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Desde Perú, historias de violencia y reparación

Por Flor de Torres y Yajaida Huamán Escobar 

La población de Perú asciende a más de 30 millones de habitantes y es considerada una de las poblaciones mundiales con mayor incidencia de la violencia a la mujer en sus diversas manifestaciones. En palabras de Yajaida Huamán Escobar, Fiscal Adjunta Provincial Penal de Arequipa  en Perú, su país ostenta el primer puesto en Latinoamérica en violencia a la mujer en sus distintas manifestaciones y el tercer puesto a nivel mundial en tal categoría. Además es su región Arequipa la segunda en violencia a la mujer tras Lima la capital de la nación peruana.

Protesta de mujeres peruanas ante el Congreso de su país. Imagen: Mary Vargas

Protesta de mujeres peruanas ante el Congreso de su país. Imagen: Mary Vargas

No cambiaría en Perú la manera de combatir legalmente la violencia de género a como se afronta en España: A través de Fiscalías Especialistas que se enfrenten a las agresiones sexuales, feminicidios, malos tratos, coacciones y vejaciones, amenazas y violaciones sin el miedo, la culpa o la vergüenza que sienten sus victimas. Y es que el enemigo a derrotar es el mismo en el que se origina: la desigualdad de género.

Esa desigualdad fabrica víctimas que, según Yajaida, en un 48% de ellas no denuncian por miedo, por vergüenza o sentimiento de culpa.

Y así un país con mas de diez millones de habitantes menos que España sigue soportando 7 feminicidios al mes que hacen un porcentaje de 84 al año acercándose casi el doble de lo que España desgraciadamente en el año 2014 tuvo que sufrir 53 feminicidios.

Yajaida me habla de Mili (nombre no real sobre historia real): ‘Tuve la  oportunidad de conocer una de esas tantas historias reales pero que permanecen ocultas ante los ojos de los demás, en especial ante los ojos de la ley’ y me refiere su vida de violencia de género desde su adolescencia siendo este su último episodio en estas claves:

Mili padece de dos afecciones que han requerido de tratamiento prolongado, una de ellas oncológica, que le han impedido desarrollar las actividades de cobradora de combis que realizaba, a esto se suma el abandono material, moral y económico al cual su pareja ya la había acostumbrado; aun cuando pareciera que nada podía ir peor, él la volvió a embarazar por cuarta vez y en dicho estado la conocí, sumida en un dolor profundo en una desesperación propia de quien se cree sola en el mundo. Ella me relató: ‘él vino en la tarde, tiró muro y entró a mi cuarto, corrió de frente donde mis dos hijas y se las quiso llevar, yo corrí a abrazarlas y él aprovechó y cogió a Ángel de casi 4 añitos y se lo llevó, lo subió a la combi en la que había llegado a mi casa y desaparecieron’ ella prosigue ‘sólo dos días antes vino y así embarazada como estoy, me pegó me arrastró hasta la calle y me tiró al piso, mientras me pateaba me insultaba, me dijo que perdía el tiempo matándome porque como yo estoy enferma igual me iba a morir, un joven me ayudó, él se escapó’; horas más tarde y después de la denuncia que Mili había interpuesto por sustracción de menor el pequeño Ángel fue dejado solo en la puerta de la casa de su mamá, ‘calladito es él, no habla mucho, sólo yo lo entiendo, parece que cómo siempre ha visto que su papá me agredía, por eso es así’.

Ahora pienso que Mili tuvo suerte, primero de que haya encontrado un efectivo policial que accediera a recibirle la denuncia verbal por sustracción de menor ya que lamentablemente en nuestro país es una práctica común que algunos policías rechacen liminarmente la denuncia indicándole a la denunciante que es su padre y por tanto tiene derecho de llevárselo: ‘ya lo devolverá’. Pienso también, y es lo que más me escarapela la piel, que Mili está viva y que vive para darnos testimonio de la cruda realidad que le tocó vivir. Ella puso denuncias por violencia familiar pero desconoce en qué terminaron, porque Luis entra y sale cuando quiere de su casa ‘tirando muro’ como ella dice. Pienso que sobre la última agresión física que sufrió no puso la denuncia porque tenía miedo de dejar solos a sus hijitos mientras iba a la Comisaría, que cuando Luis se enteró de la denuncia por sustracción de Angelito y de que ella estaba pretendiendo vender las mazamorras que había preparado dentro de las combis donde antes trabajaba, la empezó a amenazar nuevamente, le mandó mensajes de texto le dijo que le iba a cortar la cara si otra vez la veía haciendo eso…  Pero está vez Mili se armó de valor y quiere que la ayudemos. Y sí, la vamos a ayudar, la estamos ayudando.

