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Además de votar ¿qué papel tienen los mayores?

En España la edad media de jubilación está por debajo de los 63 años; la esperanza de vida se sitúa ahora en los 83 años al nacer (80 para los hombres; 86 para las mujeres) pero para quienes ya han (hemos) cumplido los 65 años la esperanza de vida se sitúa en los 86 años (84 para los hombres; 88 para las mujeres).

Así que no es ninguna tontería pensar en esos 23 años que, por término medio, viviremos después de la jubilación. Por ejemplo ¿de qué viviremos durante casi un cuarto de siglo si no somos capaces de defender la hucha de las pensiones?

Ya comenté aquí que hace un par de semanas estuve en una jornada Aeging y diversidad generacional (en ningún campo nos libramos del inglés) en la que se trataron estos temas relacionados con la edad de las personas.

En el año 2050 España será el segundo país más envejecido del mundo, sólo por detrás de Japón: por cada 100 personas en edades comprendidas entre los 15 y los 64 años habrá 48 mayores de 65.

Hoy en día pueden convivir en las empresas hasta cinco generaciones. Mientras los mayores conocen bien los valores y la trayectoria de la empresa, los más jóvenes suelen ser más hábiles con la tecnología. Podría establecerse algún tipo de intercambio de conocimientos (reverse mentoring) en el que cada grupo aporte lo que tiene y que el otro necesita. Las empresas tienen pocas veces planes de final de carrera para sus más veteranos y eso les impide aprovechar sus valores y experiencia.

Viajar: una opción para los mayores.

Eva Levy, Directora de la división de Mujeres en la Alta Dirección de Atos, puso de manifiesto el hecho de que todos los temas relacionados con la edad están relacionados entre sí. Nuestra sociedad sufre ahora las consecuencias de la ceguera de las administraciones hacia la maternidad que nos ha llevado a tasas de natalidad bajísimas y con ello al envejecimiento del país.
Los mayores, los viejos, fueron los sacrificados de la crisis. Mientras se hablaba de talento se prescindía de ellos porque eran más caros.
La sociedad, y el Estado, olvidaron su responsabilidad para con la generación que había sacado al país del subdesarrollo.
Por otra parte está mal resuelta la cuestión de quienes quieren seguir trabajando de algún modo después de la jubilación.
Está reciente el escándalo de los derechos de autor: mientras un inversor puede cobrar el producto de su inversión sin renunciar a su pensión, los autores deben renunciar a su pensión si siguen cobrando derechos. Se dan situaciones similares en otras profesiones. Perder la mitad de la pensión por trabajos esporádicos es absurdo. No tiene sentido tener que elegir entre cobrar la pensión o cobrar por cuatro conferencias al año.
Facilitar que quien quiera seguir trabajando, de algún modo, quizá a otro ritmo, pueda seguir haciéndolo sin perder los derechos a una pensión que haya conseguido a lo largo de su vida parece una medida inteligente, que favorecería a las personas que quieran hacerlo, pero también a las arcas públicas (pagarían impuestos por esos ingresos) y al sistema de pensiones (al que ingresarían una parte).
No vendría mal pensar en los mayores en algún sentido más que para pedirles el voto.