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Ana López Navajas: contra la ignorancia que nos paraliza

Por Belén de la Banda

Confieso que hace un par de días tuve una conversación en la que me sentí al mismo tiempo muy emocionada y terriblemente ignorante. Hablaba con Ana López Navajas porque el jurado del Premio Avanzadoras la ha reconocido como merecedora de este galardón. 20minutos y OxfamIntermón tienen esta forma de celebrar conjuntamente el Día Internacional de la Mujer: buscar y homenajear a las Avanzadoras que aportan a nuestra sociedad, y que habitualmente no son tan conocidas ni tan reconocidas como deberían.

Ana López Navajas, ganadora del Concurso Avanzadoras 2017 organizado por 20minutos y Oxfam Intermón. Imagen de la premiada.

Fue una conversación doblemente emocionante. Por una parte porque para ella recibir este premio era una sorpresa increíble, y yo no me había visto antes en una situación como esta. Pero lo más impresionante fue que Ana, como la cosa más normal, empezó a citar con total precisión de nombres, fechas y especialidades a investigadoras y creadoras de las que yo nunca he oído hablar, que hicieron descubrimientos o aportaciones impresionantes a lo largo de la Historia, y que me parece alucinante no ser capaz de recordar ahora. Me quedé con una idea para buscar en internet: una precursora que hizo el primer descubrimiento de lo que recientemente  se ha convertido en el último grito de la nanotecnología: el grafeno. No logré quedarme con el nombre, y se confirma la tragedia: no hay forma de dar con ella ni con su nombre buscando en internet. ¿Alguien sabe de quién se trata? Tengo que seguir buscando.

Por eso, reconocer el trabajo que hace y coordina nuestra Avanzadora, Ana López Navajas, me parece tan urgente como vital. Porque uno de sus frutos es una base de datos donde docentes de secundaria y universidad  pueden incluir, o buscar, toda esa mitad de la información que nos falta para entender la historia de la ciencia y la cultura en el mundo. Sólo si se reconocen las contribuciones de las mujeres la ciencia y la cultura podrán avanzar como deben.

Como buena docente de éxito, Ana pasa su vida entre investigaciones, publicaciones, congresos y todo tipo de actividades para luchar contra esta ignorancia. Pero lo que ella hace exige el compromiso de no bajar nunca la guardia, y no conformarse nunca con lo establecido. Después de hablar con ella y leer sus trabajos, siento que hay un agujero negro del tamaño de la mitad del universo en lo que la ciencia nos aporta.

Las dos finalistas del premio de este año son también dos Avanzadoras significativas. En el ámbito de la comunicación, Isabel Mastrodomenico ha sido reconocida por la solidez de su contribución a la visibilidad de los derechos de las mujeres y la lucha contra la violencia, en los que existen tantos hábitos y estereotipos que cambiar. Y la investigadora María José Castaño Reyero, junto con su equipo de la Universidad Pontificia Comillas, contribuye mediante investigaciones rigurosas a la comprensión de los fenómenos tan contemporáneos como la migración, las leyes de asilo y refugio, y la trata de mujeres y menores.

Desde aquí, en lo personal y en lo profesional, les envío un enorme abrazo, un enorme agradecimiento y una gran enhorabuena, por lo que hacen y por todo lo bueno que puede salir de ello. No son temas fáciles, pero son necesarios e imprescindibles.

Como lo son las causas que se han presentado en un enorme conjunto de propuestas que cada año recibimos en el Concurso Avanzadoras. A quienes habéis estado en la lista, y a quienes os habéis animado a presentar una candidata, un millón de gracias. Este premio sólo tiene sentido con todos vosotros.

Hace unos días pensaba que lo que no se reconoce no existe. Ahora, con el ejemplo de estas Avanzadoras, creo que es un compromiso y una obligación conocer más para remar en la dirección correcta. Seguiremos contando cosas de ellas.

Un enorme abrazo a todas las Avanzadoras en este Día Internacional de la Mujer. #NosotrasParamos y #Avanzadoras8M son buenas referencias para seguir la conversación e impulsar a quienes lo merecen.

Belén de la Banda es periodista y trabaja en el equipo de comunicación de  Oxfam Intermón, que junto con 20minutos promueve cada año el Concurso Avanzadoras.

Una pregunta que rompe vidas

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Por Charo Izquierdo 

Quién iba a pensar que una pregunta tan inocente y buena a priori podría deparar resultados tan negativos:

‘¿Quieres un trabajo?’

Ya, claro; hay que responder en positivo. Un trabajo nunca se rechaza cuando se habita alojado en la miseria. En cambio, hay lugares en el mundo en los que una contestación afirmativa, en busca del cielo prometido, podría conducir a las llamas de un infierno temido. Porque así, sin violencia, con la benevolencia que se le supone a quien brinda un empleo honorable, como camarera, como modelo, como cocinera, como secretaria, así, en ausencia de hecho violento, se está procediendo al reclutamiento de una nueva persona esclava.

Imagen del proyecto 'Chicas nuevas 24 horas', de la directora cinematográfica Mabel Lozano.

Imagen del proyecto ‘Chicas nuevas 24 horas’, de la directora cinematográfica Mabel Lozano.

Así, con la aceptación de un trabajo, en ocasiones bajo el influjo de lo que en algunas culturas es el rito religioso del vudú, tal vez atrapadas por un supuesto novio, los llamados loverboys, son reclutadas las nuevas esclavas, especialmente las destinadas a la explotación sexual.

