlipocas, los dioses mayas. Xipe Totec —el dios del maíz— y Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, contemplan el vuelo de Superlópez desde una pantalla que se asemeja a la rueda de la vida, un guiño a los 52 años de los ciclos de la historia, la Rueda calendárica del Tzolkin y Haab está emparentada con el reinicio de la civilización de la tradición de los dioses nórdicos.

 

«Otro de los logros de JAN está en el diseño particularizado de las naves espaciales, cada una diferente en función de la tradición que representan. Las formas cuadriculadas de los mayas frente a las piramidales de los egipcios o la estructura en forma de templo jónico para los griegos».

 

El espacio se convierte en un campo de batalla y las cajas de Pandora, de distinto tamaño y forma van pasando de mano en mano, mientras Superlópez consigue sobrevivir. Finalmente un alunizaje permite al protagonista descubrir que la Caja de Pandora en realidad contiene una pista para encontrar el verdadero objeto: destino la pirámide de Keops. Una escena llena de serpientes en el suelo es un guiño a uno de los miedos más clásicos de la historia del cine, el que sufría Indiana Jones en presencia de serpientes, la conocida escena de En busca del arca perdida de 1981.

En la Pirámide de Keops encuentra otra caja con otra pista: debe visitar la última de las grandes construcciones de la antigüedad, la pirámide de Teotihuacán. Más allá del juego de espejos y secretos, JAN toma la idea, tan en boga a finales de los setenta y comienzos de los ochenta, que la construcción de las pirámides tuvo que ser obra de extraterrestres y, además, la idea de las mismas estaba conectada por un mismo espíritu de universalidad cósmica, más allá de la distancia geográfica que las separase. Así, mientras un jovenzuelo devoraba la historia, interiorizaba diseños de las grandes civilizaciones, elementos simbólicos que las definían y dejaba su espíritu sembrado para las películas, tebeos y novelas de elucubración sobre la historia secreta con las que nos han ido alimentando todos estos años. Y, claro, uno entiendo ahora la pasión por Milenio 3 y por Iker Jiménez, es que prácticamente nos lo inocularon. El final, como siempre, es genial. A pesar de todas las aventuras cósmicas, del encuentro con dioses y civilizaciones perdidas, Superlópez, o sea, Juan López, tiene que acabar volviendo a su oficina para tratar de conservar su trabajo. Allí, en pleno centro de Barcelona, todos los híbridos de pesadilla que los poetas griegos imaginaron, invaden los despachos y el cierre, como siempre en la obra de JAN, una reflexión sobre que los únicos causantes de los males de la sociedad son los propios seres humanos. Ni más ni menos.

La gran superproducción (primera edición de 1985): esta historia sufre las tensiones y retraso provocados por la quiebra de la editorial Bruguera. Aunque parezca una obra menor tras las anteriores entregas los guiños a la cultura pop española son constantes. El álbum es un homenaje al fenómeno Explotationpelículas que imitan los grandes éxitos de la época en Estados Unidos pero realizados con mucho menos presupuesto—que no eran más que una continuidad en la industria del Spaghetti Western con distintas temáticas: futurismo postapocalíptico, cine de muertos vivientes o, lo que será la excusa para esta penúltima gran historia de JAN, espada y brujería. Y es que en España se rueda en 1982 una buena parte de Conan el Bárbaro, la primera adaptación a la pantalla grande de las aventuras del bárbaro cimerio creado por el novelista Robert Evin Howard y que durante la década de los setenta y ochenta conocerá un éxito mediático entre el público juvenil por las adaptaciones en viñetas de sus aventuras. La película, protagonizada por Arnold Schwarzenegger —que sería el primer paso en su conversión en un icono del cine de los ochenta con su participación como malvado robot en la saga Terminator, acorralado veterano del Vietnam en Comando o cazador cazado en la primera entrega de la franquicia Depredador para acabar los ochenta con un viraje a la comedia en Gemelos con Danny De Vito y realizando una obra de culto bajo la dirección de Paul Verhoeven, Desafío total, basado en un relato corto de Philip K. Dick—con producción de Dino De Laurentiis —no es baladí su participación, el italiano vivía en un exilio laboral autoimpuesto que le había hecho abandonar su país natal e instalarse en Hollywood—, tiene escenas con localizaciones en Almería, Segovia o la Ciudad Encantada de Cuenca.

