Superlópez, sus primeras aventuras (Parte I)

Superlópez de JAN, el personaje, las aventuras… las primeras historias, desde el final de la dictadura de Franco hasta el final de la década de los ochenta. Los años que cambiaron España. Los años que cambiaron Barcelona. La ciudad que fue. JAN es un Alan Moore de la Barceloneta, una esponja de la explosión pop que alimentará a la cultura de masas en la España de la Transición. No encontrarás movida madrileña ni performances del Sol Ocaña o los excesos festivos de Nazario. Nada del Víbora de Onliyú o la Banda Trapera del Río. El primer Superlópez de JAN bebe de Jack Kirby, de las teorías de Erich von Däniken, de las sesiones salvajes del cine de Exploitation, de Jiménez del Oso, Quini y Julio Iglesias, de los nombres trucados en las traducciones de Astérix, del primer Steven Spielberg con sabor a pa amb tomàquet y las desventuras de un país desbocado, con los ojos abiertos, buscando el camino en todas las direcciones. Por eso hoy en Motel Margot damos la bienvenida a JAN, al primer JAN, y a las historias con las que muchos de nosotros crecimos, historias que despertaron nuestro apetito por creadores, mitos, estéticas. Prepárense. De Barcelona al mundo, pasando por El Masnou, claro.

El origen de Superlópez y otras historias: las primeras historias de Superlópez son longitud menor a los grandes clásicos de la década. En realidad existen otras historias, cortas y no canónicas, que se utilizaban como relleno en el semanario Mortadelo de la época, pero su interés tanto estético como narrativo es inexistente. Los ocho capítulos que comienzan con El origen de Superlópez y terminan con El día del robot, son esbozos de lo que vendría después: definen el personaje como un heterónimo de Supermán, desde su origen en el planeta “Chitón” —donde demuestra su torpeza como un cómico bebé calvo y con bigote— pero sin el desgraciado final para su raza elaborado por el héroe creado por Jerry Siegel.

Superlópez en sus primeras aventuras solo es un personaje más de Bruguera, en las mismas situaciones de miseria social pero con superpoderes—que no le ayudan demasiado a superarlas—, acabando en una oscura oficina que le servirá de tapadera a su identidad civil a lo largo de las siguientes entregas.

En Contra la luz luminosa hace su aparición por primera vez Jaime González, su “Jimmy Olsen” patrio, que, al contrario que el personaje de las historietas de Supermán, dedicará su tiempo a sabotear la trayectoria profesional de Juan López.

Esa idea de un compañero envidioso y chivato encaja con la idiosincrasia de la “Leyenda negra” social española y que será permanente en todo lo que se refiere a la descripción del entorno laboral: un jefe despótico e inseguro, el presentismo en el puesto de trabajo, dedicando el tiempo la mayor parte de las veces a realizar pajaritas de papel y una burocracia perenne que parece ser el único fin productivo de las horas tras la mesa de la oficina.

El villano de la historia Luz luminosa es un sosías de personajes secundarios de las grandes editoriales de superhéroes de la época, como el “Doctor Luz”, un poco conocido malvado enemigo de la Liga de la Justicia —si buscan en la red verán que incluso comparten parte del diseño en el traje—, o “Láser viviente” de Marvel, otro villano de segunda creado por Stan Lee como antagonista de Los Vengadores. En esta historia hay una ruptura de la cuarta pared con un chaval que está leyendo el tebeo y se aburre por la falta de acción, un elemento narrativo que supone una pincelada rompedora por parte de JAN. Chiclón Ataca es un remedo de la presencia en la televisión de Mazinger Z y las historias sobre grandes robots controlados por humanos. La diferencia es que este está hecho con… chicle. La crítica social de JAN viene por la causa que lleva al villano de turno a construir a Chiclón, el ruido de la cada vez más populosa ciudad de Barcelona. En esta historia Superlópez construye su “Villa Soledad”, que no es otra cosa que la “Fortaleza de la soledad” de Supermán, además ambas están edificadas en el mismo lugar: una solitaria zona del Ártico.

