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Nazaret Castro y las puertas giratorias

Por María Luisa Toribio  María Luisa Toribio

Nazaret Castro es una joven periodista española afincada en Argentina que después de lograr el apoyo de muchas personas a través de un proyecto de crowdfunding ha publicado recientemente el libro Cara y cruz de las multinacionales españolas en América Latina. Una investigación sobre el terreno que presta especial atención a las poblaciones afectadas por la privatización de servicios (agua, luz, telefonía…) o por megaproyectos (represas, minería, extracción de petróleo…). En muchos de los casos hay multinacionales españolas implicadas.

Portada del libro de Nazaret Castro. Imagen: Frontera D.

Portada del libro de Nazaret Castro. Imagen: FronteraD.

La investigación de esta periodista aterriza en la otra realidad de la ‘Marca España’, muy diferente de la que con tanto entusiasmo promueve el actual Gobierno identificando los intereses de las grandes empresas con los de toda la ciudadanía: si a Repsol, Sacyr o Endesa les va bien, a España le irá bien… lo que ‘justifica’ que Gobierno e instituciones del Estado se desvivan en su apoyo.

No es nuevo. Estrategias de apoyo a las grandes empresas se repiten en otros países, con Estados Unidos a la cabeza, pero la falta de novedad no le quita un ápice de indecencia. Máxime cuando se observan esas puertas giratorias de paso fácil entre la política y los consejos de administración de las empresas. Hoy aquí, mañana allí y los intereses se confunden.

El libro de Nazaret Castro está plagado de ejemplos que configuran la otra cara de la Marca España. Instalaciones eléctricas en mal estado ¡espeluznantes las cifras de personas que mueren electrocutadas!, servicio deficiente, cortes de luz y facturas elevadas que se llevan buena parte del presupuesto familiar, son algunas de las quejas por el servicio que prestan las filiales de Gas Natural Fenosa en barrios populares de Colombia. No están más contentos con la gestión del agua y el alcantarillado que realiza la filial del Canal de Isabel II o con Telefónica y los servicios de telefonía.

Privatizar los servicios públicos es un asalto en toda regla: dejan de ser derechos de la ciudadanía y se convierten en negocio para las grandes empresas.

Otro motivo de fuerte descontento social son los megaproyectos. En el sur de Chile, la comunidad mapuche se opone a la construcción de una gran represa sobre el lago Neltume, un proyecto de Endesa Chile. Hay antecedentes para saber cuáles serían las consecuencias, basta mirar a las represas en el Alto Bio Bio, donde también aparece el nombre de Endesa.

Los proyectos de represas crecen como setas en América Latina. ¿El objetivo? Principalmente producir energía para sostener la actividad extractivista. Un modelo productivo depredador de recursos naturales, que ni siquiera los gobiernos aupados por movimientos sociales y con sensibilidad hacia las necesidades de la población y la lucha contra la pobreza han sido capaces de romper. Destruir la Naturaleza que sostiene la vida sigue siendo la tremenda contradicción en la que se basa el modelo económico.

Las comunidades indígenas, campesinas y rurales son víctimas habituales de este furor extractivista. De hecho, la minería es una de las principales causas de conflicto social en América Latina. Otra fuente de conflictos, el petróleo, hace que Repsol ocupe un lugar destacado en el libro. Las denuncias de violaciones de derechos humanos y de contaminación se repiten en Colombia, en Argentina, en Perú… llegando a ser objeto de campañas como Afectados/as por Repsol y Repsol Mata.

Un historial nada envidiable para la empresa a la que el Gobierno del Partido Popular ha permitido realizar sondeos en aguas de Canarias pese a la fuerte oposición de la ciudadanía, las instituciones insulares y el movimiento ecologista. Otro genuino proyecto #MarcaEspaña.

María Luisa ToribioBióloga y activista, con una mirada global al mundo que me lleva a implicarme en causas  como el medio ambiente, la pobreza, los derechos humanos, las poblaciones indígenas… Convencida de que las múltiples crisis que vivimos tienen raíces comunes y de que toca impulsar cambios profundos. 

Vandana Shiva: biodiversidad, semillas y derecho a la alimentación

Por María Luisa Toribio María Luisa Toribio

Científica, filósofa y activista, Vandana Shiva es referente indiscutible en la defensa de la biodiversidad. Es autora de numerosos libros en los que explica con claridad cuestiones peliagudas como las consecuencias que tienen en la producción de alimentos y en la vida de campesinas y campesinos en todo el mundo las leyes de propiedad intelectual, las patentes de organismos vivos o la liberalización del comercio.

