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Una silla en la cumbre

Por Lara ContrerasLara Contreras

España está ocupando una silla en el Consejo de Seguridad de la ONU y lo hará durante dos años. ¿Qué significa estar en el Consejo de Seguridad de la ONU? Suena muy fuerte y es que es una gran responsabilidad. Supone entrar en el club de los garantes de la paz y seguridad mundial. Implica hacer todo lo posible para que mujeres, hombres y niños dejen de sufrir la violencia de la guerra, puedan huir de sus hogares e instalarse en un sitio seguro y reciban toda la ayuda que necesiten. Se trata de proteger a las personas.

Una mujer recoge agua en un campo de refugiados a las afueras de Trípoli (Libia). Imagen de Pablo Tosco / Oxfam Intermón.

Pero España puede pasar esto dos años sin pena ni gloria o dejar su huella como país que ha logrado cambiar la vida de las personas atrapadas en conflicto en especial de las mujeres y las niñas. Y digo en especial mujeres porque es donde España destaca frente a otros y porque presidirá el Consejo de Seguridad cuando se cumplan 15 años de la resolución 1325 que busca dar voz a las mujeres en la resolución de conflictos.

Abeer Al Madhoun es una mujer palestina que dio a luz a su hijo entre bombas en la última guerra de Gaza. No tuvo la oportunidad de huir de la guerra, no pudo acceder a un hospital seguro y sigue atrapada en Gaza sin poder ofrecer un futuro a su hijo. Además, su voz no está siendo escuchada ni tenida en cuenta por todos aquellos que dicen estar buscando una solución al conflicto palestino-israelí.

Abeer Al Madhoun, tras dar a luz en el hospital de Oxfam en la franja de Gaza. Imagen de Mohamed Al Babba / Oxfam

Abeer Al Madhoun, tras dar a luz en el hospital sostenido por Oxfam en la franja de Gaza. Imagen de Mohamed Al Babba / Oxfam

El primer viaje de nuestro Ministro de Asuntos Exteriores nada más sentarse en el Consejo de Seguridad ha sido a Gaza, es la primera vez que un Ministro de nuestro país entra en la Franja desde el inicio del Bloqueo israelí. Tras el viaje se ha comprometido a impulsar el proceso de paz de Oriente Medio.

Me pregunto si en su estancia en Gaza ha hablado con Abeer o con alguna mujer que ha pasado por lo mismo, si le ha preguntado qué significó dar a luz entre bombas, si se habrá interesado por saber qué futuro le quiere dar Abeer a su hijo y qué papel quiere jugar ella en la solución a este conflicto.

Yo como madre, tengo la gran suerte de decidir sobre mi vida y la de mis hijos y darles un futuro y quiero que mujeres como Abber también puedan hacerlo. Ahora España sí está en ese privilegiado club de países que pueden evitar que más mujeres se vean obligadas a vivir uno de los momentos claves de su vida, dar a luz a un hijo, en la guerra. Será de los países que pueden darles voz a mujeres como Abber para cambiar su vida y ver algo de luz en la vida de sus hijos.

España ha sido en los últimos años un país reconocido por su implicación en la defensa de los derechos de las mujeres y  con el objetivo de integrar la perspectiva de género en los procesos de construcción de paz, España elaboró en 2007 el Plan de Acción para la aplicación de la Resolución 1325. Este compromiso tiene que marcar la diferencia para la vida de las mujeres atrapadas en conflicto mientras España esté en el Consejo de Seguridad.

Las mujeres no sólo sufren la violencia de los conflictos, sino que muchas veces son utilizadas como arma de guerra en los mismos para humillar a los hombres. Además, son las que se responsabilizan de proteger a los hijos o tienen que huir solas con ellos y cuando se inician las negociaciones de paz no son invitadas a la mesa, como se ha visto en Afganistán o Gaza.

Quiero que pensemos que querríamos hacer nosotras si de pronto viviéramos en un conflicto y quiero que le pidamos al Gobierno español que se comprometa a darle lo mismos que querríamos para nosotras a todas aquellas mujeres que viven atrapadas en la violencia.

