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#MeNiegoA la tibieza y a la pasividad con la violencia de género

Por Flor de Torres Porras

#MeNiegoA no afrontarla con la única actitud que conozco: La Combativa  e  Intolerante  contra cualquier acto que atente a la mujer por el hecho de serlo y en el ámbito de la pareja.

Y es que #MeNiegoA a no tener altura de miras y medir con mi modelo de vida y creencias lo que es o debe de ser una relación depareja. Porque si lo hago así no estaré en el lugar que me corresponde: Al lado de una víctima de Violencia de Genero. Seguiré en el mío propio y estando en mi lugar no estaré  en su mirada y en su alma. En sus derechos. No sabré que  siente  y como siente. Porque sufre y como sufre. Porque calla y como calla.

Detalle del cartel de la campaña #MeNiegoA contra las violencias machistas. Foto: Oxfam Intermón

#MeNiegoA seguir validando actos, acciones, chantajes, desvalorizaciones, insultos, gritos, lesiones, atentados a la integridad moral, coacciones, agresiones, vejaciones, microactitudes de control, acoso y poder entre nuestras parejas, o entre las parejas de nuestras hijas, las  de las hijas de nuestras amigas,  de nuestros padres, de nuestros vecinos, familiares o sencillamente conocidos con mi silencio. Sé que si tolero y no lucho lo consiento alimentando historias que son los  números ocultos  de la  violencia de género.

Porque si cuestionamos nuestros mecanismos de lucha  sin luchar, sencillamente mantendremos actitudes que siguen haciendo impune e invisible  la violencia de género. Y lo que es peor: Cuestionada.

Desde mi negativa a la tibieza con  todas las violencias que se producen a las mujeres por el hecho de serlo, no comulgo con los falsos mitos  que intentan seguir silenciando, ocultando, enquistando y dudando de la violencia de género. Así y solo así hemos de seguir batallando en la digna lucha por la  igualdad. Porque es ella: La igualdad la que planta cara a la violencia. De frente. De igual a igual.  Y es la que gana. Porque la desigualdad  se alía en con el silencio, la tibieza, la tolerancia  a los actos de violencia de género y propicia esa fábrica de sentimientos que determina su desastroso resultado.

#MeNiegoA revicitimizar  una víctima de violencia de Género en un proceso emprendido sin conocer que son Mujeres que no entienden, no aceptan o no saben operar bajo los dictados del sistema penal. Son mujeres que además ejercen por su estado o mediatizadas en su entorno el uso abusivo e instrumentalizado por sus maltratadores  del Art. 416 de la L.e.cr. que les permite no declarar en los procesos penales y que además  sufren como valor añadido la culpabilización de no declarar y de su silencio.

#MeNiegoA desconocer sus tiempos  y sus formas de actuar. Porque si lo hago impondré los míos, que nada tienen que ver con los suyos.

La psicología social, los movimientos Feministas de los años 1970  iniciaron el camino de alumbrar a las víctimas de violencia de génerosituándolas y escindiéndolas del catálogo común  de victimas surgidas de la  ciencia de la victimologia. Mucho camino recorrido y reivindicado que cre´´o en los albores del Siglo XXI un “Nuevo sistema de Justicia”. Un sistema que pone como eje la protección  a la víctima y en esa categoría está sin duda las víctimas de violencia de género.

Yo #MeNiegoA desandar ese camino de luz: Ese sendero que puso al Legislador en la necesidad de seguir avanzando en la comprensión y en la actuación  por y para las victimas más silenciosas que conozco: Las víctimas de violencia de genero. Porque además arrastran su propia historia. Son víctimas que estuvieron ocultas y excluidas del sistema. Desnudas de Derechos. Silenciadas. Cuestionadas. Incomprendidas. Aisladas. Mujeres que como Ana Orantes  hace 20 años no sabían, no podían hablar, no entendían los dictados de una Justicia sin perspectiva de género y sin  lenguaje empático y comprensivo con sus tragedias personales y únicas.

Hoy  somos también Justicia, pero otra Justicia que mira sus ojos,  que siente y se acerca a su alma, que ha de respetar sus tiempos y sobre todo y ante todo que ha de actuar en su nombre y en el nombre de sus hijos y de sus arrebatados derechos por los denigrantes actos de violencia de genero.

Estas son las razones que me llevan a decir  siempre que #MeNiegoA callar, ocultar, silenciar, cuestionar  a una víctima de violencia de género. Sé que estoy en el camino adecuado porque es el que me conecta con la vida y con sus vidas.

