Generaciones: Todos mis anhelos de Eva Puyó

Antes de Todos mis anhelos: en la Ciudad nunca duerme de Violadores del Verso se repite un sampleo una y otra vez, son unas notas de piano, la aguja se clava y vuelve al principio. Los Violadores del Verso son del barrio de la Jota, distrito 14, al otro lado del río Ebro.

«Si escuchas la canción «el 32 no pasa», es el número de la línea que conecta el centro de la ciudad con la margen izquierda.»

En la interminable Avenida de Cataluña, cuando el último autobús ha pasado ya, emerge la niebla que exhalan las últimas acerías de la capital y una papelera que recicla la pulpa del cartón como sabia de una ciudad efímera. Eva Puyó es una adolescente que cruza el río con el rostro encendido por el Cierzo y dos o tres cervezas.

Al comenzar el siglo Eva se relaciona con una nueva generación de escritores aragoneses que, bajo el paraguas de la editorial Xordica y la presencia incontestable del desaparecido Félix Romeo, desarrollan una labor creativa que coloca la narrativa de la región en una nueva edad de oro: Ismael Grasa, Cristina Grande, Sergio Algora o los más jóvenes Daniel Gascón y Aloma Rodríguez. Un escritor del barrio de Montemolín, en la capital aragonesa, Rodolfo Notivol publica Autos de choque en 2003: una obra de iniciación en la periferia de Zaragoza, protagonizado por un Antoine Doinel que se mezcla con el Guillermo líder de los Proscritos. Rodolfo sería el presentador del primer libro de relatos de Eva en el año 2007 en la desaparecida librería zaragozana Portadores de Sueños. El libro se llamaba Ropa tendida y tiene un éxito inmediato, un éxito que perdura en el tiempo. Sustentada sobre una experiencia emocional con la que es fácilmente sentirse identificado, la obra se infiltra en el imaginario colectivo.

“El tema de irse de casa, establecer a partir de allí una nueva relación con nuestros padres, reencontrarse con los primeros amores, encontrar tu voz, tu camino. En esa búsqueda se llega de manera paradójica al origen, a la aceptación de dónde venimos.”

Con Rodolfo Notivol comparte fotógrafa de portada, la artista Miriam Reyes, poetisa que se encargará posteriormente de su segunda novela, la monumental Vaciar los armarios que Notivol publicará casi una década después. Con Aloma Rodríguez, que edita a la vez su primer libro, París Tres, realiza una gira de presentación conjunta. Los lectores de Eva encuentran su literatura emparentada con libros y autores como La casa en Mango Street de Sandra Cisneros o Pequeñas historias de la calle Saint Nicolas, de Line. Pero, ¿Qué es “Ropa tendida”? Una heroína que recorría su vida con delicadeza y reflexión, un personaje transmutado en autor, una autora que engañó a sus lectores.

“Ropa tendida es un libro de ficción que se basa en experiencias propias, que relata el paso de la adolescencia a la edad adulta y la aceptación de dónde viene uno antes de emprender un camino propio”.

Y después del silencio. O eso dice su biografía oficial. Algunos de sus seguidores más acérrimos coleccionábamos cuentos y colaboraciones desperdigadas en revistas y libros colectivos. Eva coordina la edición de Todos los besos del mundo, la recopilación de la obra de Félix Romeo, los relatos desperdigados del autor fallecido en 2011. Pasaron nueve años. Luego diez y terminaron pasando once. Finalmente en una entrevista para un monográfico sobre Ropa tendida en la sección El cronolector de la Torre de Babel, el programa de cultura que dirige Ana Segura en Aragón Radio, Eva Puyó anunciaba que en breve entregaría el manuscrito de su segundo libro a su editor.

Todos mis anhelos (y algo más): Finalmente en 2021 y tras una pandemia, llegó Todos mis anhelos. Un libro de estructura heterogénea, un libro autobiográfico, que a veces avanza con rapidez y otras se detiene en los detalles minúsculos. La narrativa pasa de ser convencional a la enumeración casi periodística, la historia se construye a través de situaciones cotidianas y emocionantes y, aunque la muerte del padre de la autora sea el motor primero de la novela, no es el único ni el último. Saltos temporales, no es necesaria la linealidad absoluta ni la velocidad constante.

En el comienzo, la noche: el costumbrismo destilado, describir el desasosiego de los que somos hijos y descubrimos la debilidad de nuestros padres. ¿Qué fue de aquellos mitos incorruptibles que guiaron y protegieron nuestros caminos? La habilidad de encontrar la paz en La isla misteriosa de Julio Verne. Los libros que dejas en casa de tus padres, los que sobreviven al delicado equilibrio entre el expurgo completo de tu madre y los que sin tener un peso importante en tu formación vital no encuentran lugar en tu propia morada. Todo se perdona porque todo debe de ser perdonado.

