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Muerte de un anticuario #Unoalmes

Fue uno de mis regalos del Olentzero, el pasado diciembre en Vitoria.

Sé que no es fácil acertar con mis regalos. Un libro es una buena idea, pero, como leo mucho, puede que ya lo haya leído, así que uno con un componente local podía tener más posibilidades.

Muerte de un anticuario es una novela negra ambientada en la Vitoria/Gasteiz de finales del siglo XX. El autor es Eduardo Rojo Díez, periodista y filólogo, que trabaja en la emisora de RNE de la ciudad.

En las primeras páginas aparece asesinado el anticuario de la calle Correría, en el Casco Viejo, que da título a la novela.

Un detective de la única agencia que existe en Vitoria empieza una investigación por su cuenta, que al cabo del tiempo se convierte en un encargo del hermano de la víctima.

En la acción, muy bien llevada, se entrecruzan amoríos, homosexualidad, pederastia y asuntos relacionados con la religiosidad local.

El autor entremezcla historias y tradiciones locales, Celedón, la Virgen Blanca, San Prudencio, el Rosario de la Aurora, la procesión de los faroles o el vino caliente de Nochebuena, en la que los personajes inventados de la novela alternan con figuras reales de la capital alavesa.

También aparecen episodios relacionados con la política, como los sucesos del 3 de marzo de 1976 o la tregua de ETA y el Plan Ibarretxe.

Creo que la novela puede ser muy interesante para cualquiera, sea cual sea su procedencia, pero para alguien, como yo, de Vitoria, encontrarse entre sus páginas con Iñaki Añúa, el organizador del Festival de Jazz, que era el mejor amigo de mi hermano o con el psiquiatra Guti, el hijo del médico que me vió cuando me rompí el brazo, que vivía enfrente del instituto al que yo iba (y que ahora es la sede del Parlamento Vasco) tiene un plus de interés y curiosidad.

Puede ocurrir lo mismo con los bares y los restaurantes: por las páginas desfilan el aroma del café del Casablanca, las alubias a la riojana del Zabala, los gin tonocs de Los Cuatro Azules o el ambiente nocturno de Río. La calle Dato tiene un peso especial, como cualquier vitoriano comprende; incluso se pueden tomar unas trufas de Goya.

También hay unas cuantas bromas sobre los apellidos compuestos alaveses y los vitorianos de toda la vida que, seguramente, se entienden mejor si uno es de Vitoria, pero no creo que entorpezcan la claridad del relato para personas que no hayan pasado nunca por la cpital alavesa.