El elegido para el Conan niño es un jovencísimo Jorge Sanz y su madre una de las más conocidas actrices del destape español, Nadiuska. JAN está al tanto de lo que la sociedad española conoce y le interesa, como ha demostrado en sus entregas anteriores y realiza una explotación de lo explotado, es decir, toma elementos de la época y fabula con la idea de qué sucedería si la oficina donde siempre ha trabajado Juan López— y que nunca se ha sabido muy bien qué objeto empresarial persigue— se convierte en una productora de cine. Juan López, que había sido ascendido a subdirector al final del arco de La caja de Pandora se encuentra de bruces con que el director ha comprado los estudios de Tiramar (Miramar) y se ha constuido en “Llaurna Films” dedicada a la producción de películas.

«El primer proyecto es una produccion con la “Carner Bros Tincttures” y que viene con una subvención fuerte de la dirección general del cine —si digo que JAN no solo capturaba lo que sucedía en la calle, también se adelantaba a lo que iba a suceder con muchos de los aspectos de la sociedad española de las décadas siguientes—.»

Juan, buscando demostrar su deseo de implicarse en la nueva dirección empresarial, escribe un guión para esa primera película. Como hemos comentado anteriormente la idea es seguir la línea de la época, y tras desechar nombres tan de JAN como Gonan o Koñak se quedará con “Tronak el bárbaro”.

La oficina está plagada de guiños a las películas de producción española o italiana de la época con sus carteles de estreno. Algunas de esas imágenes son realmente explícitas en cuanto a su crudeza —hay que recordar que muchas de ellas iban directamente al videoclub y los que frecuentábamos sus pasillos aquellos años nos dejábamos llevar por una impactante carátula mucho más que por la sinopsis de la historia, quedando profundamente decepcionados al introducir la cinta en el reproductor de VHS y encontrarnos con una historia y unos efectos especiales infames—. Lo más curioso es que las imágenes y los carteles cambian en las distintas ediciones. En la primera edición de Bruguera la elección de largometrajes es demasiado “gore” y en las ediciones posteriores se suavizará e incluso se actualizarán con producciones de los años noventa. Así que cada uno puede ver en su tebeo de qué época o edición se trata en función de lo sanguinoliento de la cartelería presente.

Juan López comienza a dar vueltas de ese punto miserable que siempre le ha dado JAN, de servilismo hacia su jefe hasta ahora y, en cuanto ha tenido algo de autoridad, de despecio hacia los que han sido sus compañeros. Más que maldad resulta patético y refleja muy bien la realidad del clásico arribismo español.

 

«Si hemos comentado algunas de las curiosidades en cuanto a las referencias y la parte visual del álbum, en la parte narrativa no podemos dejar de destacar la que es quizá la diferencia mayor con otras historias de Superlópez: en esta ocasión no hay enemigo, no hay malvado, no hay una crisis con la que tiene que lidiar el héroe. Solamente es el proceso de rodaje de una película. Eso hace todavía más especial este número, esta entrega, dentro de la historia del personaje».