Lara Contreras es coordinadora de relaciones institucionales en Oxfam Intermón

Huir de Siria hacia un callejón sin salida

Por Júlia SerramitjanaJulia Serramitjana

“Caminamos de noche para alcanzar la frontera con Jordania. Yo llevaba en brazos a mi hijo de dos meses. El corazón me palpitaba de miedo. Al llegar al paso fronterizo, no encontraba a mi marido ni a mis cuatro hijas. Empecé a oír disparos a mi alrededor. Creía que les había perdido. Fueron los minutos más angustiosos de mi vida.”

Ghossoun de 38 años, maestra, recuerda así la huida de su familia de Siria hace año y medio, cuando fueron a buscar refugio en Jordania. Tiene seis hijos, de entre 2 y 12 años. Llegó a Amman con su documento de identidad, una sillita de bebé y algo de ropa de los niños. Al llegar, alquiló un piso desvalijado de dos habitaciones por 150 dinares jordanos (unos 200 euros) al mes y sobrevivieron con los jornales que su marido Samer conseguía ganar de vez en cuando.

Mujeres refugiadas sirias que viven en un asentamiento informal al lado de una carretera esperan para salir a trabajar a los campos de tomates en el valle de Bekaa en el Líbano.

Mujeres refugiadas sirias que viven en un asentamiento informal al lado de una carretera esperan para salir a trabajar a los campos de tomates en el valle de Bekaa en el Líbano. Imagen:  Bekki Frost

Para las refugiadas como Ghousson es prácticamente imposible conseguir un permiso de trabajo debido a la estricta legislación laboral jordana. Al no poder obtener unos ingresos estables, se ve obligada a gastar todos sus ahorros y depender de la ayuda humanitaria. Mujeres como ella se encuentran en un callejón sin salida. Pero es que además, la falta de fondos ha obligado a las organizaciones humanitarias a recortar sus programas. Los ahorros con los que contaba Ghousson están prácticamente agotados. ¿Qué futuro le espera?

Hace poco más de un año escribía en este mismo blog, sobre Sawthan Alshami, una mujer que también emprendió una dolorosa huida desde Siria y recuerdo que en ese momento pensé que ese conflicto no podía alargarse más. Ni la violencia ni el sufrimiento de todas estas mujeres.

Un año más tarde me entristece enormemente saber que siguen existiendo historias como la de Ghousson. Y mientras, el goteo de personas muertas, desplazadas o en situación de necesidad urgente como consecuencia del conflicto sigue aumentando. El coste humano es escalofriante: 190.000 personas han perdido la vida y 6,5 millones han tenido que desplazarse en Siria. Y con tres millones de refugiados, se trata de una de las peores crisis  desde el final de la Segunda Guerra Mundial.

Hoy leía el informe publicado por Oxfam Intermón: Un trato más justo para la población siria, en el que se advierte que combinación de agotamiento de los ahorros y menor ayuda no dibuja un panorama muy alentador y advierte que muchas mujeres tendrán que recurrir cada vez más a mecanismos de subsistencia negativos y arriesgados, como trabajo infantil, prostitución, matrimonios tempranos y mendicidad.

Júlia Serramitjana es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

«Tened fe en las mujeres sirias. Podemos lograrlo todo»

Por Jenny EnarssonJenny Enarsson

Días después de la cumbre de alto nivel sobre cómo acabar con la violencia sexual en los conflictos de Londres, un grupo de mujeres sirias se reunió en Amman (Jordania). En esta reunión no hubo personas famosas ni cámaras de televisión. De hecho, su hubiese habido cámaras, muchas de las mujeres no habrían podido participar.

Se trataba de una iniciativa de la Syrian Women’s Initiative for Peace and Democracy (SWIPD), una red de organizaciones de mujeres de la sociedad civil cuyo objetivo es influir en la búsqueda de una solución política a la crisis que sigue asolando Siria y afectando a toda la región. Tras tres años de largo conflicto, el ambiente en Amman era sincero. Una de las participantes subrayó: La comunidad internacional ha estado mirando a otro lado mientras nos íbamos sumiendo en esta situación; en este infierno’.