La galería de personajes sacados de los tebeos de Marvel y DC y adaptados a la continuidad de Superlópez continua con ¡Contra el gladiador galáctico! donde encontramos una amalgama de poderes y diseños entre los que podemos distinguir El detective marciano, Brainiac o incluso un Darkseid venido a menos de DC, Gladiador de Marvel —aquí directamente toma el nombre del guerrero de la Guardia Imperial Shi´Ar creado por Chris Claremont y John Byrne para la mítica saga de Fénix Oscura de la Patrulla-X— y otros personajes como el casco de Ronan el Acusador, el aspecto verde de los Skrulls o Drax el Destructor marvelitas. Muchos de estos personajes han alcanzado una cierta popularidad por su aparición en películas y series los últimos años, pero en aquellos tiempos no dejaban de ser secundarios poco conocidos. Lo más seguro es que la idea de otro extraterrestre, esta vez malvado y con el deseo de enfrentarse a Supermán lo tomara JAN del General Zod que aparecía en Supermán 2 interpretado por Terence Stamp (la película se estrenó el mismo año de aparición de la historia y el General Zod había tenido una breve aparición en la primera parte de la saga protagonizada por Christopher Reeve en 1978). Lo más importante para el canon de Superlópez es la primera aparición de Luisa, la que será interés amoroso del personaje, con la que mantendrá un relación parecida a un noviazgo en su personalidad civil mientras que será repudiado por el remedo de “Lois Laine” cuando se ponga el traje de superhéroe. Aquí encontramos una diferencia en el tratamiento de los personajes respecto a la historia clásica de Supermán. Luisa es un personaje complejo en el que JAN vuelca distintos elementos de la mujer española de la época: por un lado es una persona independiente, con su propio trabajo y por otro, la presenta en otras ocasiones como un personaje histérico, egoísta y que, en el fondo, solo quiere casarse y dedicarse a su hogar. Es decir, JAN quiere ser rompedor, pero sin pasarse. En Guerra en la dimensión oscura seguimos avanzando en los distintos elementos del folklore superheroico, en este caso, la magia.

«La crítica social está dirigida hacia la especulación inmobiliaria: un constructor sin escrúpulos derriba un castillo milenario provocando que una bruja atrapada sea liberada en el presente.»

No hay que buscar referentes o guiños en esta ocasión, la bruja se llama Morgana como el personaje artúrico o Morgana Le Fay, un personaje clásico de la Marvel, que incluso se ha visto como secundario en la serie Runaways interpretada por una espectacular Elizabeth Hurley. La dimensión oscura donde se encontraba atrapada la bruja nos remite a clásicos de la historieta como La zona negativa de Marvel o “La zona fantasma” de DC, aunque por la presencia demoníaca casi nos lleva al Limbo donde Illyana Rasputin se convertía en Magik bajo la mirada de Belasco, pero la cronología no coincide —y los conocimientos de JAN de la idiosincrasia marvelita no son tan profundos—.

La increíble Maza tiene un mensaje ecologista, la polución —uno de los elementos que se repetirá en la obra de JAN de manera cíclica como causante de los males de la sociedad— provoca la conversión de un hombre normal en una Maza, un Hulk con la piel rosada.

No hay que olvidar que durante muchos años en España al personaje de Hulk se lo conoció en las cabeceras de los tebeos como “La Masa”—en realidad muchos de nosotros nos seguimos refiriendo a él así—, así como en la exitosa serie protagonizada por Lou Ferrigno y Bill Bixby que se emitía durante aquellos años. La serie que carecía de continuidad entre episodios y copiaba el esquema de otras como Kung-fu de David Carradine o El fugitivo con el mítico Richard Kimble, es decir, un personaje llega a un lugar —un pueblo aislado, normalmente—, donde alguien —una banda o un cacique— está sometiendo a la inocente gente del lugar y el héroe, utilizando sus poderes, ayuda a liberarlos del yugo del malvado de turno antes de huir por poco de sus perseguidores.

Eran otros tiempos y solo había dos canales de televisión y por el UHF no programaban muchas cosas de interés. Poco más se puede sacar de La pesadilla atómica , con una estructura calcada a las películas de Godzilla y la crítica habitual de la época hacia la energía nuclear —duele pensar a cuánto pagaríamos hoy la luz si no hubiera habido semejante campaña en aquellos años contra una energía que se ha demostrado segura y barata— o del Día del robot, que vuelve a mirar de reojo a Mazinger Z y que, como veremos más adelante, en realidad era una historia de relleno que se editó primero en el mercado alemán donde Superlópez estaba teniendo un éxito inusitado.

