Entradas etiquetadas como ‘Perú’

La estrategia de la jirafa

Por Belén de la Banda BelendelaBanda 

Hace casi 20 años tuve la oportunidad de compartir una jornada con jirafas libres en Kouré, al oeste de Níger. Desde entonces, siempre me ha emocionado este animal tan raro, y al mismo tiempo tan bello y pacífico. Las jirafas, para sobrevivir, han tomado la estrategia de crecer, de elevarse. De buscar el vegetal del que se alimentan sin competir con el resto de animales de su entorno. De mirar siempre hacia arriba y convertirse en seres que conectan la tierra y el aire, el suelo y la copa de los árboles.

Muchas de las mujeres admirables que he conocido me recuerdan a esta estrategia de las jirafas. En lugar de competir, agredir o robar (estrategias desarrolladas por otros animales con ejemplos notorios en la naturaleza), estas mujeres sobrellevan los peores problemas, y consiguen la supervivencia diaria, obligándose a crecer. Pienso en muchas amigas de África o Latinoamérica que he conocido en diferentes momentos. La mayoría de las que han estudiado lo han hecho a destiempo, fuera de edad, muchas veces por la noche, después de trabajar y atender a su familia en jornadas agotaoras de todo el día. Y así han conseguido un trabajo mejor, sin oportunidad para abandonar esas otras obligaciones que deberían ser compartidas.

Jirafa. Ilustración de AnaSara Lafuente.

Jirafa. Ilustración de AnaSara Lafuente.

Pienso en Ruth, en  la única universitaria de sus hermanos. Ruth vivía en Collique, en uno de los inmensos barrios al norte de Lima (Perú). Desde muy pequeña tuvo que trabajar en un restaurante para sacar su educación secundaria y ser un apoyo en lugar de un gasto para su familia. Y después como secretaria para pagarse la universidad, sin dejar de apoyar en casa. Su única oportunidad era llegar hasta donde no se podía. Crecer todo lo necesario. Sólo después de muchos años de esfuerzo empezaron los apoyos y las becas. Si se lo propone, su meta será la estratosfera.

Pienso en Vénéranda, que acaba de jubilarse en Rwanda. Durante toda su vida ha sido la cabeza de una enorme familia formada por sus propios hijos, y por muchas niñas y niños que han perdido a su familia en las terribles tragedias que han asolado al país en los 90, o han sido abandonados por tener sida. Con su pequeño sueldo de trabajadora y enseñando a unos niños a cuidar de otros, hacía posible que las paredes de su casa no tuvieran fronteras. Tras su jubilación, apoya a las jóvenes que tienen que vivir de la prostitución en los alrededores de Kigali, y ayuda a muchas personas con sus conocimientos de nutrición y hierbas medicinales. Sigue creciendo cuando podría sólo descansar.

Pienso en miles de mujeres que han superado en su entorno crisis, guerras, hambrunas y sequías. Y en las que intentan hacerlo ahora mismo, aquí y en todos los lugares del mundo donde el sufrimiento se reparte desigualmente, para ser más generoso con ellas. Los expertos hablan de resiliencia. Para mí, es la estrategia de la jirafa.

Belén de la Banda es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

Del plato al Congreso: el difícil empeño de alimentar al Perú

Por Belén de la Banda @bdelabanda

Sucedió en 1995, en una universidad de Estados Unidos. Se entregaban unos importantes premios a Noam Chomsky, Gustavo Gutiérrez (dos personalidades que no necesitan presentación) y Benedicta Serrano, la primera Presidenta de los comedores populares de Lima y el Callao, en Perú. Hubo acto solemne, discursos, grandes palabras. Pero cuando llegó el momento del debate universitario, todas las preguntas fueron dirigidas a Benedicta. Y esas mismas preguntas, muchos años después, todavía están vigentes y producen respuestas admirables.

