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Sí, es machismo

Mariana Vidal

Por Mariana Vidal 

Hay anécdotas muy tontas, pero muy reveladoras. Estos últimos días hemos asistido a un par de ellas. Todos tenemos problemas más graves, y son cosas que pasan todos los días. Por eso no les damos mucha importancia. Pero son expresiones de machismo.

La tenista canadiense Eugenie Bouchard. Imagen: EFE.

La tenista canadiense Eugenie Bouchard. Imagen: EFE.

La primera: un periodista deportivo le pide a dos jugadoras de tenis, a las que entrevista después de ganar sendos partidos, que se den una vuelta para que todos vean bien su vestido, y por lo tanto su cuerpo. Fue el fin de semana pasado, en el Open de Australia de Tenis. Es sólo una anécdota, al parecer, que una jugadora de máximo nivel mundial sea considerada antes un cuerpo y un espectáculo que una profesional del deporte que acaba de conseguir un gran resultado. Nadie le da mucha importancia a que un periodista deportivo piense que es el cuerpo de las jugadoras lo que interesa al público que sigue desde todo el mundo un torneo de primer nivel. No tiene gran importancia, pero como dijo Serena Williams: ¿le hizo la misma petición a Nadal, a Federer, a Djokovic? No, no se la hizo. Pues entonces, sí, es machismo.

La segunda: una concursante -también conocida por algunos como ‘princesa del pueblo’- de un programa de telerrealidad presuntamente ‘vip‘ opina sin ningún empacho que por qué van los hombres a fregar habiendo allí mujeres. No es que la opinante sea un referente moral de gran altura para la sociedad española, pero sus opiniones tienen una gran capacidad de difusión. Y sí, opinar que las mujeres son más idóneas que los hombres para realizar las tareas de fregado es una idea bastante extendida. Pero sí, es machismo.

La tercera anécdota son los comentarios que ha despertado la recomendación del Observatorio sobre la Violencia de Género sobre la conveniencia de erradicar los piropos. Como todo lo que cae en el ámbito de las costumbres, es algo a lo que socialmente estamos acostumbrados. Cuando se habla de acabar con ellos, hay quienes se vienen arriba defendiendo la presuntamente amenazada libertad de expresión del piropeador, y quienes evalúan el piropo en función de su carácter positivo y su buen gusto (pero si no tenía buen gusto quien te lo dijo, ya lo llevas puesto). La realidad es que se trata de una imposición: cualquier mujer que va por la calle no debería verse sometida a las opiniones no solicitadas de personas desconocidas sobre su aspecto físico. Y si esto ocurre, aunque sea algo muy sutil y muy corriente, aunque tenga ínfulas artísticas y poéticas, aunque el tipo lo haga con su mejor voluntad, es una perturbación y una invasión del bienestar de la mujer. Y sí, es machismo.

Mariana Vidal es comunicadora y especialista en América Latina.