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Una pregunta que rompe vidas

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Por Charo Izquierdo 

Quién iba a pensar que una pregunta tan inocente y buena a priori podría deparar resultados tan negativos:

‘¿Quieres un trabajo?’

Ya, claro; hay que responder en positivo. Un trabajo nunca se rechaza cuando se habita alojado en la miseria. En cambio, hay lugares en el mundo en los que una contestación afirmativa, en busca del cielo prometido, podría conducir a las llamas de un infierno temido. Porque así, sin violencia, con la benevolencia que se le supone a quien brinda un empleo honorable, como camarera, como modelo, como cocinera, como secretaria, así, en ausencia de hecho violento, se está procediendo al reclutamiento de una nueva persona esclava.

Imagen del proyecto 'Chicas nuevas 24 horas', de la directora cinematográfica Mabel Lozano.

Imagen del proyecto ‘Chicas nuevas 24 horas’, de la directora cinematográfica Mabel Lozano.

Así, con la aceptación de un trabajo, en ocasiones bajo el influjo de lo que en algunas culturas es el rito religioso del vudú, tal vez atrapadas por un supuesto novio, los llamados loverboys, son reclutadas las nuevas esclavas, especialmente las destinadas a la explotación sexual.

No es novedoso. Lo he estudiado. Lo he escuchado de mujeres que escaparon de esa esclavitud, que fueron víctimas de trata con fines de explotación sexual. Lo he hablado con rumanas, brasileñas, argentinas, mexicanas, lo he sabido de los labios de una peruana, protagonista principal de mi novela Puta no soy (Lid Editorial), basada en uno de los personajes del documental Chicas nuevas 24 horas, de Mabel Lozano. Siempre se activa el mismo mecanismo.

Sin embargo, leer sobre ello, sobre esa maquinaria, en el informe La trata de seres humanos, el negocio del comercio con personas, investigación de María José Castaño Reyero, para la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, me ha interesado, tal y como ella lo explica, como un proceso. ‘De las acciones incluidas en el concepto normativo internacional de trata de personas se deduce que la trata es un proceso. A fin de cuentas la trata de seres humanos constituye un mecanismo mediante el cual conseguir esclavizar a una persona’.Y así es. ¿De qué personas? En su mayoría, de esas que no disponen del dólar diario que las sacaría de la miseria absoluta. De esas que se agarran a cualquier clavo que les acerque al sueño de una vida mejor. Generalmente mujeres, sobre todo cuando hablamos de mujeres y niñas cuyo destino es la explotación sexual. Los tratantes buscan personas vulnerables, y la pobreza es un factor determinante de vulnerabilidad. Como bien recuerda la investigadora, ‘para la Organización de Naciones Unidas, la mayoría de los 1.500 millones de personas que viven con 1 dólar o menos al día son mujeres; en un contexto global de subordinación de las mujeres a los hombres, el predominio de las mujeres entre la población empobrecida apunta al denominado proceso de feminización de la pobreza’.

El caldo de cultivo no puede ser más idóneo para que los tratantes recluten entre esas personas a los 20,9 millones víctimas de trata en el mundo, según datos de la Organización Internacional del Trabajo, de los que se supone que un 55% son mujeres y niñas, siendo el 79% de la trata para explotación sexual (según UNICEF, hasta dos millones de niños en el mundo están sometidos a comercio sexual).

Habla la investigadora de las mujeres que entran todos los años en Europa occidental para ser explotadas sexualmente, que La Organización Internacional de las Migraciones cifra en 500.000, ‘la mayoría –escribe- no son ciudadanas de países ricos y desarrollados, sino que proceden de países que se debaten en el subdesarrollo y el atraso. Los encargados de reclutarlas –que pueden llegar a cobrar hasta 500 dólares por cada una- generalmente lo hacen con falsas promesas de empleo como modelos, secretarias o dependientas en un país rico’. Con ellas se nutren clubs, prostíbulos, saunas, calles…

La autora habla del cruce de fronteras, de ‘traslados que se realizan en el marco del tráfico ilícito de migrantes, de cualquier movimiento de personas extranjeras que trate de burlar la legislación española sobre inmigración’, habla de ‘tratantes que buscan el modo de que las víctimas entren en el país de destino con su situación regularizada, con un visado de trabajo o con uno de turista de duración determinada’. Pero lo cierto es que ya no hay solo una trata de mujeres que provienen de América o de África o de Asia, y que requieren por tanto visados y o pasaportes en regla (que habitualmente el tratante retira a la víctima).

En España el 60% de las víctimas provienen de los Balcanes, de países europeos cuyo visado no es condición para entrar. Y en cualquier caso, recuerda la autora que en la fase de transporte de las víctimas, los instrumentos legales europeos no requieren el cruce de una frontera, de modo que el concepto tráfico de personas con fines de explotación también se aplica cuando se produce en el ámbito nacional.

Este año en el que se celebra por segunda vez el 30 de julio como el Día Internacional de la Lucha contra la Trata de Personas, quince años después de que la ONU adoptara el llamado protocolo de Palermo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas, especialmente de mujeres y niños, hay que seguir recordando que bajo estas frases, bajo estos términos, imposibles de resumir en una sola palabra, se esconde una realidad que sí puede, en cambio, resumirse en una palabra: esclavitud.