Leandra Condori, fundadora del comedor Los Condoritos, en Yanama (Cusco), recibe el premio Rocoto de Oro en la feria Mistura 2011. Foto: Oxfam

Leandra Condori, fundadora del comedor Los Condoritos, en Yanama (Cusco), recibe el premio Rocoto de Oro en la feria Mistura 2012. Foto: Oxfam

¿Cómo conseguían estas mujeres sin estudios, generalmente sin empleo, que formaban parte de familias donde a duras penas entraba un salario inestable, alimentar cada día a miles de personas? ¿Cómo organizaban ese aprovisionamiento que requería una logística tan delicada (alimentos perecederos, dieta variada, distribución diaria, grandes distancias…) ¿Cómo conseguían ser uno de los interlocutores más difíciles para el gobierno de su país? ¿Cómo consiguieron cambiar leyes, pero sobre todo, salvar las vidas de millones de personas?

Estas mujeres sencillas, sin pretensiones, pero con una coherencia a prueba de bombas, han salvado muchas veces al Perú en su historia. Muchas veces, en todo el país, simplemente sacando lo que tenían en casa para cocinarlo en común, como en el cuento de la sopa de piedra. Como en 1990, cuando nada más llegar llegar al poder, Fujimori realizó un ajuste económico brutal que subió los precios hasta hacer inaccesible un paquete de arroz o de fideos. La estrategia de las mujeres par enfrentar el terrible impacto fue sacar las ollas a la calle, y cocinar en común con lo que había en casa. Y así miles de familias sobrevivieron.

Y de ahí, con una inteligencia social impresionante, empezaron a organizarse más allá. Con sus modestos ingresos, se asociaban pagando pequeñas cuotas por las raciones familiares, y cuidando de atender a las familias del grupo que no podían pagar las raciones por estar pasando un mal momento. Todas las decisiones, y los precios de lo que se compraba, se ponían en común, se anotaban con grandes letras y números en un gran papel en la pared del comedor.  Para todo había que echar cuentas muy ajustadas, pero la cuenta principal era ésta: si dos mujeres cocinaban por turno diariamente para 20 familias, liberaban muchas horas semanales para que las otras 18 pudieran trabajar, formarse, reunirse, exigir ayudas. Si varios comedores compraban en común, conseguirían precios al por mayor. Si conseguían un local donde acopiar la comida no perecedera y distribuir a los comedores del barrio, ese mismo local serviría para reunirse, y para instalar una consulta psicológica que les ayudara a salir del maltrato, o una consulta jurídica para defender sus derechos. Siempre pensando en el bien común, siempre empezando por un plato en la mesa.

Pronto las mujeres de los comedores, como tantas otras en Perú, empezaron a ser referencia moral y autoridad informal en sus barrios, sus pueblos. Ahí está el ejemplo de María Elena Moyano, un símbolo mundial tras su dramático asesinato por Sendero Luminoso. Su historia, una parte de la cual cuenta magistralmente Carmen Lora en su libro ‘Creciendo en dignidad‘, va de la ignorancia y el desprecio institucional, pasando por la amenaza terrorista, a las ofertas para participar en listas electorales de todos los partidos y colores. Y en muchos casos a la presencia en municipalidades, gobiernos o el Congreso de la República. Pero todo ello sin dejar de cocinar y servir cada día miles y miles de raciones de alimentos, de sencillas comidas. El apoyo del Estado con alimentos sólo llega al 10% aproximado de lo que estas mujeres hacen.

Durante los 5 años que viví en Perú con mi familia, visité y comí en una enorme cantidad y variedad de comedores populares. También tuve la suerte de apoyarlas como voluntaria. Siempre me admiró su forma sencilla y contundente de resolver problemas sencillos y complejos sin despegarse de su realidad, de la necesidad de comer cada día, pero también de la necesidad de expresarse, de conseguir un empleo y un salario dignos, una vida libre de maltrato, un respeto y reconocimiento.

No sé por qué escribo todo esto en pasado, porque todo esto es historia, pero no es pasado sino presente y futuro. En 2012 Leandra Condori, fundadora del comedor de Los Condoritos en su pequeña población cusqueña era galardonada como un gran ejemplo en la feria gastronómica Mistura, que organiza cada año Gastón Acurio en Lima. Por esos mismos días, Ana María Cárdenas, la actual Presidenta de CONAMOVIDI,  que engloba los comedores populares del Perú nos visitó para presentar su trabajo. Muchas personas que la escuchaban no se daban cuenta de que ella no hablaba de comedores asistenciales donde van las personas necesitadas a que les den de comer. Son personas que gestionan el alimento para otros miles, conscientes de que un plato en la mesa hace posible todo lo demás (salud, educación, trabajo, progreso). Por eso se llaman a sí mismas mujeres organizadas para la vida.

