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Doblemente refugiadas

Por Júlia Serramitjana Julia Serramitjana

Cuando se cumplen tres años de la guerra de Siria, he conocido la historia de Sawthan Alshami. Vive en Wadi Zeina, un barrio de mayoría palestina en las afueras de Beriut, en el Líbano. Hace un año huyó de Siria. Ha sido doblemente refugiada: primero huyendo del conflicto palestino-israelí y ahora de la guerra civil que está asolando este país hace ya tres años. Vivía en Damasco y trabajaba en una guardería.

Créditos: Sawthan Alshami vive en el barrio de Wadi Zeina con su familia desde hace un año. La violencia ha hecho que estos refugiados lo sean por dos veces: ahora en Líbano y en pésimas condiciones. Viven hacinados en pisos de alquiler, en tiendas y locales que rentan por precios desorbitados o, como en la imagen, en mezquitas que las familias dividen con tablones y sábanas para tratar de ganar intimidad. Imagen: Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Sawthan Alshami vive con su familia en el barrio de Wadi Zeina desde hace un año,  en un local que dividen con tablones y sábanas para tratar de ganar intimidad. Imagen: Pablo Tosco / Oxfam Intermón

 

Nunca en la vida pensé que terminaría viviendo en una tienda‘, dice su hija Nadiya, que estudiaba música. Antes de la guerra cantaba y tocaba varios instrumentos pero aquí me paso el día metida en el local dónde vivimos. A  veces salgo con mi madre a algún recado; la verdad, no  hay mucho qué hacer‘, añade la joven que quiere ser periodista para ‘contar esto algún día‘.

Son mujeres y niñas a las que la guerra ha obligado a vivir como refugiadas y se resisten a la idea de que Líbano sea su nuevo hogar para siempre.  La generación de Sawthan  nació y vivió en Siria. ‘Ha sido nuestro hogar y es a donde queremos regresar‘, dice. Y es que, según una encuesta de Oxfam Intermón, más del 65% de personas que han huido del conflicto piensa que no podrá volver nunca a su país a pesar de sus enormes deseos de hacerlo.

No puedo evitar hacer paralelismo de mi vida con la de Nadiya: mi madre es profesora como Sawthan. Yo también estudié música, toqué varios instrumentos cuando era joven y, como ella,  quise ser periodista. A diferencia de Nadiya, mi vida no se truncó por ninguna guerra. No tuve que huir de mi país sin saber si algún día podré volver y, ahora mismo puedo escribir estas líneas desde la comodidad de mi casa.

Una de las cosas que más me estremece del conflicto sirio es la similitud de  las vidas de mujeres y niñas como Sawthan y Nadiya con las de cualquier mujer o niña que conozco. Esta incredulidad que manifiesta Nadiya de preguntarse cómo ha acabado viviendo en un local  y cómo su anterior vida cotidiana se ha desvanecido. El  pensar ‘me podría haber pasado a mi‘ hace que empatize con estas mujeres. Como yo, tenían una vivienda, un centro de salud, una escuela, un mercado dónde comprar, cines  y bibliotecas. Sus vidas eran ‘normales’ en Siria, como la mía o como la tuya.

Hace poco leía a Zygmunt Bauman, en su libro Tiempos líquidos. Vivir en una época de incertidumbre donde recoge muy bien este sentimiento: ‘Quién ha sido refugiado una vez ya lo es para siempre. Los caminos de regreso al paraíso perdido (o, mejor dicho, al paraíso ya inexistente) del propio hogar han sido cortados y todas las salidas del purgatorio llevan al infierno. Nunca se liberarán de la sensación agónica que el sitio dónde están es transitorio, indefinido y provisional”

Y es que estas mujeres se enfrentan a ahora a la incertidumbre de no saber cuándo terminará un conflicto que ya hace tres años que dura y, además,  la de no saber si podrán volver algún día a retomar sus vidas.

Júlia Serramitjana es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

Siria: ‘nunca pensé que esto podría pasarnos’

Por Claire Seaward Claire Seaward

Recientemente he conocido a Reema*, una joven siria de 19 años de edad, en un campo de refugiados de Líbano. En Siria, Reema tenía toda la vida por delante. Acababa de terminar la escuela secundaria y estaba a punto de entrar en la universidad. Estaba ansiosa por trabajar y forjarse un futuro.