Hablamos de trata de personas (en este término se incluye la laboral, la que tiene fines de explotación sexual y la de venta de órganos) y hablamos de violación de derechos humanos fundamentales. Violación de dignidad. Como dice Castaño Reyero, ‘violación del derecho a la vida, la salud, la libertad y la seguridad, la libertad sexual, la intimidad’…

No podemos, desde mi punto de vista, no debemos olvidar la perspectiva de género, porque como decía anteriormente estamos ante otra manifestación más de la feminización de la pobreza, y además ante una de las mayores manifestaciones de la violencia ejercida sobre las mujeres obligadas a ejercer la prostitución. Y, sin embargo, no puedo estar más de acuerdo con la investigadora en que tanto en el enfoque como en la articulación de las posibles soluciones hay que incluir la perspectiva de los derechos humanos violentados.

Y para quien dude de las magnitudes de este crimen que afecta a más de cuatro millones de personas y que mueve al año 35.000 millones de dólares, un dato escalofriante del informe, que ya adelantaba en el último capítulo de mi novela, con diferente exposición: ‘El comercio trasatlántico necesitó cuatrocientos años para llevar al Nuevo Mundo a doce millones de esclavos africanos’. Pues bien, en apenas diez años, ‘se calcula que cerca de treinta millones de mujeres y niños han sido objeto de trata en el sudeste asiático’.

‘¿Quieres un trabajo?’

Charo Izquierdo es periodista y autora de la novela Puta no soy (Lid Editorial)

¿De quién hablamos cuando hablamos de prostitución?

Por Susana Martínez-Novo SusanaMartinezNovo70

La semana pasada tuve ocasión de ver la película Evelyn, de Isabel de Ocampo, un documento impactante sobre la captación de una joven peruana por una red de trata con fines  de explotación sexual en España. La recomiendo para quien quiera acercarse a la realidad de las víctimas y entender los mecanismos que hacen que una mujer, en este caso una menor, se vea forzada a ejercer la prostitución. Esta película incita a la reflexión.

Cartel de la película Evelyn

Cartel de la película Evelyn, dirigida por Isabel de Ocampo

Cuando hablamos de trata de seres humanos con fines de explotación sexual, nos olvidamos de que estamos tratando un problema que afecta a los derechos humanos, con un claro contenido de  género.

La mayoría de las acciones emprendidas desde los organismos institucionales se centran en la lucha contra las redes de trata y las  formas de comisión delictiva de la actividad, y más recientemente en el fomento de incipientes medidas de atención a la víctima, y esto con escasos recursos y muchas cortapisas. 

Hay que tener en cuenta  que una de las barreras con las que nos encontramos es la de la competencia territorial y la falta de coordinación que existe entre las instituciones y los Gobiernos de los países en los que se insertan las redes de trata. Ni tan siquiera las legislaciones  son uniformes en la persecución de estos delitos, que tienen distintas y variadas formas de comisión,  e incluso algunos son permisivos, por motivos de política económica o ideológica. Los tratantes lo saben y se aprovechan de ello.

Por otra parte, todavía no existe una radiografía suficientemente significativa del fenómeno de la trata.

Muchas  pueden ser las razones. Es un negocio que mueve una gran industria tras la que se esconden intereses económicos que seguro que la mayoría de nosotros ni tan siquiera nos llegamos a imaginar. Ejemplo de ello son los anuncios de prostitución y de ‘venta’ de  sexo, que todavía se exhiben sin pudor en nuestros medios de comunicación, salvo honrosas excepciones como la del diario que nos acoge. 

Pero lo más grave es que este es un fenómeno en el que impera una tolerancia social, expresa en ocasiones, implícita en otras, de la que todos somos cómplices. Algunos hablan de la prostitución como una relación mercantil, otros más sensibles a la materia, hablan de  acabar con las redes, pero ¿quién habla de los consumidores del sexo?

Nos sonrojamos. Éste es un tema molesto, pues desgraciadamente puede afectar a cualquiera de nuestros amigos y conocidos,  y tendemos a no querer enterarnos o incluso a disculparlo. La falta de información a este respecto es alarmante. No sabemos cuál es el  volumen real de la demanda de prostitución en nuestro país, cuál es el perfil de los “usuarios”, en qué franjas de edad y nivel económico y social se mueven

Para evitar que nuestras hijas ejerzan la prostitución, es necesario que nuestros hijos no estén dispuestos  a pagar por el sexo.

Por ello es necesario que se pongan en marcha y se hagan efectivas medidas de prevención, que comiencen por la educación, y la transmisión de valores no discriminatorios por los medios de comunicación, avaladas por  normas internacionales, como la Directiva 2011/36 de la Unión Europea, que en su artículo 18 señala:

Los Estados miembros adoptarán medidas apropiadas, como la educación y la formación, para desalentar y disminuir la demanda, que es el factor que favorece todas las formas de explotación relacionadas con la trata de seres humanos.

 

Susana Martínez Novo es abogada y activista.