 

Los guiños a la historia del cine se suceden: el director es “Cecilio Bemille” (Cecil B. De Mille) al que se le supone autor de la obra El último mambo en Madrid (El último tango en París), también se nombra a “Pindirico Pillini” (Federico Fellini) cuya obra más famosa es Gritando bajo la lluvia (Cantando bajo la lluvia), un actor veterano “Brut Kanlaster” (“Burt Lancaster”) y la actriz estrella es Valerie Astro (una belleza rubia que parece tomar elementos de iconos de la época, sobre todo Melanie Griffith o Michelle Pfeiffer), festivales como la “XVI Muestra de Internacional de Cine de El Masnou”. Por un error, la idea original de rodar Jaime I el conquistador —de nuevo un visionario, con un cierto guiño en este caso a los días en los que Charlon Heston rodaba El Cid en distintos lugares de España—, termina siendo elegido el guión de Juan, que tiene que volar a Miami a convencer a la actriz Valerie Astro.

Allí se refleja la existencia de una comunidad cubana en la zona y la actriz, que cree que España está en África, se muestra reticente a rodar hasta que Superlópez la convence de que va a ser una película a la altura de Gilda y que Barcelona es una ciudad muy civilizada (para ello enumera la existencia de hamburgueserías, plantas embotelladoras de “Coka Tola”, televisión en dos idiomas —no en dos canales, en realidad había ya por entonces tres en Barcelona, incluyendo TV3—y el la programación de la serie Galaktica como indicativo de actualidad cultural—. En el avión hay otro guiño a aquellos años, con una amenaza de bomba en el avión para que aterrice en Cuba y que termina con la famosa actriz haciendo una entrada triunfal en la Ciudad Condal montada en un camión rodeada de su séquito y los periodistas que le conceden la primera plana de revistas como “Tarbo” (Garbo) o el “HO” (hola).

Brut es un anciano achacoso, que fallece en la primera escena del rodaje, el protagonista musculitos es un desconocido llamado Miguel Gómez y su versión de niño Marcelino Vinopan (guiño, claro a Marcelino Pan y Vino) es un proyecto de quinque que se dedica a pedir pitillos y “zumbar tequis” (o sea, robar coches). Y es que faltaba una de las modas de la época, el cine de quinqui o de navajeros, dirigido por cineastas malditos con Eloy de la Iglesia, bandas sonoras de los Chunguitos y personajes como El Vaquilla, más cercano al lumpen que a la actuación… producción autóctona que después de ser carne de sesión doble en cines de barrio se ha convertido ahora mismo en un fenómeno cinematográfico a reivindicar por su condición de corriente casi única y localizada en el tiempo y en un contexto social muy determinado —aparición de la heroína y una situación de desconcierto tras la muerte de Franco que produjo una sensación de inseguridad en las calles, alimentado por el paro acuciante y la falta de futuro. Ya comentamos en Los Cabecicubos otro fenóneno muy relacionado como era el del atraco a las sucursales bancarias.

El rodaje con extras y exteriores tiene que ser cuidadoso con que no existan anacronismos y aquí se produce uno de los cambios en la edición de los noventa es que aparece por primera vez un personaje hablando en catalán cuando en la primera edición lo hacía en castellano. Un payés al que Superlópez le retira la lluvia. Es el primer indicio de la deriva identitaria que haría que la obra de JAN tomara unos tintes extrañamente cercanos al nacionalismo. Todo lo escrito anteriormente en estas dos entradas demuestran que la concepción de Barcelona y de Cataluña que presenta JAN es de una ciudad y una región perfectamente integrada en España. ¿Qué pasó con JAN para que luego, además de perder calidad en sus historias, dibujara cosas como “El Tambor del Bruc” donde se habla de “La guerra con el francés”. Hace ya muchos años escribí un boceto de este artículo para un fanzine de mi ciudad. En el texto avanzaba esta opinión y daba datos concretos. La mesa de redacción, encabezada por una persona que acabaría siendo dirigente de Podemos en mi región censuró el fragmento por completo. Parecía molestar ya hace una década el pensamiento disidente. Una cosa es el bandolerismo libertario y otra ser un españolazo, como me comentó. Hoy, por fin, puedo dar salida al texto completo. Otra escena, cuando ruedan bajo tierra, en el metro de Barcelona, sustituyen un pergamino por un “diario del mes pasado que además es de derechas” y acusan a Ibañez (ya había habido un guiño a su compañero Vázquez en la primera viñeta de la aventura, poniéndole su nombre al barco del que vuelve de sus vacaciones”) de ser muy caro. Ibáñez había sido el causante del a quiebra de Bruguera al marcharse de la editorial con la principal fuente de ingresos, las aventuras de Mortadelo y Filemón.

