Cuando el Etna despertó, Battiato seguía así: diez canciones (más una) que lo explican todo

Si entre tus cien canciones favoritas no hay una de Franco Battiato algo estás haciendo mal. Si estás leyendo esto en el 2030 y no has bailado en una verbena de verano un tema suyo es que la pandemia ha vencido definitivamente. Battiato, después de una trayectoria previa en su Italia natal como compositor de música concreta, investigador de las posibilidades de la electrónica y el ruidismo, evoluciona hasta que en 1979 rompe con todo y se acerca a la música pop con L’era del cinghiale bianco. En 1985 Franco Battiato graba algunos de sus éxitos en español. El disco se llama Ecos de Danzas Sufí y en 1987, un año después de su éxito en España, Nómadas, que incluye la canción homónima compuesta exclusivamente para el mercado español. La Bola de Cristal, Isabel Gemio y unos años más tarde una aparición en el mítico programa La Mandrágora dirigido por el escritor Félix Romeo, uno de sus más rendidos admiradores.

Hoy en el Motel Margot abrimos una habitación para Franco Battiato, para diez de sus canciones, pero también para sus admiradores, que quieren estar cerca de él: escritores, músicos, artistas…que se dejan atrapar por la propuesta, piden una llave y nos muestran sus propios fetiches. Son nuestros primeros invitados.

Empezamos:

Despertar en primavera: ¿Es el Mediterráneo una historia inconclusa? ¿Se puede hacer una canción sobre las Dos Sicilias, uno de los últimos territorios independientes antes de la llegada de Garibaldi a la península itálica? La infamia como un arma política, el estrecho de Messina, Vincenzo Nibali y un viejo amigo que se marchó a estudiar derecho a Catania y que me escribía en sus cartas que en las posadas dejaban entrar a los españoles. Teniendo en cuenta que la primera universidad en Sicilia la fundó Alfonso V de Aragón, aquellos españoles hablarían con acento maño o con el catalán del Reino de Aragón. Turcos, castellanos y napolitanos viendo bailar flamenco exportado desde las Columnas de Hércules. Cerrar los ojos y despertar enamorado. Quédate junto a mí, soy un extraño en mitad de la noche. Alberto Contador derramando en la subida del Etna. Era el año 2011, yo ya estaba enamorado.

Alexander Platz: Antes de que U2 grabar Achtung Baby junto al Muro de Berlín, Battiato sentía el frío del Checkpoint Charlie. Años después camino junto a Pablo Malatesta por las calles buscando el club donde Nick Cave cantaba ‘The Carny’ en las películas de Win Wenders. Battiato besaba a Marlen Dietrich y añoraba la República de Weimar. Y el frío que deja la vida cuando se aleja un tren. Unos acordes de Franz Schubert y Lady Day ofrece una fruta extraña que amarga, pero prolonga la existencia. Mucho antes de los Hansa Studios, de Brian Eno y los bloques de apartamentos construidos como una colmena abandonada. Te espero allí, en la línea 5 del U-Bahn, llevaré bufanda gris. Como el resto de los que esperan.

La estación de los amores: Battiato captura el parpadeo de una vida con un sintetizador analógico, acumula las revueltas frustradas con acordes de un korg desvencijado, las llamadas no hechas que se quedaron atrapadas en los ping de un VCS3, retumbando en un eco oscilatorio, como una psicofonía de fantasmas que se resisten a ser olvidados, esperando que la mañana les limpie las lágrimas de todas las oportunidades perdidas. Dicen que uno no se transforma en vampiro hasta que se hace de día y que siempre quedan billetes en la estación de los amores. Nadie asegura que el horario que amarillea en el cruce siga vigente, pero la espera merece la pena.

Vía Láctea: Cantos de la lejana Tierra en el primer tema pop steam punk. Llegaremos a las estrellas utilizando solamente calderas y trajes, todo velcro y cremalleras, diseñados por Robert Hooke, cosidos con más voluntad que hermetismo. Un viaje a las estrellas, donde los astronautas más que aventureros son peregrinos, fuman en la sala de control y se preparan para formar una familia selenita o llegar hasta las puertas de Sirio, como si la búsqueda del vellocina la hubiera soñado Jules Verne y los cálculos realizados a cuatro manos entre Domingo de Soto y Léon Foucault mientras Pierra Laplace estima el lugar del aterrizaje a base de la probalidad suministrada por una máquina analítica y poética manejada por Ada Lovelace. Como Rodrigo Fresán en su libro ‘El fondo del cielo’, Battiato hace del pulp sacramento, de la ucronía canon mientras Warren Ellis escucha tocar los bongos a Richard Feynman. Vapor y volcanes, las catapultas preparadas en Córcega.


