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El futuro se construye ahora

Por Laura Hurtado laura hurtado

 

Todos los días nos despertamos con malas noticias: pandemias, desastres naturales, guerras que no terminan, aumento del racismo, asesinatos machistas. Si seguimos así, el futuro pinta negro. Y la ficción se ocupa de reflejarlo con series que triunfan como El cuento de la criada o Years and Years. En este entorno, surgen enfermedades nuevas como la ecoansiedad o el temor crónico ante el impacto del cambio climático. Una dolencia que se diagnostica, sobre todo, entre la juventud, asustada ante un mañana incierto y apocalíptico. Las noticias negativas producen estrés o lo que es peor: rechazo, sensación de impotencia y apatía. Nos desconectan de la realidad y de nuestra responsabilidad.

Pero no podemos quedarnos paralizados y encerrados en casa. Sin olvidar el sufrimiento y la destrucción que copan los telediarios, debemos reconocer también los grandes avances en derechos humanos de los últimos 50 años. Muchas personas y organizaciones han logrado cambios sociales que parecían imposibles, hemos visto nacer el Tratado contra Internacional contra el Comercio de Armas y el matrimonio homosexual, el resurgir del movimiento feminista y el auge de la conciencia medioambiental. Son pequeñas (o grandes) victorias que necesitamos recordar, pero sobre todo celebrar, como reclama la escritora y activista Rebecca Solnit en su ensayo Esperanza en la oscuridad.

Y debemos hacerlo justamente para convencernos de que la acción es necesaria para acabar con las injusticias. Una acción que debe ser colectiva si quiere ser efectiva. El futuro se construye aquí y ahora, con pequeños pasos de muchas personas unidas. Y la esperanza es el motor de todo, lo que permite que avancemos. La esperanza no está en el futuro, sino que es la fuerza que mueve el presente. No dejemos que la desesperación nos anule, solo es una excusa para no hacer nada.

Laura Hurtado es periodista y directora de Comunicación de Oxfam Intermón.

Carta para un Gobierno feminista

Querido próximo presidente: casi cada semana, un hombre mata a una mujer en España. Y lo hace porque siente que tiene el poder de hacerlo en una sociedad patriarcal que nos enseña que las mujeres son inferiores. 

Esta violencia extrema es solo la punta de un iceberg en cuya base hay muchas otras violencias machistas, como las agresiones sexuales, que solo podremos erradicar si se atacan desde la raíz. Por eso es urgente que el futuro Gobierno se comprometa a actuar con firmeza, pero sobre todo con recursos. No bastan las palabras ni las leyes o compromisos internacionales sin cumplir. Hacen falta acciones concretas, presupuestos asociados y plazos de ejecución.

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Trump, armas y mujeres

Por Laura Hurtado

Hace unos días, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció su voluntad de retirarse del Tratado Internacional de Comercio de Armas. Si esto llegara a ocurrir, el primer exportador de armas del mundo podría vender bombas y municiones a países que violan los derechos humanos o a grupos organizados de delincuentes y terroristas, lo que podría alimentar conflictos brutales. Sería un duro golpe a los esfuerzos de muchas personas para promover la paz y la seguridad internacionales. Pero sobre todo para quienes hoy viven en contextos de violencia armada.

En las últimas dos décadas, los conflictos civiles se han más que duplicado pasando de 30 en 2001 a 70 en 2016. No hay quien escape de las garras devastadoras de una guerra. Para las mujeres puede ser un punto de no retorno, pero también les puede abrir nuevas oportunidades, según un informe reciente de Oxfam Intermón. A través de los casos de Irak, Territorio Palestino Ocupado y Yemen, el estudio Mujeres en zona de conflicto constata que mujeres y niñas se enfrentan a brutales casos de violencia sexual, cuentan con menos recursos para protegerse y sobrevivir, pierden a sus seres queridos quedándose a cargo de sus familias, son forzadas a convertirse en combatientes o a huir dejando todo atrás. De hecho, el 76% de las personas desplazadas por las guerras son mujeres con hijos e hijas.

Pero al mismo tiempo hay cientos de ejemplos que muestran como las mujeres son capaces de superar los inmensos estragos de la guerra, adaptarse y transformarse, tanto en el ámbito privado como en el público. Los conflictos las obligan a salirse de su rol tradicional, hecho que a veces se traduce en un empoderamiento que las lleva a alzar su voz, movilizarse (destacan campañas para liberar personas presas en Yemen), mediar (hay numerosos ejemplos de mujeres iraquíes que conviven en paz con mujeres vinculadas con el ISIS) o liderar programas de construcción de paz.

