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Los otros catalanes

Llevo un tiempo resistiéndome a tratar este tema, pero creo que ya no puedo dejarlo para más tarde.

Tengo muchos y muy buenos amigos catalanes; entre ellos alguno de mis mejores amigos, con los que mantengo una excelente relación desde hace casi cincuenta años.

Viví en un colegio mayor la mayor parte de mi carrera en aquellos años (finales de los sesenta y principios de los setenta) en los que nos mezclábamos allí gentes de todos los rincones de España y algunos, pocos, extranjeros. Luego, por mi profesión, he seguido teniendo mucha relación con Cataluña, donde tenían su sede (hace años bastante más que ahora) una buena parte de los grandes anunciantes. Así seguí ampliando mi nómina de amigos catalanes.

Algunos son claramente independentistas, otros muchos son partidarios de seguir en España y de otros no tengo la menor idea de cómo piensan respecto a esta cuestión porque nunca ha salido el tema en nuestras conversaciones.

Yo soy más partidario de las sumas que de las restas, más de las uniones que de las divisiones, pero creo que si de verdad una mayoría amplia de los catalanes quisieran separarse de España, a medio plazo nadie lo podría evitar.

Por eso creo que habría que haber llegado a acuerdos sobre los procedimientos: que nunca se pudieran tomar decisiones tan trascendentales por mayorías de muy pocos votos; que nunca pudiera decidir una mayoría de escaños en un parlamento, sin estar apoyada por una mayoría de votos. Cuando oigo razonar en sentido contrario, no puedo evitar pensar en la mala intención de quien lo hace.

Cuando Más dice que emprenderá el procés si tiene mayoría de escaños incluso aunque no tenga mayoría de votos, está diciendo que va a hacerlo no contra España (o no sólo contra el resto de España) sino contra una mayoría de catalanes que habrá votado a opciones no independentistas.

Sufrimos una generación de políticos mediocres, sin altura de miras. Desde el Gobierno central se ha optado por las amenazas (dando por perdidas de antemano unas elecciones que aún no se han realizado) en lugar de por tender puentes. ¿No sería mejor que la mayor parte de los catalanes se sintieran queridos y vieran las ventajas de seguir compartiendo Estado con el resto de los españoles?

Es curioso cómo, tanto una parte como la otra utilizan argumentos históricos, en los que se mezclan verdades y medias verdades, para apoyar sus argumentos. Como si se estuviera dilucidando el pasado en lugar del futuro.

El caso es que el día 27 todos nos jugamos mucho: quienes viven en Cataluña y quienes vivimos en el resto de España; los catalanes que quieren separarse y los que quieren seguir con nosotros…que no deben de ser tan pocos cuando se ha buscado la fórmula de las elecciones autonómicas plebiscitarias, la fórmula en la que los partidarios de la ruptura tienen más posibilidades de ganar. En las elecciones autonómicas vota menos gente y los partidarios de la independencia tienen más oportunidades de ganar.

Es difícil saber lo que pasará esta vez; es posible que la trascendencia del momento movilice a más votantes…o no. El nivel de abstención puede ser la clave, según las encuestas, como  se puede ver en este artículo de Lluis Fatjó.

Creo que se han cometido muchos errores. Por las dos partes.

Seguramente fue un error decir que se aceptaría, sin discutir, el Estatut que viniera del Parlamento catalán. Fue un error de libro denunciar ante el Constitucional artículos del Estatut que eran iguales a otros aprobados por el PP en otras comunidades.

Creo que fue un error no permitir un referendum con unas condiciones acordadas (hay que ganar, pero no basta hacerlo por un voto; no se vuelve a hacer durante un tiempo,… Quebec y Escocia son buenos ejemplos) pero no se hizo y se sustituyó por una pantomima…que ahora lleva a unas elecciones plebiscitarias, sea eso lo que sea.

Las sentencias del Constitucional, deberían cumplirse, como todas las demás; pero sacar una ley casi en campaña y que la presente el candidato del PP a las autonómicas, me parece una chapuza. Si dos días después de las elecciones se aprueba una Ley para llevar a la cárcel a alguien por cumplir lo que ha prometido en su programa electoral me parecerá una chapuza suprema.

Rajoy y García Obiols

Creo que el del 3% es un problema tan grave como las otras corrupciones que afectan a otros partidos políticos, pero los registros en las sedes de CDC justo en campaña electoral me parecen otra chapuza. Y la independencia del poder judicial sería más creíble si el presidente del CGPJ no fuera siempre del partido del Gobierno.

Creo que las propuestas de boicot a los productos catalanes, que hemos visto tantas veces (y que casi siempre se centran en el cava, olvidando que Josep María Bonet, el Presidente de Freixenet, la marca más representativa, es también Presidente del Foro Marca España y el más firme partidario de seguir juntos) es un error de un calibre difícil de valorar.

Creo que los partidarios del No han dado por perdida la batalla antes de pelearla y por eso amenazan en lugar de tratar de convencer (al menos de que vayan a votar todos los partidarios del No, que yo creo que podrían ser mayoría).

No sé si queda alguna esperanza, pero si es así me alegraría mucho por todos esos catalanes que gritan menos, que se hacen oir menos, pero que son muchos y quieren seguir siendo españoles y llevándose bien con todos nosotros.

Creo que se ha olvidado que esta no es una cuestión entre Cataluña y España sino también, y sobre todo, entre unos catalanes que quieren la independencia y otros que quieren seguir unidos con España.

Deberíamos fomentar los amores y no los odios. Es verdad que hay un antecedente en la Europa reciente de una ruptura sin problemas (la revolución de terciopelo, que separó a Eslovaquia de la República Checa) pero también hemos vivido, en la antigua Yugoslavia y en el extinta Unión Soviética, rupturas sangrientas y que han generado mucho odio.

Ojalá no se rompan los puentes, no se instauren nuevas fronteras donde nunca debió haberlas y nos demos todos cuenta de que vivimos mejor juntos que separados.

Confío en que se repeten las ideas, y los derechos, de los otros catalanes.