No es novedoso. Lo he estudiado. Lo he escuchado de mujeres que escaparon de esa esclavitud, que fueron víctimas de trata con fines de explotación sexual. Lo he hablado con rumanas, brasileñas, argentinas, mexicanas, lo he sabido de los labios de una peruana, protagonista principal de mi novela Puta no soy (Lid Editorial), basada en uno de los personajes del documental Chicas nuevas 24 horas, de Mabel Lozano. Siempre se activa el mismo mecanismo.

Sin embargo, leer sobre ello, sobre esa maquinaria, en el informe La trata de seres humanos, el negocio del comercio con personas, investigación de María José Castaño Reyero, para la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, me ha interesado, tal y como ella lo explica, como un proceso. ‘De las acciones incluidas en el concepto normativo internacional de trata de personas se deduce que la trata es un proceso. A fin de cuentas la trata de seres humanos constituye un mecanismo mediante el cual conseguir esclavizar a una persona’.Y así es. ¿De qué personas? En su mayoría, de esas que no disponen del dólar diario que las sacaría de la miseria absoluta. De esas que se agarran a cualquier clavo que les acerque al sueño de una vida mejor. Generalmente mujeres, sobre todo cuando hablamos de mujeres y niñas cuyo destino es la explotación sexual. Los tratantes buscan personas vulnerables, y la pobreza es un factor determinante de vulnerabilidad. Como bien recuerda la investigadora, ‘para la Organización de Naciones Unidas, la mayoría de los 1.500 millones de personas que viven con 1 dólar o menos al día son mujeres; en un contexto global de subordinación de las mujeres a los hombres, el predominio de las mujeres entre la población empobrecida apunta al denominado proceso de feminización de la pobreza’.

El caldo de cultivo no puede ser más idóneo para que los tratantes recluten entre esas personas a los 20,9 millones víctimas de trata en el mundo, según datos de la Organización Internacional del Trabajo, de los que se supone que un 55% son mujeres y niñas, siendo el 79% de la trata para explotación sexual (según UNICEF, hasta dos millones de niños en el mundo están sometidos a comercio sexual).

Habla la investigadora de las mujeres que entran todos los años en Europa occidental para ser explotadas sexualmente, que La Organización Internacional de las Migraciones cifra en 500.000, ‘la mayoría –escribe- no son ciudadanas de países ricos y desarrollados, sino que proceden de países que se debaten en el subdesarrollo y el atraso. Los encargados de reclutarlas –que pueden llegar a cobrar hasta 500 dólares por cada una- generalmente lo hacen con falsas promesas de empleo como modelos, secretarias o dependientas en un país rico’. Con ellas se nutren clubs, prostíbulos, saunas, calles…

La autora habla del cruce de fronteras, de ‘traslados que se realizan en el marco del tráfico ilícito de migrantes, de cualquier movimiento de personas extranjeras que trate de burlar la legislación española sobre inmigración’, habla de ‘tratantes que buscan el modo de que las víctimas entren en el país de destino con su situación regularizada, con un visado de trabajo o con uno de turista de duración determinada’. Pero lo cierto es que ya no hay solo una trata de mujeres que provienen de América o de África o de Asia, y que requieren por tanto visados y o pasaportes en regla (que habitualmente el tratante retira a la víctima).

En España el 60% de las víctimas provienen de los Balcanes, de países europeos cuyo visado no es condición para entrar. Y en cualquier caso, recuerda la autora que en la fase de transporte de las víctimas, los instrumentos legales europeos no requieren el cruce de una frontera, de modo que el concepto tráfico de personas con fines de explotación también se aplica cuando se produce en el ámbito nacional.

Este año en el que se celebra por segunda vez el 30 de julio como el Día Internacional de la Lucha contra la Trata de Personas, quince años después de que la ONU adoptara el llamado protocolo de Palermo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente de mujeres y niños, hay que seguir recordando que bajo estas frases, bajo estos términos, imposibles de resumir en una sola palabra, se esconde una realidad que sí puede, en cambio, resumirse en una palabra: esclavitud.

Hablamos de trata de personas (en este término se incluye la laboral, la que tiene fines de explotación sexual y la de venta de órganos) y hablamos de violación de derechos humanos fundamentales. Violación de dignidad. Como dice Castaño Reyero, ‘violación del derecho a la vida, la salud, la libertad y la seguridad, la libertad sexual, la intimidad’…

No podemos, desde mi punto de vista, no debemos olvidar la perspectiva de género, porque como decía anteriormente estamos ante otra manifestación más de la feminización de la pobreza, y además ante una de las mayores manifestaciones de la violencia ejercida sobre las mujeres obligadas a ejercer la prostitución. Y, sin embargo, no puedo estar más de acuerdo con la investigadora en que tanto en el enfoque como en la articulación de las posibles soluciones hay que incluir la perspectiva de los derechos humanos violentados.

Y para quien dude de las magnitudes de este crimen que afecta a más de cuatro millones de personas y que mueve al año 35.000 millones de dólares, un dato escalofriante del informe, que ya adelantaba en el último capítulo de mi novela, con diferente exposición: ‘El comercio trasatlántico necesitó cuatrocientos años para llevar al Nuevo Mundo a doce millones de esclavos africanos’. Pues bien, en apenas diez años, ‘se calcula que cerca de treinta millones de mujeres y niños han sido objeto de trata en el sudeste asiático’.

‘¿Quieres un trabajo?’

Charo Izquierdo es periodista y autora de la novela Puta no soy (Lid Editorial)