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¿Estadísticas o mentalidad?

Por Laura Martínez Valero Laura Martínez Valero

Números, números, números. Necesitamos medir, cuantificar, poner cifras para entender la importancia de un suceso. Por ejemplo, ¿cuántas víctimas de violencia de género ha habido en España este año? Según las estadísticas del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, 29 mujeres.

¿Son muchas o pocas? Hasta ahora, para figurar como víctima de violencia de género había que morir. Literalmente, tu agresor tenía que matarte. Si te daba una paliza o un puñetazo no contaba. O aunque te clavara un cuchillo, ¿sobreviviste? Pues no eres víctima.

Las nuevas estadísticas de la ministra Ana Mato parece que van a llenar parte de ese vacío. Y digo parte porque se contabilizarán a las personas que permanezcan ingresadas más de 24 horas. Es decir volvemos a lo mismo, que te chillen, te zarandeen o te hagan la vida imposible no vale. Y  para que te ingresen más de 24 horas la agresión recibida tiene que haber sido brutal (o mortal).

Cuando Sole Giménez escribió el primer post de este blog habló de unas estadísticas (en la imagen) que ponían de manifiesto la desigualdad existente entre hombres y mujeres. Personalmente me indigné y me pregunté por qué se daban estas situaciones.

 

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Sin embargo, a lo largo de estas semanas, me he dado cuenta de que hay algo más que no aparece en las cifras y que se ha ido dibujando durante estas semanas en nuestro blog, sobre todo en los comentarios.

Y es que muchos lectores/as hablan de situaciones que son muy difíciles de cuantificar. Sinceramente, me ha sorprendido  esa permisividad pasiva que a veces tenemos hacia situaciones injustas o, incluso, la defensa que algunas personas hacen de la desigualdad de la mujer aludiendo a roles tradicionales.

Por eso me pregunto si realmente somos sensibles a las estadísticas, si entendemos que detrás de los datos hay mujeres reales. Por ejemplo, no dejo de sorprenderme ante algunos comentarios de la entrada sobre el prostíbulo Paradise, donde un/a usuario/a anónimo justificaba el ‘auge de la prostitución’ porque ‘la liberación de la mujer ha hecho que el hombre no pueda satisfacer sus necesidades sexuales como macho’.

Las estadísticas, aunque son necesarias, no son perfectas en sí mismas y dejan muchos matices en el camino, aspectos que sí percibimos en nuestro día a día. Por ejemplo, Susi en el primer post hablaba de mujeres que, realizando las mismas tareas que los hombres, tienen un contrato en el que figura un cargo diferente y  cobran un sueldo inferior. Cuando los informes muestren que las  mujeres cobran un sueldo inferior a los hombres el dato estará justificado por la diferencia de puesto.

Hasta que no seamos capaces de cambiar el pensamiento que hay detrás de las cifras no habrá un cambio significativo en los números. En mi opinión, estamos tan acostumbrados a recibir números de muertos, de refugiados… que las cantidades han perdido el sentido.

Laura Martínez Valero es estudiante de Periodismo y Comunicación Audiovisual. Colaboradora del equipo de comunicación de Intermón Oxfam.

Cautiva

Por Laura Martínez Valero Laura Martínez Valero

La noticia de la liberación de dos cooperantes españolas en Somalia prácticamente ha coincidido con el estreno de la película Cautiva (‘Captive’, Brillante Ma. Mendoza, 2012), que narra el secuestro en Palawan (Filipinas) de una cooperante francesa, Thérèse Bourgoine  (interpretada por Isabelle Huppert), y de varios turistas, por el grupo separatista islámico Abu Sayyaf. Ambientado en la selvática isla de Basilán, el film ha querido diferenciarse de la factura tradicional americana de películas como El jardinero fiel (‘The constant gardener’, Fernando Meirelles, 2005) o Diamante de sangre (‘Blood diamond’, Edward Zwick, 2006). Su ritmo es lento, con pocas escenas de acción y tiros, y la realización se asemeja a un documental, con muchos planos de situación. Estos planos largos ralentizan la acción, pero también nos permiten experimentar la espera de una mujer que sueña con la libertad.

Cautiva. Cartel de la película dirigida por Brillante Ma. Mendoza

Cautiva. Cartel de la película dirigida por Brillante Ma. Mendoza

Por otro lado, quienes dirigen la acción son las mujeres y la mirada del director se centra, inevitablemente, en ellas. Lamentablemente, las mujeres son doblemente cautivas. Primero como rehenes, igual que los hombres, y en segundo lugar porque deben someterse a la machista doctrina  fundamentalista. A este respecto la interpretación de Isabelle Huppert deja bastante que desear. Es fría e inexpresiva y no logra que, durante los 120′ de duración, sintamos esa identificación imprescindible en un buen relato. No niego que, posiblemente, el director haya obtenido de esta manera mayor realismo, en esa situación pocos nos atreveríamos a hacer algo más que sobrevivir, pero estamos ante un relato cinematográfico y prescindir de una heroína bien definida es una jugada muy arriesgada.