Nómadas: No es la pluma de Battiato, es la de Juri Camisasca -que abrió su concierto en Jardín Botánico en Madrid en el verano de 2017, cuando el mundo abría su última fruta fresca-, la que enamora a los niños que se embriagan de los bailes erráticos del italiano en la Bola de Cristal mientras de fondo los coches abandonan una ciudad mortecina que sabe que no va a contemplar el siguiente amanecer. Nómadas es la ley del desierto, es Lawrence de Arabia en Tatooine, Michael Caine en El hombre que pudo reinar, los vagabundos del Dharma mojando sus pies en el Atlántico.


Bandera blanca: Una misiva al hombre del tambor y la armónica, un descarado Battiato sabe que nadar entre las liras nunca será alimento suficiente para él. En una Italia convulsa, la canción aparece en su disco de 1981, La voce del padrone, el primer disco de que supera el millón de copias en el país transalpino y cuando Battiato se convierte en una estrella del rock, se ríe de las gafas de sol, de los programas de televisión, de los amos de la EMI a los que ha hecho todavía más ricos. Los coros de voces soviéticas y las percusiones exculpan al cantante en su pretensión de evitar a los crooners o los compositores de música culta, Battiato que viene de la música concreta es ahora un icono que se alimenta de aceites esenciales y uvas pasas. Parece una canción política pero no es más que la petición de socorro de alguien que se sienta solo en una discoteca mientras suena su último éxito.

Centro de gravedad: Una de las dos canciones culmen, imitadas hasta la saciedad, el éxito de la música disco con la letra más compleja de la historia. El saxo como un machete que se abre a través de la historia de la humanidad y convierte el baile en algo sagrado. De nuevo esos coros universales, ese oficialismo que mezcla el inglés y las programaciones primitivas. Verano del 68, la muerte de Pasolini y la traducción del italiano al español para que el fraseo suene natural: “Non sopporto i cori russi/La musica finto rock la new wave italiana il free jazz punk inglese/ Neanche la nera africana” (No soporto los coros rusos, la nueva ola italiana, el free jazz, el punk inglés y la monserga africana). Políticamente incorrecto mientras baila, en su versión española carga contra la “Movida madrileña” y el afrobeat que vuelve loco a Paul Simon y trata de reducir el sentimiento de culpa colonial a las antiguas metrópolis. Y termina con una salmodia que encajaría en el repertorio básico de Cole Porter o el Aute que cantaría años después “quiero bailar un «slow» with you tonight, tonight.”


Carta al gobernador de Libia: una pequeña lección de geografía política, los territorios libios se dividieron entre el Imperio Romano de oriente y el de occidente y la belleza resistió hasta la llegada del Islam que arrasó con la cultura bereber. Battiato desde el sur de Italia soñaba con el norte de África y aburridos traficantes y ministros conquistan territorios sin valor solamente por el deseo de ir más allá. ¿Quién conoce a Omar Al-Mukhtar? A veces uno duda de qué hubiera sucedido si el Rey Idris hubiera amado a Mónica Vitti entre los restos de los tanques de la 39.ª sección Panzerjäger del Afrika Korps. Entre tanto, seguimos viendo cómo muchachas de ojos tristes cubren sus cabellos por decisión divina. Ay, qué sed de mal.


Perspectiva Nevski: Una nana en mitad del frente ruso, allí donde no venció Napoleón, junto a las jóvenes en bicicleta que resistían la llegada de los invasores, Battiato saca a bailar a Baba Yagá sin miedo a ser arrastrado por el aliento del fuego que emana de la hoguera donde Mijaíl Bulgákov quema el primer manuscrito de ‘El maestro y margarita’. La bailarina de ‘Hansel y Gretel” haciéndose la toilette mientras envidia la danza que Nijinsky escribió para Till. Nijinsky olvidando el amor en un teatro de la calle Corrientes, la nieve cubriendo sus recuerdos y el recuerdo de Kiev, el Indio Solari escribiendo la letra de ‘Divina Tv. Führer’ mientras arde la catedral de La Plata. Al final, nieve y lava, olvido y sueño, distopía y utopía, ya nadie salta por el aire, aunque el sol, con el alba, parezca estar tan cerca.