Laura Hurtado es  periodista y directora de Comunicación de Oxfam Intermón

¿Para cuándo una política exterior feminista?

Por Laura Hurtado

La juventud europea está saliendo a la calle para reclamar a las personas que ostentan el poder que actúen contra el cambio climático.  Cada viernes, en diferentes ciudades, piden a la clase política que deje de mirarse al ombligo y de pensar de forma cortoplacista para preocuparse de verdad por el planeta… y por el futuro.

En nuestro país, no parece que los partidos políticos estén escuchando estas voces. Durante la campaña electoral, quiénes quieren gobernarnos solo hablan, al menos en sus discursos públicos, de cuestiones domésticas y de soluciones inmediatas. Nadie habla del mundo ni del largo plazo. La política exterior es la gran olvidada, ni una mención a Siria, América Latina o África. No es nuevo. Este ha sido el gran ausente en las últimas elecciones generales de 2011, 2015 y 2016.

The future is female. Imagen de Lindsay La Mont. (Unsplash)

Según el Eurobarómetro, la población española está, junto a la sueca, en la primera posición en respaldo a la solidaridad y a dar un 0,7% del PIB a los países más desfavorecidos. Sin embargo, datos publicados la semana pasada, indican que España solo contribuyó en 2018 con el 0,2% de su riqueza a la cooperación internacional. Estamos entre los países más insolidarios, a la cola de los donantes del euro, donde el promedio alcanza el 0,5%.

España ha optado por reducir drásticamente su aportación al desarrollo internacional, al tiempo que ha elegido cerrar fronteras, aumentar exponencialmente el comercio de armas y a no poner suficientes medidas para luchar contra el cambio climático. Cuestiones que afectan más a las mujeres, que parten de una posición de partida en desventaja.

Hasta los más jóvenes pueden ver que esta una mala política. Retos como el calentamiento global, la migración, los paraísos fiscales, la deuda o la cronificación de los conflictos no los resolveremos solos. Solo desde la acción colectiva podremos abordarlos. Necesitamos gobernantes con mirada amplia, dispuestos a defender la paz y los derechos humanos, la sostenibilidad ambiental, y un  enfoque feminista. Aquí, y en el mundo. Unos gobernantes que estén dispuestos a escuchar la juventud. Porque son el futuro.

Laura Hurtado es Directora de Comunicación en  Oxfam Intermón.

Pedagogía frente a las inundaciones en Paraguay

Por Laura Hurtadolaura

Paraguay sufre las peores inundaciones de su historia. En la capital, el río ha crecido siete metros y medio y ha arrasado los barrios más humildes, conocidos como El Bañado por encontrarse justamente en la parte ribereña de la ciudad. En total ya se han evacuado 80.000 personas en campamentos improvisados, mientras crecen las críticas ante la escasa e ineficaz actuación del Gobierno.

Inundaciones en el Bañado Sur de Asunción. Imagen del video Gloria y la lluvia.

Inundaciones en el Bañado Sur de Asunción. Imagen del video Gloria y la lluvia, del proyecto Chake Ou

A pesar de ser una zona inundable, aquí viven unas 150.000 personas, cifra que no para de aumentar debido a la emigración creciente del campo a la ciudad. Es el caso de Ofelia que vino en busca de una vida mejor hace casi 20 años. En Asunción gana diez veces más que en su pueblo del interior. En el barrio de El Bañado se construyó una casa preciosa y creó una familia, pero en 1997 ya tuvo que trasladarse a un albergue por culpa de las inundaciones. Cuando la conocí, estaba sacando los muebles de su casa con el agua hasta los tobillos por segunda vez en su vida. Estaba muy afectada, pero no se quejaba. En el fondo, sabe que es afortunada porque sus vecinos de las partes más bajas sufren inundaciones casi cada año.

Y lo sabe porque Ofelia es una de las personas encargadas de ayudar a la gente del barrio cuando se producen este tipo de catástrofes, en el marco del programa que desarrollan Oxfam Intermón, Cruz Roja y Plan Internacional, en colaboración con el PNUD en Asunción, y con la financiación de la Unión Europea. Este proyecto se llama Cháke Ou («Cuidado que viene” en guaraní), y forma a personas como Ofelia para que hagan pedagogía con sus vecinos. Por ejemplo, tienen que enseñarles a identificar los riesgos, a abandonar sus casas y buscar sitios seguros antes de que sea demasiado tarde. La inmensa mayoría son mujeres.