De hecho, este escaso interés por la protagonista se me hace difícil de entender. No sabemos qué hacía en Filipinas, en qué proyecto participaba su ONG… nada de nada. ¿Por qué ese desinterés en profundizar en el personaje? Precisamente hubiera sido el principal atractivo de esta película, conocer porqué se juegan el tipo los cooperantes en la vida real, qué es lo que hacen personas como Monste y Blanca y porqué les ha merecido la pena asumir ese riesgo. Quizá a Brillante Mendoza sólo le ha interesado subirse a un tema de actualidad, pero no se ha fijado en lo que realmente importa: la razón por la que esa cooperante estaba allí.

Me gustaría recordar que los secuestros de cooperantes son hechos muy reales. Si consigo que quien lea este post vaya a ver Cautiva desde ese punto de vista, me daré por satisfecha. Pero el cine es negocio. Es algo que podemos criticar o ignorar, nos puede gustar o no, pero las películas buscan entretener a la gente y, rara vez, si acaso como un plus añadido, denunciar o dar a conocer situaciones terribles. Y ésta no es una excepción. ¿Es justo condenarla por ello? Les animo a que lo decidan ustedes mismos en la sala de cine.

 

 

Laura Martínez Valero es estudiante de Periodismo y Comunicación Audiovisual. Colaboradora del equipo de comunicación de Intermón Oxfam.

 

Los monstruos existen

Por Laura Martínez Valero Laura Martínez Valero

Caperucita Roja se adentra en el bosque. En la maleza, el Lobo se relame sus puntiagudos dientes y babea. Quiere comérsela. Oh, sí, quiere devorarla. Está ansioso.

Seguramente, en nuestro final preferido el cazador mata al Lobo y salva a la asustada niña. Pero no nos engañemos, pese a que suene tópico, en estos casos la realidad suele superar a la ficción. ¿Quién es ese Lobo en realidad y qué quiere hacerle a la pobre Caperucita?

Aunque sea triste, en la vida real existe ese lobo. Es un Tony Alexander King o un falso shaolín. Los Lobos son monstruos que nos rodean. Son violadores, asesinos, psicópatas, estafadores… Basta con abrir el periódico. Un monstruo es el padrastro de la niña chilena que fue madre a los once años, tras ser violada desde los siete.

Entonces, yo me pregunto:  ¿qué sentido tiene este cuento? ¿Quiere asustar a la niñas? No, no, creo que va mucho más allá. Como nos cuenta Espido Freire en su libro  Los malos del cuento. Cómo sobrevivir entre personas tóxicas, la función del cuento es alertar y prevenir. Es pura enseñanza. El cuento ayuda a reconocer a esas personas malvadas presentes en nuestras vidas.

Los malos del cuento, libro de Espido Freire

Los malos del cuento, libro de Espido Freire

Durante generaciones miles de niñas hemos escuchado relatos como Blancanieves o La Cenicienta. Lo que no sabíamos es que ese hombre que se sienta a nuestro lado en el metro puede ser el Lobo o  la quiosquera, por ejemplo, una auténtica Madrastra. No quiero decir que haya que ir con miedo, no es eso. Pero debemos saber reconocerlos y para mí las claves que aporta Espido son fundamentales para poder hacerlo.

Éste no es un libro de psicología. No pretende crear perfiles o pautas de comportamiento de personas malvadas. En realidad, lo que la autora quiere es hacernos ver que, desgraciadamente, los monstruos (ogros, vampiros, brujas, dragones…) habitan más allá del papel y que en muchos casos las mujeres somos sus principales víctimas. Así, nos encontramos con el monstruo de Cleveland, que violó y mantuvo secuestradas a tres jóvenes durante diez años; el monstruo de Amstteten, que retuvo y violó a su hija durante 24 años… La sociedad los ha apodado con un curioso sobrenombre: monstruo. ¿Casualidad? No, no lo es.

Los monstruos existen y siempre han estado ahí, acechando. A veces se tratará de un vampiro, que nos absorberá hasta anularnos (el famoso Edward Cullen); o ese compañero que te roba las ideas en el trabajo (un envidioso Caín). Puede tratarse hasta de tu suegra. En algunos casos pueden ser muy peligrosos y dañinos, como los maltratadores o psicópatas.

Sin duda, el mejor repelente para estos bichos es desenmascararlos a tiempo. Si lo conseguimos, muchos se disolverán y desaparecerán de nuestras vidas como si nunca hubiera existido. El reconocimiento siempre es el primer paso. Seamos realistas, no podemos ni queremos creer que vamos a ser rescatadas por un caballero andante. Eso sí que es un cuento chino. Mi consejo es que no se dejen amargar por estas alimañas varias porque, como dice Espido, “un lobo no nos va a estropear el paseo por el bosque”.

 

Laura Martínez Valero es estudiante de Periodismo y Comunicación. Actualmente colabora con el equipo de comunicación de Intermón Oxfam.