Por María Reglero
Para informar sobre violencias machistas se requieren conocimientos y habilidades especiales, incluido un conocimiento de la ley y una conciencia sobre el impacto psicológico del trauma en las supervivientes.
Desafortunadamente, la cobertura mediática de estas violencias es, en general, sensacionalista y explotadora, carente de todo análisis sobre la prevalencia de la problemática como un tema estructural. Estos días –con motivo del juicio de La Manada- estamos presenciando cómo la falta de ética, sensibilidad y empatía a la hora de cubrir las agresiones sexuales hacia las mujeres contribuye a su re-victimización, así como a una re-victimización de sus personas allegadas, e incluso de las personas que pudieran ser testigo en el contexto de los hechos, y que son clave en procesos judiciales. Para las supervivientes, la cobertura mediática de las agresiones sexuales, les obliga, en cierto modo, a revivirlas de nuevo, dado el uso insensible de fotografías, lenguaje, además de otros aspectos de su privacidad. Teniendo en cuenta que las agresiones sexuales están dirigidas a anular el control y poder de las mujeres sobre su voluntad, los medios cumplen un rol clave en contribuir a crear un ‘entorno seguro’ para que las mismas puedan recuperar cierta ‘normalidad’ tras una de las experiencias más traumáticas que puede sufrir un ser humano.