 

Belén de la Banda es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

Estériles a la fuerza: el drama de las mujeres en Perú

Por Belén de la Banda @bdelabanda

Irreversible. Irreparable. Doloroso y definitivo. Anoche tuve ocasión de ver un reportaje de En Portada sobre las esterilizaciones forzadas de las mujeres peruanas durante el gobierno de Fujimori, entre 1995 y 2000.  Trescientas mil mujeres fueron operadas sin información previa, sin consentimiento real, sin tiempo para pensar si querían o no tener más hijos, o sencillamente si querían tener hijos.

La mayoría de las mujeres esterilizadas de forma coercitiva eran mujeres pobres, de comunidades indígenas quechuas o amazónicas, sin estudios y muchas veces incapaces de comprender el castellano. Se les obligaba a someterse a una operación a cambio de recibir atención médica para sus hijos, o para ellas mismas, o tras un parto, o directamente llevándolas por la fuerza y atándolas. También había en muchos casos coerción hacia los maridos, a quienes se obligaba a firmar un consentimiento que en muchos casos no entendían.

¿Cómo fue posible llegar a esas situaciones? En todos los testimonios de las mujeres esterilizadas  hay referencias evidentes a la coerción por parte de los profesionales sanitarios en estas zonas rurales. Presentaban la operación como una obligación legal para ellas ‘me dijeron que ya no tenía que tener más hijos y me tenía que ligar‘ o una necesidad de salud para las mujeres ‘que tenía anemia y me tenía que ligar para que mis hijos no nacieran con anemia‘. Hay documentos que muestran cómo los centros de salud en las zonas rurales del Perú tenían que justificar ante las autoridades un número de esterilizaciones al mes. Si lo cumplían, tenían premios. Si no, los profesionales podían perder su puesto, ya que no eran funcionarios sino contratados, y estaban a merced de sus superiores. En todos los casos, se ve cómo ejercieron superioridad, y en algunos hasta violencia física, sobre las mujeres: analfabetas, pobres, indígenas, que pensaban que estas personas sabían más que ellas, o incluso que les estaban ayudando.

Las operaciones se realizaban sin control previo de salud, en condiciones higiénicas y técnicas deficientes, y a las mujeres se les devolvía a su casa sin esperar a que se recuperaran. Muchos relatos incluyen referencias a infecciones, dolores, y secuelas incapacitantes para las mujeres. A las consecuencias físicas se une el rechazo de las comunidades y de la propia familia, que llega a creer que las mujeres eluden sus compromisos o quieren ligarse ‘para corretear por ahí’ -lo que quiere decir relacionarse con otros hombres sin temor a las consecuencias-. A la esterilización seguía el desprecio y en muchos casos el abandono.

Existen denuncias que equiparan esta acción a un genocidio: un intento de acabar con la pobreza acabando directamente con los pobres. Pero las acciones judiciales se resisten. Las causas se archivan. Los casos no se investigan. Las evidencias -la extensión masiva del problema, la constancia de los incentivos y castigos sobre los profesionales de las postas de salud- apuntan a una grave responsabilidad del régimen de Fujimori -que personalmente presentó un programa de esterilizaciones ‘voluntarias’ en la Cumbre de Beijing. Sus ministros de Sanidad, especialmente Alejandro Aguinaga, hoy congresista del partido de Fujimori, no han respondido ni han reconocido ninguna responsabilidad en todos estos años. Ni siquiera han pedido disculpas por algún ‘exceso’ que pudiera haberse cometido. En la Fiscalía del Perú se acumulan cajas y cajas con información sobre los casos, facilitada con trabajo por las mujeres, sin que nadie les dedique su atención. Varias de las mujeres han sido llamadas a declarar una y otra vez de manera también coercitiva, como para disuadirlas de mantener cualquier tipo de acción judicial. La justicia ha llegado a otras causas de derechos humanos, y actualmente Alberto Fujimori está condenado y en prisión por otros casos graves. Pero para las mujeres, una vez más, la justicia parece inasequible.

