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Desde las entrañas de un divorcio

Por Irene Núñez Cid

Soy hija de padres divorciados. Mis padres se separaron cuando yo tenía 7 años y mi hermano 5. Confieso que al principio fue algo que me costó entender y asimilar. En 1991 era la única niña de la clase cuyos padres ‘habían dejado de quererse’ y la noticia llegó a todas las aulas del colegio.

Después de un divorcio pueden surgir nuevas formas de familia. Imagen de Jon Tyson.

Con el tiempo aprendí que el amor se puede acabar, y no pasa nada. Todo lo contrario, el fin de una etapa representa la oportunidad de vivir nuevas y mejores experiencias y, en mi caso, pasar a formar parte de lo que Roser de Tienda denomina como familias reconstruidas.

Familias que suman y que se enfrentan al reto de que esa suma funcione. Familias formadas a partir de otras familias que en su día se disolvieron para crear una nueva. Familias donde niñas  niños que quizás ni se conocían se convierten en hermanos de la noche a la mañana. Familias donde la pareja busca el equilibrio y el bienestar de todos sus miembros, intentando no descuidar a ninguno. Familias que tratan de llevarse bien con todas las partes. Familias que intentan hacerlo lo mejor posible.

Sin embargo, hasta hace recientemente poco tiempo, no me planteé en profundidad cómo había sido esa difícil experiencia para mis padres, en concreto para mi madre. Ha sido ahora, y tras la lectura de este libro, cuando me he puesto en su piel a través de las historias reales de mujeres auténticas como Remedios, Begoña o Mercedes. Mujeres que buscan salir adelante y comparten su experiencia como lección de vida y aprendizaje.

En uno de los capítulos de su libro, la autora, que vivió esta experiencia en primera persona pero desde el punto de vista de una madre, aporta consejos y reflexiones sobre cómo intentar gestionar esta fase con buena voluntad y sentido común.

Reconoce que, lógicamente, no siempre es fácil. Es un proceso en el que a priori intervienen dos personas, pero que finalmente afecta a muchas más.

Si con algo me quedo de toda esta lectura es que la clave está en tratar de perdonar para seguir adelante. Intentar ser honesto. Querer ser amable y, sobre todo, ser ejemplo para esos hijos e hijas que no merecen encontrarse en medio de un fuego cruzado.

Necesitamos voces como la de Roser, que sepan acompañar desde la cercanía y la complicidad muchos de los retos a los que se enfrenta una mujer en nuestro siglo, con historias conmovedoras que nos ayudan a sentirnos identificadas, además de aportar soluciones y terapias de vanguardia para vivir una vida más fácil y feliz. No es anecdótico que su último libro se llame Hazte la vida fácil.

Irene Núñez Cid es traductora y profesional de la Comunicación Social.

La dictadura de la operación biquini

Por Roser de Tienda RoserDeTienda

Las mujeres somos expertas en matemáticas, porque nos pasamos el día contando. Empecemos.

El 17 por ciento de la población femenina considera que la principal dificultad para para llevar a cabo un estilo de vida más saludable y llenar la cesta de la compra con alimentos sanos y de buena calidad, es su precio desorbitado.

 

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Olvida la dictadura de la moda/ Imagen de Pexels

Los llamados alimentos sanos, tan de moda aquí y en Hollywood, sólo están al alcance de bolsillos sin crisis. Son biológicos, ecológicos, zumos verdes que están prensados en frío y llenos de antioxidantes y vitaminas que nos dejarán la piel y la celulitis fuera de juego.

Empiezas a contar tu sueldo y tienes que tomar una decisión: o pagas el recibo de la luz o te tomas durante un mes el fantástico zumo verde con un filete de ternera criada en la montaña con música clásica. ¡Tú decides!

Lo cierto – y no mientas- es que la mayoría estaríamos dispuestas a vivir todo el verano con el pack de velas del Ikea, si no fuera, porque sin luz no funciona ni la nevera ni la lavadora.

Sigamos sumando. Al presupuesto de comida, sumémosle el dato de que las mujeres tenemos tres veces más probabilidades de desarrollar ansiedad que los hombres, que fisiológicamente las hormonas nos hacen más vulnerables a sufrir alteraciones emocionales, y que además producimos un cincuenta y dos por ciento menos de serotonina – la hormona de la felicidad- que los hombres.

Además, añádele que hoy has tenido un día fatídico, que estás triste o desanimada. La única salida que nos queda es pillar el bote de helado porque yo lo valgo de Macadamia y porque metabólicamente los alimentos con altas concentraciones de azúcar aumentan la susodicha hormona de la felicidad. Así que están ahí para ayudarnos ¡vaya por dios qué suerte la nuestra!

Y desnuda frente al espejo sigues con las matemáticas y te dices “Estamos a principios de junio, si como 3 batidos de proteínas y 3 platos de verdura al día durante un mes, ¡en agosto llego a poder ponerme el biquini fijo!”

Bien, pero sigamos sumando. Resulta que nosotras acumulamos el doble de grasa porque nuestra masa muscular es menor que la de los hombres. Además de añadir que con la menopausia nuestro metabolismo cambia y aumentamos de peso hasta chupando el hueso de una oliva arbequina.

Así que nos convertimos en expertas en matemáticas. Contamos las calorías, manejamos el presupuesto familiar para ver si podemos comer mejor, compramos cremas anticelulíticas, nos apuntamos al gimnasio, al centro de belleza, a la lipoescultura o la crioterapia.

Pero, aunque parezca increíble, sólo somos expertas en matemáticas las mujeres. Porque en cuanto llega la operación biquini las playas se llenan de hombres con tripita cervecera que se han puesto el bañador que se compraron ayer en el Corte Inglés. Son los llamados fosfisanos.

Es decir, para los hombres la operación biquini se compone de tres sencillos pasos:

  1. Ir a comprarse un bañador.
  2. Ponérselo.
  3. Irse a la playa.

Y con estos datos en la mano, a mí me pasan tres cosas:

  1. Se me pone la piel de gallina pensando que, aunque somos unas matemáticas superdotadas y podríamos manejar los presupuestos del estado, mientras nos ponemos la crema anticelulítica en el cuarto de baño, todavía cobramos menos que los hombres haciendo el mismo trabajo.
  2. Me pongo filosófica en plan Carrie de Sexo en Nueva York y escribo una pregunta que se queda parpadeando sin respuesta en la pantalla de mi ordenador: Vista la tiranía de la operación biquini de cada año ¿Es que a nosotras sólo nos gustan los tipos gordos y a ellos solo les gustamos delgadas?
  3. Que no me cuadran los números. Por muy buena que sea en matemáticas, no se a ti, pero a mí, con tanto porcentaje de suma y resta, siguen sin cuadrarme los números de vivir en el siglo XXI siendo mujer.

Querida hermana: olvida la dictadura de la moda y haz una revolución en la república independiente de tu cuerpo. Vete a la playa así como eres. Así, natural, auténtica y perfecta. Porque como dice la canción “Nena, como tú ninguna”.

Feliz verano a todas.

Roser de Tienda es doctora, life coach y máster en quiropráctica con especialidad en salud de la mujer y niños. Madre de tres hijos y conferenciante, es autora de los libros “Nacer conectado, vivir consciente”, de Ediciones Obelisco, y “Házte la vida fácil” (de próxima publicación).