 

Una mujer coge a su hija mientras la aviación siria bombardea un barrio cercano a su casa. Foto: Sam Tarling / Oxfam

Una mujer coge a su hija mientras la aviación siria bombardea un barrio cercano a su casa. Foto: Sam Tarling / Oxfam

La coalición, que cuenta con 49 organizaciones, se formó en vistas de las esperadas negociaciones de paz de Ginebra II que comenzaron en enero de este año para fracasar tras semanas de negociación entre las distintas partes del conflicto. Algunas organizaciones están consolidadas y tienen vínculos internacionales, mientras que otras son grupos pequeños que están respondiendo a esta crisis sobre el terreno y que no pueden ser ignoradas. En los meses previos a Ginebra II, las líderesas de las organizaciones miembro, tanto de dentro como de fuera de Siria, hicieron recomendaciones para garantizar que en el proceso de construcción de paz y de recuperación las mujeres participaran activamente y se tuvieran en cuenta las cuestiones relacionadas con el género así como las demandas de las organizaciones de mujeres. Aunque sabemos por los conflictos que existen en todo el mundo que una mayor participación de las mujeres incrementa las posibilidades de éxito de los procesos de construcción de paz, finalmente estas organizaciones fueron excluidas de las negociaciones.

Trabajando para la paz en distintas esferas
En Amman, la reunión se centró en planificar los próximos pasos. La labor de Syrian Women’s Initiative for Peace and Democracy se centra principalmente en abogar por la reanudación de las negociaciones de paz, pero sus integrantes están convencidas de que esta se debe desarrollar nivel local, regional e internacional al mismo tiempo. Esto significa que las organizaciones de la sociedad civil, así como otras organizaciones comunitarias de base y las personas a título individual, deben participar y trabajar juntas y de forma paralela a los debates políticos de alto nivel entre Gobiernos, Naciones Unidas y otros actores internacionales para que la paz sea sostenible a largo plazo. La coalición argumenta que para ello, se debe incrementar el rol de las mujeres como portadoras de este mensaje de paz civil y seguridad. ‘A veces, los países occidentales solo quieren vernos como madres, mujeres y hermanas. Pero no queremos ser víctimas de estereotipos. Tenemos el derecho de participar en las negociaciones y en las decisiones sobre el futuro de nuestro país. Ese es nuestro papel y debe ser tomado muy en serio’.

La Syrian Women’s Initiative for Peace and Democracy (SWIPD) reúne lideresas de 49 organizaciones. Fuente: http://swipad.org/node/45

La Syrian Women’s Initiative for Peace and Democracy (SWIPD) reúne lideresas de 49 organizaciones. Fuente: http://swipad.org/node/45

La voz de la amplia mayoría debe ser escuchada
Para que esta amplia gama de partes interesadas puedan colaborar en pro de la paz, es necesario fomentar la confianza para que las personas sirias de todo tipo de afiliación puedan trabajar juntas. ‘Necesitamos empezar un proceso de paz basado en los intereses y preocupaciones comunes de todas las personas participantes. El pueblo sirio está cansado y quiere una solución pacífica. Las personas extremistas son solo el 5% en ambos bandos del conflicto. Debemos centrarnos en el 90% restante.

La implicación de la comunidad internacional es clave
Pero no solo las organizaciones de mujeres deben coordinar sus esfuerzos. También la comunidad internacional. Las integrantes de la coalición fueron claras en cuanto a qué querían. Una de las participantes explicó: ‘Necesitamos que la comunidad internacional presione para que las negociaciones de paz se reanuden. Y necesitamos apoyo para que nuestra voz sea tenida en cuenta en el proceso de paz. Queremos que la comunidad internacional nos ayude a construir un Estado democrático; el Estado con el que soñamos’.

Cuando la reunión en Amman estaba a punto de terminar y todas las participantes se pusieron en pie dispuestas a marcharse, una de ellas tomó el micrófono:
‘Antes de que nos marchemos, quiero contaros una historia. Hace un año, un grupo armado entró en mi pueblo. Actuaron con violencia. Los hombres no podían salir a la calle porque corrían el peligro de ser tiroteados o secuestrados. Al final, fueron las mujeres quienes rodearon a los combatientes y los echaron del pueblo. Me gustaría decirle a la comunidad internacional que tenga fe en las mujeres sirias. Podemos lograrlo todo‘.

Jenny Enarsson, asesora en temas de género en la respuesta humanitaria de Oxfam en Siria

Ésta no es mi guerra. Historias de refugiadas

Por Belén de la Banda  @bdelabanda

No es ella quien empezó la guerra. Ni siquiera sabe a ciencia cierta en qué momento ha empezado, ni quiénes son los responsables. Ésta no es su guerra, pero por obra y gracia de ella, ya su casa no es su casa, ni su familia es su familia tal como la conocía, el terreno donde sembraba y cosechaba su comida ya no está a su alcance, y su vida ha quedado absolutamente destrozada. Esta guerra no es su guerra, pero esta vida ya tampoco es su vida.