Vandana Shiva, científica, activista, filósofa y escritora India.  (c) Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Vandana Shiva, científica, activista, filósofa y escritora India.
(c) Pablo Tosco / Oxfam Intermón

Nacida en la India, reconoce en Gandhi una fuente constante de inspiración en su vida. No en vano comparte con él su convencimiento de que la suma de pequeñas acciones es capaz de lograr grandes cambios.

El algodón, cultivo esencial en la India, es otro nexo de unión entre ambos. En la época de Gandhi ocupó un lugar central en su lucha no violenta por liberar al país de la colonización. Hoy, el algodón vuelve a ser protagonista; también la colonización, aunque ésta ha adquirido formas más complejas y difíciles de percibir. Cuando los países se invadían con el objetivo de apropiarse de sus recursos, la situación era obvia a los ojos de cualquiera. Hoy en día, la colonización tiene su punta de lanza en complejos acuerdos de liberalización del comercio, en leyes de propiedad intelectual, en el trato de privilegio que los gobiernos otorgan a las grandes corporaciones… Todo ello negociado al margen de la ciudadanía. Eso sí, la apropiación de los recursos sigue siendo el objetivo. La apropiación, incluso, de las semillas, fuente de vida.

En la India, los campesinos que viven del cultivo del algodón ya no pueden disponer de las semillas, no pueden guardarlas ni intercambiarlas con otros campesinos como han hecho toda la vida. ¿La razón? Más del 90% del algodón que se cultiva en el país es transgénico (la variedad Bt, modificada genéticamente con una bacteria) y las semillas han pasado a ser un “producto patentado” propiedad de empresas biotecnológicas, principalmente Monsanto. Los agricultores tienen que comprarlas para cada cosecha.

Este nuevo modelo agrícola les fuerza también a gastar más dinero en fertilizantes y en pesticidas. Un cambio imposible de asumir por los pequeños agricultores, obligados a pedir créditos que no podrán devolver si la cosecha no es buena… Entran así en una espiral de endeudamiento que ha provocado un dramático incremento de suicidios en el mundo rural. En 2011, el documental Bitter Seeds (Semillas Amargas) se hizo eco de la situación. Este cambio en el modelo agrícola ha sido posible gracias a los acuerdos de libre comercio que han abierto las puertas a la entrada de las grandes corporaciones.

No es de extrañar que las semillas sean una de las grandes preocupaciones de Vandana Shiva. Impulsora de la organización Navdanya, que promueve una agricultura sostenible, ha movilizado a millones de agricultores en defensa de su derecho a conservar y utilizar las semillas tradicionales, que hacen posible una agricultura diversa y adaptada a las condiciones de cada lugar. Ha creado una red de semillas ecológicas, iniciando un movimiento global por la libertad en el uso de las semillas. A través de Navdanya ya se ha logrado conservar más de 5.000 variedades de cosechas, entre ellas 3.000 variedades de arroz.

Vandana Shiva está plasmando en la realidad su convencimiento de que la creatividad humana es capaz de generar alternativas frente a un modelo de globalización económica que se está derrumbando.

 

María Luisa Toribio Bióloga y activista, con una mirada global al mundo que me lleva a implicarme en causas  como el medio ambiente, la pobreza, los derechos humanos, las poblaciones indígenas… Convencida de que las múltiples crisis que vivimos tienen raíces comunes y de que toca impulsar cambios profundos. 

Madres versus transgénicos

Por María Luisa Toribio María Luisa Toribio

Ituzaingó es un barrio de la provincia argentina de Córdoba en el que la vida discurría con normalidad. Pero hace años cobró un protagonismo no deseado por sus habitantes. Los problemas de salud alcanzaron una dimensión alarmante: un alto porcentaje de cáncer, niñas y niños con graves malformaciones, muertes prematuras, problemas respiratorios, de riñón… ¿Qué estaba pasando? Un grupo de madres, con Sofía Gatica a la cabeza, sintieron que no podían quedarse impasibles.

Sofía Gatica, durante una visita a España. Imagen: Greenpeace

Sofía Gatica, durante una visita a España. Imagen: Juan Felipe Carrasco

Han pasado los años y las Madres de Ituzaingó se han convertido en uno de los símbolos de la lucha contra la multinacional Monsanto y sus cultivos transgénicos. Argentina tuvo el triste privilegio de ser la vanguardia de la invasión de campos latinoamericanos por la soja transgénica. Con el apoyo de las autoridades, pronto se convirtió en el principal cultivo del país, desplazando a la producción local. Un cambio drástico del modelo de producción agraria que ha generado pobreza, enfermedades y la deforestación de grandes superficies de bosques.

