
Cartel de la campaña de las Personas Sin Hogar con el que se pretende visibilizar la realidad las personas que viven en esa situación.
Quería compartir con vosotros la experiencia de vida de una escritora y periodista estadounidense, Becky Blanton. La he conocido gracias a una charla TED donde cuenta su experiencia cuando se convirtió en una persona trabajadora pero sin hogar en EE.UU., eso le mostró como alguien puede convertirse en invisible para la sociedad y sentir su vida fuera de control.
Becky planeó ilusionada vivir en su camioneta durante un año, recorriendo su país para conocerlo a fondo, pero tras el fallecimiento de su padre, sufrió una terrible depresión y vio como su trabajo como periodista tocó su fin. Su roadtrip se convirtió en una situación extrema, donde todas las fichas de dominó iban cayendo.
La sociedad, explica Becky, cree que vivir en una estructura de hogar permanente (da igual la calidad de la misma) representa tu valor como persona, pero no debería ser así. Lo que ella quiere decir es que juzgamos a alguien por el lugar donde vive, ya sea un apartamento o una cabaña. Seguimos estigmatizando a las personas que viven en sus coches, en casas de materiales de baja calidad o en la calle.
Porque desgraciadamente podemos ver con frecuencia en los medios de comunicación, los acontecimiento de odio y rechazo que sufren estas personas cada año. Pero no deberíamos criminalizar el sinhogarismo, porque aunque estas personas no tengan hogar, tienen una vida.
Me quedo con dos frases clave de Becky: ‘el sinhogarismo es una actitud, no un estilo de vida’. Y con ‘las personas no son donde viven, donde duermen o cuál es su situación de vida en un momento dado’.
Os invito a invertir siete minutos de vuestro tiempo y escuchar la emotiva historia de esta mujer que luchó por volver a ser lo que era, conseguir un empleo de nuevo y devolver a su vida ilusión por vivir.
Todos deberíamos luchar contra la exclusión, la discriminación y ante todo, contra los prejuicios. Construyamos en común una sociedad para todas las personas, sin juzgar a nadie.
Gema Castilla trabaja en RAIS Fundación, entidad que trabaja por la integración sociolaboral de personas sin hogar.
Recientemente he conocido a Reema*, una joven siria de 19 años de edad, en un campo de refugiados de Líbano. En Siria, Reema tenía toda la vida por delante. Acababa de terminar la escuela secundaria y estaba a punto de entrar en la universidad. Estaba ansiosa por trabajar y forjarse un futuro.
Pero en ese momento su casa fue bombardeada y ella, sus padres y hermanas tuvieron que huir. Ahora espera sentada en un campo sin posibilidad de acceder a la educación superior, sin perspectivas de independizarse, y –tal como refleja su mirada- sin esperanza para un futuro mejor.
Lamentablemente, la historia de Reema es solo una de muchas en Siria. En los últimos cuatro meses, he conocido a muchas mujeres refugiadas en el Líbano y Jordania. Me siento honrada de escuchar sus historias. En una crisis como ésta, las opiniones y preocupaciones de la gente común a menudo son difíciles de encontrar. Las voces de las mujeres son especialmente raras.
Muchas mujeres sirias están luchando para hacer frente a esta nueva realidad. Como tú o como yo, tenían casas, trabajo, agua, electricidad, educación y salud. Algunas son profesoras universitarias, arquitectas, y sus maridos son diseñadores de jardines, albañiles y empresarios. Hasta que, un día, todo desapareció.
A muchas madres que he conocido lo que más les preocupa son sus hijos. Muchas huyeron de Siria porque temían por sus vidas. Están preocupadas porque sus hijos e hijas no pueden ir a la escuela, porque el agua que beben les provoca enfermedades, o porque no serán capaces de darles la comida que necesitan. Las mujeres embarazadas están preocupadas por dar a luz y criar a sus bebés en un campo polvoriento y sucio.
Escuchar estas historias hace que sea consciente de la suerte que tengo de haber crecido en un país estable y próspero como Australia. Cuando estoy enferma, voy a ver a mi médico de cabecera. Cuando abro un grifo, tengo agua potable. ¿Qué haría yo si mañana me convirtiera en una refugiada? Sinceramente, no lo sé. Y suelo pensar que eso no me pasará nunca. Aunque estas mujeres sirias pensaban lo mismo que yo. De hecho, una de las frases que más he escuchado entre las personas refugiadas de Siria es: «Nunca pensé que esto nos iba a pasar a nosotros.»
Desde que comenzó el conflicto hace tres años, 1,8 millones de personas han tenido que abandonar Siria para encontrar seguridad en los países vecinos, a veces con nada más que la ropa que llevaban puesta. Otros 4,25 millones de personas están todavía dentro de Siria, pero han tenido que huir de sus hogares para tratar de encontrar un lugar seguro para vivir.
Oxfam (donde yo trabajo), y muchas otras organizaciones, son capaces de ayudar con los problemas inmediatos que enfrentan las personas refugiadas. Por ejemplo, en Oxfam estamos trabajando con organizaciones locales para proporcionar dinero en efectivo y cupones para que las familias puedan comprar alimentos y tener un techo sobre sus cabezas, aunque ese techo sea un sótano, que forma parte de un edificio abandonado, o láminas de plástico para hacer una tienda de campaña.
Pero la ayuda que dan los gobiernos y las personas individuales es lo que realmente marca la diferencia, es lo que está salvando vidas.
La ONU acaba de pedir a Estados Unidos 5 millones de dólares para proporcionar a las personas afectadas por la crisis de Siria durante el 2013. Se trata de una enorme cantidad de dinero, pero es lo que se necesita para proporcionar la ayuda esencial, como alimentos, agua, refugio y atención médica a millones de personas afectadas.
Lo que Oxfam y otros organismos de ayuda no podemos hacer es que Siria vuelva a ser lo suficientemente segura para que su población pueda volver. Los gobiernos y los grupos de la oposición dentro de Siria tienen que lograrlo y les instamos enérgicamente a encontrar una solución pacífica a la crisis lo antes posible.
Las mujeres con las que he hablado quieren desesperadamente volver a casa. Ellas aman Siria. Pero hasta que no sea seguro volver, se sientan en el limbo, en países como Líbano y Jordania, sin saber cuál será su destino.
Para ayudar a las mujeres como Reema a volver a su hogar, puedes hacer un donativo para la emergencia de Siria.
* Reema no es su verdadero nombre. Hemos tenido que cambiarlo por motivos de seguridad.
Claire Seaward es responsable de campañas de Oxfam. Durante los últimos 9 años ha trabajado en Gran Bretaña, África y Asia. Defiende los derechos de los refugiados sirios en el Líbano y Jordania desde febrero de 2013.