Niñas y mujeres cogen agua de las cisternas instaladas por Oxfam en el campamento de refugiados de Za'atari en Jordania. Imagen: Caroline Gluck/Oxfam

Niñas y mujeres refugiadas de origen sirio cogen agua de las cisternas instaladas por Oxfam en el campamento de refugiados de Za’atari en Jordania. Imagen: Caroline Gluck/Oxfam

Ésta es la historia de la mayoría de las mujeres que han tenido que huir de un conflicto y ahora se encuentran en un campo de de refugiados. Hace pocos días, mi compañera Júlia hablaba de cómo en Sudán de Sur las mujesres llevan la peor parte. Cuando pierden a parte de su familia, su responsabilidad se multiplica, su trabajo tradicional -cuidar de la familia, de los niños, de los ancianos, conseguir agua, preparar la comida, buscar techo…- se multiplica.

Es la realidad de mujeres sirias como  Lekaa, una refugiada siria  que mis compañeros conocieron en el campamento de Za’atari, en Jordania, una mujer de clase media en su país, que  nunca pensó que algún día se vería en esta situación. ‘Todas las mañanas lloro. Echo de menos mi país, mi familia, mis amigos. El trabajo de las mujeres, aquí es más duro, lo pasamos peor. Tengo miedo de dar a luz en este sitio. Estaré muy cansada, y sin mi madre y mis hermanas…

El miedo de Lekaa lo ha vivido Mari, una mujer dinka refugiada en el campo de Mingkaman, en  Sudán del Sur:  parió a su tercer hijo bajo una lona de plástico, y fue un parto tan difícil que enfermó. Por suerte, tiene con ella a su familia: ‘A pesar de que mi marido está conmigo, no puede hacer nada para mantenernos. Dependemos de las agencias humanitarias. Lo perdimos todo cuando vinimos: las cabras, las vacas y nuestras pertenencias‘.

La vida en el campo es difícil, pero lo peor de todo es que no tiene futuro. Knyah huyó hace 4 meses de su casa en Juba, cuando empezaron los ataques, con su marido y sus 5 hijos.  Se refugiaron en el recinto de Naciones Unidas en la ciudad ‘Nos dieron esterillas, mantas y plásticos para construirnos una vivienda. Pero yo no quiero vivir aquí siempre. Nuestros hijos serán una generación perdida‘. Para ella, la falta de libertad, no poder regresar a su casa, ni salir del campo por el riesgo de que la maten, es lo más duro.

El riesgo es siempre una posibilidad cercana. Nyawer perdió a uno de sus tres hijos durante los ataques en Juba: ‘Primero oímos disparos, luego bombas. Teníamos mucho miedo. Entonces, un tanque pasó por encima de nuestra casa y mató a uno de mis hijos‘. En su barrio entraron grupos de soldados dinka a matar a los nuer, etnia a la que pertenece.  Aunque logró escapar con su marido y sus otros dos hijos, buscar refugio fue difícil:  ‘la gente nos decía que en el recinto de la ONU estaríamos seguros, pero tardamos días en encontrarlo. Cuando llegamos fue un alivio, pero ahora ya no nos sentimos seguros aquí tampoco‘. Su marido salió del campo a buscar carbón para cocinar y lo mataron también.

Pero además, en las situaciones de conflicto, las mujeres son usadas como arma de guerra, víctimas de asesinatos, violaciones, y todo tipo de humillaciones. Sus cuerpos forman parte del botín, de la relación de poder o se convierten en una forma de hacer daño al enemigo. Y muchas veces también son víctimas de agresiones en los campos donde han buscado acogida.

Hoy se conmemora el Día del Refugiado, para atraer la mirada de la sociedad mundial sobre la realidad de millones de personas que lo han perdido todo huyendo de los conflictos. Es el momento de comprometernos a ayudar a estas familias, y de hacer todo lo posible para que situaciones como las que viven no vuelvan a ocurrir. Para que terminen esas guerras que no son suyas, y recuperen las vidas que sí lo son.