La ciudad es un cementerio de sueños: Tragedia y enfermedad. Médicos. Lees en la primavera-verano de 2021 y descubres que hemos mutado como sociedad. El COVID, la idea de una hija, de sus padres, recorriendo especialistas hasta que, tras diagnósticos erráticos y contradictorios, llega la realidad. El extrañamiento.

«La chica que conducía y miraba a sus padres por el espejo retrovisor es ahora la que lleva el coche, por una circunvalación de esas que oxigenan el tráfico en las ciudades, con sus padres, en silencio, atrapados en un círculo de visitas, decepciones, hombros que se encogen. Mascotas atrapadas en la jaula de la vida.»

El ritmo del hospital: que se impregna en los huesos y en el alma pero que ahora parece una utopía en esta época en la que nadie te deja acercarte a esos lugares. Leyendo a Eva uno no puede saber si es bueno o malo que nos hayan excluido del dolor de esa manera. Ella acompaña a su padre con la disciplina del que desconoce la ciencia médica más allá de lo que las películas, el cine nos ha mostrado. Les regala un libro, muchos hijos con padres un poco más jóvenes tienen prácticamente que cortarles el internet para que dejen de buscar opiniones médicas online sobre sus tumores. Las distintas opciones que se agotan, la morfina, los cuidados paliativos. El final del capítulo con el plato preferido de su padre listo en la mesa del que Eva sabe que solo va a probar un par de bocados me recuerda tanto a la última festividad de Todos los Santos, cuando mi suegra preparó un delicioso asado de ternasco y mi suegro, un hombre de apetito voraz, apenas comió.

El principio del final: Una clase de inglés. Recibir clases, dar clases. Una canción, una preparación. Buscar una silla de ruedas que nunca será usada. Lo cotidiano es la última barrera que tenemos ante el horror de la enfermedad. La capacidad literaria de Eva Puyó atrapa la anécdota mínima: unas pastillas que pasan de mano en mano, la medicación diaria, la responsabilidad que acaba en la madre, el sonido es distinto al tintinear sobre la mesa. La situación es irreversible. El cuenco responde de manera distinta a la fuerza de la madre frente a la debilidad el progenitor.

La burocracia de la muerte: En la última noche, madre e hija interpretan una estampa lorquiana mientras esperan la muerte en el cuarto de estar. Ven la televisión. Eva se levanta cada cierto tiempo para comprobar si su padre sigue vivo. Se apaga la llama. En la mesilla hay una carpeta con un seguro que pone Santa Lucía. Dentro hay un teléfono al que llamar.

«El seguro en la carpeta, todos tendremos algún día en la mesilla de nuestros padres ese número. Quizá esté ya en el cajón. Nuestros hijos tendrán algún día el mismo seguro, el mismo número o un número distinto, da igual, en otra mesilla, en la nuestra. En la suya. La peor de todas las labores burocráticas de la sociedad contemporánea es la muerte. La burocracia de la muerte y la burocracia que llega después, todavía más trágica.»

Todos en la muerte familiar repetimos una costumbre ancestral, casi atávica. Nos iguala. Conservamos el DNI de los ausentes. ¿Qué hacer con los informes médicos de alguien que ha fallecido? Recomponerlos es como resolver un puzzle agónico que no tiene final. Conservación, tribal parte íntima, atávica necesidad de permanencia, acto instintivo de negar lo inevitable.

Hemeroteca: Todos mis anhelos es una novela poliédrica que admite múltiples lecturas y se construye sobre lenguajes literarios distintos. La enumeración biográfica a los Georges Perec o también Una vida breve de Michele Audin, un libro que reconstruye la vida de un matemático prometedor desaparecido durante la guerra de Argelia. Eva Puyó afronta las estructuras y referentes sobre los que se está construyendo una nueva literatura española, que, huyendo de la fragmentación desapasionado y la experimentación indigesta, traza el paralelismo histórico y social entre generaciones para reflexionar sobre la sociedad que nos rodea: conocer la trayectoria sentimental de su progenitor antes de conocer a su madre permite el juego de espejos con la propia vida amorosa de la autora, sus primeros novios, su actual pareja, que además es el detonante de la escritura de los relatos que acaban convirtiéndose en Ropa tendida.

