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Cobrar como un hombre

Por Dori Fernández Dori Fernández

Hace unas semanas, representando a la PPiiNA, mantuve una conversación con dos de nuestras eurodiputadas, Iratxe García (PSOE) e Izaskun Bilbao (EAJ- PNV) que –todo hay que decirlo- fueron extremadamente amables al hacer un hueco en sus apretadas agendas. Hacía pocos días que se había votado en el Parlamento Europeo si rescatar o no la Directiva de Maternidad que, entre otras cosas, persigue ampliar el tiempo de permiso de las madres sin ampliar a la par el de los padres (u otro progenitor/a). Para que nos entendamos: esa Directiva ensancharía aún más la diferencia entre los días que mujeres y hombres se ausentan del empleo para el cuidado de su prole, lo que en la práctica supondría un ensanchamiento también mayor de la discriminación que sufren las mujeres en el acceso, permanencia y promoción en el empleo por verse y percibirse “menos disponibles” para el mismo por las empresas. Así de claro.

'Mind the gap', cuidado con la brecha, logotipo de la campaña estudiantil feminista británica del mismo nombre, que se inspira en un cartel del metro londinense. Imagen: Mind The Gap

‘Mind the gap’, cuidado con la brecha, logotipo de la campaña estudiantil feminista británica del mismo nombre, que se inspira en un cartel del metro londinense. Imagen: Mind The Gap

Si desean saber más sobre los distintos tipos de discriminación por maternidad y cuidados, pueden escuchar la entrevista que me hicieron en Radio Conectadas sobre el tema meses atrás.

La cuestión es que la actual legislación laboral en materia de permisos por nacimiento, (arts. 48 y 48 bis del E.T.) legitima ese reparto desigual del cuidado, puesto que incentiva a los papás a volver al trabajo en apenas dos semanas tras el nacimiento de la criatura, mientras aleja a las madres del empleo, asignándolas el cuidado y la crianza. Es lo que conocemos como división sexual del trabajo (DST): hombre productor – mujer reproductora y cuidadora.

Cuando nace una criatura, el papá generalmente se toma de permiso las dos primeras semanas, mientras que la mamá toma las 16 completas (las 6 primeras obligatorias, más las 10 que pueden repartirse entre ambos), a las que suele añadir: las horas de lactancia en días, las excedencias (sin salario), las reducciones de jornada (y de salario) e incluso el abandono del empleo como muestra el último informe de la OIT sobre maternidad y paternidad, 2014. Esta es la “norma social” en el trabajo de cuidados; basta con echar un ojo a los datos que nos ofrecen los organismos nacionales e internacionales para atisbar las consecuencias.

Pero no crean que la diferencia en los permisos por nacimiento y adopción es la única que consolida la distribución sexual del trabajo, si bien es cierto que es la primera y más importante. También hay otras normas legales que incentivan a los hombres a participar en el empleo formal (el remunerado), mientras que lo desincentivan para las mujeres, como por ejemplo la desgravación por ‘esposa dependiente’ que sigue vigente en el IRPF. Les invito a leer Desiguales por Ley. Las políticas públicas contra la igualdad de género, de María Pazos Morán, que explica con detalle todas estas disfunciones legales.

El meollo del asunto es que los derechos económicos (prestaciones por desempleo, incapacidad transitoria, permanente, jubilación, etc.) tienen una base contributiva, es decir, su cuantía se calcula en función del tiempo cotizado: menos tiempo cotizado conlleva menor capacidad económica mientras se está trabajando y menores prestaciones cuando no se trabaja. Con lo que la diferencia en la capacidad adquisitiva de mujeres y hombres queda sentenciada y bendecida por las leyes. En este artículo anterior lo explico más extensamente.

Así pues, vemos cómo este reparto desigual del cuidado se convierte en la cimentación perfecta de la distribución sexual del trabajo, el mejor caldo de cultivo para el crecimiento vigoroso de la desigualdad social entre mujeres y hombres. Un hecho que, unido a que en nuestras sociedades sólo tiene valor lo que está monetarizado, lo que ‘aporta dinero’, coloca el trabajo que realizan mujeres y hombres en niveles muy distintos de consideración e importancia. Dicho de otra forma: el reconocimiento y la valoración que aporta a las personas el tipo de trabajo que realizan, deja a las mujeres en clara desventaja y poder de negociación frente a sus parejas varones y frente al resto de los hombres.