Las propias víctimas de esta política son las heroínas de la historia. Sólo una mujer, limeña y operada sin consentimiento en una clínica privada de la capital, ha conseguido alguna reparación. Pero muchas más siguen valientes y fuertes reclamando justicia. Las mujeres de Anta, una zona rural de Cusco, son el ejemplo mundial de denuncia y movilización ante lo que les ocurrió. Ante su enorme sufrimiento, y a pesar de carecer absolutamente de cualquier recurso, tuvieron la conciencia de que sus historias personales, y la acumulación de evidencias, tenían proporciones insoportables. Se unieron y superaron la vergüenza y el dolor para levantar la voz y contar la verdad.  La investigadora Giulia Tamayo  levantó la denuncia cuando las esterilizaciones todavía estaban ocurriendo. Consiguió mover conciencias dentro y fuera del Perú. Fue amenazada y acosada, y tuvo que salir del país. La congresista (diputada) indígena Hilaria Supa, que conoció el caso desde sus inicios, mantiene la exigencia de justicia en todos los entornos.

Las operaciones y sus consecuencias ya son irreversibles. La justicia para los responsables de esta tragedia debería serlo también.

 

Belén de la Banda es periodista y trabaja en Oxfam Intermón

 

Las herederas de Madre Coraje

Por Belén de la Banda   @bdelabanda

Hace unos días, mi compañera Cristina, una histórica de esta casa, me contaba la enorme emoción que sintió -ella y todo el equipo de Intermón Oxfam en aquel momento- cuando recibieron a María Elena Moyano, la dirigente de los comedores populares de Villa el Salvador, promotora de una de las organizaciones populares contra la pobreza más exitosas del mundo. Y el enorme dolor y sufrimiento que supuso su terrible asesinato por parte de Sendero Luminoso, muy poco tiempo después. En aquel entonces muchas personas sentimos que había que hacer algo urgentemente para que algo así nunca volviera a repetirse.

María Elena Moyano, dirigente popular de Villa el Salvador, Lima, Perú. Madre Coraje

María Elena Moyano, dirigente popular de Villa el Salvador, Lima, Perú. Madre Coraje

 

La visita de María Elena, y su asesinato,  lanzaron las alertas aquí en España, también, sobre algo terrible que estaba ocurriendo en el Perú, donde buenas personas, personas sencillas que sólo se preocupaban por alimentar y mantener vivas a sus familias y comunidades eran consideradas un peligro tanto por los poderes establecidos como por las fuerzas subversivas. El esfuerzo de María Elena, Madre Coraje entre madres coraje, ha tenido muchos frutos, y sigue siendo una inspiracón y un ejemplo en todo el mundo. Otras dirigentes de comedores, amenazadas como María Elena, se salvaron quizá gracias a que su lucha se hizo más conocida y universal. Muchas cosas han cambiado desde entonces.

Por eso, esta semana siento que algo importante puede ocurrir. Hoy empezamos a recibir en Madrid a mujeres de 14 países cuyas biografías son dignas de ‘Mujeres Coraje‘, -porque no todas ellas son madres, aunque hay alguna que tiene diez hijos y me gustaría mucho saber cómo se organiza-. Lo que sí son todas es líderes sociales y hasta políticas, mujeres que con su esfuerzo hacen avanzar a las comunidades de las que forman parte. Que anteponen el bien común a sus intereses personales. Que son capaces de conseguir nuevas leyes, acuerdos de paz, normas comerciales más justas, el respeto a sus idiomas, fundar cooperativas de éxito, exportar productos a todo el mundo, educado cientos de personas, defendido los árboles y los ríos de sus valles, protegido la integriddad sexual de las niñas, dotado de agua limpia a sus pueblos.

Éstas son las mujeres que logran cambiar el mundo. Estoy muy contenta y orgullosa de tener la oportunidad de conocerlas. El viernes 11 de octubre de 12:30 a 2 del mediodía, podréis conocerlas vosotros también por streaming, y preguntarles en twitter con la etiqueta #avanzadoras.

Porque ellas son herederas de María Elena, y todos tenemos derecho a compartir esa herencia.

Belén de la Banda es periodista y trabaja en Intermón Oxfam