Pero en ese momento su casa fue bombardeada y ella, sus padres y hermanas tuvieron que huir. Ahora espera sentada en un campo sin posibilidad de acceder a la educación superior, sin perspectivas de independizarse, y –tal como refleja su mirada- sin esperanza para un futuro mejor.

Lamentablemente, la historia de Reema es solo una de muchas en Siria. En los últimos cuatro meses, he conocido a muchas mujeres refugiadas en el Líbano y Jordania. Me siento honrada de escuchar sus historias. En una crisis como ésta, las opiniones y preocupaciones de la gente común a menudo son difíciles de encontrar. Las voces de las mujeres son especialmente raras.

Muchas mujeres sirias están luchando para hacer frente a esta nueva realidad. Como tú o como yo, tenían casas, trabajo, agua, electricidad, educación y salud. Algunas son profesoras universitarias, arquitectas, y sus maridos son diseñadores de jardines, albañiles y empresarios. Hasta que, un día, todo desapareció.

A muchas madres que he conocido lo que más les preocupa son sus hijos. Muchas huyeron de Siria porque temían por sus vidas. Están preocupadas porque sus hijos e hijas no pueden ir a la escuela, porque el agua que beben les provoca enfermedades, o porque no serán capaces de darles la comida que necesitan. Las mujeres embarazadas están preocupadas por dar a luz y criar a sus bebés en un campo polvoriento y sucio.

Samira se ha visto obligada a vivir en un campo de refugiados de Líbano. © Luca Sola/Oxfam.

Samira se ha visto obligada a vivir en un campo de refugiados de Líbano. © Luca Sola/Oxfam.

Escuchar estas historias hace que sea consciente de la suerte que tengo de haber crecido en un país estable y próspero como Australia. Cuando estoy enferma, voy a ver a mi médico de cabecera. Cuando abro un grifo, tengo agua potable. ¿Qué haría yo si mañana me convirtiera en una refugiada? Sinceramente, no lo sé. Y suelo pensar que eso no me pasará nunca.  Aunque estas mujeres sirias pensaban lo mismo que yo. De hecho, una de las frases que más he escuchado entre las personas refugiadas de Siria es: «Nunca pensé que esto nos iba a pasar a nosotros.»

Desde que comenzó el conflicto hace tres años, 1,8 millones de personas han tenido que abandonar Siria para encontrar seguridad en los países vecinos, a veces con nada más que la ropa que llevaban puesta. Otros 4,25 millones de personas están todavía dentro de Siria, pero han tenido que huir de sus hogares para tratar de encontrar un lugar seguro para vivir.

Oxfam (donde yo trabajo), y muchas otras organizaciones, son capaces de ayudar con los problemas inmediatos que enfrentan las personas refugiadas. Por ejemplo, en Oxfam estamos trabajando con organizaciones locales para proporcionar dinero en efectivo y cupones para que las familias puedan comprar alimentos y tener un techo sobre sus cabezas, aunque ese techo sea un sótano, que forma parte de un edificio abandonado, o láminas de plástico para hacer una tienda de campaña.

Pero la ayuda que dan los gobiernos y las personas individuales es lo que realmente marca la diferencia, es lo que está salvando vidas.

La ONU acaba de pedir a Estados Unidos 5 millones de dólares para proporcionar a las personas afectadas por la crisis de Siria durante el 2013. Se trata de una enorme cantidad de dinero, pero es lo que se necesita para proporcionar la ayuda esencial, como alimentos, agua, refugio y atención médica a millones de personas afectadas.

Lo que Oxfam y otros organismos de ayuda no podemos hacer es que Siria vuelva a ser lo suficientemente segura para que su población pueda volver. Los gobiernos y los grupos de la oposición dentro de Siria tienen que lograrlo y les instamos enérgicamente a encontrar una solución pacífica a la crisis lo antes posible.

Las mujeres con las que he hablado quieren desesperadamente volver a casa. Ellas aman Siria. Pero hasta que no sea seguro volver, se sientan en el limbo, en países como Líbano y Jordania, sin saber cuál será su destino.

Para ayudar a las mujeres como Reema a volver a su hogar, puedes hacer un donativo para la emergencia de Siria.

 

 

* Reema no es su verdadero nombre. Hemos tenido que cambiarlo por motivos de seguridad.

Claire Seaward es responsable de campañas de Oxfam. Durante los últimos 9 años ha trabajado en Gran Bretaña,  África y  Asia. Defiende los derechos de los refugiados sirios en el Líbano y Jordania desde febrero de 2013.