Al centro de la Tierra (primera edición de 1987): La última gran historia de JAN para Superlópez. No es su obra cumbre, no es una narrativa rompedora, en realidad no es más que una revisión de una novela de Julio Verne que ha visto cientos de versiones y adaptaciones. Pero tiene algo. Como todo lo que escribía y dibujaba JAN en aquella época. La historia se publica por primera vez en el año 1987, primero serializado en los diez primeros números de la cabecera semanal propia que Superlópez había recibido aquel año y después como álbum recopilatorio en la colección Olé. Han pasado dos años desde La gran superproducción pero el salto temporal para el protagonista es menor: el primer retazo de realidad nos llega con el cierre de la oficina —que en la anterior entrega se había convertido en productora de cine— y que no deja de ser el reflejo de la situación que la editorial Bruguera y sus trabajadores sufría por aquellos tiempos. En 1986 el gigante de la edición española, un referente en la historia de los tebeos de nuestro país —Mortadelo y Filemón, Zipi y Zape, el Botones Sacarino, etc… —había tenido que suspender pagos tras el abandono de Francisco Ibáñez, principal fuente de ingresos a través de las aventuras de Mortadelo y Filemón. Tras la compra por parte del Grupo Zeta y la conversión en Ediciones B, la aventura Al centro de la Tierra refleja en las primeras viñetas la desesperación de los trabajadores, que se encuentran en la calle prácticamente de un día para otro. El mismo “Ipáñez” hace un cameo con un portafolio preguntando a sus compañeros si lo ven capaz de probar en la editora “Truguera”. Un ejercicio de metaficción que uno no sabe muy bien si es broma, súplica o ira.

Juan, Jaime y Luisa se encuentran sin rumbo y sin futuro y es entonces cuando Jaime —cuya relación con Juan mejora de manera cualitativa a lo largo de la historia, en una curiosa transformación del personaje—, les habla directamente de la posibilidad de conseguir diamantes viajando al centro de la tierra. En este caso no es una referencia velada ni nada por el estilo, directamente nombra la novela de Julio Verne. Jaime defiende que la historia del profesor Lidenbrock, su sobrino Axel y un guía llamado Hans fue cierta y que el nombre completo de Jaime es Jaime González Lindenbrock. Julio Verne escuchó la historia de su bisabuelo —omitiendo la existencia de enormes y valiosísimas piedras preciosas en lo más profundo del subsuelo terráqueo— y la serializó convirtiéndola en un éxito en su época. Un éxito literario que ha llegado hasta el presente: tres adaptaciones al cine (1956, 1976 y 2008) y, mi favorita, la adaptación que Juan José Plans hizo para su programa “Historias”, radionovela emitida los domingos por la noche en RNE y que con tanto acierto adaptó, entre otras, obras como Carmilla de Joseph Sheridan Le Fanu o La madriguera del gusano blanco de Bram Stoker y mi favorita, Narración de Arthur Gordon Pym de Edgard Allan Poe (existen en distintas plataformas de almacenaje de audio las narraciones completas, por favor, búsquenlas y disfruten).

La historia vuelve a incidir en la “Teoría de la Tierra Hueca”, que ha aparecido en los tebeos clásicos de los sesenta y setenta de Marvel —por ejemplo en la serie de los Cuatro Fantásticos—o, más recientemente, en el Universo Cinematográfico Expandido del llamado MonsterVerse, que comienza en 2014 con Godzilla y vio su cuarta entrega este mismo año con Kong vs Godzilla (con Rodan, Mothra y King Ghidorah, todos los Kaijus de la Toho, incluyendo un amago de Mechagodzilla para el éxtasis de Guillermo del Toro).