¿Por qué se escogen principalmente a mujeres para estas tareas?’, pregunto. La respuesta que obtengo me deja desconcertada. Las mujeres con hijos y con casa propia son las que más se implican y las que consiguen que el mensaje se replique mejor. Eso les supone una enorme carga, que se suma a la que ya tienen en casa y en el trabajo, pero garantiza que la gente de la comunidad sea consciente de la importancia de actuar a tiempo y de luchar por un barrio en el que se pueda vivir dignamente. En definitiva, ellas son las que marcan el camino para una vida mejor en este lugar olvidado por las autoridades. Que no es poco. Y además aprenden a ser escuchadas y respetadas, que también es un gran logro.

 

Laura Hurtado es periodista y responsable del proyecto Avanzadoras de Oxfam Intermón.

La cooperante y el guerrillero, o cómo atraer la atención hacia Sudán del Sur

Por Laura HurtadoLaura Hurtado

Hace unos días terminé de leer La guerra de Emma (Ed. Marbot, 2011) donde la periodista norteamericana Deborah Scroggins cuenta la historia de Emma McCune, una británica de buena familia que lo dejó todo para impulsar un proyecto de educación en Sudán del Sur, cuando todavía no se había separado de Sudán. En medio de la guerra más larga de África y de una de las primeras hambrunas mediáticas, Emma se enamoró de Riek Machar, entonces un líder guerrillero del Ejército Popular de Liberación de Sudán (EPLS). Machar terminaría ocupando la vicepresidencia del nuevo país independiente en 2011 como representante de la etnia nuer, pero actualmente permanece escondido tras ser acusado por el presidente Salva Kiir -de la etnia dinka- de encabezar un golpe de Estado el pasado mes de diciembre.

La británica Emma McCunne con su marido guerrillero, Riek Machar, en Sudán del Sur

La británica Emma McCunne con su marido guerrillero, Riek Machar, en Sudán del Sur. Imagen: www.theage.com.au

Como os podéis imaginar, la relación entre la cooperante inglesa y el guerrillero sursudanés nunca fue fácil. Por un lado, los cooperantes extranjeros que eran colegas de Emma no entendieron que se casara y se fuera a vivir con un ‘señor de la guerra’ y de esta forma tomara partido en el conflicto, poniendo en riesgo la neutralidad que deben tener las personas que trabajan para las ONG con el fin de garantizar su labor en el país: ayudar a la población civil a sobrevivir en medio de la brutalidad. Por otro lado, los miembros del EPLS afines a Riek Machar insinuaban que no era suficiente duro para disciplinar a sus tropas debido a la influencia de su esposa ‘khawaja’ (término árabe que usan los sudaneses para referirse a los blancos). De hecho, ‘la guerra de Emma’ fue el nombre que algunos miembros del EPLS dieron a la guerra que estalló en 1991 entre los seguidores de la John Garang, el líder del EPLS, y los de sus lugartenientes Riek Machar, Lam Akol y Gordon Kong, como si ella fuera la culpable de todo. Un clásico, por cierto, como Eva en el Paraíso, por citar un ejemplo.

Emma McCune fue una mujer comprometida con la población afectada por la guerra en Sudán del Sur

Emma McCune fue una mujer comprometida con la población afectada por la guerra en Sudán del Sur. Imagen: louderthanwar.org

De todas formas, la intención del libro no es ni mucho menos contar una historia de amor. El controvertido romance solo sirve como excusa para intentar comprender la guerra civil sudanesa que, exceptuando pequeños paréntesis de paz, duró más de 50 años (1955-2005) y dejó millones de muertos (sí, millones). Todo ello para conseguir  ‘atraer el interés de los lectores occidentales’, según confiesa la autora en las primera páginas.

A lo largo del libro, Scroggins relata escenas horripilantes que vivió en su propia piel cuando viajó a Sudán del Sur para cubrir la hambruna en 1988 o la guerra en 1990 para un periódico de Atlanta (EEUU). Miles de personas hambrientas peleándose por la comida que distribuían unas pocas ONG, en un país abandonado a su suerte por Occidente y víctima de los ‘señores de la guerra’ locales, que sacan partido de sembrar el caos.

Pero lo peor de todo es que, mientras leía el libro, los enfrentamientos en Sudán del Sur estallaron de nuevo. De repente, la historia se repetía. Y el horror también. Casi un millón de personas (1 de cada 8 sursudaneses) ha tenido que abandonar su hogar repentinamente, atemorizadas, dejando atrás sus tierras y su ganado, es decir, su medio de subsistencia. Se calcula que 5 millones de personas necesitan alimentos, agua y refugio, mientras Occidente mira a otro lado. De los 1,27 billones de dólares que pidió Naciones Unidas a la comunidad internacional para esta emergencia solo se ha conseguido una tercera parte.