El Supergrupo y ¡Todos contra uno, uno contra todos!: Resulta curioso que tras esas historietas cortas la primera —las dos primeras en realidad— que desarrolla con más profundidad al personaje sean en las que hace su aparición El supergrupo. Dotar al universo de Superlópez de más personajes con poderes y someterlo a una dinámica parecida a la de series como Los vengadores o La Liga de la Justicia, funciona solo a medias, puesto que los compañeros de Superlópez acaban resultando demasiado planos y todo es un batiburrillo de peleas entre ellos y esquemas repetidos —enfrentamiento con dobles malvados, lucha de egos, etc… —para cualquier lector generalista de superhéroes. No hay que tener un saber enciclopédico para ver que JAN se inspira en el Capitán América para hacer el Capitán Hispania —en aquella época JAN no había comenzado sus veleidades con el nacionalismo catalán que harían que la calidad de su obra disminuyera hasta lo residual de su obra en la actualidad—, “El bruto” es “La Cosa” de los Cuatro Fantásticos, La Chica Increíble es una mezcla entre “La chica maravillosa” sin poderes telepáticos y una agente de S.H.I.E.L.D que utiliza laca y rulos como armas —aquí hoy tendría problemas entre el público políticamente correcto—, Latas recuerda a Iron Man pero con la diferencia de que es un robot en vez de una persona con una armadura —y hace las veces de un Jarvis servicial muy al estilo de la revisión realizada en el UCM, JAN un visionario, una vez más— y, por supuesto, El Mago que , incluso en el aspecto, es un calco al Doctor Extraño. Resulta curioso que JAN elija a cinco personajes copiados de Marvel para acompañar a uno de DC.

El segundo tomo, ¡Todos contra uno, uno contra todos! presenta al antagonista del Supergrupo, que de nuevo es una mezcla entre Lex Luthor y el Doctor Muerte, un Mad Doctor al que con tanta frecuencia acudirá JAN para buscar el modelo del malvado.

«Lo mejor de estas historias es la aparición de los demonios ludópatas y las timbas de póker que organizan o el banco para superhéroes que permite cameos de Spiderman, Cíclope, Thor o Hawkman y, si uno se fija con cuidado, en una viñeta, pasa The Phantom o “El hombre enmascarado” como se conocía en España y que contaba con una larga tradición de edición de sus aventuras en los kioskos españoles al lado del Capitán Trueno o Roberto Alcázar y Pedrín.»

Superlópez acabará abandonando la formación y, permítanme la broma, volando en solitario. Pero el Supergrupo no ha dicho su última palabra e incluso tendrá una breve aparición en uno de los álbumes posteriores y, cuando la decadencia de la serie es más qué evidente, volverán a protagonizar una historia completa. 

Los alienígenas (primera edición de 1980): Después de los álbumes sobre los orígenes y primeras aventuras, además de la aparición del Supergrupo, JAN presenta la primera aventura en solitario de Superlópez: Los alienígenas, una de las mejores narraciones visuales del personaje y pilar fundamental de mitología del héroe español por antonomasia. En 1980, año de la primera edición, ya se había estrenado Encuentros en la tercera fase de Steven Spielberg y Alien, el octavo pasajero, de Ridley Scott. Los extraterrestres y la posibilidad de una invasión estaba muy presente dentro del imaginario colectivo y dejaría sembrada la década para éxitos como ET o series como la mítica V.

En España veníamos de los avistamientos en distintos cielos canarios en 1976, el conocido incidente en la base militar de Talavera la Real —donde dos soldados afirmaron haber visto un extraterrestre en el interior del recinto— y, sobre todo, el denominado Caso Manises del 11 de noviembre de 1979, cuando un avión comercial tuvo que realizar un aterrizaje de emergencia en el aeropuerto de la localidad valenciana al ser hostigado por un objeto volante no identificado. España estaba en alerta roja ante este tipo de avistamientos y predispuesta a creer en la visita de seres de otros mundos.