Y porque sé que  si  callo seré cómplice de   esa profunda injusticia y tragedia social  que encierra en el día a día, en cada acto,  en cada  instante una realidad que en palabras de la OMS se propaga a niveles de Epidemia y que lleva el nombre  de  tantas mujeres unidas a la  Violencia de Genero.

Sin duda yo #MeNiegoA la Tibieza y a la Pasividad y me apunto al activismo contra la violencia de género.

¿Y tú?

Este post forma parte de una serie de entradas creadas específicamente por diversas expertas, en el marco de la campaña #MeNiegoA  de Oxfam Intermón.  Tienen como objetivo sensibilizar y generar debate acerca de la gravedad de las violencias machistas en nuestra sociedad durante los 16 Días de Activismo contra la violencia de género.

Flor de Torres Porras es Fiscal Delegada de la Comunidad Autónoma de Andalucía de Violencia a la mujer y contra la Discriminación sexual. Fiscal Decana de Málaga.

Los niños, las niñas y la violencia al otro lado de la puerta

Por Itziar Fernández CortéItziar Fernandez Cortés

Noviembre es un mes lleno de fechas señaladas para reivindicar derechos en las calles y en las casas. De la infancia por un lado y contra las violencias machistas por otro. El 20 de noviembre se han cumplido 25 años desde que se celebró la Convención de los Derechos del Niñoel primer instrumento jurídicamente vinculante que reconoce a los niños y niñas (aunque su título no las nombre) como agentes sociales y sujetos activos de sus propios derechos.

Ilustración del cuento 'La casa del mar en calma', de Itziar Fernández Cortés.

Ilustración del cuento ‘La casa del mar en calma’, obra de la artista Lola Blazzze.

Queda mucho por andar en este sentido, aunque cada vez más a menudo lleguen a nuestros oídos diferentes iniciativas de participación infantil. Considerar a la infancia como sujetos de protección si, pero no de pleno derecho. Darles voz si, pero no hacer que su opinión sea determinante ni mucho menos vinculante.

Por otro lado, el miércoles 25 de noviembre, se celebra el Día Internacional Contra la Violencia de Género, donde el movimiento feminista mantiene viva la lucha contra todo tipo de violencias machistas como base de la desigualdad estructural que culmina en los feminicidios que tanto nos alarman pero que son solo la punta del iceberg de una problemática mucho mayor. Por ello la indignación popular llenó las calles de Madrid en la Marcha Estatal contra las Violencias Machistas el 7 de noviembre. Y todavía nos tiemblan las piernas al recordarlo.

A caballo entre ambos días, están los niños y las niñas víctimas de la violencia de género, con doble motivo para reclamar al mundo adulto su visibilización, y por ende, su compromiso.

Cuando su hogar, un espacio que supuestamente está asociado a la seguridad y la tranquilidad, se convierte en un entorno lleno de miedo y angustia, no solo la mujer es víctima. Sus hijos e hijas también sufren el impacto de la violencia y siguen su propio proceso. No son espectadores o víctimas indirectas, como ha venido definiéndose, sino protagonistas y víctimas directas de la violencia de género.

Son víctimas directas porque en ocasiones sufren agresiones en forma de golpes o insultos. Porque presencian directamente la violencia física y psicológica de su padre hacia su madre  (ya sea viéndolo, o lo que es peor, escuchándolo detrás de las puertas e imaginándolo). Porque viven directamente en un entorno de relaciones violentas y abuso de poder, donde las amenazas y las actitudes degradantes son habituales, lo que hace que normalicen un modelo negativo de relación “maltratante” que daña su desarrollo infantil.

En algunos casos, los niños y las niñas llegan a normalizar la violencia como pauta educativa y a culpabilizarse, sintiéndose merecedores de esa violencia. Necesitan salvaguardar una imagen positiva de sus padres, entonces, ¿Quién es el malo en todo esto? Identificarse como culpables les permite obtener una falsa sensación de control, ya que podría estar en su mano que la violencia no volviese a repetirse. Es el mismo mecanismo psicológico que se activa en sus madres, y que, entre otras muchas causas, hace que se mantengan en la relación violenta. Sobra decir que la víctima nunca es la culpable.

Por eso reclamamos noviembre y los once meses del año restantes para reivindicar los derechos de los niños y niñas. Y para apoyar especialmente a aquellos que sienten el miedo cuando la violencia de género tiñe de negro sus casas.

Itzíar Fernández Cortés es psicóloga clínica y psicoterapeuta infantil. Especialista en intervención con mujeres, niñas y niños víctimas de violencia de género. Autora del cuento ‘La casa del mar en calma‘.