Estas son las historias que alimentan nuestro trabajo. Historias reales. En Perú y en España. Y las recogemos como nos llegan, las afrontamos a través de procesos  revestidos de perspectiva de género donde la desigualdad es el origen, el móvil y el fin del delincuente de género. Por tanto no podemos combatir esa desigualdad instalada en Perú, ni en España sin hacer visible su origen y sus consecuencias que denigran, extorsionan y asesinan a mujeres cuando se exponen a la violencia de género.

Por ello Yajaida abandera en Perú  la necesidad de que el Ministerio Fiscal cuente con despachos especializados como ocurre en España, asume con responsabilidad esta iniciativa esperando que las autoridades de su país hagan eco de este clamor en beneficio de las víctimas que como Mili esperan ser visibles ante los ojos de la ley.

Para ayudar a salir de la violencia a las víctimas necesitamos colegas como Yajaida, que entienden, acompañan y relatan sus historias con tanta empatía. Abanderada de la Igualdad en su País, con conciencia de género para seguir la conquista de los derechos de las mujeres. De las que son invisibles, desiguales, calladas y avergonzadas por sufrir violencia de género y agresiones sexuales por sus parejas. Es la voz de las sin voz en Perú, como la de Mili.

Es un orgullo caminar a al lado de profesionales como Yajaida, amiga y compañera.

 

 Flor de Torres Porras. Fiscal Delegada de violencia a la Mujer  y contra la discriminación sexual de género. Fiscal Decana de Málaga

 Yajaida Huamán Escobar. Fiscal Adjunta Provincial Penal de Arequipa (Perú), a cargo de la tramitación de delitos por agresiones  sexuales

Mi preocupación por la violencia sexual en El Salvador

Por Mélida Guevara Foto_2 Mélida Guevara 70

El Salvador, país de América Central, es un pequeño y muy hermoso, sin embargo, la belleza de nuestro país se ve opacada cuando se tolera la continuidad  de la violencia  sexual en diferentes espacios como los familiares, comunitarios, escolares, institucionales y los delincuenciales, especialmente la que va dirigida a las niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres, se muestra visible cuando la violencia se expresa en cifras de muertes, o  cuando se registran en estadísticas reportadas por las instituciones públicas, y se invisibiliza cuando el sistema no responde oportunamente, así como también cuando no se reconocen las diferentes manifestaciones de la violencia que inician desde la edad más temprana, desde esa corta edad hasta que la mujer es adulta viene sufriendo la violencia.

Es imprescindible parar la violencia contra las mujeres en Centroamérica. Imagen de Oxfam internacional

Es imprescindible parar la violencia contra las mujeres en Centroamérica. Imagen de Oxfam internacional

Cuán afectada está nuestra sociedad por el sistema patriarcal,  cuando en las mismas familias suceden hechos de violencia pero que los mismos parientes dicen ‘no te metas, que ella es la quiere estar así’, ‘ella se deja’, ‘ella lo permite’, cuando la misma madre le dice a su hija que debe aguantarle a su marido y que no puede regresar a su casa, o cuando los vecinos escuchan que la mujer grita y grita porque el marido la está quemando y no se meten, o cuando el funcionario público utiliza su poder politico para abusar y proceder de manera injusta afectando a otras mujeres o cuando el mismo sistema permite que no se apliquen adecuadamente las leyes, que no se asigne un presupuesto razonable, generando de esta manera mayor impunidad.

Trabajando durante muchos años en estos problemas, algo que recientemente me ha causado mucho impacto, es lo que muchas niñas y adolescentes nos han expresado a través de un estudio que realizamos recientemente en escuelas públicas. Entre algunos de los relatos de las chicas se mencionan a continuación….

‘Mi papá abusó sexualmente de mi hermana mayor por parte de mamá y producto del abuso procreó una niña, razón por la cual mi mamá no me deja sola con el, esta situación provoca peleas constantes entre ella y él’

‘Mi hermana iba a noveno grado, un señor que le daba ingles le tocaba las piernas a ella, mi hermana le contó a mi mamá y el maestro fue denunciado, ahora no se encuentra en la escuela.’

‘Los policías también se prestan a salir con una menor de edad y aunque  saben que es penado aún lo hacen.’

‘Son tantas (las manifestaciones de la violencia sexual) que no se pueden contar, en un día se dan unas 200 y de estas los docentes las ven (…), pero no hacen nada’

Si tienen interés de conocer más sobre este informe “situación de abuso sexual en niñas, niños, adolescentes y jóvenes de centros educativos públicos de Santa Tecla y San Marcos”, pueden ir al  sitio web: http://www.entrevosyyo.edu.sv/

 

Mélida Guevara coordina un programa de prevención de violencia en El Salvador y Guatemala dentro del programa de Justicia de Género de Oxfam. A través de la ‘ventana ciudadana’  trabaja con otras mujeres en escuelas, (con estudiantes, docentes, madres y padres), y también con funcionarias y funcionarios públicos para mejorar la vida de las mujeres que acuden a la justicia.