Pero volvamos a Superlópez. La expedición comienza en Alemania con la incorporación al elenco de unos villanos gemelos, un homenaje a los Dupont et Dupond (Hernández & Fernández) de Tintín.

«En aquella época en el país germano el personaje tenía mucho éxito en su adaptación Super-Meier: ver entre las revistas infantiles y juveniles de los kioskos de Salou a finales de los ochenta las portadas con ilustraciones de Superlópez en alemán al lado de los semanarios dedicados a Mickey Mouse o los tebeos de Spirou y Les Schtroumpf —es decir, los Pitufos—».

La aventura continúa hasta llegar a los pies del volcán Sneffels, un glaciar apagado que se cita en la novela original de Julio Verne. El sueño y el cansancio, el día eterno por el sol perenne de junio y julio en esas latitutes… JAN se deleita con un desarrollo gráfico y estético que permite la ensoñación y que, en aquellos años cuando todavía falta mucho para los programas Erasmus y los vuelos Low-Cost, permitían viajar con la imaginación a los jóvenes lectores de aquellas aventuras. Minas de carbón, agua hirviendo, galerías laberínticas y la aparición por todas las esquinas de los míticos Petisos Carambanales (una especie de minúsculos Lemmings) que JAN idea después de la lectura de uno de los libros de la colección Otros mundos de la que habíamos hablado antes, El retorno de los brujos de Louis Pauwels y Jacques Bergier —muy en la onda de la teoría de los “Antiguos astronautas” que había desarrollado JAN en el álbum de la “Caja de Pandora”—, este libro y esta colección fueron recuperados por el locutor Iker Jiménez en las primeras temporadas de su “Milenio 3” en la radio o el mítico Juan Antonio Cebrián, «La Rosa de los vientos».

Una vez que la comida se termina Superlópez se cansa de seguir el juego y vuelve a la superficie, acaba en Barcelona, compra cincuenta kilos de hamburguesas en un restaurante de comida rápida y recibe la llamada del jefe… ha conseguido salvar la empresa y le pide que los localice. Cuando Superlópez regresa al lugar bajo tierra donde había dejado a sus compañeros de aventura están ya muy cerca de “El mar de Lindenbrock”, uno de los elementos icónicos de la literatura fantástica mundial, una extensión de agua a cientos de metros de profundidad, rodeada de setas gigantes —un detalle muy interesante es que, al imaginarse presentando el hongo mastodóntico al mundo, utilizan la portada del Periódico de Cataluña, nada de un diario inventado, ahora JAN escribía para el grupo Zeta y se notaba en esos pequeños detalles—. Además de las setas gigantes encuentran los esqueletos de unos cuantos dinosaurios y al momento hacen su aparición los restos jurásicos vivos que estábamos esperando desde el principio. El lugar donde el tiempo se detuvo: cruzan el mar y en la otra orilla encuentran Mamuts y hombres primitivos ciclópeos… desarbolados por las circunstancias huyen despavoridos, sin diamantes ni piedras preciosas, saliendo a la superficie en un guiño final a través de una de las fumarolas de un volcán en erupción que los escupe hasta la isla de Estrómboli, como en la novela de Verne. Y como los protagonistas de aquella historia, nadie los va a creer.

Esta sería la última gran obra de Superlópez según la humilde opinión del que aquí firma. Espero que hayan disfrutado tanto leyendo como yo escribiendo e investigando. Vuelvo a dar las gracias a todos los que aparecían en la primera entrega por sus fotos, su ánimo, sus revisiones, su publicidad…

Añado algunos libros de los que he extraído fotografías y recortes para elaborar las entradas.

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