Por suerte, algunas ONG seguimos allí, dispuestas a salvar vidas.

 

Laura Hurtado es periodista, feminista y trabaja en Oxfam Intermón. Si quieres, puedes ayudarnos a responder a la emergencia en Sudán del Sur.

Colombia: 150.000 denuncias, 2 condenas

Por Laura Hurtado laura

En Colombia, la violencia hacia las mujeres es comparable a la de República Democrática de Congo, por sistemática y barbárica. Mujeres descuartizadas, empaladas, niñas de 9 años obligadas a prostituirse‘. Me lo cuenta la periodista Jineth Bedoya que desde los 22 años cubre el conflicto que desangra su país, en el cual las mujeres son usadas como arma de guerra. ‘Según un estudio de Oxfam Intermón más de medio millón de mujeres han sido violadas en la última década, pero puede que el total llegue a los dos millones porque muy pocas se atreven a denunciarlo’. A ella misma le costó 10 años. Con 24 años, mientras estaba investigando un caso de tráfico de armas, fue secuestrada, torturada y violada por 3 paramilitares. Prefirió esconderlo y refugiarse en su trabajo hasta que en 2009 se armó de valor y lo contó públicamente. ‘Lo hice por todas las otras mujeres que han pasado por lo mismo pero que viven en zonas alejadas y que no tienen los recursos para ser escuchadas‘.

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La periodista colombiana Jineth Bedoya en el Congreso Nacional de Mujeres y Paz de Bogotá a finales de 2013. (c) Pablo Tosco / Oxfam Intermón

‘De repente, sin darme cuenta, me volví activista’, asegura Jineth que ha creado la campaña ‘No es hora de callar’ donde reivindica la importancia de que las mujeres afectadas por cualquier tipo de violencia hablen. Cuenta con el apoyo de ONU Mujeres y el de futbolistas colombianos famosos (Falcao, David Ospina, Abel Aguilar…), con quienes consigue que el mensaje llegue a los hombres, que son, dice, el 98% del problema. ‘Las mujeres que hemos sido marcadas nos quedamos silenciadas. Por miedo a represalias, por vergüenza o porque nadie nos va a hacer caso‘. Y es que la impunidad bordea el 90% de estos casos en Colombia. ‘Con la Ley Justicia y Paz para el desmonte de los paramilitares hubo 150.000 denuncias de violencia sexual y solo 2 condenas‘. Su caso tampoco ha sido resuelto. ‘Francamente, no tengo esperanza que mis violadores acaben en la cárcel‘, suspira esta mujer que ve atónita cómo la intensidad de la guerra en Colombia ha bajado pero no así las violaciones a mujeres. ‘Los grupos armados que antes hacían la guerra ahora son bandas criminales que se dedican a la trata de mujeres, un negocio fácil, que da mucha plata, y que está menos perseguido que el narcotráfico, sentencia Jineth que en mayo de 2013 sacó a la luz un caso de explotación sexual de niñas de entre 13 y 16 años en las zonas mineras de Colombia, ante el que nadie ha hecho nada. ‘El machismo es muy fuerte. Por ejemplo, en las negociaciones actuales entre el Gobierno y las FARC hemos tenido que pelear mucho para que hubiera negociadoras. Al final conseguimos que entraran dos‘, explica.

Por decir todas estas cosas, Jineth está amenazada de muerte. En algunas regiones de su país no puede ni entrar. ‘Cuando tocas temas gordos, te salen enemigos por todas las esquinas. Siento que la bala puede venir de cualquier lado’. Se mueve siempre con un coche blindado y acompañada de 5 escoltas. Lleva 14 años así. ‘Echo de menos algo tan sencillo como pasear por la calle, me confiesa esta mujer, que desde que ‘la marcaron‘ no consigue dormir bien ni recuperar peso. ‘Bailo zumba cada mañana y también escribo. Esas son mis vías de escape‘, asegura con 6 libros publicados. ¿De qué sirve tanto sacrificio? ‘Me siento responsable por todas las mujeres que han pasado por lo mismo. A veces el peso es muy grande, es cierto, pero no voy a dejar el brazo a torcer. No puedo rendirme. Hemos conseguido algunos logros: se ha creado una política de género, una Consejería de Género, el Ministerio de Defensa tiene un protocolo de violencia sexual. No hay recursos pero son primeros pasos. Yo ya sabía que este proceso sería largo‘, concluye.

Jineth Bedoya es portavoz de la campaña “Violaciones y otras violencias: saquen mi cuerpo de la guerra” que lideran 10 organizaciones colombianas con el apoyo de Oxfam Intermón.

Laura Hurtado es periodista y trabaja en Oxfam Intermón.