Casi 20 años después de la llegada de Monsanto, Argentina es el vivo ejemplo de la mentira de la agricultura transgénica, presentada como la panacea para atajar el hambre en el mundo: millones de hectáreas donde antes se producían alimentos para el consumo se dedican ahora al cultivo intensivo de soja para la exportación, cuyo destino es la fabricación de agrocombustibles y de piensos para ganado.

La soja de Monsanto está modificada genéticamente para ser resistente a un herbicida, el glifosato, que produce la propia compañía –con el nombre comercial de RoundUp– desde los años 70. Un negocio redondo para la multinacional que vende el paquete completo: las semillas modificadas y el herbicida que se emplea en su cultivo. El glifosato se fumiga abundantemente sobre los extensos campos de soja transgénica, con frecuencia muy cerca de zonas habitadas, y contamina el aire, los suelos, el agua, los ríos… De ahí los problemas de salud en las poblaciones afectadas. Ante quienes pretenden negar los efectos del glifosato sobre la salud, Sofía Gatica es contundente: ‘somos lo que ustedes niegan’.

Durante décadas Monsanto ocultó informes sobre la toxicidad del glifosato, que acabaron saliendo a la luz a raíz de varias denuncias. Es parte del juego sucio de la compañía. Os recomiendo el documental de investigación El Mundo según Monsanto, de Marie-Monique Robin. También está publicado en libro.

Es muy interesante, porque cuando se conoce la estrategia global –y el poder inmenso– de Monsanto resulta aún más admirable el coraje y la determinación de las Madres de Ituzaingó y el duro camino que han tenido que recorrer para hacer oír su voz. Ignoradas por unos, amenazadas por otros, han continuado una lucha incansable que las ha llevado a viajar fuera de su país para denunciar lo que está ocurriendo y buscar apoyos. En 2012, una gira por varios países europeos (entre ellos España), las llevó también hasta el Parlamento Europeo.

Sofía Gatica, que recientemente fue atacada y que ha recibido amenazas de muerte, hace un llamamiento para que se escuche la voz de las víctimas. “No a Monsanto, sí a la vida” son las palabras que cierran este sobrecogedor llamamiento.

 

María Luisa Toribio Bióloga y activista, con una mirada global al mundo que me lleva a implicarme en causas  como el medio ambiente, la pobreza, los derechos humanos, las poblaciones indígenas… Convencida de que las múltiples crisis que vivimos tienen raíces comunes y de que toca impulsar cambios profundos.  

Activistas en pie de igualdad

Por María Luisa Toribio María Luisa Toribio

Ayer a las 4 a.m. abracé a mis compañeros y les deseé buena suerte antes de que saliéramos del barco para escalar la plataforma petrolera de Gazprom. Fue un momento aterrador para mí. Subí a un gomón en medio de una oscuridad total. Sabía que la Guardia Costera rusa estaba esperando que entráramos en acción, nos seguían de cerca. […] Pero teníamos una misión y estábamos decididos a cumplirla: detener a la primera petrolera del mundo que puede llegar a perforar en las aguas del Ártico.’ Así expresaba Camila, una joven argentina de tan solo 21 años, sus sensaciones momentos antes de comenzar la acción que Greenpeace llevó a cabo el pasado 18 de septiembre en las heladas aguas del Ártico. Al día siguiente fue detenida y sigue en prisión.

Camila Speziale (Imagen de Greenpeace)

Camila Speziale (Imagen de Greenpeace)

La holandesa Faiza y la finlandesa Sini también formaban parte del equipo de acciones del barco de Greenpeace, al igual que Marco, Tomasz, Andrey… Una tripulación de 28 mujeres y hombres que han compartido en igualdad una intensa campaña en los hielos árticos. Ahora están encarcelados en Rusia, junto con un fotógrafo y un periodista que participaban en la expedición.

Compartir ideales nos une desde lo más profundo, más allá de nacionalidades o de otras características personales. A las y los activistas de Greenpeace les ha tocado compartir también la dureza de la prisión y la incertidumbre sobre su futuro. Condenados a dos meses de prisión preventiva, están a la espera de juicio y podrían caerles hasta 15 (o hasta 7) años de cárcel, dependiendo de los cargos.

 

Imágenes del video de la detención de los activistas del Ártico. Greenpeace.