Cuando Eva comenzó a escribir Ropa tendida, el primer relato fue Baldas. El cuento pasó de mano en mano, de amigo en amigo, que le animaron a seguir el hilo. Aparece como adelanto, como inédito en la revista de cultura aragonesa Rolde. La historia detrás de Baldas no es baladí. Volvemos a la ficción, a la protagonista, a las experiencias. Ciertas cuestiones de la vida real, sugerentes desde el punto de vista de la literatura. ¿Por qué inventar que el padre de la protagonista tuviera un oficio distinto al del padre de Eva, cuando era artesano del bronce? Eso sí, cuando uno lee Baldas no sabe que no es el padre, es la madre quien acompaña a la hija a comprar las estanterías. Es una de las conexiones inherentes entre vida y literatura.

Construir una relación distinta, una forma diferente de ver a tu familiar, tu hogar, a tus padres mientras los cuentos surgen de los dedos, van hasta las teclas, aceptar de dónde viene uno antes de emprender tu propio camino. La figura del padre imperfecto que lo hace más humano todavía. No hay nada más duro que asumir una mácula en la imagen de tu padre.

El padre de Eva salta de trabajo en trabajo -hay toda una novela detrás del breve apunte de cómo en un momento dado sopesa la idea de montar un puesto de perritos calientes para sacar adelante a su familia-, y el final de su vida, como portero de finca, mantenimiento y limpieza, la paz de la monotonía. La narración de Eva provoca un cierto desasosiego, como si la muerte temprana le hubiera impedido llevar una vida más formal, más recta. Las anécdotas sobre juegos, juergas, accidentes de coche en situaciones comprometidas, situaciones que pasan de ilegales a alegales, un hombre que no acaba de vivir la vida que ha elegido, esa sensación que es endémica en la sociedad occidental. Una familia que siempre vive con ciertos apuros y privaciones, una familia humilde no va de restaurantes. Una familia humilde compra vino a granel. El padre fumaba negro pero hubiera fumado cualquier cosa porque, aunque sabían que era malo, no hacían mucho caso. La familia que va picar algo al Tubo, en Zaragoza, calamares muy calientes, bocadillos del Calamar Bravo o de la Mejillonera en pleno centro de la ciudad.

La ciudad: Ropa tendida es también un canto a la ciudad, a Zaragoza. Un personaje en el que todos podemos encontrarnos, aunque los lugares donde alguna vez bailamos ya están todos cerrados, nuestra memoria se resiste a abandonarlos. El hospital Royo Villanova, las obras del tranvía (cuando Eva escribe el libro el tranvía se está construyendo pero ella recuerda que siendo niña aún tenía la imagen de los últimos restos del primer tranvía de Zaragoza), la Caja de los Hilos, el canódromo que hay junto al Río Huerva, esa arteria extraña y misteriosa que recorre como una avenida oscura y profunda la ciudad y que vuelve a aparecer en las cercanías del Parque Grande. La playa de los Ángeles un lugar de recreo a orillas del río Ebro, el barrio de la Almozara. Me encanta esa idea de las playas urbanas en las ciudades alejadas del mar, Umbral, en su Amar en Madrid, vuelve una y otra vez a ella: playas de arena falsa y frescor fluvial. El barrio de Torrero, que fue barrio de cárcel y cementerio y ahora solo es lo primero que encuentra el que se confunde al entrar en el centro comercial desde los pueblos de la provincia. La estación de trenes del Portillo, un elemento anacrónico, una parada donde nadie se detiene.

El ataúd y la placa: ataúd cerrado, una madre que elige la ropa para su marido, su propio vestido para el funeral. Elegir un ataúd. ¿Elegir un ataúd? Al parecer existen catálogos. ¿Quién los edita? ¿los revisan o corrigen? ¿Se revisan en función de los que son más demandados? Hay algo de transversal en las sociedades y en los tiempos, la sensación ambigua de estar desperdiciando una gran cantidad de dinero en algo que se consumirá, quebrado por la humedad del tiempo, por el fuego voraz…pero quién se niega a gastar lo que haga falta para que el muerte tenga lo mejor, no escatimar en nada. Otro de los momentos claves del libro, de dulzura y un punto de humor melancólico, lo encontramos en el periplo kafkiano para conseguir que la lápida del padre acabe colocada en las condiciones deseadas: bien atornillada, con el adorno adecuado… aquí el enésimo desencuentro entre la empresa, la burocracia desganada para el individuo que es un número para toda la sociedad excepto para la propia familia para la que esta situación, esa exigencia, es lo más importante. La imagen más potente llega con la autora ejerciendo de abogado del diablo, porque Eva siempre ofrece ese tono conciliador en su manera de escribir, empático incluso con el más indolente o el más desalmado. Ella, que cada día recorre desde la parada del autobús hasta su trabajo el barrio de Torrero una sucesión de negocios relacionados con la muerte y su gestión (funerarias, médicos, placas y granito). Una familia que regenta una funeraria, con su educación formal, que cada día tienen que ser emocionalmente asépticos.

