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42 años en la piel de un hombre

Por Silvia Martínez Valero Silvia Martínez Valero

Hace unos días le era entregado a Sisa Abu Dauh, una valiente mujer que había pasado los últimos cuarenta y dos años en la piel de un hombre, el premio a la madre egipcia más extraordinaria. Nacida en 1950 en un poblado de campesinos llamado Al Aqaltah, Sisa nunca pudo salir para ir a la escuela o aprender un oficio como hacían los muchachos. En lugar de aquello, hubo de quedarse en casa y contraer matrimonio con un hombre bastante mayor que ella y que falleció durante el embarazo del que sería su único descendiente. Todo lo que se esperaba de ella era formar un hogar y, sin embargo, en aquel momento Sisa se encontró con una grave dificultad; criar a su hija sola.

Sisa recibe el premio a la madre más excepcional. Imagen de girlsglobe

Sisa recibe el premio a la madre más excepcional. Imagen de girlsglobe

Su familia le denegó enseguida la propuesta de trabajar para ganar algo de dinero ya que alegaban que era inaceptable la idea de que una mujer saliera diariamente a ganarse el jornal. Lo que debía hacer, de inmediato y sin protestar, era entregar a la niña a la familia de su difunto esposo.

Así, Sisa se vio obligada a comprender que la única manera de ver crecer a su niña en un mundo de hombres, era transformarse en uno. Se afeitó completamente la cabeza, se acomodó un turbante alrededor, se camufló lo mejor que pudo y salió a buscar empleo. Trabajó en el campo, en la construcción, como limpiabotas… No le hizo ascos a nada y fue sacando la fuerza de la mirada de su pequeña cada mañana.

Nunca se preocupó demasiado por ocultar su aspecto y en ocasiones fue descubierta. Por ello, en su día a día no debía procurar solo la seguridad y bienestar de su hija, sino que además debía velar por su propia integridad física; viéndose presa de la angustia en más de una ocasión.

Era mujer, sí, pero en su vida desempeñó sus trabajos como el mejor de los varones. “Era joven y todavía tenía la fuerza de diez hombres. Me partí el lomo como el que más”. Su condición femenina era un secreto a voces, sin embargo, ella nunca se quitó su falso atuendo ni reconoció o desmintió nada. Aquella era ya su piel.

A día de hoy, cuarenta y dos años más tarde, nadie le cuestionaría a Sisa su capacidad para trabajar o criar a su hija en perfectas condiciones; nadie dudaría que puede realizar las mismas tareas que un hombre y, aún así, nadie se lo permitió. Tuvo que demostrarlo de la manera más eficaz y, en su caso, la única posible; haciéndolo. Aun ahora, es ella la que se levanta cada mañana y se deja la piel en la calle para que la familia de su hija coma porque su marido, el “hombre de la casa”, está en paro. Y lo hace vestida de varón, como toda la vida porque sabe que no puede arriesgarse a que todo lo que ha conseguido se desvanezca al quitarse el disfraz.

Ojalá llegue el día en el que una mujer pueda hacerse cargo de su familia y de su vida sin dar cuentas a nadie. Ojalá pueda hacerlo sabiendo, ella y todo el mundo, que es una mujer. Mujer en todos los sentidos.

Silvia Martínez Valero es una joven estudiante y constructora de historias.