Yo quiero verte danzar: Cerramos este listado con el segundo de los grandes éxitos de Franco Battiato en la década de los ochenta. En este caso la acumulación de referentes es tan grande que uno puede viajar a lo largo del mundo durante décadas escuchando esta habitación en la soledad de su cuarto. Con una rítmica zíngara, es imposible no pensar en la world music que triunfaría dos décadas más tarde en todo el mundo, reivindicando las distintas formas rítmicas tanto de marera lúdica como espiritual: ¿Quién no ha cantado eso de Radio Tirana y música balcánica o ha soñado con la Irlanda del Norte donde las gaitas se apilaban junto a las armas automáticas? Canciones que son mantras, verbenas que son el único escape para los que trabajan toda la semana, las melodías que son el recuerdo de los pueblos que habitaron antes la tierra que pisas… todo eso y un Battiato levitando mientras el pinchadiscos mezcla el final con Wild Boys en una década de sublime indiferencia y exceso.

Hay otras canciones, claro, No time, no space, que nos lleva al Battiato cósmico de su primera época de música concreta, la Era del jabalí blanco que tiene un aire pagano dentro de su melodía festiva, la revoltosa y inocente boutade antiburguesa que es Up patriots to arms o Mal de África con esos aires a biografía de Karen Blixen, pero nunca olviden que uno es fan de Battiato pero, sobre todo, preciosista del ángulo recto y el sistema decimal, así que mejor dejémoslo simplemente en diez…

Pero qué sería de una lista sin un tema extra. Sería solamente un listado, no una selección. Los elegidos anteriormente comparten una época y un tiempo: aunque divididos en la discográfica de Franco Battiato a lo largo de los setenta y ochenta, en España aparecen en los dos LP´s en vinilo que coinciden con mediados de década, con su aparición en la Bola de Cristal, los conciertos en estadios o la imitación de Martes y 13 en alguno de los especiales de Nochevieja. Franco Battiato adapta al español sus éxitos que acabarán recogidos unos años más tarde en un disco doble en formato cedé pero pasará mucho tiempo hasta que su obra vuelva a tener presencia en el mercado discográfico español. Battiato, harto de la música pop, dedica el nuevo siglo al cine, la composición de música instrumental y a experimentos sonoros, abandonando las giras europeas y entregando muy de vez en cuando discos con canciones de estructura clásica. En España su leyenda crece y crece.

Uno de los que reivindica su legado con más pasión es Jota, el cantante y compositor de Los Planetas, en uno de sus proyectos paralelos, Grupo de expertos solynieve -en realidad en su primera encarnación como Montero Castillo y Aguirre Suárez, dos míticos centrales del Granada FC de los setenta-, revisa en un italiano macarrónico Personalitá empírica, incluido en su disco Ferro Battuto de 2001. Esa pasión de Jota le lleva, junto a su colega en el Grupo de Expertos, Manuel Ferrón hasta Italia para adaptar todo el disco al español e intentar que Battiato retome el éxito en nuestro país. Una foto de los dos granadinos junto al siciliano, es el único documento que queda además de una inencontrable edición de Hierro forjado con los textos de Jota y Ferrón en la voz de Battiato, incluida Personalidad empírica. Pero, sin entender nada, me quedo con aquella cara B de La Cultural Solynieve interpreta el bonito folklore de Montero Castillo y Aguirre Suárez y otros extraordinarios artistas.

Franco Battiato vive oculto, escondido, su recuerdo último es una nota en un periódico nacional, un concierto en Pirineos Sur y otro en Madrid. Franco Battiato es uno de esos compositores con los que uno puede contar siempre, uno de esos que pasa de las cintas de cassette de un Renault 12 hasta la lista de reproducción de Spotify. La una manuscritas los nombres de las canciones por el abuelo, la otra seleccionada por el nieto. En el medio yo, con cedés grabados y portadas fotocopiadas o vinilos comprados de segunda mano en el rastro de Madrid.

Gracias a los amigos que se han alojado por una noche en este Motel Margot, por orden de aparición: collage de Rosina Abós, colección personal de Jorge Morgan, Rodolfo Notivol con la entrada del concierto de La Romareda de 1986 con Félix Romeo de Fondo, David Giménez en montaje artístico, entrada del concierto en el Jardín Botánico de 2017 de Ana Lacarta y colección personal del director del Motel.

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