Belén de la Banda es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

Doblemente refugiadas

Por Júlia Serramitjana Julia Serramitjana

Cuando se cumplen tres años de la guerra de Siria, he conocido la historia de Sawthan Alshami. Vive en Wadi Zeina, un barrio de mayoría palestina en las afueras de Beriut, en el Líbano. Hace un año huyó de Siria. Ha sido doblemente refugiada: primero huyendo del conflicto palestino-israelí y ahora de la guerra civil que está asolando este país hace ya tres años. Vivía en Damasco y trabajaba en una guardería.

Créditos: Sawthan Alshami vive en el barrio de Wadi Zeina con su familia desde hace un año. La violencia ha hecho que estos refugiados lo sean por dos veces: ahora en Líbano y en pésimas condiciones. Viven hacinados en pisos de alquiler, en tiendas y locales que rentan por precios desorbitados o, como en la imagen, en mezquitas que las familias dividen con tablones y sábanas para tratar de ganar intimidad. Imagen: Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Sawthan Alshami vive con su familia en el barrio de Wadi Zeina desde hace un año,  en un local que dividen con tablones y sábanas para tratar de ganar intimidad. Imagen: Pablo Tosco / Oxfam Intermón

 

Nunca en la vida pensé que terminaría viviendo en una tienda‘, dice su hija Nadiya, que estudiaba música. Antes de la guerra cantaba y tocaba varios instrumentos pero aquí me paso el día metida en el local dónde vivimos. A  veces salgo con mi madre a algún recado; la verdad, no  hay mucho qué hacer‘, añade la joven que quiere ser periodista para ‘contar esto algún día‘.

Son mujeres y niñas a las que la guerra ha obligado a vivir como refugiadas y se resisten a la idea de que Líbano sea su nuevo hogar para siempre.  La generación de Sawthan  nació y vivió en Siria. ‘Ha sido nuestro hogar y es a donde queremos regresar‘, dice. Y es que, según una encuesta de Oxfam Intermón, más del 65% de personas que han huido del conflicto piensa que no podrá volver nunca a su país a pesar de sus enormes deseos de hacerlo.

No puedo evitar hacer paralelismo de mi vida con la de Nadiya: mi madre es profesora como Sawthan. Yo también estudié música, toqué varios instrumentos cuando era joven y, como ella,  quise ser periodista. A diferencia de Nadiya, mi vida no se truncó por ninguna guerra. No tuve que huir de mi país sin saber si algún día podré volver y, ahora mismo puedo escribir estas líneas desde la comodidad de mi casa.

Una de las cosas que más me estremece del conflicto sirio es la similitud de  las vidas de mujeres y niñas como Sawthan y Nadiya con las de cualquier mujer o niña que conozco. Esta incredulidad que manifiesta Nadiya de preguntarse cómo ha acabado viviendo en un local  y cómo su anterior vida cotidiana se ha desvanecido. El  pensar ‘me podría haber pasado a mi‘ hace que empatize con estas mujeres. Como yo, tenían una vivienda, un centro de salud, una escuela, un mercado dónde comprar, cines  y bibliotecas. Sus vidas eran ‘normales’ en Siria, como la mía o como la tuya.

Hace poco leía a Zygmunt Bauman, en su libro Tiempos líquidos. Vivir en una época de incertidumbre donde recoge muy bien este sentimiento: ‘Quién ha sido refugiado una vez ya lo es para siempre. Los caminos de regreso al paraíso perdido (o, mejor dicho, al paraíso ya inexistente) del propio hogar han sido cortados y todas las salidas del purgatorio llevan al infierno. Nunca se liberarán de la sensación agónica que el sitio dónde están es transitorio, indefinido y provisional”

Y es que estas mujeres se enfrentan a ahora a la incertidumbre de no saber cuándo terminará un conflicto que ya hace tres años que dura y, además,  la de no saber si podrán volver algún día a retomar sus vidas.

Júlia Serramitjana es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

Siria: ‘nunca pensé que esto podría pasarnos’

Por Claire Seaward Claire Seaward

Recientemente he conocido a Reema*, una joven siria de 19 años de edad, en un campo de refugiados de Líbano. En Siria, Reema tenía toda la vida por delante. Acababa de terminar la escuela secundaria y estaba a punto de entrar en la universidad. Estaba ansiosa por trabajar y forjarse un futuro.

Pero en ese momento su casa fue bombardeada y ella, sus padres y hermanas tuvieron que huir. Ahora espera sentada en un campo sin posibilidad de acceder a la educación superior, sin perspectivas de independizarse, y –tal como refleja su mirada- sin esperanza para un futuro mejor.