Y JAN, como siempre, tomó el pulso de la calle para realizar una obra magistral. Los alienígenas en su forma real tienen una pinta que mezcla lo pastoso de los Primigenios de Lovecraft con la masa informe de la película de 1958 “The blob” protagonizada por Steve McQueen y que había tenido una secuela humorística a comienzos de los 70. Una especie de masa informe que los aficionados de la Marvel veríamos años después reflejado el delirante personaje Mojo, presentado en los ochenta dentro del universo mutante surgido de la mente de Chris Claremont. La capacidad como cambiaformas de los invasores los emparenta con otro clásico cinematográfico, La Invasión de los Ultracuerpos, que había conocido un remake del original de 1956 en el año 1978 con un trío protagonista de categoría, Donal Sutherland (inolvidable la escena final del grito sordo), Leonard Nimoy —el inolvidable Spock original de la serie Star Trek— y un jovencísimo Jeff Gollum —que acabaría mutando a la mosca humana antes de pelear con dinosaurios clonados genéticamente en los noventa—.

Los alienígenas utilizan el tono monótono de voz, aséptico y carente de sentimientos que se le supone a los llegados de planetas lejanos y su capacidad de cambiar de aspecto, incluyendo objetos inanimados o personajes de la historia, serán la base de todo el desarrollo de la narrativa. Una vez producido el primer contacto descubrimos que la intención de una parte estos visitantes es conquistar el planeta y para ello utilizan rayos convertidores en cubos —otra obsesión que se repite en la obra de JAN, como las pajaritas—, y cómo el plan está basado en una infiltración desde los bajos fondos hasta el Estado Mayor del Ejército. Aparece por primera vez el general Sintacha, que repetirá como recurrente en entregas posteriores y se produce la primera destrucción de la oficina donde trabaja Juan López. El juego de la locura, con un psiquiátrico lleno de enfermos con trastornos de personalidad son un reflejo realista de lo que sucedería en una sociedad en la que se descubriera la existencia de superhombres (y que en estos últimos años se ha visto en el tebeo independiente y sus adaptaciones televisivas, desde Watchmen hasta Jupiter´s Legacy, pasando por The Boys). No hay una mayor profundidad en el relato ni en el estudio sociológico porque, no olvidemos, este es un tebeo de humor dirigido a un público juvenil.

«El uso de las páginas de la prensa escrita es un recurso humorístico de primer nivel que no vuelve a ser utilizado por JAN en otras aventuras pero que lo emparenta con la ola británica, pronto conquistaría Estados Unidos en aquellos años, sobre todo el uso del texto escrito u otros formatos como Alan Moore —que comenzaba a realizar sus primeros trabajos para la revista 2000 AD—. En el uso de la prensa escrita, la página de un periódico como viñeta, permite reflejar la paranoia de la sociedad surgiendo en paralelo a las revelaciones sobre los alienígenas o los superhombres».

El final de la historia, con el intento de conseguir avances tecnológicos extraterrestres para el beneficio del país, y el descubrimiento de que la forma de propulsión de las naves espaciales es utilizando carbón, papel y atizador es uno de los logros más exquisitos surgidos de la pluma de JAN.

El señor de los chupetes (primera edición de 1981): Estamos en el comienzo de la década. La primera edición de El señor de los chupetes aparece serializada por entregas desde el número 96 al 103 del semanario Mortadelo Especial de la Editorial Bruguera. Es, evidentemente, una adaptación libre de la novela de J.R.R Tolkien (hay que recordar que unos pocos años antes, en 1978, se había realizado la primera adaptación, en dibujos animados, de la obra de Tolkien. Un proyecto que acabó en despropósito al solo rodarse las partes correspondientes a La comunidad del anillo y gran parte de Las dos torres, dejando inconclusa la historia falta de una secuela de animación que no llegó a realizarse. La editorial Toutain, la cabecera de revistas como Zona 84, realizó una adaptación al tebeo de la obra con el ilustrador español Luis Bermejo a comienzos de los ochenta, así que la obra de Tolkien había cogido mucha fuerza aquellos años.), en la que los anillos se sustituyen por chupetes, quedando el poso de la adicción al poder que emanan los objetos presente en la narrativa.

El siniestro personaje que le muestra el poder de invisibilidad del chupete único cuenta Superlópez la historia de la génesis de los seis chupetes, creados en el albor de los tiempos por “Tchupón El Siniestro”, que deseaba dominar a la raza humana a través de sus lugartenientes, los corruptos Chupópteros Negros. En la historia se mezcla elementos del original de Tolkien con elementos de los Mitos de Lovecraft y guiños a las creaciones de Clark Ashton Smith y los continentes perdidos de Hiperbórea o Zothique. Un buen lector de los tebeos de Marvel podría encontrar alguna similitud con la Corona Serpiente del Dios Seth.

