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Te lo tenía que contar

Decía el Eclesiastés que hay un tiempo para la vida y otro para la muerte, un tiempo para la alegría y otro para la tristeza…pero hay veces, de esto no nos advertía el libro sagrado, en las que se mezcla todo.

El jueves de la semana pasada te llamé por la mañana para ver cómo estabas. Después de pasar un invierno sin problemas, justo te habías constipado, pero estabas bien, ibas a llegar a la boda de Usúe como fuera; creo que nos lo habías dicho a todos. Era tu próxima meta y ya estaba muy próxima. Siempre has estado bien, animosa y con energía y las celebraciones, vernos a todos juntos, disfrutando, eran lo que más te gustaba.

Esa noche me llamó Blanca desde urgencias; te habías caído, pero estabas bien. Me llamabais para que no me preocupara si te llamaba y no encontraba a nadie (hablábamos todas las noches) te pusiste al teléfono y estuvimos hablando un rato sin problemas. Fue nuestra última conversación. Al cabo de un par de horas la hemorragia cerebral te dejó inconsciente y ya no volviste. Por la tarde te fuiste; tranquila, espero que sin sufrir, sin dar guerra, como te hubiera gustado…en otro momento.

Ahora a cada rato pienso: se lo tengo que contar, pero llamo y nadie coge el teléfono.

Este sábado fue la boda. Todos te teníamos en la cabeza, pero nadie lloró. Habíamos consumido todas las lágrimas el sábado y el domingo en el tanatorio y el lunes en el cementerio y en el funeral. Por cierto, estuvo todo Vitoria, como a tí te habría gustado. No podían dejarte sola los que habías acompañado en trances similares.

Usúe, nuesta Su, estaba guapísima. Nunca se pinta, como tú, así que los ligeros retoques que le habían hecho resaltaban mejor aún sus rasgos. El traje, de Basaldúa (Su le ha dado todos los caprichos a Maxi, ya sabes cómo es) sencillo y elegante, con una cola larguísima; le preocupaba si le iba a impedir bailar pero, luego te lo cuento, eso también lo hizo de maravilla.

Después de la sesión de fotos en casa bajamos y en la calle nos esperaba un Rolls Royce azul de época (otro capricho de Maxi); muy chulo, ya verás las fotos. Yo iba con chaqué, a pesar de que ya sabes que nunca me ha gustado disfrazarme (¡lo que se hace por una hija como Usúe!). Como era muy pronto (la puntualidad de los Madinaveitia, que no se lleva mucho en Madrid) nos fuimos Castellana arriba para hacer tiempo. Amelia y yo hicimos fotos con el móvil dentro del coche.

A las cinco y media en punto llegamos a Santa Bárbara, la iglesia que ya habíamos visitado contigo, con su larga escalinata. Carlos e Inés, su madre (seguro que te hacía ilusión que entrara una Inés más, como tu madre, en la familia) ya estaban esperándonos en el altar. También estaban por allí arriba Maxi, Amelia, Margarita, Herminio (más nombres familiares en la nueva familia)…

Las lecturas las hicieron las amigas (Bea Osa, la de La Sexta, y Luz, del cole) y Pilar. Cuando le tocó leer a Miriam no apareció el texto y se fue muy triste. Al final de la ceremonia el cura bajó del altar para invitarle a leer la bendición del Papa. Un detalle; te habría gustado.

La ceremonia fue rápida, al menos a mí se me pasó volando. Ya estaban casados. A la salida, los novios delante y yo detrás con Inés, nos sorprendió que la gente no saliera primero, así que llegamos a la calle y no había nadie, o casi. Aunque pronto empezaron a llover pétalos blancos.

Hacía un poco de viento, pero el día estaba soleado. Cuando los días anteriores nos decían: por fin llegan las esperadas lluvias después de un invierno tan seco, cuando por la mañana se nubló, no nos lo podíamos creer. Pero el día aguantó firme, sin llorar, igual que nosotros.

Los novios, ya casados, se fueron a hacerse fotos por Madrid y en la terraza del Casino.

Te quedaste sin ver el Casino, con las escaleras tan espectaculares, que sólo viste en las fotos de la invitación. Pero a todo el mundo le gustó. Luce mucho en las fotos. El salón Real, el de la cena, también es magnífico. Todo muy al estilo Maxi.

Seguro que te habrías emocionado, todos lo hicimos, cuando Elsa, tu nieta pequeña (no veas cómo lloró el viernes y el sábado) cantó y yo no lo sabía, la canción de Los Elefantes que Su quería dedicarle a Carlos. Antes de empezar estaba nerviosa y le daba vergüenza, pero lo hizo perfecto. Todo el mundo nos lo dijo. Estarás orgullosa, seguro.

Estaban todos. Sólo faltó alguien de la familia que estaba fuera desde hace tiempo. Una mesa entera la ocupaban mis amigos del Aquinas; te habría gustado. La boda era muy internacional. En tus tiempos venía alguien del pueblo de al lado, en la mía de casi todas las provincias de España; ahora tuvimos de Brasil, de Estados Unidos, de Perú, varios de Bélgica, claro, de Francia, de Portugal, de Mexico, de Alemania…

¡Cómo habrías disfrutado con tus biznietos! Ohian con chaleco y corbata, comiendo en la mesa de los primos mayores, Ekain con chaleco y pajarita. Se portaron muy bien (o al menos eso pienso yo; seguro que sus padres también, aunque hablé poco con ellos, como con casi todo el mundo).

Cenamos muy bien; ellos se levantaban, nosotros nos levantábamos a saludar a unos y a otros. En muchos momentos la mesa presidencial, en la que deberías haber estado tú, se quedaba vacía del todo. Habías mucho vacío sin tí, pero creo que no se nos notaba.

Nos costó bajar a la discoteca, pero por fin llegaron los novios…y empezaron su vals (sí, el Danubio azul, Maxi se impuso, pero seguro que era también el que tú querías) que luego fue el nuestro. Se notaron las clases; hicimos los cambios de pareja casi bien y la gente aplaudía. Más aún cuando los novios hicieron una coreografía espectacular con un bolero.

Y ya siguió el baile. Ya sabes que tus hijos lo damos todo en las bodas; esta vez tus nietos también. Aguantamos hasta el final, mucho más tarde de la hora prevista, sin dejar de bailar. Maxi, mientras tanto se dedicaba a las relaciones públicas ¡alguien tenía que hacerlo! Seguro que tú estabas por allí viéndonos, igual en la mesa de la tía Ángeles, que también estuvo hasta el final. Aunque os habéis visto poco, seguro que hacías buenas migas con ella, como con todas sus hermanas que ya no están. Me acordaba de la boda de Pilar Corral en la que vimos amanecer contigo cuando salíamos.

Ayer ya se fueron de viaje. Hoy nos han mandado un montón de mensajes desde Hong Kong. Otras veces los apuntábamos en un cuadernito ¿te acuerdas?

Te lo tenía que contar, pero ya no me coges el teléfono, así que te lo escribo aquí. Espero que no te importe que lo lea más gente.