Casi enteros Casi enteros

Casi enteros: un blog sobre los medios de comunicación, la publicidad, su papel en la financiación de los medios, la investigación y otros temas relacionados con todo esto

Entradas etiquetadas como ‘La Encañizada’

Vuelta al Mar Menor

Lo habíamos visto varios años.

Un grupo numeroso de gente, todos con camisetas y gorras iguales, pasaba a buena marcha a última hora de la tarde por Santiago de la Ribera en dirección Sur.

Más de una vez habíamos dicho: algún año tenemos que hacerlo. Pero, como se dicen tantas cosas, con poca convicción.

Esta vez no fue así. Un día, creo que a finales de junio, mi cuñado Joaquín me dijo: esta noche, a partir de las 12, hay que inscribirse en esta dirección: http://www.naziospandar.com y hay que hacerlo pronto porque el número de inscripciones es limitado.

Dicho y hecho; aún no eran las 12 y ya estaba intentando conectarme. El sitio, muy bien programado, no me dejó hacerlo. Pero unos segundos después ya estaba yo allí, de vuelta y conseguía inscribirme. Aún faltaba completar la inscripción mediante el pago por transferencia, que hizo Maxi unos días después.

Ahí empezaba ya la aventura. ¿Seríamos capaces de dar la Vuelta al Mar Menor? No sé si alguna vez en mi vida había andado 67 kilómetros en un día. Creo que no.  Pero hacerlo a los 62 años y a las temperaturas que se podían esperar un 11 de agosto en Murcia era todo un reto. Para colmo este verano ha sido especialmente caluroso. Ese día había alerta por calor.

Había que prepararse. Cada día, durante las dos semanas anteriores, salí a hacer ejercicio, un día andando, el siguiente en bici, durante unas dos horas, algo más de lo que suelo hacer cada verano. Pero no tenía ni idea de si eso sería adecuado, o si sería suficiente. Joaquín salía antes y volvía casi antes de que saliera el sol. Además él había hecho en primavera unas cuantas etapas del Camino de Santiago. A cambio es algo mayor que yo.

Al fin llegó el día.

Quedamos con Miguel, un amigo con mucha experiencia en este tipo de marchas (y mucho más joven) para que nos guiara hasta el lugar de la cita, el Centro de Alto Rendimiento de Los Narejos. Creo que esa cita fue clave. Sus consejos: descalzaos, quitaos los calcetines en cada parada para airear los pies, cambiad de calcetines con frecuencia…fueron decisivos.

Confirmamos la inscripción, nos pusimos el uniforme de la marcha y los dorsales correspondientes (el mío era el 140) desayunamos y a las 6 de la mañana nos pusimos en marcha hacia Los Urrutias (siempre me llamó la atención encontrar por estas tierras un nombre tan vasco).

Al llegar a Los Urrutias, después de atravesar la base militar de Los Alcázares y un paisaje diferente, el único ligeramente alejado de la orilla del Mar Menor, ya tenía las manos muy hinchadas. Podía ser una buena disculpa para abandonar. Me dirigí a la ambulancia de la Cruz Roja, donde me atendieron muy bien, atribuyeron mi problema a las pastillas que tomo para la tensión y… decidí seguir.

Mucha bebida (agua e isotónicas), mucha fruta, como en cada parada, y a seguir.

He visto que fuimos 318 locos los que intentamos la aventura; 318 camisetas amarillo fosforito; 318 pares de piernas pateando para alcanzar la meta que, según he visto, alcanzamos unos 275 en un ambiente de amistad y camaradería. El objetivo de la marcha es llegar y hacerlo, a poder ser, en grupo. En cabeza se sitúa una persona con una bandera y cierra el grupo otra persona con una escoba. Se trata de ir entre los dos.

Al comienzo de cada etapa el grupo tendría unos 50 metros de largo; al final podría alcanzar un kilómetro o más. Yo intentaba salir cada vez a la altura de la bandera y me iba dejando caer en el pelotón intentando que no me alcanzara la escoba. Aunque el la primera etapa Joaquín y yo nos perdimos, en las siguientes intentábamos avanzar juntos; lo conseguíamos hasta que Joaquín (contra todo pronóstico; yo pensaba que él era quien estaba más en forma) se quedaba atrás y acababa con la escoba.

Seguramente lo más duro fueron las horas centrales del día, las etapas de antes y después de comer, cuando atravésabamos La Manga a pleno sol y casi sin chispa de aire (sólo cuando nos as0mábamos, raras veces, al Mediterráneo, soplaba una leve brisa).

A media tarde llegaba el momento más curioso de la marcha: la travesía de La Encañizada, la zona que separa La Manga, al Sur, de La Llana, al Norte, y por la que se comunican el Mediterráneo (aquí Mar Mayor) y el Mar Menor. Un grupo de valientes hace la travesía andando, con el agua al cuello y sumergidos en muchos centímetros de lodo. Yendo por el camino adecuado se puede hacer sin hundirse. Un guía, con una cuerda, se encarga de que nadie se desvíe. El resto, incluidos los mayores como yo, pasamos en pequeñas barcas; en mi caso en una zodiac a la que había que llegar andando unos cuantos metros por el agua, con el calzado en la mano. Subir a la barca fue el momento más duro para mí; mis rodillas no están para muchos trotes.

Ese es también el momento más complicado de la marcha. El goteo de caminantes, que van llegando en pequeñas barcas de ocho o diez personas, alarga mucho esta etapa del camino de los molinos. Esa espera, en el molino de la Calcetera, cuando se llevan más de doce horas caminando, se hace eterna.

El final, cerca de la media noche, cena, entrega de diplomas y hasta fuegos artificiales, de nuevo en Los Narejos.

Nos los habíamos ganado. ¡67 kilómetros! y estábamos en la meta.

Fue duro, pero vimos que era posible.

Otro año ¿quién sabe?