La idea de que los chupetes son la causa de los vicios de la sociedad española de la época (empezando por moderse las uñas y terminando por el alcohol, el bingo y las máquinas de millón) resulta cuanto menos de una cierta inocencia, teniendo en cuenta el fantasma de la heroína que se cernía con hambre atrasada sobre la juventud de los ochenta. El guión tiene algunos agujeros narrativos —no hay una razón clara por la que Superlópez tome la decisión de buscar a los chupópteros negros—, pero hay escenas de un impacto visual notable: en la búsqueda del primer chupete Superlópez termina atrapado en un vagón de metro que le lleva hasta lo más profundo de la ciudad sumergida, en una red de líneas y paradas fantasmas —elemento este del que hablamos en una de las anteriores entregas del Motel Margot, por ejemplo en la película The Midnight Meat Train, basada en un relato corto de Clive Barker y en la que los extraños seres que aparecen cuando el metro se detiene al final del camino recuerdan a los animales antropomórficos que el primer Chupóptero negro utiliza como secuaces—.

«Por cierto, ese primer Chupóptero negro tiene un negocio clandestino de fabricación de máquinas de millón, visto desde la perspectiva del S. XXI no deja de resultar entrañable, pensar en un pinball como elemento corruptor de la sociedad».

El segundo chupete lleva a Superlópez a la selva amazónica, donde los indígenas fuman una especie de hojas de coca unidas a los chupetes y el segundo Chupadelbote (cuánto le debemos a las traducciones de Astérix… ) utiliza avanzados autómatas robóticos en restos de construcciones de aspecto incaico. El segundo chupete negro utiliza el chicle como elemento de control social. El tercer chupete se encuentra bajo el mar. El océano Atlántico oculta la base submarina del Chupóptero Chupardina, remitiendo al mito de la Altántida y Lemuria. Hay un guiño a Pinocho montado con Geppeto en una barcaza, siendo devorados por una ballena mecánica que resulta entrañable. El tercer chupete organiza una reunión con los otros tres chupópteros superviviente a la cacería emprendida por Superlópez, como si de familias mafiosas se tratara. Es más, las discusiones alrededor de la mesa, la desconfianza de los unos con los otros, recuerdan a las películas de gánsteres donde cada familia intenta conseguir alianzas aunque desconfíen los unos de los otros. JAN no perdía ocasión para echar mano de elementos ya clásicos de la cultura popular, mezclándolos sin vergüenza y utilizando todo el imaginario colectivo referido al cine, las historias populares o las novelas baratas. Alta y baja cultura se mezclan en un cócktail delicioso.

Las maquinaciones del malvado en la sombra hacen imposible la tregua y estalla una batalla campal bajo el mar y mientras los tres restantes chupópteros (Chupetán, Chupetón y Chupetín) escapan, seis bombas de hidrógeno arrasan con el fondo marino. La onda expansiva depositará —si se puede utilizar esa expresión—, a Superlópez en el Desierto del Sáhara. En esta ocasión Superlópez lidiara con un ejército de beduinos tecnificados más cercanos al género steampunk o de la cacharrería de Mad Max que sofisticados enjambres de leales soldados. El monstruo mayor que protege al cuarto chupete es un mecamonstruo de forma arácnida que es una delicia de diseño. Como es habitual en la narrativa de la serie, la base termina destruyéndose y el siniestro personaje que ha desencadenado todo se lleva el enésimo chupete negro —a esas alturas uno ya empieza a sospechar que Superlópez no es más que una marioneta—, terminando nuestro héroe en la cima del Everest. Chupechán, un espigado chupóptero con problemas de reumatismo, se presenta como un personaje débil y cuando el último de sus aliados se niega a proteger a él y a los suyos, se produce una traición entre sus seguidores, que lo torturan bajo el cizañero influjo de Tchupón, que por fin se arranca su barba a lo Freak Brothers y, con cinco de los seis chupetes en su poder, cree tener la victoria casi en sus manos. El tratamiento estético de esta quinta base está inspirada en los retirados monasterios budistas y cada uno de los detalles de la decoración resulta de una elaboración minuciosa.

«JAN consigue en esta, como lo hará más tarde en “La caja de pandora”, una estética que bebe del Jack Kirby de los Eternos o de los Nuevos Dioses con un punto castizo que lo hace todavía más interesante. El sexto chupete está en la Luna. No podía ser de otra manera».

