Cada vez se habla más de los adblockers, los softwares que impiden al usuario que los instala ver la publicidad. Aumenta el número de los fabricantes de dispositivos móviles que los ofrecen como una opción o que, incluso, los traen preinstalados.
Un estudio reciente (link en inglés) afirma que en Estados Unido el ritmo de instalación crece el 80%.
Esta es una de las maravillas que nos ha traído Internet y ese concepto tan extendido de que lo queremos todo gratis y sin publicidad…luego ya nos plantearemos, o no, de qué van a vivir los medios y los creadores de contenidos. (Como me decían hace poco en Twitter, algún día nos daremos cuenta de que en ese todo gratis están incluidos nuestros sueldos).
Creo que todo parte de aquellos errores iniciales del mundo digital, cuando se daba por hecho que Internet era sólo algo añadido, donde se podían colgar los contenidos y la publicidad se regalaría. O cuando se apostó por cobrar a coste por clic, porque inicialmente (por la novedad) la gente clicaba mucho. O cuando descubrimos las virtudes de la publicidad comportamental (behavioural marketing)y eso nos llevó a perseguir a quienquiera que hubiese contactado en algún momento con nuestro producto o el de nuestros competidores.
A partir de ahí los precios de la publicidad en Internet fueron siempre muy bajos y eso llevó a una saturación insoportable y a la búsqueda de formatos que se creían más atractivos pero que en muchos casos, finalmente, resultaron más intrusivos.
Los publicitarios somos ahora víctimas de los errores que hemos ido cometiendo por el camino.
Pero para no acabar con unos negocios, el publicitario y el de los medios, que cada vez dependen más de Internet y de su monetización por la vía de la publicidad, ya va siendo hora de que nos pongamos las pilas y busquemos fórmulas de convivencia.
Hace poco, en el Mobile World Congress, se afirmó que los bloqueadores de publicidad son una bomba atómica para nuestro mercado. Yo lo veo más como una oportunidad para que nos paremos a pensar y encontremos una fórmula que permita la convivencia entre las marcas y los internautas.
(*) Publiqué un artículo muy similar a éste en el número de marzo de la revista IPMark.