Lamentablemente, la historia de Reema es solo una de muchas en Siria. En los últimos cuatro meses, he conocido a muchas mujeres refugiadas en el Líbano y Jordania. Me siento honrada de escuchar sus historias. En una crisis como ésta, las opiniones y preocupaciones de la gente común a menudo son difíciles de encontrar. Las voces de las mujeres son especialmente raras.

Muchas mujeres sirias están luchando para hacer frente a esta nueva realidad. Como tú o como yo, tenían casas, trabajo, agua, electricidad, educación y salud. Algunas son profesoras universitarias, arquitectas, y sus maridos son diseñadores de jardines, albañiles y empresarios. Hasta que, un día, todo desapareció.

A muchas madres que he conocido lo que más les preocupa son sus hijos. Muchas huyeron de Siria porque temían por sus vidas. Están preocupadas porque sus hijos e hijas no pueden ir a la escuela, porque el agua que beben les provoca enfermedades, o porque no serán capaces de darles la comida que necesitan. Las mujeres embarazadas están preocupadas por dar a luz y criar a sus bebés en un campo polvoriento y sucio.

Samira se ha visto obligada a vivir en un campo de refugiados de Líbano. © Luca Sola/Oxfam.

Samira se ha visto obligada a vivir en un campo de refugiados de Líbano. © Luca Sola/Oxfam.

Escuchar estas historias hace que sea consciente de la suerte que tengo de haber crecido en un país estable y próspero como Australia. Cuando estoy enferma, voy a ver a mi médico de cabecera. Cuando abro un grifo, tengo agua potable. ¿Qué haría yo si mañana me convirtiera en una refugiada? Sinceramente, no lo sé. Y suelo pensar que eso no me pasará nunca.  Aunque estas mujeres sirias pensaban lo mismo que yo. De hecho, una de las frases que más he escuchado entre las personas refugiadas de Siria es: «Nunca pensé que esto nos iba a pasar a nosotros.»

Desde que comenzó el conflicto hace tres años, 1,8 millones de personas han tenido que abandonar Siria para encontrar seguridad en los países vecinos, a veces con nada más que la ropa que llevaban puesta. Otros 4,25 millones de personas están todavía dentro de Siria, pero han tenido que huir de sus hogares para tratar de encontrar un lugar seguro para vivir.

Oxfam (donde yo trabajo), y muchas otras organizaciones, son capaces de ayudar con los problemas inmediatos que enfrentan las personas refugiadas. Por ejemplo, en Oxfam estamos trabajando con organizaciones locales para proporcionar dinero en efectivo y cupones para que las familias puedan comprar alimentos y tener un techo sobre sus cabezas, aunque ese techo sea un sótano, que forma parte de un edificio abandonado, o láminas de plástico para hacer una tienda de campaña.

Pero la ayuda que dan los gobiernos y las personas individuales es lo que realmente marca la diferencia, es lo que está salvando vidas.

La ONU acaba de pedir a Estados Unidos 5 millones de dólares para proporcionar a las personas afectadas por la crisis de Siria durante el 2013. Se trata de una enorme cantidad de dinero, pero es lo que se necesita para proporcionar la ayuda esencial, como alimentos, agua, refugio y atención médica a millones de personas afectadas.

Lo que Oxfam y otros organismos de ayuda no podemos hacer es que Siria vuelva a ser lo suficientemente segura para que su población pueda volver. Los gobiernos y los grupos de la oposición dentro de Siria tienen que lograrlo y les instamos enérgicamente a encontrar una solución pacífica a la crisis lo antes posible.

Las mujeres con las que he hablado quieren desesperadamente volver a casa. Ellas aman Siria. Pero hasta que no sea seguro volver, se sientan en el limbo, en países como Líbano y Jordania, sin saber cuál será su destino.

Para ayudar a las mujeres como Reema a volver a su hogar, puedes hacer un donativo para la emergencia de Siria.

 

 

* Reema no es su verdadero nombre. Hemos tenido que cambiarlo por motivos de seguridad.

Claire Seaward es responsable de campañas de Oxfam. Durante los últimos 9 años ha trabajado en Gran Bretaña,  África y  Asia. Defiende los derechos de los refugiados sirios en el Líbano y Jordania desde febrero de 2013.