Si acabamos de nombrar a Jack Kirby, de nuevo cualquier aficionado a los tebeos de los Cuatro Fantásticos, la etapa clásica de Stan Lee y Jack Kirby, podría asociar el movimiento desde las cordilleras del Himalaya hasta el Área Azul de la Luna de Attilan, la capital y refugio de los Inhumanos, una de las contribuciones más importantes del tándem Lee/Kirby a la mitología marvelita (y que incluso tuvieron hace unos pocos años un fallido intento de serie de televisión integrada dentro de lo que se conoce como UCM, Universo Cinematográfico de Marvel). Pero volvamos a la historia de los chupetes, que se acerca el final. La base lunar, aparentemente impenetrable, es abordada por el malvado de la historia a través de la introducción de polvos pica—pica en el sistema de aire de la misma. El sostén vital se ve amenazado y todos los que no están protegidos o utilizan equipos de respiración autónomos se ven sometidos por ataques de estornudos compulsivos. Como he comentado antes, hay un elemento de picaresca, de Zipi Zape, de broma física de España del TBO setentero que dota de todavía más interés a la historia, dándole, incluso, un cierto tono enternecedor. El final, el último capítulo, nos deja Superlópez aislado en la Luna, viajando a la Tierra con el primero de los chupetes y el quinto de los negros, mientras el malo de la historia amenaza, como todo buen malo de historieta, con una bomba que se llevará por delante todo el centro de Barcelona. El final, por cierto, es un Deux Ex Machina de manual, con Superlópez homenajeando los cánticos rituales que atraían a aquellos que estaban más allá de las realidades —Etev La Ooreuk no me digan que no parece un hechizo para abrir la puerta de algún primo segundo de Cthulhu—. Al parecer a JAN se le acabaron las idea o le apretaron con los plazos. Bruguera era así. Pero quedaba todavía mucha década y mucho Superlópez por delante.

La semana más larga (primera edición de 1981): ¿La entrega más experimental de la historia de Superlópez? En “La semana más larga” aparece por primera vez el Doctor Escariano Avieso —qué maravilloso dominio del idioma y esos juegos de palabras nominales que tanto nos hacían disfrutar a los lectores de Astérix y Obélix—, que encarna al científico malvado de la historia. Una mente criminal con un plan sin fisuras, armado de su Emisor del Rayo Escariante —no hay que darle demasiadas vueltas a la nomenclatura—, dispuesto a hacerse rico atracando bancos. En su personalidad civil, Juan López está agotado, destrozado por la vida, siempre falto de sueño. Su vida es una sucesión de despropósitos. Lo único que parece funcionar es su aventura amorosa con Luisa, compañera de oficina. En un guiño a la entrega anterior, el primer acto del arco argumental comienza con la pareja yendo al cine a ver El señor de los chupetes y haciendo desaparecer al anciano que les precede en la fila por obra del arma destructora del Mad Doctor. La aparición del álter ego Superlópez con intención de descubrir quién ha sido el responsable se convierte en el punto de inflexión del primer día y marcará el tono oscuro de la misma: las personas que han sido testigos de lo sucedido sospechan de Superlópez y de sus poderes.

«Esta idea, el héroe que pierde la confianza del pueblo y su búsqueda de redención, era ya un clásico de los tebeos de las grandes editoriales, DC y Marvel, unas veces provocado por un enemigo más inteligente que volvía a la opinión pública en contra del héroe u otras veces por la aparición de un antihéroe, el reverso malvado y oscuro.»

Cansado de las sospechas infundadas Juan/Superlópez vuelve a su piso y trata de dormir, pero una mosca se lo impide. Esa va a ser una de las constantes de la historia: la paranoia aumenta por la falta de sueño. El martes el personaje, derrotado, rompe la cuarta pared y no está dispuesto a comenzar una aventura.