Imágenes del video de la detención de los activistas del Ártico. Greenpeace.

Al día siguiente de la acción, las autoridades rusas asaltaron el barco de Greenpeace en aguas internacionales y detuvieron a toda la tripulación. ¿Su delito? Realizar una acción pacífica en una plataforma petrolífera. En las etapas previas de la expedición habían podido comprobar sobre el terreno los efectos del cambio climático: el Ártico se está derritiendo a un ritmo que supera todas las predicciones.

El cambio climático es una prioridad, necesitamos eliminar con urgencia la dependencia del petróleo y avanzar hacia un modelo energético de futuro, limpio y sostenible. Sin embargo, empresas como Gazprom, Shell, BP o Exxon quieren aprovechar el deshielo del Ártico para buscar más petróleo. Los frágiles ecosistemas árticos quedarían sentenciados, además la actividad petrolera intensifica el cambio climático lo que aceleraría aún más el deshielo.

Retratos de varios de los activistas de Greenpeace detenidos por protestar contra la perforación del Ártico. Greenpeace.

Retratos de varios de los activistas de Greenpeace detenidos por protestar contra la perforación del Ártico. Greenpeace.

Se alzan voces en todo el mundo pidiendo la liberación de los 30 del Ártico. Casi dos millones de personas hemos firmado ya la petición de Greenpeace. También se han pronunciado Desmond Tutu y otros 10 premios Nobel de la Paz, el Parlamento Europeo, responsables políticos como Angela Merkel o Dilma Roussef, personas del mundo de la cultura, organizaciones sociales… Está en juego la libertad de 30 personas que merecen respeto y admiración por su compromiso en la defensa del Planeta en el que vivimos.

Pero además, me pregunto ¿quién decide que una petrolera puede ir a perforar el Ártico?, ¿es justo que un grupo de personas acaben en la cárcel por denunciarlo de forma pacífica? Yo defiendo y apoyo nuestro derecho a ejercer como ciudadanía activa, participando en las decisiones que marcan el rumbo que toma la sociedad, desde los asuntos más próximos a las cuestiones globales que, aunque parezcan lejanas, nos afectan, y afectan a nuestra forma de entender y de respetar la vida.

 

María Luisa ToribioBióloga y activista, con una mirada global al mundo que me lleva a implicarme en causas  como el medio ambiente, la pobreza, los derechos humanos, las poblaciones indígenas… Convencida de que las múltiples crisis que vivimos tienen raíces comunes y de que toca impulsar cambios profundos. 

Ada Colau y el despertar de la ciudadanía

Por María Luisa Toribio 

María Luisa ToribioMareas de todos los colores recorren las calles en defensa de la sanidad y la educación públicas, del derecho a la vivienda, del empleo, de los ahorros de toda la vida… de conquistas sociales que parecían haber llegado para quedarse.

Esta crisis ha pillado a muchos por sorpresa. Buena parte de la ciudadanía estaba adormecida, ejerciendo con entusiasmo el papel que nos habían querido asignar, el de consumidoras y consumidores en una sociedad a la que nos acostumbramos a llamar, sin rubor, sociedad de consumo.

Ada Colau, portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH)

Ada Colau, portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH)

Sin embargo, la crisis venía gestándose desde tiempo atrás. La globalización de la economía, el creciente poder de las empresas multinacionales que han ido convirtiendo todo en una mercancía (la naturaleza, el trabajo de las personas, los servicios esenciales…), el papel dominante del mundo de las finanzas sobre la política, la especulación sin límite, el auge de los paraísos fiscales, la devastación de la naturaleza, el cambio climático, la contaminación… todo esto no ha aparecido de repente, como por arte de magia.

La noticia esperanzadora ante tan abrumador panorama es que la sociedad, sacudida por la crisis, está despertando y empieza a ejercer la Ciudadanía (así, con mayúscula). Surgen con fuerza nuevos movimientos, se ocupan las calles y se inventan nuevas formas de participación en la vida pública. La Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) es un ejemplo destacado. Me impresiona la claridad de ideas de su portavoz, Ada Colau.


El poder de la ciudadanía – Ada Colau Ballano… por attactv

La PAH es una prueba inequívoca del poder de la ciudadanía organizada, que se convierte en interlocutora, que denuncia, que busca soluciones y pone en marcha alternativas. Cuando la política camina al paso que le marcan los intereses financieros, sin importar lo que se lleve por delante, es imprescindible que la sociedad diga basta y marque un cambio de rumbo.