Una de las consecuencias nefastas de la DST es la brecha de género salarial, que es de lo que venía a hablarles hoy, de ‘la diferencia de ingresos entre hombres y mujeres que realizan el mismo trabajo’ y que, además de vergonzosa, es uno de los termómetros de salud de nuestras democracias. En España llega hasta el 25,9 por cinto en edades superiores a 55 años, pero da igual analizar cualquier país del entorno europeo, que es con los que debemos compararnos. En todos vemos la misma tendencia: los hombres perciben unos ingresos bastante superiores a las mujeres. El siguiente gráfico confeccionado con datos de Eurostat, muestra todos los países de la UE, entre los que destaco al nuestro con un óvalo naranja. Las barras verdes representan la brecha de género salarial en 2006, las azules en 2013. Da miedo ¿a que si?

Datos de brecha salarial de género en la Unión Europea. Fuente: elaboración propia de la autora. Eurostat.

Datos de brecha salarial de género en la Unión Europea. Fuente: elaboración propia de la autora. Eurostat.

Pero no voy a extenderme sobre los elementos que causan esa brecha salarial, baste recordar que el tipo de trabajo que se desempeña, la categoría profesional asignada, el tipo de contrato (temporal, a tiempo parcial, a jornada completa, por horas), la diferencia en capital humano, etc. unido a la discriminación machista pura y dura de quienes valoran menos el trabajo de una mujer y por consiguiente lo remuneran peor, configuran esa diferencia de salario. Hay un artículo muy interesante de Sara de la Rica al respecto en el blog Nada es gratis que les enlazo por si desean ampliar.

Me quiero centrar en el tipo de empleo que ‘eligen’ las mujeres generalmente. Y lo pongo entre comillas porque estarán de acuerdo conmigo en que es lo que toca si han leído el artículo desde el inicio. La libertad de elección es una falacia que queda muy progre cuando se intenta convencer de que son las mujeres quienes eligen ser discriminadas en el empleo por no haber estudiado -por ejemplo- ingeniería aeronáutica, o cuando son compradas sexualmente…

Lo que está claro es que los estereotipos de género tradicionales,  forjados desde el nacimiento con el taladro en las orejas de las niñas, los juguetes diferenciados por sexo más tarde y la experiencia de verse cuidados y cuidadas por sus madres, influyen definitivamente en los itinerarios académicos y profesionales que las chicas y chicos eligen posteriormente.

En general, el oficio que eligen las mujeres viene a representar prácticamente una extensión más de su rol cuidador. Así, vemos que una gran mayoría de las féminas desarrolla su carrera profesional fundamentalmente en tres sectores:

  • Salud (enfermeras, médicas, auxiliares…).
  • Educación (maestras de primaria, profes de secundaria, de bachillerato, de universidad…).
  • Servicios (camareras, cocineras, planchadoras…).

En el cuadro de debajo, con datos recién cogidos del INE, podemos verlo con claridad.

Tasas de ocupación 2015

Igualmente resulta curioso comprobar cómo en ninguno de esos sectores la presencia femenina destaca por estar mayoritariamente en puestos de dirección o en ámbitos de toma de decisiones. Que va, la mayoría aplastante de profesionales directivos en esos sectores –y en todos- son varones. ¿Casualidad? Lo dejo para la reflexión junto al enlace Mujeres y Hombres en España, 2014 que publica el INE cada año para que quien lo desee pueda investigar por su cuenta.

La pregunta del millón ahora mismo es otra. ¿Cómo conseguir que las mujeres tengan un sueldo digno por trabajos que en sus casas hacen gratis? Yo lo tengo claro. Espero que si usted ha llegado leyendo hasta aquí, también lo tenga.

Dori Fernández Hernando es Graduada en Igualdad de Género por la URJC. Formadora y consultora freelance en igualdad de género, nuevas tecnologías y Prevención de Riesgos Laborales, colabora entre otras conSinGENEROdeDUDAS, CB., Comunidad de Conocimiento Profesional con Enfoque de Género. Actualmente participa en un proyecto formativo que lidera el Instituto Madrileño de Formación. Pertenece a la PPIINA y a la Asamblea de Mujeres de Córdoba Yerbabuena.