Aparece por primera vez el inspector Holmez, una mezcla de Clouseau y Bogart que será un personaje recurrente en la obra de JAN. Aficionado a los cacahuetes descubre al culpable casi por casualidad pero su poca pericia hace que lo considere una pista falsa. Un maravilloso jeque árabe, al modo de los Adnan Khashoggi que por aquellos años frecuentaban Marbella y alrededores, es el que sufre el siguiente “agujero” de la máquina. Avieso aprovecha para sembrar cizaña entre la gente que está cada vez más convencida de que el responsable de todo es Superlópez. Acaba siendo detenido y sometido a un interrogatorio que acaba convertido en un callejón sin salida. La noche del miércoles es la señalada por Avieso para realizar su plan: llegar hasta la oficina de un banco y atravesar con su invento la caja fuerte, pero en un despropósito cómico termina agujereando el edificio donde vive Juan/Superlópez. En la oficina las cosas no van demasiado bien para Juan, además, de manera accidental, el siguiente agujero atraviesa las paredes de su lugar de trabajo. Es el momento en el que por primera vez alguien, en este caso el envidioso Jaime asegura haber descubierto el secreto: Juan López es, en realidad, Superlópez. Casi parece un guiño burlón a las simples gafas con las que Clark Kent ha ocultado que es Supermán desde su creación a finales de los treinta. Se repite el interrogatorio, esta vez es Juan López el que lo sufre. Y cuando vuelve a casa la mosca no le deja dormir.

El jueves por la noche, Avieso, en su nueva guarida, recorre Barcelona dejándola sembrada de agujeros. Faltan paredes por todo el Paralelo y al despertarse, los vecinos de los inmuebles caen en los colmados de los bajos de los edificios. En unas viñetas magistrales, un reventado Juan López, lleno de chichones, escucha la voz de la calle, en la que crece el odio hacia el héroe.

«En la oficina todos creen que es Superlópez y cuando el jefe le encarga una montaña de trabajo para que la realice a toda velocidad comienzan las protestas del resto de los oficinistas que además terminan en un enfrentamiento entre sindicatos (SNPG vs CZNMT) y una parodia de la izquierda pleistocénica que se debate entre “asambleas que estudian coyunturas” y “Votaciones para constituir una comisión”. Han pasado tres décadas y el lenguaje vacío continúa».

Otro guiño a la realidad de la sociedad española de la época es cuando el inspector Holmez acude a buscar los prometidos cacahuetes a una gran industria alimentaria y se descubre que los están produciendo con “cloreopotaraska y patastrato”, inexistentes aditivos pero que demuestran el componente visionario de JAN. En la noche del viernes entra en acción unos verdaderos profesionales del crimen, la “Banda de la Rata”, sosías de Al Capone que descubren el potencial del invento de Avieso. Superlópez es apedreado cuando intenta investigar los agujeros que devoran Barcelona, incluyendo una manifestación en su contra. La aparición de los miembros del Supergrupo es otro guiño a los orígenes del héroe y su respuestas miserable un clásico de la obra de JAN. Sigue sin dormir y ha llegado el sábado. Después de que un vecino consiga echar a la mosca Juan acude a la oficina —se trabajaba los sábados y era día de pago— y la “Banda de la Rata” intenta dar el primer golpe con la tecnología a su alcance.

De nuevo el humor físico y situacional hace su aparición y ya solo queda el momento final de la historia: el domingo, con el derbi “Partelona-Fespaña”, con los “Telenio Ternera” o “Chinchets”, “Trini” y “Chinchets” o “Tertola”. Esta noche Juan no duerme pensando en el partido y el domingo, el último día de la semana, termina en el “Meu Camp”. El plan de los criminales es magnífico, abren una entrada paralela y la aparición del icónico (y jovencísimo) José Luis Nuñez deja al mítico presidente del Barcelona inmortalizado para siempre. El señor “Moñez” cuando ve su estadio lleno y la recaudación perdida comienza a llorar —otro rasgo inolvidable del presidente del Barcelona—. El árbitro cegato, el portero despistado, el público desatado, y Superlópez al tratar de solucionar el entuerto acaba estallando y ocultándose en su propia “Fortaleza de la soledad”. El lunes siguiente comienza con un falso despertar, agónico y paranoico. Pero ahí acaba la parte oscura de la historia. A partir de ese instante un pícaro López resuelve el misterio, contenta a su jefe, difumina las sospechas sobre las verdaderas motivaciones del héroe y consigue, por fin, dormir.

La próxima semana seguiremos con la segunda parte de las primeras aventuras de Superlópez.

Gracias a Carmen Milián, Ángel Esteso, Connie Corleone, @faustoconlapiz, Luis Baile, Ulises de López, Juan Luis Saldaña y Enrique Cebrián. Sobre todo a la Librería Taj Mahal, a Juan Royo y a la Biblioteca Julio Cejador de Ateca.

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