Metaliteratura: conocer a Eva es disfrutar perdiéndose en un laberinto de espejos que es su obra. Descubrimos con el tiempo que Ropa tendida no era libro biográfico y que la muchacha que lo protagoniza no es la misma hija que ve morir a su padre en Todos mis anhelos. En realidad, Ropa tendida es uno de los personajes inmateriales del libro, como el Cristo de bronce o la silla de ruedas. Un libro que se suponía autobiográfico, pero que es autoficción, se convierte en secundario de una narración donde todo son experiencias de la autora.

“Mi padre no me hizo ningún comentario sobre el libro después de leerlo pero me mostró su enfado los primeros días porque creyó verse reflejado en el padre de la protagonista. Era una persona vanidosa y un tiempo después supe que se sentía orgulloso de que mi libro estuviera en la mesa de novedades de El Corte Inglés del paseo de la Independencia. Mi pareja Ismael Grasa me dice a menudo que normalmente la gente se enfada porque sale poco en un libro y no por lo contrario.”

Metaliteratura (II): universos conectados, la belleza de la conexión de Eva con su pareja, con el también escritor Ismael Grasa. Hay fragmentos que se entrecruzan en sus obras respectivas. La visita a los balnearios de aguas termales de Alhama de Aragón -muy cerca, por cierto, del Motel Margot-, aparece en Todos mis anhelos y ya había aparecido antes en Una ilusión publicado por Xordica en 2016. O con Félix Romeo y Lina Vila, la noche que el desaparecido Félix, al que luego Eva editará parte de su obra, invita a Eva e Ismael a degustar una serie de platos preparados con recetas extraídas de libros. Aquella noche la plasmará Eva en un texto precioso que aparecerá en la revista Rolde, en un monográfico dedicado a la memoria del escritor. La muerte de Félix Romeo, que sucede en fechas cercanas a la muerte de su suegro hace que Ismael aparezca como una presencia reparadora. La comparación entre las parejas vuelve a ser una especie de elemento fundamental dentro de la misma estructura de familia que es de lo que se nutre el libro. Cómo cambian las familias, cómo cambian las formas de relacionarse de los hijos con sus padres, de las hijas con sus padres, de los maridos con sus mujeres.

La nueva vida: resulta impactante que el libro crezca cuando parece que el abismo ha caído cortante como solo lo hace la muerte. Pero esa segunda parte, la pena, que si bien nunca desaparece, aminora, se reduce…es de una enternecedora esperanza. Ir al teatro, la manera en la que Eva acompaña a su madre al Teatro Principal de Zaragoza, como desliza, siempre sutil, el paralelismo entre Asunción Balaguer y su madre, su padre y Paco Rabal. Esa manera de asumir que uno no puede juzgar a sus padres, a las familias, no puede juzgar las historias según los parámetros del ahora. Pasen mil años o menos de un lustro. Del mismo modo que la madre le pasa un billete a Ismael para que pague, porque es una labor que tiene que realizar el hombre. O cuando cierra por la noche con llave al llegar a su casa, como si cuando su marido vivía le hubiera podido proteger del asalto de un ladrón o de una banda de secuestradores. El final llega casi por sorpresa, viajes al extranjero, una operación de un familiar que sirve como punto de partida para la construcción de un nuevo calendario de aniversarios -hoy, dentro de un año, hará un año desde que operaron a la tía Carmen, una operación de la que el padre de Eva no supo nada-, es una manera de reconstruir costumbres, el mecanismo que utiliza la vida para permitirnos seguir. Una boda a la que la madre acude sola y a la que dedica tiempo para arreglarse. Mirar escaparates, un año desde la boda, un año desde la operación, un año desde el viaje a Francia. La idea de que, si todo va bien, después de realizar un curso de cultura básica destinada a personas mayores, la madre de Eva escribirá su primer relato. Quizá uno dedicado a su nieta.

El final: Muchos lectores y críticos se acercarán al libro y se sentirán desbordados por la emoción sencilla que sus páginas destilan, esa mezcla de devoción y crítica, de familia que se abre y se cierra, como una de esas plantas que se graban en los documentales con cámara fija y luego se reproduce a gran velocidad. Porque la familia es eso, un ente que se cierra sobre ti para darte calor y protección, cada pétalo es un hijo, un padre, una madre, un hermano. Pero también termina por abrirse y expulsarte para que formes tu propia familia.

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