Porque la política –la de los partidos– está devaluada y la democracia representativa, esa que se despacha depositando un voto en una urna, se nos ha quedado pequeña. Es tiempo de implicarse, de decidir prioridades (¿quién decide, por ejemplo, que para lo que no hay dinero es precisamente para la dependencia o para los comedores escolares?); es tiempo de recordar a los políticos que cobran un sueldo para gestionar lo público, no para destruirlo; es tiempo de mirar hacia delante, de soñar y de construir nuevas formas de participación ciudadana. Os recomiendo que escuchéis a Ada Colau, toda una lección de democracia y de sentido común.

Porque SÍ se puede, pero el primer paso es darnos cuenta de ello.

 

María Luisa ToribioBióloga y activista, con una mirada global al mundo que me lleva a implicarme en causas  como el medio ambiente, la pobreza, los derechos humanos, las poblaciones indígenas… Convencida de que las múltiples crisis que vivimos tienen raíces comunes y de que toca impulsar cambios profundos. 

Jane Goodall: directa al corazón

Por María Luisa Toribio María Luisa Toribio

Necesitamos sentirnos parte de la vida en el Planeta. Es la respuesta que apuntaba en mi anterior entrada en este blog a una pregunta cada vez más acuciante: ¿cómo lograr que la sociedad perciba el medio ambiente como algo propio? Estoy convencida de que esa percepción no vendrá solo de los datos y los argumentos. Lo vi claro una tarde mientras escuchaba, en el Jardín Botánico de Madrid, a Jane Goodall, mujer pionera que con poco más de 20 años se adentró en la selva, a orillas del lago Tanganica, para estudiar los chimpancés.

Jane Goodall con un chimpancé (Archivo)

Jane Goodall con un chimpancé (Archivo)

Aquella tarde, mientras ella contaba su trayectoria vital, que la llevó con el paso de los años a dejar su vida en plena Naturaleza para emprender un incansable periplo por todo el mundo para defenderla, las lágrimas comenzaron a resbalar lentamente por mi rostro. Sus palabras me habían tocado en lo más profundo porque Jane Goodall habla desde el corazón. Tiene claro que ése es el camino y desde el Instituto que lleva su nombre ha puesto en marcha campañas y programas destinados a que los jóvenes crezcan sintiéndose parte de la vida y artífices de lo que ocurre en este Planeta que compartimos porque “cada uno de nosotros marca una diferencia, cada día”.

Movilízate por la selva es una campaña emblemática del Instituto Jane Goodall. Muestra a la perfección ese estrecho vínculo que nos une con todo lo vivo. El coltán es un mineral imprescindible para nuestra vida moderna, está en los móviles, en los ordenadores, en las consolas… Y está también en el centro de los conflictos armados que producen millones de víctimas y refugiados en la República Democrática del Congo. La minería del coltán, además de mover colosales intereses económicos que avivan la violencia en el país, explota mano de obra infantil o semiesclavizada y destruye la selva.

Movilízate por la selva nos enseña a percibir la relación entre ese teléfono móvil que se ha convertido en compañero inseparable y un país que parecía lejano y de pronto deja de serlo. Pero sobre todo busca que nos impliquemos. Ofrece la posibilidad de recoger los teléfonos usados para su reciclaje, evitando así convertir en basura valiosos recursos naturales que pueden volver a utilizarse reduciendo las necesidades de extracción. Además, se obtienen recursos económicos con los que se financian proyectos ambientales y sociales en la República Democrática del Congo.

Roots&Shoots (Raíces y Brotes) es otro programa educativo del Instituto Jane Goodall que cuenta con más de 17.000 grupos en 130 países. Jóvenes de todas las edades llevan a cabo proyectos que fomentan el respeto y la empatía por todos los seres vivos, promueven el entendimiento entre las culturas y les enseñan a implicarse en lo que ocurre en el mundo.

Un aprendizaje imprescindible porque, como dice Jane Goodall: “si somos la especie más inteligente del Planeta, ¿cómo es que lo estamos destruyendo?”. Pues eso, que además de inteligencia necesitamos sentirnos parte de la vida y ser conscientes de que todo cuanto pasa por nuestras manos procede de la Naturaleza.

 

 

María Luisa ToribioBióloga y activista, con una mirada global al mundo que me lleva a implicarme en causas  como el medio ambiente, la pobreza, los derechos humanos, las poblaciones indígenas… Convencida de que las múltiples crisis que vivimos tienen raíces comunes y de que toca impulsar cambios profundos.